lunes, 31 de octubre de 2011

"Three weeks in Athena" Cap 40 Fiin!!




Hubo un largo silencio y por fin él respondió:
–La he comprado para ti... para nosotros –anunció–. Quiero que sea nuestro hogar, un lugar al que podamos venir... tal vez incluso con nuestra familia...
Miley se quedó sin habla. ¿Cómo podía conocer él sus sueños más profundos?
–Nick, yo no... ¿A qué te refieres?
Él le acarició el rostro con mano temblorosa. Su mirada era tan intensa que casi dolía.
– Miley, te he traído aquí porque es el único lugar donde sé ser yo, donde puedo decir lo que necesito decir. Me he vuelto loco estas dos semanas. Al principio me dije a mí mismo que no te necesitaba, que no me había quedado devastado al descubrir que no habías aceptado el empleo con Theo. Y una noche, cuando me vi yendo hasta tu casa a las tres de la madrugada y sentándome fuera porque te echaba de menos, tuve que reconocerlo.
Tomó aire profundamente.
–Creo que me enamoré de ti cuando apareciste como un torbellino para defenderme de Zoe. Nadie me había defendido antes, nadie se había preocupado por mí.
Yo nunca lo había necesitado. Pero tú me has hecho darme cuenta de lo solo que he estado toda mi vida.
Torció el gesto.
–Yo creía que lo tenía todo resuelto. Te mantendría en la empresa si insistías en trabajar, pero esencialmente quería que fueras mi amante. Sólo cuando lo dije en alto me di cuenta del insulto que suponía, sobre todo para ti. Y entonces supe que quería mucho más que eso. Lo quería todo: una vida juntos... un matrimonio.
Soltó una amarga carcajada.
–Por supuesto, me lo negué. ¿Amor? Corté mi relación con todo eso cuando me enviaron a Inglaterra y se convirtió en mi hogar, lejos de mi familia a la fuerza. Por eso había bloqueado los recuerdos de este lugar y de mi madre, no podía creer que hubieran existido. Pero al conocerte y enamorarme de ti los reviví, me hizo recordar el amor que sentí.
Miley estaba abrumada. Aquello era justamente lo que deseaba, pero...
–Oí lo que le dijiste a Zoe justo antes de que te abofeteara, lo de que nunca te casarías con alguien como yo...
Nick la miró confuso y de pronto se le iluminó el rostro.
Agapi mu, no me refería a ti, sino a Delta Goodrem. Zoe querría que me casara con ella para poder tenerme controlado.
Sacó una pequeña bolsa de terciopelo de un bolsillo y se la ofreció.
–Ábrela, por favor...
Ella lo hizo, con manos temblorosas. Era el maravilloso collar con la mariposa que había visto semanas antes. Se estremeció con los ojos llenos de lágrimas. Nick se lo puso y le hizo mirarle a los ojos.
– Miley Cyrus, ¿te casarás conmigo? ¿Por favor? No puedo imaginarme sin ti a mi lado.
Una intensa emoción estaba destapándose en el interior de Miley y era el dolor más glorioso que había sentido en su vida.
–Yo nunca deseé sentir tanto –confesó con voz trémula–. Creí que acabaría con alguien aburrido, que no me hiciera afrontar los deseos que tenía escondidos. Pero tú me has hecho creer que no hay nada de lo que asustarme... Te amo, Nick. Me enamoré el día que regalaste aquel carísimo collar a dos extraños en la calle. Y, cuando me trajiste aquí, supe que te amaba. Y sí, me casaré contigo.
Nick tomó el rostro de Miley entre sus manos.
–Gracias a Dios –susurró y la besó apasionadamente.
Cuando se separaron, el rostro de él reflejaba su típica arrogancia y algo inimaginable: alegría pura. Miley no pudo evitar sonreír.
Él le devolvió la mirada y, por un instante, Miley vio algo vulnerable cruzar su rostro.
–La noche en que me senté fuera de tu piso, me encontré imaginándote embarazada y teniendo un bebé... nuestro bebé. De pronto quise una familia. Y no sólo por tener herederos, sino por crear algo. Me asusté enormemente y es lo único que me ha contenido de venir a buscarte antes –confesó él con una sonrisa insegura–. Eso y la posibilidad de que me rechazaras. El asunto es que... no tengo ni idea de qué piensas sobre tener hijos...
Miley le miró sin saber cómo no le había explotado el corazón.
–Es gracioso que lo menciones...


