martes, 19 de junio de 2012

"Die Frau hinter der Maske" Cap 29 FIN





Años después…

Miley está sentada en el banco de una plaza. El sol de la tardecita de otoño se filtra entre los árboles teñidos de rojos y amarillo que van quedándose desnudos con cada nuevo soplido del viento.
Un montoncito de hojas impulsadas  por una nueva ráfaga se arremolina a sus pies y le levanta un poquito el dobladillo de la larga falda. Se arrebuja más dentro de su abrigo.  Ya los días van haciéndose más fríos. Piensa que pronto será hora de regresar a casa. El parque está lleno de gente. Parejas que van y vienen haciéndose arrumacos. Niños montando en bicicleta y otros correteando de aquí para allá o lanzándoles alguna ramita a sus mascotas para que se las traigan de vuelta. Alguien se sienta a su lado. Es Demi, que la mira con ternura.
Su hermana la abraza cariñosamente y deja que Emma apoye la cabeza en su hombro. Miley está más sensible. Últimamente cualquier cosa la emociona y la hace llorar, cómo justamente ahora…
Tiene los ojos húmedos, vidriosos…
Pero su emoción nace de la inmensa felicidad que siente en el corazón. Se seca los ojos con el dorso de la mano y se sienta erguida. Su mirada fija en el grupito que juega a unos metros de ellas.
—¡Soy una estúpida!— dice sonriendo—. ¡Ni siquiera sé porque estoy llorando ahora!
Demi ríe a carcajadas.
—Cuando las lágrimas son de dicha, no hace falta un motivo hermanita— le responde palmeándole una mano que ella descansa sobre una de sus rodillas.
—¿Verdad que no?— mira a su hermana de manera cómplice y después vuelve su atención al trío que juega en la calesita.
—Tengo que aceptar que tenías razón— dice sinceramente Demi señalando disimuladamente con la cabeza al grupo que ríe estruendosamente mientras el molinete es girado a más velocidad.
Demi le responde con una sonrisa. Sabe a qué se refiere su hermana y sin querer sus ojos vuelven a llenársele de lágrimas.
—¿Quién lo diría no?— su voz emocionada.
—¡Nick Jonas, con esposa, dos hijos y otro más en camino!…— niega con la cabeza—. Pero tú siempre lo supiste Miley…
Una vez me dijiste que él sólo tenía que encontrar a la mujer adecuada— le sonrió compinche— ¡Y resultaste ser tú!
—Y doy gracias a Dios por ese milagro cada día de mi vida— clamó ella con absoluta sinceridad.
—Te aseguro Miley, que él diariamente debe elevar la misma plegaria también, porque tú has sido su milagro…
En ese momento, el aludido, que en ese momento hacía girar la calesita en la que un niño de aproximadamente siete años, de cabellos y ojos negros y una pequeñita de unos tres años, de bucles castaños y profundos ojos de ébano aullaban de alegría, levantó los ojos y los clavó en ella. Y en la mirada se adivinaba devoción y un amor que se había hecho cada vez más profundo con el correr de los años.
Nick era fruto de esa apasionada relación que ellos habían tenido en la oficina de Nick sobre el escritorio, y si bien esa había sido la primera vez que habían hecho el amor en ese escenario…
¡Definitivamente no había sido la última!
Nick le había rogado que trasladara las cosas del cubículo a su despacho, así que compartían oficina y siempre se buscaban un tiempito para tomarse un fogoso recreo. Y con el paso del tiempo y entre los “recreos” en la oficina y  las sesiones a puro fuego en el departamento, lugar al que Miley se había mudado después de la boda, llegó Destiny.
Y cómo el amor y la pasión entre Nick y Miley no habían decrecido en absoluto, estaba en camino el tercer retoño, que nacería en poco más de dos semanas. Nick Jonas se había convertido en un excelente padre de familia y un marido fiel, enamoradísimo de su esposa… Y Miley Cyrus, ahora señora  Jonas, en la mujer más feliz de éste planeta quien ya no necesitaba soñar para ser dichosa ni para sentirse completa, porque el mayor de sus sueños ya se había hecho realidad…
Nick, como confirmándolo, dejó de hacer girar el carrusel y aunque sus hijos le chillaban que siguiera impulsándolos, él se quedó un ratito mirando a su esposa. Le gustaba mirarla, ella le infundía paz, ternura y a la vez le hacía bullir la sangre y latir fuerte el corazón. Le gustaba esa rara mezcla de sentimientos y de sensaciones que sólo Miley era capaz de despertar en él.  Desde esa cortita distancia que los separaba en el parque le sonrió a su mujer, una sonrisa que le nacía desde lo más profundo de su alma y que sólo un hombre enamorado y profundamente feliz puede ser capaz de esbozar.
