miércoles, 30 de mayo de 2012

"Die Frau hinter der Maske" Cap 26





Ella se había entregado a sus toques. Era la imagen misma de la lujuria. Su cabeza descansando sobre el respaldar del sillón, la camisa abierta y sus pechos sacados fuera de la prenda de encaje, cubiertos por una de las manos de Nick. La falda ya había quedado a la altura de la cintura y sus caderas se movían acompasadas al ritmo que los dedos de Nick marcaban dentro de su coño enfebrecido. Desde muy lejos, le llegó a Miley el recuerdo de cual era la decisión que ella había tomado, absolutamente contraria a lo que estaba haciendo. Inspiró hondo y tomando fuerzas, vaya a saber uno de dónde, apartó las manos de su jefe y algo tambaleante se puso de pie.
—Yo, yo… Esto, eh, esto…— ninguna frase coherente le salía—. Lo siento señor Jonas, no, no…— ella intentaba acomodar su atuendo.
Él se lo impidió tomándole las manos.
—Miley, creo que ya va siendo tiempo de que me llames Nick— le dijo él con una sonrisa seductora mientras la giraba para ponerla frente a él y la atrapaba entre su cuerpo y el escritorio. 
—Lo siento señor Jonas… Eh, Nick— corrigió ante el gesto de reprimenda que él le había hecho—. Debo irme, debo irme ahora.
—No Miley, no te vayas— le rogó él besándola en el cuello y en la oreja. Cuando el beso llegó a la boca, Nick sintió como el cuerpo de ella cedía entre sus brazos.
Profundizó el beso, recorriendo con su lengua los recovecos de la boca de ella. Degustando su sabor suave y algo dulce, delineando el contorno, resiguiendo la línea de los dientes y volviendo después a jugar con la lengua de ella, dibujando remolinos a su alrededor. Rodeándola por la cintura la sentó en el borde de la mesa de vidrio y le separó las piernas para acomodarse entre ellas.  La boca de Nick fue descendiendo por la barbilla y el cuello. Se detuvo en la gloria de los senos de Miley, y si hasta ese momento pudiese haberle quedado alguna duda acerca de si ella era o no la mujer del antifaz, cosa que no sucedía, entonces esa duda inexistente se hubiese desvanecido. Porque Nick podía jurar que solo una vez más había probado un par de pechos como esos y había sido en el baile de máscaras. Se llenó la boca con ellos, porque le encantaba hacerlo. Lo volvía loco sentir esa carne turgente entre sus labios, la dureza de esas puntas color té con leche entre sus dientes. Su sabor y su olor lo volvían salvaje. Lo convertían en un animal en celo.
Su boca siguió trazando un camino húmedo por el abdomen de Miley, pero alguna de las manos de Nick nunca abandonaba del todo las cumbres de esas curvas infartantes. La lengua de él se hundió en su ombligo y poco después se encontró saboreando la calidez vibrante entre las piernas de Miley. Ella le sostenía la cabeza, enredaba sus dedos en el cabello corto de su jefe. No sabía si para apartarlo o para empujarlo más cerca de su cuerpo. Ya no tenía la fuerza de voluntad de alejarse, estaba perdida. Gemía de deseo. Abrió más sus piernas y arqueó sus caderas hacia él, ofreciéndole su carne hinchada y pulsante, bañada del elixir lujurioso que manaba desde su centro. Él estaba hambriento, ávido por probarla y no se contentaba con poco. Lo quería todo. La lamió y la mordisqueó antes de penetrarla con la lengua para saborearla más profundamente y después la reemplazó por dos dedos que le arrancaron a ella jadeos desesperados. El pulgar de Nick masajeaba el pequeño brote, logrando con cada toque magistral, que respondiera hinchándose y excitándose  salvajemente.  