Más o menos en el mismo lugar en que Nick le había propuesto matrimonio tres años antes, Miley miró hacia la playa privada donde su marido sujetaba a su hijo en el aire antes de zambullirlo en el brillante mar. Sonrió al oír las alegres risas y se sentó acomodándose al bebé en brazos para que pudiera alimentarse del otro seno.
–Eres muy feliz, cariño, ¿verdad?
Miley miró a su madre, sentada en una silla de ruedas a la sombra, y sonrió.
–Sí, mamá, lo soy.
Leticia tenía aquellos momentos de lucidez de vez en cuando desde que Miley y Nick la habían trasladado a su recién reformada mansión en Paros, donde un equipo de enfermeras le atendía las veinticuatro horas del día. Su Alzheimer no había mejorado, pero parecía haberse ralentizado.
Miley había insistido en que Nick mantuviera la casa de su madre igual que estaba y a veces iban allí a pasar la noche ellos dos solos disfrutando de un espacio que nadie conocía.
Justo entonces Nick salió de debajo del agua con Jerry a hombros. Sonrió a Miley con los ojos brillantes de amor.
Ella sonrió. La vida era buena.


                                                                 FIN.



sábado, 29 de octubre de 2011

"Three weeks in Athena" Cap 39




Especialmente sabiendo lo importante que era su madre para ella. Tuvo el impulso de llamarla y asegurarle que todo iría bien, que él se ocuparía de su madre. Pero se contuvo.
Él ya le había ofrecido su protección, el puesto de amante, y ella lo había rechazado. Cerró los ojos y se reclinó en la silla. Algo extraño y terrible se apoderó de él: le había ofrecido lo único que ella rechazaría aunque su vida dependiera de ello.


Miley se sentía tan frágil como un jarrón chino en el borde de una mesa. Habían transcurrido dos semanas desde que no se había presentado en Jonas Enterprise para el empleo que le había sido ofrecido de forma tan poco elegante. Todavía sentía náuseas al recordar la escena. A pesar de todo lo que había compartido con Nick, él pretendía reducirla a ser su mantenida.
Con todo, allí sentada en la habitación de su madre, sujetando el libro del que estaba leyéndole en alto, le echaba de menos cada vez con más intensidad. Le bombardeaban constantemente imágenes de su tiempo juntos. Aún peor: se había sorprendido soñando despierta con que eran una familia. Ella nunca se había considerado maternal, pero de pronto sentía unas poderosas ganas de tener un bebé. Con él.
Su madre se removió inquieta en su sillón y Miley la miró: se había quedado dormida mientras le leía el cuento.
Ella no había tenido el coraje de ponerse a buscar trabajo de nuevo todavía, así que había pasado las dos últimas semanas yendo a ver a su madre todos los días. Pero el tiempo se acababa. Necesitaba volver a tener ingresos. Más aún: necesitaba olvidar...
– Miley, cariño, alguien ha venido a verte. Miley sonrió a la enfermera y la siguió. ¿Quién sería su visita?
Al salir al pasillo, todo le dio vueltas. Y debió de tambalearse realmente porque, antes de darse cuenta, Nick estaba junto a ella sujetándola y mirándola a los ojos.
Parpadeó varias veces creyendo que era un sueño. Viendo que no, se soltó de él y entró a grandes zancadas en una sala de espera vacía. Se cruzó de brazos y se giró, con las mejillas ardiendo al verse de nuevo frente a él.
– ¿Qué estás haciendo aquí? –preguntó con la mayor frialdad que pudo pero, al verle encogerse, sintió remordimientos.
Nick tenía un aspecto horrible, como si no hubiera dormido en muchos días. Vestía vaqueros y un suéter, nada que ver con el frío hombre de negocios que podía ser.
Cuando él la miró, se le encogió el corazón, pero elevó la barbilla.
–He pensado que éste sería el único lugar donde me escucharías –comentó él–. Por favor, perdóname por entrometerme en tu espacio personal con tu madre.
La ira dejó paso a otro tipo de fuego. ¿Cómo era posible que aquel hombre no dejara de sorprenderla?, se preguntó ella relajando algo los brazos.
– Miley, quiero que vuelvas a Grecia conmigo. Ahora mismo. Quiero enseñarte algo. Necesito hablar contigo, pero no puedo hacerlo aquí...
Ella se tensó de nuevo y sacudió enérgicamente la cabeza. Volver a estar cerca de él era demasiado peligroso.
– Miley, por favor...
Algo en el tono de voz de él le llamó la atención. Pero nada la convencería de exponerse de nuevo a que le partiera el corazón. ¿Por qué quería él llevarla a Grecia? ¿Por qué no le reprochaba el no haber aceptado el empleo? ¿Por qué no estaba comportándose como el hombre orgulloso y arrogante que ella conocía? ¿Y por qué había tardado dos semanas en ir a buscarla?
Le vio apretar la mandíbula y sintió un escalofrío.
–De acuerdo, si para que vengas tengo que amenazarte con revelar a la prensa que tu madre se encuentra aquí, lo haré.
Miley ahogó un grito y se quedó helada. En el fondo estaba segura de que él no haría algo así, pero el hecho de que estuviera amenazándola ya era suficientemente terrible.
–Serás bastardo...
Él elevó una mano y dio un paso adelante, con las mejillas encendidas. Al ver que ella no se movía, bajó la mano.
–No sé por qué he dicho eso. Lo siento –dijo con aire derrotado–. Por supuesto que no le haría eso a tu madre. Sólo quería que vinieras conmigo para enseñarte algo y hablar contigo... Te prometo que, si después de eso quieres regresar, te traeré en un suspiro.
Miley se lo quedó mirando un largo momento. La verdad era que iría hasta el final del mundo si él se lo pedía. Una parte de ella le impulsaba a ir. Estaba confundida con aquella vulnerabilidad que no terminaba de creerse.