Ella le correspondió la sonrisa y a él se le estrujó el pecho de la emoción. Entonces volvió a mirarla, más intensamente, haciéndole mil promesas secretas que ella supo entender cuando él las selló modulando con sus labios un sincero y silencioso “Te amo”. 

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Epílogo
¿Siguen creyendo que la magia no es posible si no intervienen en ella hechizos o pociones?... Cómo les dije al principio, mis queridos lectores. En la vida de Miley Cyrus se obraron cambios, giros trascendentales y a la vez, inimaginables. Vuelcos imprevistos y maravillosos…  Yo los llamo milagros…
¿Pero milagros sólo en la vida de Miley? ¡Claro que no!
Porque mientras que en Miley los cambios se dieron por fuera, revelando a la verdadera mujer que se ocultaba detrás del antifaz a la vista de todos; En Nick, esos cambios, ocurrieron en su interior, directamente en su corazón… Cosas así no suceden todos los días, ¿verdad?… 
¿Y acaso, no radica allí lo fascinante de la magia?...
  
FIN


"Die Frau hinter der Mask" Cap 28






Una copia, aunque no tan buena de Miley, lo miraba con el ceño fruncido y parecía deseosa de molerlo a palos o lo que hubiese sido más doloroso, arrojarlo de regreso a la planta bajo por el hueco del ascensor… Tenia que ser su hermana. Eran muy parecidas. Aunque Miley se llevaba los laureles a la más bonita, pensó Nick. Y por el gesto de enojo que ella portaba, dedujo que esa mujer no lo tenía en muy buena estima… Tampoco iba él a reprochárselo. 
—¿Si?— le había preguntado ella secamente. Dándole a entender que hubiese estado más feliz si en su puerta hubiese habido una horda de langostas.
—Mi nombre es Nick Jonas y me gustaría muchísimo hablar con la señorita Miley Cyrus, por favor—dijo ocultando el ramito a su espalda.
Demi arqueó una ceja en gesto interrogante. ¿Acaso Miley no había dicho que él nunca recordaba su apellido? La susodicha, que no había hecho caso a su hermana y la había seguido para curiosear quien había llegado, permanecía oculta a un lado del vestíbulo y no había podido evitar sorprenderse al escucharlo pronunciar su nombre completo. ¡Si hasta había sentido deseos de asomar la cabeza, sólo para comprobar que él no lo había leído de una nota!
—No creo que Miley quiera verlo señor Jonas— le respondió cortante—. Tengo entendido que mañana mismo le enviará el telegrama de renuncia.
—Escúcheme señorita, es imperioso que hable con ella— intentó explicarle—. Puede que Miley no tenga formulada la mejor imagen de mí, y la entiendo, pero le juro que he cambiado y eso es lo que quiero explicarle a ella.
—Ya le he dicho que mi hermana no desea saber nada de usted señor Jonas, así que haría bien en regresar por dónde ha venido.
—Por favor— le rogó. Y si arrodillándose hubiese logrado ablandar el corazón de esa mujer para que llamase a su hermana, Nick sin dudarlo lo hubiese hecho.
Pero no hubo necesidad. Miley salió de su escondite.
—Está bien Demi, hablaré con el señor Jonas— dijo acercándose a ellos. El corazón estaba a punto de estallarle dentro del pecho.
—Gracias Demi— se apresuró él a decirle, sintiendo un profundo alivio dentro de su pecho y tomándole las manos para besárselas con religiosidad.
—Estaré en la cocina por si me necesitas Miley— advirtió
Demi echándole a Nick una mirada desconfiada antes de retirarse haciendo gestos de negación con la cabeza.
—Miley, hay tanto que quiero decirte— le dijo acariciándole el rostro con ternura. Todavía tenía la otra mano oculta detrás de la espalda—. Sólo te pido que me escuches, que me dejes terminar todo lo que tengo para decir antes de tomar una decisión. ¿Por favor, me puedes hacer esa promesa? Es todo lo que te pido por ahora.
—Está bien Nick, te lo prometo.
Él sonrió al escucharla llamarlo por su nombre. ¡Le gustaba tanto como sonaba en sus labios!…
—Yo entiendo que tú me creas una mala persona, un mujeriego despreocupado al que nadie le importa…
Se oyó un bufido desde la cocina.