Rebuscó el cierre de sus pantalones. El deseo bestial que se había apoderado de él le  había vuelto esa mano un poco torpe. Era eso o que la cremallera se había atascado. Su endurecido pene rugía por ser sacado de su prisión de telas. Dio un tirón violento y el cierre por fin cedió liberando la enorme vara rígida, ardiente. Nick volvió a ponerse de pie entre las piernas de Miley y restregó la cabeza de su viciosa polla en la entrada del resbaladizo coño. La deseaba. La deseaba como nunca antes había deseado a otra mujer en toda su vida. La deseaba con cada fibra de su cuerpo, con cada gota de su sangre y también con cada latido de su corazón. Miley Cyrus, ese era su condenado nombre, pensó Nick, ¡Y vaya momento para por fin recordarlo!, era la mujer de la cual no deseaba separarse jamás.
Ya no podría vivir sin ella, comprendió. 
Nick besó a Miley con devoción en su boca y con su miembro exaltado la penetró profundamente. No hubo tiempo para un ritmo pausado, los dos se sentían desenfrenados, fogosos. Miley deshizo el nudo de la corbata de Nick, quería desabotonarle la camisa. Logró soltar algunos, pero otros de los pequeños botoncitos resbalaban de sus dedos. Dio un tirón a la tela, provocando que éstos saltaran por los aires. Quería sentir la piel de él sobre la piel de sus pechos, quería rozarse contra ese cuerpo caliente, sentir su temperatura, olerlo, probarlo. A tientas pudo lograr desnudarle completamente el torso. Nick era puro músculos brillantes de sudor. Miley enredó sus piernas alrededor de las caderas de él, alzándose para darle mayor acceso a su cuerpo libidinoso y desenfrenado. Y se entregó por completo al único hombre que había amado de verdad en su vida. Le entregó todo lo que él quisiera tomar y también le ofreció en una bandeja a su corazón enamorado. Miley alcanzó primero el orgasmo, aferrándose hasta con las uñas a los hombros de su jefe y amortiguando sus gemidos dentro de la boca de él cuando las paredes de su vagina se contrajeron en espasmos violentos de puro goce, dejándola laxa sobre el frío vidrio ahumado de la mesa del escritorio. 
   Nick la siguió en segundos, sacudiéndose en convulsiones cuando derramó dentro de ella hasta la última gota de su simiente.
—¡Buen Dios! ¡Miley, ha sido increíble!— le dijo él aflojándose sobre ella y buscándole el cuello para mordisquearlo.
¿Increíble?... Palabra equivocada esa que pronunció el señor Jonas. ¡Increíble!... El calificativo que Nick siempre había usado para describir cada una de las noches que había pasado con sus amantes. Miley le dio un empujón y saltó del escritorio. Sin decir palabra ni ponerse histérica, se abotonó la blusa y acomodó su falda.
—¿Miley que te sucede? Recién lo estábamos pasando increíble y ahora te has puesto así— dijo él también acomodándose la ropa, o todo lo que una camisa sin tres botones puede llegar a adecentarse.