–¿Lo prometes? ¿Y luego me dejarás en paz y no me impedirás encontrar empleo?
Él asintió.
–Me aseguraré de que nada se interponga en tu camino.
Miley esperó un interminable momento y dijo por fin:
–Entonces voy a por mí chaqueta y mi bolso.


Pocas horas después aterrizaban en el aeropuerto de Atenas. Habían pasado todo el vuelo en silencio, Nick frío y distante.
Él extendió una mano para ayudarla a bajar y la condujo a un helicóptero que los llevó hasta Paros. Una mezcla de alegría y dolor inundó a Miley. Si él la había llevado hasta allí sólo para...
Pero el helicóptero aterrizó y de pronto se quedaron ellos dos solos con el Jeep que él había conducido la vez anterior. Los recuerdos eran demasiado intensos.
–Nick, si me has traído hasta aquí sólo para...
Él se acercó a ella... demasiado.
– Miley, por favor, confía en mí. Sólo un poco más.
¿Qué iba a hacer si no? Se encontraban lejos de todo. Se subió al coche en silencio. Pasaron junto a la casa de la madre de Nick y siguieron hasta detenerse junto a unas puertas antiguas de hierro casi tapadas por la vegetación.
Nick la ayudó a bajar del coche. Al ver su ademán de hablar, le tapó la boca con un dedo. Nunca se había sentido tan aterrado, el corazón le latía desbocado. Y al sentir los suaves labios de ella contra su dedo casi perdió el control, pero se contuvo.
–Esto es lo que quería enseñarte.
La condujo a través de las puertas y por un camino de vegetación exuberante hasta un claro donde una vieja mansión, suntuosa aunque abandonada, se erigía sobre el mar.
Miley apretó la mano de Nick. Podía imaginarse cómo sería recuperar toda su gloria.
–¿Qué es este lugar?
–Lo he comprado... Firmé los papeles ayer. ¿Te gusta?
¿Él la había llevado allí para mostrarle su última adquisición?, se preguntó ella indignada. Frunció el ceño sintiéndose muy vulnerable.
–Por supuesto que me gusta, es bellísima. Pero ¿qué importa mi opinión?