—Lo siento— susurró Miley—. ¡Demi deja de espiar, te hemos oído los dos!— gritó ahora más fuerte hacia el interior de la casa.
—Sólo me ahogué con el té— mintió con voz amortiguada.
—¡No lo hubieses hecho si no hubieses estado escuchando a hurtadillas! ¡Cierra esa puerta y no vale pegar la oreja a la madera!
Nick le sonrió.
—Debe adorarte— señaló con la cabeza en la dirección en la que había desaparecido Demi—, y teme que yo te lastime… No la culpo— dijo Nick acunando su mejilla—. He sido el peor hombre de todos— y aquí aguardó un momento por si se oían nuevos bufidos, pero al parecer ahora Demi los reprimía muy bien. Entonces Nick continuó hablando—. Pero no lo entendí hasta hace poco. Yo… Yo nunca había sentido lo que siento por ti Miley.
—Ya hablamos de eso hoy— interrumpió.
—Prometiste dejarme hablar— él la silenció con un dedo sobre los labios y aprovechó a recorrerlos de una comisura hasta la otra. 
Adoraba esos labios.
—Bueno, habla entonces— dijo entrecerrando los ojos, embriagada por esa sutil caricia.
—Hace un tiempo que vengo sintiendo cosas extrañas por ti, aún antes de la fiesta y después de eso, antes de averiguar que la mujer misteriosa eras tú.
—No se si puedo creerte eso Nick.
—Y no te culparía si no lo hicieras, pero te juro que es la verdad— se sinceró—. Yo creía que sólo era lujuria, o tal vez no estaba preparado para afrontar el verdadero significado de lo que había empezado a sentir por ti.
—¿Y qué es eso que sientes por mí Nick?—preguntó esperanzada y rogando no estar dormida y que todo eso no fuese más que un sueño.
—Todo empezó de pronto… ¿Sabes que día?— le preguntó. A lo que ella respondió negando con la cabeza—. El día de la presentación de los maquillajes.
—¡Pero si ese día saliste corriendo a acostarse con la señorita Evans!— bufó—. Lo recuerdo bien Nick… Era el día de mi cumpleaños, tú estabas conmigo y de pronto me ordenaste volver a llamarla para planificar la cita que habías cancelado horas antes.
—¡Lo hice en un arrebato, porque no entendía que era lo que me sucedía! A tú lado me sentía inquieto, nervioso cómo un adolescente— se justificó—. Miley todo eso era nuevo para mí y no podía comprender que era algo bueno.
Ella revoleó los ojos al techo. Un gesto claro de incredulidad y Nick supo que sería una tarea difícil y hasta ahora no había logrado hacerlo muy bien que digamos.
—Después de los tres días más extraños de mi existencia llegó el baile, y allí no me sentí normal en lo más mínimo. En cuanto te descubrí ya no me importó nada de lo que había a mí alrededor. Sentí algo intenso…
—¡Si, dentro de tus pantalones!
—¡En mis pantalones bulló un infierno!, para que negártelo. Pero también fue aquí Miley— imitó el gesto que ella había hecho antes en la oficina, apoyando la mano de ella sobre su corazón— Aquí, en lo más profundo de mi pecho.
—Te pido que no me mientas Nick. Yo escucharé lo que tengas para decirme, pero sólo habla con la verdad, por favor.
—Nunca hablé con tanta verdad Miley, nunca— El acarició la mano de ella sobre su pecho—. Te habías instalado aquí, sólo que no fue hasta hoy que lo percibí… Cuando saliste de mi oficina me encontré hueco, vacío… Y comprendí que ya no quería la vida miserable que había llevado hasta ahora. Esa vida me resulta ahora sin sentido… ¿Lo entiendes Miley?
—No lo se…
—Me enamoré de ti Miley Cyrus. Me enamoré de la mujer que se escondía detrás de un antifaz y me enamoré de la mujer que se escondía bajo esos horrorosos trajes holgados— le dijo sonriendo—. Y ya no concibo mi vida si no es a tu lado.
—¿Lo dices sinceramente Nick?— los ojos de ella estaban vidriosos por la emoción—. No quiero sufrir Nick… — era casi una súplica—. ¿Qué es realmente lo que tú intentas decirme?
—Quiero decirte que te prefiero a ti, solo a ti y a ninguna otra— le tomó el rostro con una de sus manos y la miró a los ojos—. Te estoy diciendo que no quiero que te alejes de mí y te estoy pidiendo que seas mi esposa Miley Cyrus… Porque yo te amo.
