—Joder —susurró él. Levantó las manos
encima de la cabeza, la antigüedad continuó apretada en su mano izquierda.
Ella exhaló con alivio, luego sonrió.
Esto había sido demasiado fácil.
—Suelte la pieza y dese la vuelta
lentamente. —Ella lo pondría boca abajo sobre el suelo y luego llamaría a los
polis.
Él se giró.
El pasado se entremezcló con el presente
y Miley sufrió vértigos.
Casi dejó caer el arma, su peor
pesadilla se hacía realidad.
Ésta era la razón por la que no había
llamado a los polis. Algo dentro de ella había hecho sonar las alarmas de
advertencia y no había querido que él fuera atrapado.
—Nick.
Diez años lo habían cambiado, pero no lo
suficiente. Un metro ochenta de carne masculina de primera era instantáneamente
reconocible. Diabólicamente sexy y ardiente para robarle las bragas a una
mujer, así como su corazón, justo debajo de sus narices.
—¿Miley?
Ella se sintió aliviada al ver a sus
ojos ensancharse por la
sorpresa. La ráfaga de placer de su fantasía de hacía unos
momentos fue apagada por la fría realidad de estar frente al hombre en ese
mismo instante. Él aún era el muchacho malo de sus sueños, aún un ladrón, había
robado algo vital para ella hacía diez años y Miley sabía jamás podría
recuperar. Un regalo muy especial. Bien, tal vez robado era una palabra
demasiado dura ya que ella prácticamente le había suplicado que lo tomara. Pero
eso sólo era cuestión de semántica. Él había sabido lo que hacía y ella había
sido ingenua y estúpida, demasiado malditamente enamorada de él para pensarlo
mejor. Él había tomado de buena gana lo que ella le había ofrecido y luego huyó
por la noche como un ladrón.
Justo como hacía ahora. Sólo que no era
su virginidad lo que tenía en sus manos. Era una pieza puñeteramente valiosa
del museo.
—Acabas de robar una antigüedad
invaluable.
Su mirada de sorpresa se desvaneció en
un agudo ceño.
— ¿Qué demonios haces aquí en Chicago?
¿Qué haces en este museo?
—Soy yo quien sostiene el arma así es
que soy quien hará las preguntas.
Ella extendió la mano, manteniendo el
arma estable y apuntada en el centro de su pecho.
—Dame la reliquia.
Su mirada recorrió los alrededores y
luego regresó a ella.
—No pienso hacerlo. Miley, no tienes ni
idea de lo que estás haciendo. Sal de aquí antes de que te metas en problemas.
Ella extendió la mano con más
convicción.
—Dámela, mierda.
En ese momento él relajó su postura y el
peligro tintineó por todas partes del cuerpo de Miley.
—Te recuerdo diciendo algo similar hace
aproximadamente diez años, pero en ese entonces exigías mi polla.
Gilipollas. ¿Creía que iba a correr a
sus brazos tan pronto como le reconoció? Claro que esto podía funcionar para
ambos lados. Era hora para una pequeña revancha. Ella bajó el arma.
—Tienes razón. ¿Qué estoy haciendo?
—Ella se acercó un poco más—. Eres realmente tú.
Tan pronto como estuvo a la distancia de
su respiración, su olor le llegó y los recuerdos la atacaron. Él todavía olía
como Nick, una combinación de
macho terrenal y jabón, un golpe letal para sus sentidos. Cómo podría algo tan
simple encenderla así de rápido. Y el calor de su cuerpo… podía sentirlo aunque
él estuviera a algunos centímetros de distancia.
¡Contrólate,
Miley!
Nick dejó
caer las manos mientras ella se le acercaba y cuando él lo hizo, ella agarró la
antigüedad y se alejó de un brinco de su agarre, levantó el arma y le apuntó
otra vez.
—No puedo creer que hicieras eso.
Ella se encogió de hombros.
—No puedo creer que cayeras. Gírate de
cara a tu moto. Mantén las manos donde pueda verlas.
—No me dispararás.
Ella le dirigió una mirada cargada de
veneno y levantó el cañón del arma un poco más alto.
— ¿Estás de humor para probarme? —Ella
pensó en la frase “venga, alégrame el
día”, pero sólo pensar en eso era demasiado cursi.
ahh sis geneales los capiis encerioo waooo
ResponderEliminarahh siguelaa maz maaz capiis andale ahhhhhhh ya muero por ver el otro q maliz eres me dejas con la intriga jejeje