viernes, 28 de octubre de 2011

"The Wild Walk" Cap 25




Ella se encogió de hombros.
—Supongo que sí.
Nick la llevó a la tienda de campaña. Miley entró sin decir una palabra y se echó de costado. Dándole la espalda, por supuesto. Nick acomodó la manta sobre ella, luego se acostó boca arriba, observando la lona oscura del techo de su tienda de campaña.
El ruido de la banda aumentó, los sonidos de la muchedumbre aún eran más fuertes. Seguirían así toda la noche, algunos por lo menos.
—Puedes ir con ellos, ¿sabes?
Nick volvió la cabeza hacia Miley.
—¿Eh?
—Puedes salir y divertirte con tus amigos. Estoy bien aquí.
Él se puso de costado.
—No quiero estar allí.
—Confía en mí. Tampoco quieres estar aquí.
— Miley, me conoces hace mucho. Sabes que hago lo que quiero, cuando quiero.     —Le tocó el extremo de un rizo de su cola de caballo. El cual era como la seda—. Si quisiera estar allí, estaría.
Ella de repente se quedó quieta. Pero él sabía que no dormía.
—Sólo déjame ir, Nick. No puedo quedarme aquí contigo. No te entregaré a la policía. Sabes eso.
Nick lo sabía.
—No puedo.
Miley giró hasta estar frente a él.
—¿Por qué?
Él iba a responder, pero joder, ¿qué podría decirle que no le hubiera dicho ya? O hubiera callado. Era la misma conversación una y otra vez. La conversación que no podían tener. Realmente odiaba eso. Pero nadie podía saber sobre los Moteros Salvajes.
—Hay cosas que no puedo decirte.
—¿Serás capaz algún día de decírmelo?
Él esperó que ella pudiera leer su cara en la semioscuridad.
—¿Francamente? Espero poder. Algún día. —Pero incluso mientras decía las palabras, sabía que le estaba mintiendo. Y eso le hizo daño, como un dolor físico al saber que no podría. Todo esto era una mierda. Algo tendría que cambiar.
Miley se sentó plegando las rodillas contra su pecho y rodeándolas con los brazos. La luz de la luna iluminaba la tienda lo suficiente para poder observar lo que no quería ver. La frustración la carcomía, la sensación de sentirse encerrada e incapaz de respirar. Conocía a Nick tan bien que podía leer la mentira en sus labios. Nunca le diría la verdad. ¿Cómo podía preocuparse por él, hacerle el amor, cuando no tenía idea de lo qué haría con el virus mortal? ¿Cómo podía reconciliar sus sentimientos, esta atracción que sentía hacia él, con la posibilidad de que pudiera soltar un desastre de proporciones épicas en el mundo? Le dirigió una mirada sobre su hombro.
—Ese virus puede matar a millones de personas.
—Lo sé.
—También a niños.
—Sí.
Ella parpadeó para retener las lágrimas otra vez y apartó la mirada. ¿Cómo se había visto involucrada en esto?
Lugar equivocado, momento inoportuno. Hombre incorrecto. ¿Pero y si ella hubiera llamado a la policía y hubieran recuperado la reliquia? ¿Qué hubiera pasado? ¿En qué manos habría caído el virus? Sin duda estaba en marcha un complot para trasladar la reliquia de ciudad a ciudad. No se necesitaba ser un genio para comprender esa parte. ¿Pero quién lo hacía y por qué? ¿Con qué objetivo? ¿Y por qué Nick no podía ver que ellos dos podrían tener mejores resultados si trabajaban juntos que separados? Los hombres a veces eran tan estúpidos. Bien. Si no la dejaba entrar, si no divulgaba la información, ella simplemente lo deduciría sola.
— Miley.
Nick se había movido detrás de ella, apartándole el cabello a un lado, así su aliento bañaría su cuello. Ella tembló e intentó alejarse, pero él la sostuvo firmemente de los hombros. Odiaba que Nick pudiera cabrearla tanto y que aún él pudiera afectarla físicamente. La hacía sentirse débil y nadie jamás la había hecho sentirse así.
