Él sabía dónde se encontraban sus puntos
erógenos. Sí, justo allí. Ella volaría. No deseaba que esto acabara, aún lo
necesitaba.
—¡Me corro, Nick! Me corro en tu boca.
Oyó el gemido de él, sintió que éste
vibraba contra su piel desnuda y luego no pudo contenerse, estrellándose contra
él cuando las olas de su orgasmo la atravesaron. Le sostuvo la cabeza contra su
coño, meciéndolo de arriba abajo cuando se quebró en un millón de pedazos,
estremecida y temblorosa.
Ningún hombre podía hacer que tuviera un
orgasmo como Nick. Ella suspiró con completa satisfacción.
Otro sonido de motocicleta la sacó de su
fantasía.
Parpadeó, controlando el calor auto
inducido que se movía en espirales dentro de ella.
Habían pasado diez años desde que lo
había visto por última vez y sólo pensar en él aún podía ponerla caliente,
sacarla de sus cabales y convertirla en una criatura salvaje y hambrienta muy
diferente de su yo real. Ella deseaba… Oh, lo que fuera. Podía desear todo lo
que quisiera, pero debía concentrarse en la realidad.
Vio la moto pasar rápida y furiosamente
por la atestada avenida central, su cubierta plateada relampagueó bajo las
luces de la calle. Mierda. Aquí estaba ella, soñando con Nick, cuando se
suponía que estaba trabajando. El así llamado equipo de seguridad conformado
por idiotas de primera daban vueltas por el vestíbulo. Comiendo bocadillos, o
algo así.
Entrar iba a ser fácil.
Rodeó los árboles, aunque la cautela no
era realmente necesaria ya que nadie estaba vigilando. Pero entonces oyó la
motocicleta otra vez. Más cerca en esta ocasión. Se lanzó detrás de un árbol y
miró cuando el conductor apagó el motor y después se adentraba en un callejón
oscuro a medio bloque de distancia. Esperó a ver si él aparecía por el
callejón, pero no fue así. De todos modos, el instinto le dijo que algo andaba
mal, así que se quedó escondida entre los árboles.
Cinco minutos después, él avanzó junto a
su moto hasta la entrada de entregas del museo.
Su corazón se saltó un latido. Había
algo arrebatadoramente familiar en este hombre. La forma en que ladeaba la
cabeza, la forma en que se inclinaba a un costado y enganchaba su pulgar en su
cinturón mientras estudiaba la puerta. La manera en que se apartó el pelo del
rostro fue un extraño caso de déjà vu.
Ella lo estudió, intentando hacer una conexión. ¿Lo conocía?
Entonces la conciencia la golpeó. Se
parecía tanto a Nick Jonas que era extraño. ¿Era porque había estado pensando
en Nick? Los recuerdos de todos esos años la inundaron en un instante. Miley
colocó la mano sobre su corazón para detener el sordo latido que estaba segura,
él, podría oír.
Oh, mierda. Y luego su corazón redobló
sus latidos hasta un punto máximo cuando lo observó palanquear expertamente la
cerradura y deslizarse en el edificio. Ella esperó a que la alarma sonara,
contando hasta treinta antes que se pusiera en marcha. Nada. Él obviamente la
había desactivado.
Hijo de perra. Acababa de forzar la
entrada. En menos de un minuto y medio él había burlado lo que se suponía que
era un sistema de seguridad profesional.
¿Y ahora qué? Debía comprobar esto.
Debía llamar a la policía. Se dirigió hacia la puerta, metiendo la mano en su
bolsa para agarrar su móvil, pero algo hizo que se detuviera.
Por supuesto que no era Nick, aunque
pudiera imaginarlo claramente montando una Harley como la de este tipo.
No
seas estúpida, Miley. Haz la llamada. Nick está en Texas, donde ella había dejado los
trozos de su pasado. Además habían pasado diez años. El hombre al que ahora
vigilaba era más alto, más ancho y tenía un trasero de primera.
Claro que Nick también.
Tres minutos. Él había estado allí durante
tres malditos minutos y estaba fuera de nuevo. Tampoco ningún equipo de
seguridad lo perseguía como alma que lleva el diablo. Él habría logrado
introducirse y robar algo sin que la vigilancia nocturna notara que había estado allí.
Esos tíos realmente apestaban.
Él tenía algo bajo el brazo. ¡El
revelador brillo níveo y su forma extraña delataba que era una de las
antigüedades!
¿Por qué diablos no había llamado a los
polis? ¿Por qué este tipo le recordaba a Nick?
¡Idiota,
idiota, idiota! Sería
despedida. Por supuesto que incluso los polis no hubieran llegado a tiempo y
llamar a los malditos guardias de seguridad sería inútil. Ella tendría que
detenerlo primero y luego llamar a la policía.
Se apresuró a cortar la distancia
restante a través del césped bien cuidado, tirando de su arma. Cuando él se dio
la vuelta hacia la moto, ella lo apuntó a la espalda.
—Quieto ahí. Lo estoy apuntando con un
arma.
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