Una vez tras
otra, ella había sido testigo de la parte que recibía ese tratamiento: su
propia madre.
Se estremeció
al tiempo que activaba su ordenador y se esforzaba por concentrarse en el
trabajo. El cinismo de Nick de cómo recibiría el regalo su ex amante había sido
totalmente acertado. Aunque Samantha Barks no parecía el tipo de mujer que
necesitara ayudas para sobrevivir. Con un «premio» como el que proponía Nick,
su madre le habría pagado el uniforme del colegio un año más, recordó mientras
le subía la bilis. Cosas así habían financiado las vidas de ambas.
Aplacó su
rabia. Su jefe no tenía por qué gustarle, tan sólo trabajaba para él.
Afortunadamente,
ella se había forjado un camino diferente. Nunca dependería de ningún hombre y
menos aún se vería esclava de su poder sexual o financiero. Se había esforzado
demasiado, y su madre había sacrificado demasiadas cosas, para asegurarse de que
evitaba seguir sus pasos. Ella nunca temería quedarse sin la atención que su
madre y mujeres como Samantha Barks buscaban.
Estaba a
salvo de todo eso.
Nick se quedó
mirando la puerta cerrada durante un buen rato. Aún ardía por dentro, cosa que
le turbaba. Lo único que lograba recordar eran aquellos hermosos glúteos
conforme ella se había detenido junto a la puerta y cómo, para retenerla, había
dicho lo primero que se le había pasado por la cabeza.
Desacostumbradamente
distraído de su trabajo, maldijo el hecho de haber tenido que dejar marchar a Samantha
en aquel momento de las negociaciones. Consideró brevemente seducirla para que
regresara, pero desechó la idea. Él no se rebajaría ante una mujer por nada del
mundo.
En cuanto al
encargo que acababa de hacerle a Miley, él siempre se había ocupado de llamar a
la joyería, pidiéndoles que escribieran ellos la nota. O tan sólo su nombre.
Una indicación muy clara de que lo que hubieran compartido él y la mujer en
cuestión se había terminado y no debían intentar regresar con él. Sonrió con
sarcasmo: a medida que pasaban los años y seguía soltero, se convertía en un
irresistible desafío para ciertas mujeres.
Sus
pensamientos se adentraron en terreno peliagudo: el hecho inevitable de que
algún día debería renunciar a su libertad. Tendría que encontrar una esposa
apropiada y engendrar un heredero aunque fuera para proteger todo lo que estaba
conservando alejado de las garras de otros.
La
perspectiva no le atraía nada, sabía en qué consistía un matrimonio. Tenía cinco
años cuando su padre le había presentado a Zoe Myers como su nueva madrastra,
quien enseguida le había profesado odio sólo por no ser hijo suyo. Cualesquiera
recuerdos que él pudiera tener de su madre, fallecida cuando él contaba cuatro
años, y de una infancia paradisíaca que tal vez sólo había existido en su
imaginación, habían sido largamente aplastados y enterrados.
El hecho de
que aquellos vagos recuerdos le acosaran en sueños tan vívidos que a veces se
despertaba llorando era una debilidad vergonzosa que estaba decidido a ignorar.
Por eso nunca pasaba la noche entera con una mujer.
Como atraídos
por un imán, sus pensamientos regresaron de nuevo a su secretaria, quien estaba
haciéndose un lugar en su imaginación que él no deseaba. ¿Por qué se había
sentido obligado a decir todo lo que había dicho? ¿Y por qué le había
sorprendido e incluso molestado el evidente desagrado de ella? Para colmo,
había propiciado un diálogo al respecto, ¡como si le importara la opinión que
ella tuviera de él! En el fondo, había querido ponerla nerviosa. Miley Cyrus
siempre parecía situarse en un segundo plano para que nadie reparara en ella.
Pero él sí
que había reparado en ella y ella había reaccionado: se había ruborizado de
forma encantadora. Nick frunció el ceño. ¿Desde cuándo le parecía encantadora?
¿Y desde cuándo se interesaba él por alguien encantador? Y no sólo eso: ¿Qué
demonios le había llevado a pedirle que le tuteara en lugar de llamarle Señor Jonas,
como siempre había preferido que hicieran sus secretarias? Había sido por algo
en la manera en que ella le había mirado y había dicho «señor».
En un intento
por restaurar el orden en su vida, encargó a Miley que le concertara una cita
para esa misma noche con una mujer que se había interesado por él
recientemente. E ignoró el hecho de que se encendió incluso con su voz.
Terminado
eso, le invadió cierta calma. Todo volvería a la normalidad. Olvidaría aquella
obsesión por su secretaria y se concentraría en la recién llegada.
acabo de leer todas tus novelas y son hermosas .. plis no t tardes en subir el proximo capitulo :)
ResponderEliminarAi la amo esta noue
ResponderEliminaroliiixx siis ahh me encaanthoo muuxoo ell capiii
ResponderEliminary ooow siis pobrrreeshiita de tii andas
super megaa ocupadiitha no te culpo lo primero el estudio
jejeje aww siis de my coraazoon te super quelooo
y echale ganaz andd y subee prontiikoooooo
ATT: TU OSITHA CARIIÑOSIITHAA
SIS PORFINNNNNNNNNNNNNNNNNNN PUEDO COMENTAR :D
ResponderEliminarSIS :( QUE MAL QUE NO HEMOS HABLADO HACE MUCHO....
ME ENCANTAAAA LA NOVEEEE. TE QUIEROOOOOOO UN MONTON. BESITOS.