viernes, 26 de agosto de 2011

"Three weeks in Athena" Cap 15





Miley inspiró hondo antes de llamar a la puerta de roble macizo. En cuanto oyó la palabra «entra» se le disparó el corazón. Mientras accionaba el picaporte, rezó para que el maquillaje ocultara sus marcadas ojeras. No había dormido un ápice en todo el fin de semana.
Armándose como nunca, abrió la puerta y entró en la habitación. Nick estaba de espaldas al ventanal con las manos en los bolsillos. La virilidad que irradiaba la dejó sin aliento. Por un terrible segundo dejó de pensar con claridad y sólo sintió calor... pero apretó el sobre entre sus dedos y suspiró aliviada al recordarse que pronto saldría de la perturbadora órbita de aquel hombre.
Se adentró en el despacho intentando ignorar sus nervios ante la mirada de él. Se detuvo frente al escritorio con las mejillas encendidas. Carraspeó.
–Creí haberte dicho que no hacía falta que llevaras gafas –dijo él duramente.
Miley se llevó la mano a la montura. Se reprochó el haberle confesado que no las necesitaba y se enfureció ante la altivez de él. Notar el sobre en su mano le dio seguridad.
–Me siento más cómoda llevándolas. El hecho es que...
–Pues yo no –le cortó él–. Trabajas para mí y no quiero volver a verlas. Y también puedes dejar de recogerte el cabello como si estuvieras haciendo alguna penitencia.
Miley ahogó un grito. Se sintió palidecer y a continuación sonrojarse de ira. Como no tenía nada que perder, no se calló lo que pensaba, aunque la voz le salió constreñida.
– ¿Deseas comentar algo más mientras estás a tiempo?
Nick se apoyó en el ventanal y se cruzó de brazos por delante de su formidable pecho. Su mirada adquirió un brillo que dejó a Miley sin aliento y con una creciente sensación ardiéndole en el vientre.
– ¿Has tirado aquella falda?
Miley apretó los puños. Ya no sentía el sobre ni recordaba para qué había ido allí. Tan sólo era objeto del análisis de un hombre igual a los que entraban y salían de la vida de su madre. El hecho de que su emoción predominante no fuera la ira que ella esperaba le hizo sentir muy vulnerable.
–No es asunto tuyo dónde está la maldita falda. Puedes estar tranquilo de que no volverás a verme con ella puesta porque he venido a...
–Pues qué pena.
Miley se quedó boquiabierta a mitad de frase. Parpadeó mientras asimilaba aquel comentario. Sacudió la cabeza. Debía de haber oído mal. Odiándose por estar tan alterada, preguntó:
– ¿Qué has dicho?
Él se irguió y, aunque no se le aproximó, ella dio un paso atrás.
–He dicho que es una pena. Te sorprendería saber cuánta energía mental he dedicado a esa falda. Tal vez me precipité al juzgarla.
Miley sacudió la cabeza y sintió su interior temblando.
¿Qué ocurría con las Samantha Barks  del mundo, impecablemente criadas para encajar en sus vidas de ensueño? ¿Acaso él estaba diciendo que prefería...? Su mente se opuso a eso, pero se le escaparon las palabras:
–Sólo es una falda de mercadillo que encogió en la lavadora y no tuve tiempo de comprar una nueva. Te pareció suficientemente inapropiada como para encargar a otros que me lo dijeran.
–Eso fue un error.
Él recorrió su cuerpo con la mirada y Miley sintió un cosquilleo como si la hubiera acariciado. Cuando él volvió a mirarla a los ojos, tenían un brillo peligroso. La burbuja de irrealidad explotó, el instinto de auto conservación resurgió. El sobre. Miley se lo tendió con mano temblorosa.
Nick lo observó y luego volvió a mirarla a los ojos. Enarcó una ceja.
–Es mi carta de... dimisión –anunció ella.
Nick apretó los puños. Algo se apoderó de su cuerpo, una necesidad primitiva de no dejar escapar a aquella mujer. Su lado despiadado surgía de nuevo.
–No lo es –aseguró.
Sorprendida y enfadada, Miley se dio cuenta de que aquello no iba a ser tan rápido como había creído.
–Sí, señor Jonas, sí lo es. Por favor, acepte mi dimisión con la elegancia con la cual le es presentada –dijo tendiéndole el sobre–. Yo no estoy disponible para... servicios extra fuera de horas de trabajo. Su comportamiento la otra noche fue inaceptable.
Miley echaba chispas por los ojos. Alzó la barbilla resuelta. Nick se sorprendió de no haberse dado cuenta antes: aquella mujer destilaba pasión por cada poro de su voluptuoso cuerpo. Tenía agallas. Su atractivo había estado seduciéndolo subliminalmente, llevándolo al punto sin retorno en el cual se encontraba.
Nick rodeó el escritorio y se apoyó en el borde, aún de brazos cruzados. Vio que la mirada de ella se desviaba a su entrepierna y sonrió para sí, y más aún cuando la vio ruborizarse. ¿Cómo había podido tildarla de anodina? Ignoró el sobre que ella le tendía.
Miley se negó a mostrar lo intimidada que se sentía, así que, a pesar de que deseaba echarse atrás, no lo hizo.
Nick ladeó la cabeza y frunció levemente el ceño.
– ¿Qué parte de la otra noche dices que fue inaceptable? ¿Aquélla en la que te acompañé a la puerta de tu casa como un caballero? ¿O aquélla en la que acepté el café que me habías preparado?
Miley apretó el puño de la mano libre y le espetó:
–Sabes perfectamente a qué me refiero.
El rostro de él se relajó.
– ¿Te refieres a la parte en la que te demostré lo mutua que es nuestra atracción?


3 comentarios:

  1. OH MY JONAS!!
    OTRO! OTRO! OTRO!
    NO ME DEJES ASIII!
    PLIIIS!!

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  2. noooooo xq me haces estooo solo 2 con 4 me conformaria jaja ok no pero ahhh qdo buenasa la nove sube prontico me fasina esta sigo ;)

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  3. me encantoooooo!!! espero el otro bye besos

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