sábado, 1 de octubre de 2011

"Three weeks in Athena" Cap 28




Las caderas se le movieron siguiendo un ritmo silencioso y ancestral. Su vientre era puro fuego. Miró a Nick y él la miró. Tenía las mejillas encendidas. Sus enormes hombros bloquearon la luz cuando finalmente soltó los senos y se tumbó sobre ella de nuevo.
–¿Estás preparada?
Ella asintió sin dudarlo. Diría que sí a cualquier cosa que aquel hombre le propusiera.
–¿Estás segura? Creo que deberíamos comprobarlo, por si acaso... ¿tú no?
–Sí. Lo que quieras... hazlo –murmuró ella jadeante.
Él sonrió mientras ella advertía que la sábana ya no estaba y la poderosa erección de él se apretaba contra su vientre. Por puro instinto, deslizó su mano hasta ella y se le encendieron las mejillas al notar lo grande y dura que era.
Él hizo una mueca y apartó su mano suavemente.
–Por eso tengo que ver si estás lista, Miley, agapi mu, paciencia...
Ella no sabía lo que significaba agapi mu, pero entonces él desapareció y Miley dio un grito cuando sintió que le quitaba las bragas y le entreabría las piernas con sus manos grandes. Intentó resistirse, era un movimiento demasiado íntimo, pero él insistió mirándola a los ojos y diciéndole que confiara en él al tiempo que bajaba la cabeza. Ella cerró los ojos y se llevó un puño a la boca para acallar el gemido cuando sintió su aliento en el íntimo espacio entre sus piernas y, acto seguido, la sensación de su boca y su lengua sobre ella casi le hicieron volar hasta las estrellas.
Él exploró sus pliegues más secretos chupándola, introduciéndose en ella con la lengua, lamiéndole y succionándole el clítoris hasta hacerle elevar las caderas de la cama, revolviéndose voluptuosa, mordiéndose fuertemente el puño.
Cuando sintió dos dedos deslizándose en su húmedo interior, su cuerpo ascendió frente a un abismo desconocido hasta entonces. Todos los nervios se le tensaron. Notó que él se retiró un momento, oyó un cajón y un envoltorio rasgándose, y él regresó sobre ella con sus muslos fuertes entreabriendo aún más sus piernas.
Sintió cómo jugueteaba con su erección allí abajo, donde ella estaba ardiendo. Moviéndose adelante y atrás, recorriendo sus pliegues húmedos y carnosos y provocándole un hondo gemido. La necesidad de algo la cegaba... pero no sabía qué era...
Posó sus manos sobre los hombros de él, brillantes de sudor. Sentir algo tan primitivo la hizo reír de gozo.
–Nick, por favor... –susurró con voz ronca elevando las caderas–. Estoy preparada.
Él sintió que su control estallaba. Y entonces la penetró profundamente sabiendo instintivamente que aquella mujer estaba hecha para él y que encajarían perfectamente.
Detuvo sus movimientos. Nick había abierto mucho los ojos sorprendida por la sensación al verse llena por él. No era dolorosa, sino deliciosa.
Ella se movió de nuevo, para experimentar, y Nick se hundió en ella aún más, clavándola en la cama. Miley le abrazó la cintura con una pierna y echó la cabeza hacia atrás, agarrada todavía a sus hombros, mientras él se retiraba lentamente y luego volvía a adentrarse en ella. Nick continuó con su ritmo lento y voluptuoso, aumentando cada vez más el placer. Miley sintió que su cuerpo empezaba a temblar conforme él le doblaba la otra pierna hacia atrás, abriéndola aún más para él, cambiando el ángulo ligeramente, profundizando más y más y, cuando sus movimientos se volvieron más rápidos y urgentes, Lucy empezó a sentir la llegada de algo tan enorme, aterrador y fugaz que se tensó, aunque todo en ella estaba urgiéndole a lanzarse a ello.
Nick inclinó su cabeza, sujetando el cuerpo de ella con sus movimientos, y la besó profundamente.
–Relájate, Miley... Todo va bien... suéltate.
Sujetándose fuerte a él, Miley se armó de valor y se relajó... y su orgasmo alcanzó tal intensidad y duración que apenas reparó en la reacción del propio Nick, su explosiva pérdida de control mientras las interminables olas de placer lo mantenían suspendido en un mundo de ensueño que él nunca había conocido.
 Nick sabía que estaba huyendo. Y el hecho de ser consciente de ello le hacía hervir de rabia. Él no huía. Pero después de la noche anterior con Miley lo único que sabía era que necesitaba espacio, y rápido. Su cerebro estaba demasiado excitado aún y emocionalmente turbado para intentar fingir que podía manejar una banal escena de «la mañana después». Había recibido una llamada de su asistente en Nueva York mientras Miley dormía y, ante el menor pretexto, había decidido acercarse allí el fin de semana para ocuparse de ello.
Estaba vistiéndose cuando había visto a Miley despertarse a través del reflejo en el espejo. Y entonces había deseado quitarse todas las prendas constrictoras y poseerla de nuevo. Aunque lo cierto era que no sabía si podría soportar otra experiencia tan intensa de nuevo.
¿Desde cuándo acostarse con una mujer era algo demasiado intenso para él?, se preguntó apretando su copa. Eran ellas quienes se quedaban desubicadas, no él.
Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. Y volvió a abrirlos bruscamente porque lo único que podía ver eran los ojos llenos de pasión de Miley mirándole en el momento en que él la había llenado, el momento en que ella le había acogido en su húmeda calidez. Había sido... nunca podría habérselo imaginado. Recordaba los senos de ella apretándose contra él con sus picos duros como balas, podía oír los latidos de su corazón incluso ahora, lentos al principio y cada vez más rápidos conforme él la penetraba una y otra vez, hasta que...
Maldijo en voz baja. Necesitaba olvidarse de aquella intensidad.
Torció la boca y se llamó de todo por salir corriendo. ¿Y qué si era el mejor sexo que había tenido nunca? Eso no significaba nada. Entonces, ¿por qué sentía como si hubiera tocado una parte de él nunca antes tocada?
Nick bloqueó esa línea de pensamiento. Él no podía sentir, era inmune a las emociones. Había comenzado a cerrarse a ellas cuando su madre había fallecido y Zoe Myers había entrado en su vida. Y, definitivamente, en su primera noche en aquel frío internado de Inglaterra con tan sólo cinco años. Había sido la última vez que había llorado. Después sólo lloraba en sueños. Se le encogió el estómago y se repitió que él no tenía emociones.
Tal vez había percibido que Miley sí y por eso salía corriendo. Le invadió la calma: eso debía de ser. Ella no era como las mujeres con las que él solía salir, no debía de tener tanta experiencia en cómo funcionaba aquello. Aquella mañana la había visto nerviosa e insegura... Y de pronto, él estaba de nuevo en la casilla de salida con una poderosa erección apretándose contra sus pantalones, a treinta mil pies de altura, y con la única posibilidad de alivio en suelo griego.
Tan sólo tenía que no andarse con rodeos con ella, asegurarse de que ella sabía lo que podía y no podía esperar. Y luego él la poseería de nuevo y aquellos demonios dejarían de rondarle. Sonrió cínicamente.
¿Quién habría dicho que empezaría a tener conciencia después de tantos años?

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Marato para mi OSHITAA!!! beshitos tkmmm!



1 comentario:

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