Y allí iba otra vez con lo de increíble…
—Nada señor Jonas…
—¿No vas a seguir llamándome señor Jonas, verdad?— quiso abrazarla, pero ella se escabulló hacia el otro lado de la oficina—. ¿Hasta cuando vas a seguir con este jueguito mujer?— volvió a aproximarse a su secretaria cortándole el paso.
—¡Quiero irme!— exigió ella.
—¡De ninguna manera! No vas a volver a huir de mí.
—¿Volver? ¿A qué se refiere cuando dice volver a huir?
—A que ya se que eres tú la mujer que se ocultaba detrás del antifaz Miley— Nick había hablado con firmeza, sin siquiera dudar.
Ella se puso rígida y comenzó a temblar de nerviosidad.
—¿Lo sabe?— preguntó con voz ahogada— ¿Antes de…?— señaló el escritorio— ¿Ya lo sabía? 
—Si, ya lo sabía… Te escapaste de mí en el baile de máscaras y ayer también me evadiste al cortar la comunicación, pero no voy a permitir que te vayas ahora Miley… ¡Tú me enciendes mujer! Mira lo que provocas en mí— le tomó la mano y se la apoyó sobre la entrepierna, dónde su amiguito ya volvía a despertarse.
 —Por eso es que no voy a quedarme señor Jonas. Porque yo sólo le provoco esto— aumentó la presión de su mano, restregándola adrede sobre los pantalones, donde el potente tronco cambiaba de tamaño y se tornaba duro bajo sus toques—. Lo caliento, sí. Pero no es diferente de lo que puede enardecerlo cualquiera de sus otras amantes… ¿Increíble dijo? ¿Acaso con cada una de ellas no había pasado noches increíbles también?
 —¿Me negarás que tu estabas disfrutando también?
—No claro que no, pero es distinto… Usted me excita y de ninguna manera voy a negárselo porque le estaría mintiendo descaradamente. Pero lo que usted provoca en mí solo puede despertarlo usted y no empieza entre mis piernas, empieza aquí— colocó la mano de él sobre su corazón—. ¿Puede ver la diferencia?
No le dijo que lo amaba, ¿Hacía falta?
Él había quedado sin palabras ante semejante revelación.
Ella ya estaba junto a la puerta, cuando habló sin girarse.
—Ya sabe dónde enviarme el ramo de flores, señor Jonas. Mañana recibirá usted mi telegrama de renuncia.
Miley recogió con rapidez sus pertenencias y salió de Jonas Publisher convencida de que estaba haciendo lo correcto. Si se quedaba allí era inevitable que terminaría con el corazón destrozado. ¿Acaso le quedaba algún trocito sano?, se le ocurrió pensar.  En tal caso, ni corazón le quedaba, porque como una estúpida se lo había entregado al único hombre que jamás aceptaría un regalo así de buena gana.
Miley suponía que en uno o dos días Nick volvería a sus correrías con modelitos, pasando su aventurita atípica con “la mujer misteriosa —su secretaria” al olvido, igual que habían quedado atrás todas sus otras “noches increíbles”. Porque… ¿Qué podía tener ella de especial para que esta vez para él fuese diferente?
Nada, era la respuesta que Miley se repetía una y otra vez. Puede que ahora ella fuese una bonita mujer, sexy y seductora, pero Nick Jonas había estado con mujeres hermosísimas y mucho más sexy y que hacían de la seducción un culto, y sin embargo, a todas las había descartado. Y ella no sería la excepción…