— Miley, puedo ser muchas cosas, puedo haber cometido muchos errores en mi pasado, pero nunca podría hacer daño a millones de personas inocentes y menos aún a niños. Sabes eso de mí.
Lo sabía. Miley lo había visto enojado cuando era más joven. Violentamente enojado y frustrado, tan ardiente por la furia que ella sentía la tensión en él sin siquiera tocarlo. Pero él nunca había repartido golpes a diestro y siniestro, nunca había hecho daño deliberadamente a nadie. Siempre había mantenido su cólera bajo control.
—Sé que no podrías. —Tenía que decirle eso, tuvo que decirle que no creía que él pudiera entregar ese virus a alguien que haría daño a niños y destruiría familias. Sólo es que todo esto era tan malditamente frustrante. Deseaba saber, tenía que saber lo que Nick haría con eso.
Pero no podía obligarlo a que se lo dijera. Nick le besó la nuca y sus murmullos contra su piel le enviaron escalofríos de perverso placer por su columna.
—Sé que confiar en mí es algo enorme para ti. Sé que hay cosas que deseas que te revele. Créeme cuando te digo que hay muchas cosas que quiero sepas sobre mí. Donde he estado los diez últimos años y lo que he hecho con mi vida. —Él la giró de tal forma que Miley medio lo encaró, el deseo y la seriedad intentaban mezclarse en el rostro de Nick iluminado por la luna—. Cuando llegue el momento en que pueda revelártelo, prometo decírtelo todo. Quiero que lo sepas.
También, había cosas que Miley deseaba que él supiera sobre ella. Al menos su opinión sobre algunas cosas.
—No pararé hasta saberlo.
Los labios de Nick se curvaron.
—Lo sé.
—Y continuaré con mis intentos de quitarte el virus.
—No espero menos que tu mejor intento.
Miley curvó los labios. Él se agachó y otra vez le besó la nuca, disolviendo el último rastro de cólera y frustración. Ella necesitaba relajarse. Nada se solucionaría esta noche. Aún estaba con él y no parecía que Nick tuviera prisa alguna por deshacerse de ella, lo que significaba que todavía poseía el virus. Porque Miley sabía malditamente bien que tan pronto como entregara el vial, la dejaría marchar. Ya que Nick la retenía, ella no se opondría. No era ninguna tonta.
Eso estaba bien sólo por el momento. Mientras tanto, trabajaría en sus propias teorías. Sola.
Más tarde, analizaría el misterio de Nick Jonas.
Ahora mismo, había otros misterios mucho más físicos que desvelar. Los vínculos eran para mantenerlo cerca, porque mantenerlo cerca era el objetivo, ¿verdad? Apartarlo era infructuoso. No cuando ella tenía que conseguir el virus. Debía mantener su confusión emocional a raya, debía recordar cuál era su fin para permanecer allí.
Cuando Nick se movió y le besó la mandíbula y luego los labios, Miley no puso objeción, sólo abrió los labios y le dejó explorar.
Ella suspiró en su boca y se unió a él, agradecida por dejar que la tensión se derritiera bajo sus labios expertos. Él le mordisqueó suavemente la comisura de la boca, luego deslizó la lengua a lo largo de su labio inferior, para después hundirla profundamente en su boca acoplándose a la de ella, encendiendo un fuego en el interior de su vientre que la hizo gemir.
—Ah me gusta cuando haces ese sonido —dijo él—. Me vuelve loco.
—¿A sí, eh?
—Sí. Como a ti te gusta.