   Miley lo miró a los ojos. Ella siempre había creído que en los ojos de una persona se podía leer la verdad, y si su poder de observación, su intuición y su enloquecido corazón no se equivocaban, ella podía jurar que en la mirada de él no había ni un ápice de mentira… Era eso, o era el desenfrenado anhelo que sentía por que así lo fuera.  Tenía miedo de jugarse, miedo de creer en él y que después él la defraudara. ¿Valía la pena que se arriesgara a sufrir, a terminar con el corazón roto?… 
Entonces recordó: que si no hubiese decidido jugarse con un gran cambio una vez no estaría ahora en ese lugar. En la puerta de su departamento, frente a Nick Jonas y que él no estaría ahora ofreciéndole una cajita de joyería, que ella intuía contenía un anillo, ni un ramito de nardos… (Al menos no eran rosas), apuntó con una sonrisa cargada de lágrimas… Además, aunque Miley lo hubiese intentado, no hubiese sido capaz de decirle que no a Nick Jonas…
—¿Miley? ¿Aceptas ser mi esposa o me torturarás mucho tiempo más intentando deducir si me dirás que sí o si me harás comer los nardos uno a uno?— le preguntó acercándose más a ella. Casi rozándole los labios con los suyos.
—Si Nick— se lanzó a sus brazos, rodeándole el cuello con los suyos—. ¡Claro que acepto ser tu esposa!
¡Gracias Señor!, suspiró Nick aliviado.
—Te amo Miley— la abrazó con fuerzas. Necesitaba aferrarse a ella y ya nunca más soltarla—. ¡Cielos, no sabes cuánto te amo!
—Yo también te amo Nick.
La besó en la boca. Recorriendo con su lengua sus labios por dentro y por fuera. Le mordisqueó el labio inferior y después la saboreó intensamente.  A Nick, ese beso le sabía dulce, a fruta madura. Le sabía hermoso e increíblemente sagrado.  Era la primera vez que besaba con amor y también era la primera vez que se sentía amado. Le gustó la sensación y secretamente le rogó al cielo para que ese amor profundo que se había encendido en ellos no se extinguiera jamás…

"Die Frau hinter der Maske" Cap 27





Miley llegó a su departamento cargada de angustia. Porque por más que lo intentara, no podía evitar sentir ese dolor estrujándole el pecho y los ojos borrosos de tan cargados de lágrimas como estaban. 
Se dirigió directamente a su cuarto. Quería evitar a su hermana que en ese momento se oía canturreando en la cocina. Miley dejó la cajita con sus artículos sobre la cómoda y buscó ropa en el clóset para darse una ducha. Quería arrancarse el olor de Nick que permanecía pegado a su piel. Aunque cuando estaba finalmente bajo la regadera y ya había enjabonado varias veces su cuerpo, empezó a sospechar que ese olor permanecería grabado en ella por el resto de sus días. Que nunca lograría desterrarlo de su piel por completo. Entonces Miley se dejó caer en la bañera. Se sentó con las piernas flexionadas y abrazándose a sus rodillas y se permitió llorar. Lloró por todos sus sueños y por aquellos bellos momentos que habían sido reales. Y lloró más aún, porque cada instante ya había quedado atrás y no se repetiría… Pero más que nada lloró porque a pesar de todo, ella amaba profundamente a Nick Jonas y le desgarraba el corazón saber que no volvería a verlo.
—¿Miley?— se oyó la voz de Demi a través de la puerta y unos golpecitos en la madera—. ¿Miley te sientes bien?
—Si Demi— inspiró hondo antes de proseguir—. Saldré en un momento. En cuanto termine de tomar una ducha.
—¿Pero te sientes bien? ¿Por qué has vuelto temprano de la oficina y ni siquiera me avisaste que habías llegado? ¿Puedes creer que por un momento creí  que teníamos ladrones? Pero después escuché la ducha y asumí que serías vos. No creo que de entrar un ladrón se pusiera a darse una ducha, ¿no?
—Tranquilízate Demi, sólo soy yo y estoy bien. O al menos lo estaba hasta que tú te has puesto a hablar sin detenerte y ahora mi cabeza si que parece a punto de estallar— masculló.
—Te prepararé un té de hierbas y te sentirás mejor.
—Lo que tú digas Demi— dijo desganada.
—Todavía no me has dicho porque has vuelto temprano— preguntó de cara a la puerta del cuarto de baño.