"Die Frau hinter der Maske" Cap 25





—Ese es el encabezado de la carta— respondió haciendo caso omiso a la cara de terror de ella—. Es para la mujer del baile de máscaras— completó él.
—Pero señor Jonas— protestó ella—. ¿Y a dónde piensa enviarla? Tengo entendido que usted no tiene ni su dirección ni su número telefónico… Me lo ha dicho ella hoy— agregó para justificar sus amplios conocimientos con respecto a ese tema.
—Bueno Miley, si vuelve a llamar, usted simplemente le lee la carta y ya. De todas formas, estoy seguro que tarde o temprano a ella le llegará lo que quiero decirle.
Para qué seguir insistiendo. Si a él lo hace feliz escribirle, pues bien, que lo haga, decidió la muchacha.
—Entonces…— dijo con un suspiro cansado—. Hermosa mujer misteriosa…— repitió en voz alta mientras tecleaba.
—Hermosa mujer misteriosa…
—Ya escribí eso— le dijo en tono de fastidio.
—Ya lo se Miley, sólo estoy retomando desde dónde había quedado antes que usted me hubiese interrumpido— y sólo para fastidiarla volvió a repetirlo, pero esta vez arrastrando las sílabas, acariciando cada letra cómo si en realidad la estuviese acariciando a ella—. Hermosa mujer misteriosa: No puedo dejar de pensar en ti— continuó—. Me visitas en cada uno de mis sueños y durante el día me tienes obsesionado buscándote en cada mujer.
Miley tragó saliva. ¿Realmente ella había logrado eso en él?
Entonces se corrigió, no había sido ella, Miley Cyrus… Había sido la mujer del antifaz, la del vestido azul hielo.
—Ardo de deseos por volver a acariciarte, sentirte junto a mi cuerpo… Mi polla clama por hundirse profundamente en la humedad de tu sexo otra vez… Por sentirte estrecha, resbaladiza, caliente para mí.
—Señor Jonas, yo… Yo no puedo escribir esto— pronunció las palabras de manera entrecortada, casi jadeante.
—¡Vamos Miley! ¿Acaso no quieres saber lo que ella es capaz de despertar en mí, cómo consigue endurecerme?
—No. ¿Por qué mejor no lo escribe usted?— ella no quería ni mirarlo. No quería delatarse.
Nick se puso de pie y rodeó el escritorio. Estaba detrás de ella fingiendo leer la pantalla.
—Vas muy bien Miley. Además quiero que seas tú la que lo escriba, para que puedas decírselo a ella…  Para que puedas contarle cuanto ansío besar la suave piel de su cuello— ronroneaba.
El aliento caliente de él junto a su nuca enviaba escalofríos a toda su columna. Nick estaba muy cerca, peligrosamente cerca. Miley sentía su calor, su perfume. Podía jurar que hasta oía el bullir de su sangre, ¿o era la de ella agolpándose en sus oídos?
—Dile que muero por lamer aquí— la rozó con las puntas de los dedos—. Justo aquí, dónde late su pulso y percibir bajo mi boca el momento exacto en el que el ritmo se acelera, se hace más fuerte. El pulso de Miley ya era frenético. El corazón bombeaba enloquecido, como a punto de estallar.
—Dile que quiero enredar mis dedos en su sedoso cabello— y diciendo esto le quitó a ella los palillos de madera con los que sujetaba el rodete. Una cascada de matices castaños se derramó sobre sus hombros.
Nick tomó un mechón y lo frotó entre sus dedos, después hundió su nariz en la espesa cabellera aspirando el olor a vainilla.
—Miley— susurró a su oído—. Dile que voy a enloquecer si no desabrocho uno a uno los botones de su blusa.
Nick iba haciendo en ella todo lo que decía.
Miley no podía reaccionar. Sabía perfectamente bien que tenía que para eso, que tenía que detener a su jefe. Levantarse de ese sillón y salir por esa puerta y no detenerse hasta llegar a su departamento.  Sabía que eso era lo que tenía que hacer, y no, excitarse cómo estaba haciendo. No, dejar que él le sacara los pechos fuera del sujetador como estaba haciendo ahora y definitivamente no, dejar que él los acariciara de esa manera. Envolviéndolos en sus fuertes manos, tironeando suavemente de sus pezones hasta dejarlos duritos y erguidos. Miley sabía que tenía que descruzar las piernas y echar a correr. Pero las mantuvo fuertemente apretadas hasta que él se inclinó sobre su espalda y tomándola de las rodillas, se las separó.
—Miley— siguió él dictando una carta que ya nadie escribía—. Dile que nada me haría más feliz que acariciar sus piernas y enterrarme entre sus muslos— Sus manos ascendieron subiendo la falda en el camino hasta alcanzar la zona pulsante bajo las bragas—. Eso es Miley, así— la alentó él junto al oído con voz ronca.