Ella se rió y avanzó lentamente sobre su regazo, mirándolo. Miley envolvió las piernas alrededor de él, atrayéndolo más cerca al calor de su cuerpo.
—¿Tienes frío? —Preguntó él.
—Sí. Caliéntame.
—Tendré que desnudarte para hacerlo.
Miley se inclinó hacia atrás apoyándose en sus manos, empujando sus pechos.
—Hazlo.
—No será fácil desde tu posición. Tendré que soltarte y zarandearte un poco.
—Bueno. La lucha libre me calentará.
—No si cooperas.
—¿Quién dice que voy a cooperar?
Incluso en la oscuridad ella captó el destello oscuro en sus ojos. Su coño tembló ante la idea de luchar con él, de pelear por el dominio, por el control. En esta diminuta tienda de campaña sería difícil, lo que hacía que fuera más incitante.
Físicamente, por supuesto, él era más fuerte, pero ella tenía unos movimientos de su propia cosecha.
Permanecieron durante unos segundos totalmente quietos, ninguno se movió un solo centímetro. Cuando Nick saltó, ella estaba lista, usando las piernas para apuntalarse a sí misma y empujarlo. Él la agarró de las manos pero Miley se liberó de su agarre e hizo lo mejor que pudo para permanecer detrás de él, siendo consciente de que si él atrapaba sus muñecas sería mujer muerta. Miley apretó los muslos, sabiendo que eran su rasgo más fuerte y los envolvió alrededor del torso de Nick, tumbándolo en el suelo como si todo esto fuera un auténtico encuentro de lucha libre.
Él cayó con un fuerte ooh de sorpresa.
Miley sonrió y brincó sobre la espalda masculina, pero sabía que su ataque duraría solo pocos segundos. Nick se deshizo de ella e inmediatamente se le echó encima. Miley rodó para alejarse, contrajo las rodillas hasta el pecho y luego lo pateó, manteniéndolo lejos de sus brazos. Nick se tensó y ella disfrutó de la vista de sus músculos cuando él se impulsó para alcanzarla.
Su fuerza la dominó aunque Miley sabía que Nick se contenía así que no le haría daño. Él la soltó, la hizo rodar a su lado, luego la agarró de la cintura, alzándola del suelo de la tienda y haciéndola rodar con él hasta que ella estuvo sobre su vientre. Nick le alzó de un tirón los brazos, atrapándole las muñecas con las manos.
—Te tengo.
Nick jadeó contra su cuello, su aliento se sentía caliente.
Y esto hizo que Miley se sintiera aún más caliente al saber que su pene estaba duro contra sus nalgas. Este jueguito lo había puesto terriblemente cachondo, al igual que a ella. Miley alzó las caderas y aplastó su culo contra la roca sólida que la aplastaba.
—Provocadora —susurró él, levantándose para luego agacharse más y atormentarla con su polla.
—Gilipollas.
—Sí, una caliente y muy dura. ¿La deseas?
Miley se mordió el labio inferior, sus bragas rebosaban con su humedad. Ella se levantó contra él.
—Hazlo. Apresúrate.
Le rodeó la cintura con los brazos, la arrastró hasta ponerla de rodillas y se agachó para desabrocharle los vaqueros. Se quedó quieta mientras se los bajaba de un tirón por las caderas y piernas, dejándolos en sus rodillas. Oyó el sonido de la cremallera de Nick al abrirse, luego sintió el roce de sus muslos contra los suyos y a su polla haciendo contacto con su coño.
La asió por la coleta, tirando ligeramente de esta.
—Pídemelo.
Miley sonrió ufana, rechazando hablar. Oh, lo deseaba dentro de ella de formas tan perversas.
Nick frotó la punta suave de su pene contra el clítoris y ella cerró los ojos contra las chispas de placer intenso al imaginar ya la sensación de este en su interior.
—¿Qué es lo que deseas, Miley?