—Renuncié.
—¡Si sigues tirándome las noticias fuertes de ésta manera tan abrupta lograrás matarme de un ataque!— la reprendió Demi, a quien le había faltado poco para caerse de culo al suelo. 
Sólo se oyó una risita sin humor del otro lado.
—¿Algo que quieras contarme? Porque asumo que todo esto tiene que ver con tu jefe, ¿no es así? ¿Acaso ha vuelto a las andadas y se acostó con otra mujer frente a tus propias narices?
—Si, con Miley Cyrus.
—¡Maldito cretino muje…!— se detuvo abruptamente—. ¿Qué has dicho? ¿Miley Cyrus? ¿Me estás tomando el pelo?— inquirió a la puerta y ya con muchas ganas de derribarla.
—No, no te estoy tomando el pelo— Miley abrió la puerta y su hermana casi cae de bruces dentro del baño—. Nick Jonas sedujo a su secretaria y la muy idiota no supo como resistirse— se alzó de hombros con una sonrisa un poco triste.
—¡Sigue siendo un descarado!— exclamó enfurecida—. ¿Acaso él no estaba obsesionado con la mujer del antifaz? ¡Es un maldito mujeriego puesto que así y todo te sedujo a ti! 
—Técnicamente somos la misma persona— dijo alzándose de hombros.
—¡Pero él no lo sabe Miley!
—Debo corregirte en eso. Nick se acostó conmigo sabiendo que yo era ella, la mujer de la fiesta.
—¿Él te lo ha dicho? ¿Pero cómo lo ha averiguado?
—¡No lo se Demi! Supongo que me debe haber mirado un poco más detenidamente y así dedujo el misterio. Con mi nueva apariencia no era difícil que alguien descubriera la verdad.
—No, supongo que no. Cada día te pones más hermosa.
Miley se había vestido con unos jeans y una blusa de hilo de color rosa pálido que le sentaba maravillosamente. Con el cabello suelto y las nuevas gafas de montura liviana estaba divina, notó su hermana que la miraba satisfecha con el cambio logrado.
—¿Ese maldito caradura te ha votado del trabajo?
—No, yo he renunciado… Bueno, todavía no he enviado el telegrama de renuncia, pero le he dicho que se lo haría llegar mañana.
—¿Él quería que te fuera? ¿Es por eso que decidiste renunciar?
—No Demi. Es extraño, pero me daba la impresión de que Nick no quería que yo me fuese… Pero yo no podía permanecer allí…— tomó asiento en la cocina y aceptó la taza caliente de té.  Puede que Nick esté interesado en la novedad, pero tarde o temprano volverá a sus modelitos y yo no quiero estar allí para verlo.
—Si, creo que tienes razón… Y después de todo, yo he vivido insistiendo que renuncies a ese trabajo… Pero ahora, no se Miley, no quiero verte tan triste…
—Ya se me pasará— descartó el tema haciendo un gesto con la mano—. Ahora preferiría no hablar más de esto.
—Como tú quieras hermanita… pero sabes que estoy aquí por si me necesitas, ¿eh?— la besó en la mejilla—. No dejes que se enfríe tu té—señaló la taza con la cabeza—. Es más efectivo si lo bebes caliente y le he puesto un poquito de miel.
Dos horas más tarde, cuando las hermanas todavía permanecían en la cocina conversando de cualquier tema y siendo excesivamente cuidadosas de no nombrar ni al baile de máscaras, ni a Jonas Publisher o a su dueño, sonó el timbre de la puerta.
—Quédate, yo atenderé— Demi le hizo una seña a su hermana menor para que no se levantara de la silla y fue a atender la puerta. Cuando abrió, casi se cae de espaldas.  Frente a ella estaba, y sin exagerar, el hombre más guapo que podría existir, o al menos el más apuesto de Nueva York seguro que sí. Alto, atlético y sumamente masculino. Debajo de su traje elegante se adivinaban los músculos trabajados después de arduas jornadas en un gimnasio. Llevaba el cabello negro muy corto y los ojos, del mismo color, eran profundos y expresivos. Y la boca… ¡Cielos! Esa boca de labios llenos estaba hecha para besar, pensó Demi. Conocía a ese hombre. Ya lo había visto en varias oportunidades al acompañar a Miley al trabajo y claro que también lo había visto fotografiado en las revistas. En revistas de negocios, porque era uno de los ejecutivos más exitosos del momento y en otras revistas, esas de cotilleos. ¡Y allí si que no era ningún honor que hubiese salido!… En fiestas y siempre rodeado de rubias larguiruchas. Nadie negaría que él fuera súper buen mozo y tampoco sería Demi Cyrus la primera en decir lo contrario. Aunque tampoco era el espécimen masculino que a ella podría gustarle, preferías rasgos más dulces, no tan recios y si eran portados por un intelectual, mucho mejor. Además, él siempre le había caído bastante mal… Era imposible confundir a Nick Jonas, y ese era el hombre que del otro lado de la puerta, con un ramo de flores en la mano, le sonreía a Demi.
