—Por favor levántate, Nick. No puedo respirar.
Él la contempló durante unos segundos y Miley se sintió perdida
en la profundidad de sus ojos. Fue tan fácil para ella retroceder en el tiempo,
recordar el último momento en que había estado así de cerca y en el que él
había estado sobre ella. Sólo que en esa ocasión estaban desnudos. Y Nick había
estado dentro de ella. Una riada de humedad entre las piernas la enfureció.
Ellos eran historia, fuera lo que fuera lo que su cuerpo
creyera.
—Dime qué estás haciendo aquí —dijo él.
—Quítate primero.
Con un suspiro, él se levantó y le ofreció la mano. Ella la tomó
y comenzó a alzarse, pero en ese momento un tiro sonó, rociando hierba y
deshechos a pocos centímetros de donde estaban. No fue un fuerte disparo sino
alguien usando un silenciador. Nick cayó sobre ella otra vez con un ruido
sordo, sacó un arma y disparó cerca del atacante en respuesta.
— ¡No te levantes! —Le ordenó él, cubriéndole el cuerpo.
Miley jadeó. ¿Quién les disparaba? ¿Y lo que era más importante,
dónde estaba su arma?
— ¡Suéltame, Nick! — ¡Mierda! Ella había sido policía. Sabía
disparar un arma. Si sólo él apartara su gran cuerpo, podría usarla. Miley
exploró rápidamente el área, divisando su arma sobre el césped a sólo treinta
centímetros y a una pizca de su alcance. Pero Nick era demasiado pesado y ella
no podía empujarlo. Ahora no era el momento para códigos de caballería. Ella
podía ayudar.
En cambio, Nick metió el brazo alrededor de su espalda y rodó
con ella detrás de un grueso árbol, luego la estampó contra este, manteniéndola
cubierta mientras otra ráfaga de balas hacía volar trozos de corteza a unos
centímetros de la cabeza de Miley.
Bien, alguien estaba cabreado con ella. Miley quería su arma ya.
— ¡Déjame ir! —gritó ella.
—Quédate quieta antes de que resultes herida.
Ella lo empujó, pero él era más fuerte que una palanca y su
acción se pareció al intento de mover el árbol. Nick no se desplazaría.
— ¿Es la seguridad del museo? —Preguntó ella.
—No. Nadie que use uniforme. Es alguien vestido de negro.
Ah, infiernos. Eso no estaba bien. ¿Quién les estaba disparando?
¿Y dónde estaba la seguridad? ¡Idiotas e inútiles come-donuts de
porquería! Probablemente estaban encogidos debajo del escritorio del vestíbulo
después de haber oído los disparos.
Nick disparó otra ronda.
— ¿Ves a alguien más?
Ella estiró la cabeza buscando a ambos lados de la cabeza de Nick.
—No. Sólo el arma.
Nick apuntó, disparó y luego dijo:
—Creo que podría haberle dado. ¡Muévete!
Antes de que ella pudiera oponerse, Nick la agarró de la mano,
tiró de esta y la puso de pie, arrastrándola detrás de él. Las balas levantaron
una polvareda cerca de los pies de ambos. No hubo tiempo para discutir o coger
su arma a mitad de camino.
Se precipitaron hacia el callejón donde estaba su moto.
— ¡Continúa!
En esta ocasión Miley ni siquiera lo pensó y dejó que el sentido
común prevaleciera. Saltó sobre el asiento de la moto, envolvió los brazos
alrededor de él y se agarró fuertemente mientras Nick aceleraba el motor y se
alejaba por el callejón, evitando la ráfaga de balas como si los sabuesos del
infierno los persiguieran.
Miley temía que quizás estuviera sucediendo eso. Ni siquiera se
atrevió a respirar en todo el tiempo que Nick los llevó por calles laterales y
se dirigió a las afueras de la ciudad. Viajaron durante horas, la mente de Miley
dio vueltas todo el tiempo. No habló y tampoco Nick. Su cuerpo estaba demasiado
frío por la conmoción para moverse, hablar o notar a dónde se dirigían. No fue
hasta que estuvieron muy lejos de la ciudad que Miley notó que se encontraba en
algún lugar remoto. Desde que ninguna bala silbaba por sus orejas supuso que no
los perseguían, pero no rompería el equilibrio de la moto para moverse y mirar.
No había ninguna luz de alumbrado público y la carretera había cambiado a una
de dos carriles. Los árboles eran más altos y densos y la temperatura había
descendido, haciéndola temblar de frío. Se habían trasladado de la ciudad al
campo, el olor a pino y a aire limpio era más evidente que la nube de gas que
atiborraba la ciudad.
Después de lo que parecieron horas de trayecto, evidenciadas por
sus partes sensibles entumecidas, Nick finalmente giró por un camino de tierra
hacia lo que aparentaba ser un camping desierto. Miley esperó que supiera hacia
dónde iba, porque se encontraba desesperadamente perdida. Cuando Nick se hizo a
un lado, Miley resistió el impulso de chillar de alegría. Nick apagó el motor y
esperó a que ella desmontara. Él la siguió mientras ella se inclinaba para
estirar los músculos contraídos. Nick sacó una botella de agua de la alforja de
la grupa, tomó un gran trago y luego se la tiró a ella.
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