jueves, 27 de octubre de 2011

"The Wild Walk" Cap 24




Nick observó salir a Miley y luego se paso las manos por el cabello. Ah, Mierda. Sabía que esto no sería fácil con ella. Pero creía que habían alcanzado un entendimiento, o al menos algo de afecto. Al diablo con el afecto. Las cosas habían alcanzado un nivel infernal. Pero cada vez que se ponían tiernos, cada vez que parecían hacerse más cercanos, algo sucedía que se interponía entre ellos. Él era la causa. Y sencillamente quizás deberían seguir así. Mantener la distancia entre ellos probablemente sería más fácil para Miley cuando llegara el momento en que tuviera que dejarla ir.
O quizás sería más fácil para él. Porque contarle concisamente a Miley qué y quién era él ahora y para quién trabajaba… era imposible… no tenía ninguna otra opción, sólo mantenerla a oscuras. Lo que significaba que ella mantendría ese nivel de desconfianza. Y no había una maldita cosa que pudiera hacer además de continuar pidiéndole que confiara en él, cuando ella no tenía ninguna razón para hacerlo.
Le había permitido salir del remolque, porque ella tenía que calmarse. Y después de lo que había dicho sobre el museo, no creía que huyera y encontrara el teléfono más cercano y lo dejara.
Porque confiaba en Miley. Si se lo dijera todo, ella estaría totalmente de su lado.
Pero Nick había prestado un juramento y eso significaba algo para él. No importaba como se sintiera o cuales fueran sus necesidades y deseos personales, no podía traicionar a los Moteros Salvajes. Porque no sólo era su culo el que corría riesgos. Otras personas contaban con su discreción. No tenía opción.
Entonces… la frustración sería su infernal statu quo. Devolvió las llaves del remolque a Jim y buscó a Miley. No le tomó mucho tiempo encontrarla ya que no andaba lejos de Jim. Estaba con Jessie cerca del frente del escenario, esto prácticamente garantizaba que no fueran capaces de hablar. Jessie inclinaba la cabeza en su dirección mientras él se acercaba. Miley cruzó los brazos sobre su pecho y no se molestó en mirarlo. No se giró o reconoció su presencia, sólo mantuvo su concentración en la banda. Su postura era tensa y erguida. No disfrutaba de la música en absoluto, no estaba relajada.
Sabía que estaba cabreada y que probablemente seguiría así por un tiempo. No podía hacer nada sobre eso y rechazaba pedir perdón por hacer su trabajo. Así que la dejó escuchar la música, que Jessie se inclinara hacia ella y le hablara. Él permaneció detrás de ambas, manteniendo un ojo sobre ella y la muchedumbre.
No es que le fuera inusual permanecer vigilante. Había estado haciéndolo a partir del momento en que habían dejado el callejón del museo. Desde entonces se había mantenido alerta todo el tiempo, preguntándose si quien les había disparado los seguía. Lo dudaba, porque si lo hubiera hecho, a esas alturas ya los hubiera detenido.
Tal vez. No creía en cosas seguras o fáciles, así que simplemente suponía que los tipos malos podían seguirlos.
Y seguiría vigilante, porque tenía dos cosas que proteger… al virus y a Miley. Porque le gustase o no, Miley estaba pegada a él y tendría que permanecer incomunicada hasta que la dejara ir.
El calor del día hacía mucho que había desaparecido, junto con el sol al ocultarse. Miley se puso la chaqueta que había estado llevando, acurrucándose dentro de ésta mientras la brisa arreciaba. Podía casi ser verano, pero aún hacía frío por la noche. Y con la fría recepción que le había dado, Nick se imaginó que no se abrazarían buscando calor esa noche en la tienda.
Él le dio un golpecito al hombro de Jessie y se agachó para así poderle hablar en el oído sobre el ruido de la banda.
—Iré y armaré la tienda. Cuida a Miley.
Jessie asintió y continuó atiborrándose con la música. Nick se dirigió hacia donde las motos estaban aparcadas, aprovechando la oportunidad de alejarse de Miley y el ruido de la música para llamar a Grange y darle un informe.
—Hemos estado haciendo un pequeño reconocimiento aquí en el cuartel general —dijo Grange—. Tenemos cintas de vigilancia de las ciudades por donde la reliquia pasó antes de llegar a Chicago.
—¿Y?
—Alguien ha estado en cada ciudad desde que la reliquia llegó la primera vez a Nueva York.
Eso era interesante.
—¿Quién?