Demi frunció el ceño.
—¿Si?— le preguntó secamente.
Después que Miley hubo salido de la oficina, Nick se había dejado caer en su sillón totalmente abatido y sin saber que hacer. Ella lo había dejado y él sabía, por lo que le había dicho antes de partir, que era porque ella lo amaba. No había pronunciado esas palabras, pero sí se lo había dado a entender… Y Nick Jonas, nunca antes se había enfrentado al amor… Nunca le había preocupado que una mujer lo amara, ni tampoco él había amado… Pero ahora, con Miley… Esto era algo nuevo para él y aunque le asustaba un poco, descubrió que no se sentía tan mal… Si bien cuando ella había desaparecido detrás de la puerta él había sentido que le faltaba el aire y ¿qué habían sido esas tontas ganas de llorar que de repente lo habían asaltado? ¿Nick Jonas derramando alguna lágrima? ¡Ni siquiera en el funeral de su padre había llorado! Pero ahora había tenido que hacer un gran esfuerzo para retenerlas en sus ojos.
  Intentó imaginarse su vida sin Miley, tal como había sido su vida hasta hacía poco más de dos semanas, y no le fue posible. Veía una vida vacía. De fiesta en fiesta y rodeado de bellas mujeres… Y ya no le pareció una buena vida, ni una vida divertida. Intentó algo más. Visualizó a sus anteriores amantes, o a unas pocas, porque habían sido tantas que no podía recordarlas a todas. Y no pudo sentir absolutamente nada por ninguna de ellas. Se recordó su habitual forma de comportarse. Mujeriego, despreocupado… Y sintió asco de si mismo. Entonces buscó en su cabeza el rostro de Miley y un puñetazo le dio de lleno en el corazón. La imaginó sonreír y supo que una sola de sus sonrisas serviría para hacer completa su vida. Fue entonces cuando Nick Jonas comprendió que él había cambiado y que no quería a varias mujeres a su lado, que no quería a otras mujeres. Él sólo la quería a ella… La quería ahora, la quería en su vida y la quería para siempre… Sólo a Miley Cyrus…
  Nick había saltado de su sillón con una sonrisa dibujada en su rostro. Había buscado ropa decente porque a la que tenía puesta le faltaban algunos botones. Siempre tenía alguna muda en la oficina, así que se dio una ducha rápida y se vistió lo más elegante posible. Tenía que estar presentable, se había dicho. ¡Un hombre no todos los días hacía lo que él iba a hacer ese día!... Sólo una vez un hombre cómo él era capaz de entregarle a una mujer su corazón. Nick había buscado en el legajo la dirección de su secretaria y después había salido de Jonas Publisher ante la curiosa mirada de sus empleados sin decirles una sola palabra. Por los cuchicheos que oyó a sus espaldas dedujo que ellos sabían algo de lo sucedido y ahora especulaban. Les restó importancia. Había llegado hasta el estacionamiento sin perder tiempo, montado en su auto y solo se había detenido dos minutos en una florería y en otro comercio más de camino al departamento de Miley.
—Me gustaría llevar un ramito de nardos— había dicho él a la florista que en ese momento recortaba los tallos de unos lirios.
—¿No preferiría el señor un hermoso ramo de rosas?— le había preguntado la mujer, señalando las flores rojas.
—¡No por Dios! ¡Ella me torturaría clavándome cada una de las espinas!... Ella odia las rosas— aclaró con una sonrisa a la florista que lo miraba cómo si le hubiesen crecido monos en la cara—. Y yo también— agregó convencido de que no volvería a enviar un ramo de rosas, ni a pronunciar la palabra increíble, nunca en su vida. Con su ramito de perfumados nardos había seguido camino y las ruedas lo habían llevado hasta el edificio de su secretaria. Durante  el trayecto en ascensor y mientras aguardaba que atendieran su llamado, el corazón parecía habérsele trasladado a la garganta.
Hasta que se abrió la puerta…