domingo, 6 de mayo de 2012

"Die Frau hinter der Maske" Cap 24




Mientras ella le hablaba él solo se concentraba en la forma caprichosa de esa boca. En el labio inferior que era más lleno y que él deseaba atrapar entre sus dientes, en la curva que formaba una especie de piquito en el labio superior y que él ansiaba delinear con la punta de su lengua…
—Su hermano Joe necesita que le preste otra vez la camioneta— había dicho ella sacándolo de su ensoñación.
—¡Terminaré regalándosela sólo para que deje de pedírmela cada dos días!— refunfuñó Nick.
—Y… Eh…— dudó ella.
Miley había estado pensando que hacer con Nick Jonas y había decidido que lo mejor para su salud mental y para su corazón era mantenerse alejada de él, en lo que a relación personal se refería. Todavía creía tener un punto a favor y era que él ignoraba su identidad, se encargaría de mantener eso así y hacer que él se olvidara de la mujer del baile de máscaras.
—¿Si?—inquirió él—. ¿Algún otro llamado que sea realmente muy importante como para mantenerme alejado de mí mullido sillón durante mucho tiempo más?
—Telefoneó una mujer…— había vuelto a sonrojarse.
—No me interesa— respondió él girando sobre sus talones para dirigirse a su despacho.
—Dijo que era la mujer del baile de máscaras— soltó ella y la voz le salió un poco chillona.
Nick se detuvo abruptamente y volvió sobre sus pasos.
—¿Ella telefoneó?— clavó sus ojos en el rostro de Miley para observar cada una de sus reacciones—. ¿Y que ha dicho?
—Eh…— desvió la mirada—. Ha dicho que no volverá a llamarlo nunca más y que quiere que usted se olvide de ella— mintió.
Ella mentía y Nick lo sabía.
—En dos minutos en mi oficina Miley, tiene que redactar una carta urgente— ordenó él apuntándola con el dedo—. ¡Dos minutos!
Nick no podía entender porque ella se empeñaba en evitarlo y en querer sacarlo de su vida. Pero de algo estaba seguro y eso era que él se lo impediría. 
Miley C…, cómo fuera su apellido. Porque… ¡Qué lo condenaran!, pero nunca podía recordar el endemoniado nombre. ¡No se libraría de él! 
La mujer lo había embrujado con sus encantos y ahora quería descartarlo. ¡Pero no señor Nick Jonas estaba resuelto a darle a ella un poco de su propia medicina… La seduciría, la enloquecería, hasta que ella le rogara a él que no se apartara de su lado jamás. Entre pensamiento y pensamiento habían pasado los dos minutos que él había exigido y allí estaba ella frente a su puerta, cargando una bandejita con dos tazas de café y su laptop.
  El día estaba caluroso, por lo tanto, Miley había descartado la chaqueta en el perchero de su cubículo. Se había quedado sólo con la camisita ajustada, que llevaba con los dos botones superiores desprendidos. La fina tela traslucía sus redondos senos apenas cubiertos por un sexy sujetador blanco de encajes. Nick estaba en su confortable sillón detrás del escritorio. ¡Y mucho mejor que la mesa lo cubriera un poco!, sino Miley saldría como un rayo por esa puerta al descubrir lo que en él había provocado, se le ocurrió pensar…
O tal vez no…
—Siéntese— le ordenó señalando el sillón frente a él.
Ella obedeció, le entregó a Nick una de las tazas y se quedó ella con la otra. Acomodó el ordenador portátil y después abrió un documento de Word. Él había dicho que debía redactar correspondencia y siempre utilizaban ese formato para hacerlo.
—Ya estoy lista señor Jonas.
—Bien— dijo él y una sonrisa algo diabólica se le había dibujado en los labios— Empiece a escribir lo que le voy dictando— se reclinó en el respaldar cómodamente. 
Desde allí tenía una vista deliciosa del rostro de su secretaria y de una muy, pero muy buena parte de su torso y con solo bajar la mirada, sin hacer ningún otro movimiento, tenía un plano magnífico de las piernas enfundadas en medias de seda y calzando zapatos de tacón.
—Hermosa mujer misteriosa— empezó él.

—¿Qué?— preguntó ella alarmada.