—No tenemos idea, pero nos imaginamos que es el mismo tipo si nos basamos en la altura, constitución y la forma de andar. Todo lo que tenemos es una imagen oscura acechando por las cercanías y hemos confirmado que no pertenece a la seguridad de los diferentes locales. Vestía un abrigo largo, un sombrero y pantalones oscuros y permanecía en las sombras. Fuma.
—Como Humphrey Bogart.
Grange resopló.
—Estamos estudiando los vídeos de todos quienes han pasado por la exhibición en cada ciudad, intentando ver si es alguien que aparezca de ciudad en ciudad, pero esto llevará tiempo.
—¿Alguna idea?
—Alguien que sabía del virus estaba tras la reliquia.
—¿Crees que estaba encubierto en cada localización buscando una oportunidad para atacar?
—Quizás sí. Quizás no. Aún no estoy seguro, pero estamos viendo el problema desde todos los ángulos.
¿Por qué alguien vigilaría cada museo?
Nick sacudió la cabeza, decidiendo dejar el asunto de las imágenes a Grange.
—¿Noticias de Chicago? ¿Algo sobre Miley?
—Grandes titulares sobre el robo de la reliquia, por supuesto. La atención se centra en el equipo de seguridad nocturno. Los medios se enfocan más en esto que en cualquier otra cosa y el museo caga leches a lo grande. Nada sobre Miley Cyrus o su participación.
—Bien. —Nick no deseaba que la prensa hablara sobre Miley o su ausencia y se sentía complacido porque su agencia no la hubiera implicado. Probablemente su jefe cubría su propio culo, pero Nick apostaría a que la agencia para la que Miley trabajaba la deseaba de regreso y con seguridad sospechaba de la intervención de Miley en el robo. Quizás hasta estuvieran trabajando con la policía local para endilgarle el robo a ella.
—Grange, necesitamos asegurarnos de que Miley no sea indicada como la autora del robo en el museo.
—Ya me he encargado de eso. De acuerdo a lo que hemos encontrado de la inteligencia que hemos reunido sobre su agencia, están preocupados de que haya sido secuestrada por quienquiera que hizo el trabajo, desde que encontraron su arma en la escena. No es sospechosa.
Nick sonrió. Grange tenía contactos en todas partes.
—Grandes noticias. Gracias.
—¿Ella aún está a oscuras?
—En una oscuridad tan negra como la boca de un lobo. —Y él odiaba cada minuto de aquello. Si estuviera en sus zapatos, se sentiría de la misma forma.
—Mantenla de esa forma. Y cuida tu espalda. Ya que saben que tienes el virus, te darán caza.
—Estoy alerta. —Nick guardó su teléfono en el bolsillo, sacó la tienda de campaña de su moto y luego evitó a la muchedumbre para encontrar un lugar para levantarla. La ubicó en medio de un grupo de árboles, aún dentro del área de las otras tiendas, pero algo separada de todas las demás. Movió su moto, al igual que las de los demás, asegurándose de aparcar junto a Jessie y todos los que conocía, así estarían aparcadas cerca de las tiendas de campaña. Después de armar la tienda, regresó para encontrarse con Miley y Jessie. Ellas ya no estaban cerca del escenario, así que las buscó y las encontró en la tienda comedor.
Jessie le pasó una hamburguesa, patatas fritas y una bebida.
—Imaginé que tampoco habías comido ya que Miley parecía a punto de desmayarse.
—Gracias. —Se dio cuenta que tenía hambre después de acabar la hamburguesa en tres mordiscos. La comida lo hizo sentirse mejor. Miró a Miley. Su piel estaba pálida y tenía ojeras bajo los ojos.
—¿Cansada?
Ella se encogió de hombros y tomó un sorbo de su soda.
—¿Has acampado en un lugar cercano? —le preguntó a Jessie.
—Sí. Un grupo de compañeros moteros y yo hemos acampado cerca del río. ¿Y tú?
—Cerca del remolque.
—Puedes ubicar tu tienda con nosotros si prefieres.
—Gracias, pero estamos bien.
Jessie miró a Miley y luego de regresó a él. Sus labios se curvaron.
—Sí, apuesto a que sí. Tú chica está a punto de caer dormida aquí, así que, ¿por qué no la llevas a acostarse? —Ella rodeó con un brazo a Miley para un abrazo rápido—. Buenas noches dulzura.
Miley le devolvió el abrazo, dirigiéndole una sonrisa débil.
—Buenas noches, Jess. Gracias.
Nick se puso de pie y sacó algo de dinero de su bolsillo, ofreciéndoselo a Jessie. Ella lo miró, luego a él y negó con la cabeza.
—A veces eres un gilipollas. Tengo esto cubierto.
Él se rió y se inclinó a través de la mesa para besarle la mejilla. Ella le guiñó y se alejó.
La mesa quedó en silencio. Nick exhaló, preguntándose si debía preguntarle a Miley si deseaba hablar, luego cambió de opinión, imaginándose que Miley estaba agotada. Y no quería pelear con ella. Realmente se veía exhausta.
—¿Estás lista para dormir un rato?