"Die Frau hinter der Maske" Cap 23





Entonces Nick  cerró los ojos y dejó que su mente vagara por la mujer enmascarada, intentando compararla con los rostros y cuerpos de las mujeres que conocía.  Intentó asociar la voz, las cosas que ella había dicho, el perfume vainillado, el sonido de su risa. Los ojos, la boca…, la inteligencia… Las sensaciones que ella era capaz de despertar en él… Todo eso sólo coincidía con una mujer…
Casi llora de alegría… 
¡Tiene que ser ella! ¡La tuve siempre delante de mí! ¿Cómo diablos pude ser tan ciego?, se reprendió.
—Miley
Nick quería correr a buscarla y había estado a punto de hacerlo. Había tomado las llaves de su auto y ya estaba junto a la puerta de salida de su residencia, pero entonces pensó en frío. Si Miley es la mujer del baile de máscaras, ¿porque me negó que la conociera?  ¿Será que a  ella yo no le intereso?... Aunque también dijo que temía decepcionarme… Su secretaria lo conocía mejor que nadie y sabía de cada uno de sus amoríos y la manera de actuar de él después. Era lógico que  ella se negara a revelarle su identidad y exponerse a ser tratada de la misma manera… Recapacitó mientras volvía al sofá.  Por otro lado, suponía que ella no lo tendría en muy alta estima sabiéndolo un mujeriego descarado… Además, y suponiendo que sí había encontrado a la mujer de la fiesta, ¿qué haría? ¿Proponerle matrimonio? Eso no era algo que Nick Jonas pudiese decidir así cómo así. ¿Ser capaz de serle fiel a una mujer? ¿Permanecer el resto de su vida sólo con una? ¿No volver a tocar a ninguna modelito infartante? Aunque también se encontró dándose cuenta que las modelitos ya no le resultaban apetecibles, pero Miley si… Tendría que manejarse con cuidado, paso a paso, decidió. No iría a buscarla ahora, esperaría a mañana y observaría a su secretaria. La compararía con la mujer del antifaz hasta asegurarse de que era ella y después, porque por hoy ya era demasiado, decidiría que hacer con ella.
 Esa mañana, Nick Jonas desde que ingresó a Jonas Publisher, no hizo más que mirar a su secretaria. Clavó sus ojos en ella mientras recorría el pasillo hasta su oficina y fue testigo del momento exacto en el que ella se percataba de su presencia y se dedicaba a mirarlo disimuladamente y Miley, acostumbrada a su indiferencia, no había notado que era observada por ese par de ojos Marrones que tanto la atormentaban en sus sueños más secretos.
—Buenos días Miley— le dijo él con un tono sensual que jamás había usado con ella y que inmediatamente envió a la mujer una ola de excitación a lo largo de su cuerpo hasta la punta de los dedos de sus pies.
—Buenos días señor Jonas— respondió ella intentando ocultar las mejillas que sintió, se le habían encendido al recordar la llamada telefónica del día anterior.
Miley todavía no había podido creer que ella se hubiese comportado de manera tan osada, ni que hubiese compartido un momento tan increíblemente extraño con Nick, tan íntimo.
—¿Cómo se encuentra esta mañana Miley? ¿Ha tenido una buena noche? 
Nick no había podido reprimir las ganas de soltar ese pequeño dardo. La respuesta fue un incendio en el rostro de su secretaria, que él agradeció al cielo con una secreta sonrisa. Cada una de esas pequeñas señales le confirmaba cada vez más que no se había equivocado, que era ella…
—Si —tragó saliva, las palabras de repente se le habían atascado en la garganta—. Una buena noche— no fue capaz de decir más.
Él decidió no seguir torturándola. Le daría un respiro, pero sólo por unos muy escasos minutos…
—Voy a necesitar que realice una tarea Miley—señaló despreocupadamente mesando su cabello corto—. La espero en mi oficina en cinco minutos y si quiere, puede traer café para los dos.
—Eh… ¿En su oficina?— preguntó nerviosa. Prefería mantenerse alejada, no fuese que su cuerpo traicionero se lanzara sobre él cuando menos lo esperaba… ¡Si ahora mismo empezaban a despertarse cada uno de sus sentidos ante su impresionante presencia!
—Si Miley, en mi oficina…, justo aquí—señaló la puerta junto a la suya— reclinó su torso sobre el escritorio acercándose bastante a ella—. Después de todo, me parece que su sueño debe haberse visto perturbado— le sonrió de manera pícara—, porque la noto bastante…, eh, no se…— simuló pensar—, ¿distraída?
—No, claro que no señor Jonas— se irguió en su silla aparentando tranquilidad y ocultó las manos sobre la falda. Le temblaban terriblemente y no quería que su jefe lo notara.
—Debo estar equivocado entonces— se alzó de hombros—. La espero en cinco minutos y por favor no se demore.
—¿Desea que le pase el parte de los llamados de la mañana?— dijo en un intento desesperado de recuperar la compostura.
—¿Algo importante?— él no podría haberse mostrado menos interesado aunque lo hubiese intentado con todas sus fuerzas, claro que tampoco lo había hecho, así que era más que obvio que Miley podía guardarse la lista para más tarde.
—Los de la ropa deportiva han dicho que están muy satisfechos con las ideas que usted les propuso para la campaña publicitaria y que le dan luz verde para desarrollarlas a todas.

—Es una buena noticia, ¿algo más? 


"Die Frau hinter der Maske" Cap 22





—¡Sólo para volver a ascender!— dijo él con una sonrisa—. Te abriría más las piernas, estarías totalmente expuesta, ofreciéndote a mí. Entonces mis dedos te tocarían, ahora sí completamente.
—¡Oh Dios mío!
—¿Cómo te sentiría preciosa? Acaríciate y dime cómo sentiría tu coño si fuesen mis dedos los que ahora estuviesen en ti.
—Resbaladizo, se siente suave y húmedo… Está muy mojado, hinchado y caliente…, deseoso—dijo ella mientras deslizaba extasiada sus dedos por su feminidad.
—Penétrate con un dedo y dime cómo se siente allí dentro. Nick había acrecentado el  ritmo de su mano y toda su sangre parecía haberse acumulado sólo en su miembro que no ansiaba más que enterrarse en ella.
—Estrecho, muy estrecho. Las paredes envuelven mi dedo, lo atrapan apretándolo en su suavidad, lo estrujan. Nick apretó más la mano alrededor de su vara. Se imaginó dentro de ella, embistiendo salvajemente hasta lo más hondo y siendo chupado por ese coño libidinoso.
—Agrega otro dedo, muévelos dentro de ti. Imita el movimiento de mi verga follándote. Con el pulgar rodearía tu clítoris, trazaría círculos sobre él y volarías… Yo te tocaría con una de mis manos los pechos, los estrujaría, los metería uno a uno dentro de mi boca y mamaría hasta que estallaras de placer.
—¡Nick, Nick estoy muy cerca!
—Aumentaría el ritmo de las embestidas, te tomaría hasta el fondo, haciéndote percibir lo duro que logras ponerme. Ya estoy rígido cómo una vara de hierro y me sentirías llenándote por completo dentro de ti, me hundiría hasta la base…—llevó su cabeza hacia atrás recostándola en el respaldar del sillón y cerró con fuerza los ojos. Ya no aguantaba más, sentía pulsaciones furiosas en su polla y los temblores previos al orgasmo recorrerlo—. Te follaría hasta hacerte olvidar hasta de tu nombre— dijo en un gemido ronco.
—Nick, creo que ya no lo recuerdo— jadeó ya al límite y sintiendo cómo su cuerpo se estremecía palpitante alrededor de sus dedos.
—¡Córrete mujer, córrete ahora!—gruñó apretando los dientes.
Miley se desparramó en su cama, sintiendo sacudidas en cada terminación nerviosa de su cuerpo convulsionado.
—¡Cielos! ¡Cielos Nick!, no puedo creer que hayamos hecho esto— susurró Emma cuando algo de cordura había regresado a ella—. ¿Tú…? ¿Tú también…?
—¡Ajá!... Me he derramado en mis pantalones— confesó.
—¿Nick?— preguntó ella segundos después.
—Te escucho… Sigo aquí.
—¿Sabes por qué no tengo el valor de decirte quién soy?
—No tengo la menor idea.
—Porque tengo miedo de que al averiguarlo te decepciones.
—Eso no sucedería… ¿Todavía no te has dado cuenta de que estoy loco por ti? ¿Qué contigo me sucede algo que nunca antes me había ocurrido?
—Dices estar loco por mí porque todavía no sabes quién soy, pero cambiarás de opinión en cuanto lo sepas— dijo con tristeza—. Me conoces Nick…—le confesó—. Y nunca antes habías demostrado interés por mí.
Ni un segundo después se oyó el tono de la línea. Ella había cortado la comunicación sin decirle nada, sólo que el la conocía… En el identificador de llamada no había ningún número, sólo salía la odiosa palabra, “restringido”. 

¡Es astuta!, pensó Nick con una sonrisa forzada.