Miley llegó a su departamento cargada de
angustia. Porque por más que lo intentara, no podía evitar sentir ese dolor
estrujándole el pecho y los ojos borrosos de tan cargados de lágrimas como
estaban.
Se dirigió directamente a su cuarto. Quería
evitar a su hermana que en ese momento se oía canturreando en la cocina. Miley dejó
la cajita con sus artículos sobre la cómoda y buscó ropa en el clóset para
darse una ducha. Quería arrancarse el olor de Nick que permanecía pegado a su
piel. Aunque cuando estaba finalmente bajo la regadera y ya había enjabonado
varias veces su cuerpo, empezó a sospechar que ese olor permanecería grabado en
ella por el resto de sus días. Que nunca lograría desterrarlo de su piel por
completo. Entonces Miley se dejó caer en la bañera. Se sentó con las piernas
flexionadas y abrazándose a sus rodillas y se permitió llorar. Lloró por todos
sus sueños y por aquellos bellos momentos que habían sido reales. Y lloró más
aún, porque cada instante ya había quedado atrás y no se repetiría… Pero más
que nada lloró porque a pesar de todo, ella amaba profundamente a Nick Jonas y
le desgarraba el corazón saber que no volvería a verlo.
—¿Miley?— se oyó la voz de Demi a través de
la puerta y unos golpecitos en la madera—. ¿Miley te sientes bien?
—Si Demi— inspiró hondo antes de
proseguir—. Saldré en un momento. En cuanto termine de tomar una ducha.
—¿Pero te sientes bien? ¿Por qué has vuelto
temprano de la oficina y ni siquiera me avisaste que habías llegado? ¿Puedes
creer que por un momento creí que
teníamos ladrones? Pero después escuché la ducha y asumí que serías vos. No
creo que de entrar un ladrón se pusiera a darse una ducha, ¿no?
—Tranquilízate Demi, sólo soy yo y estoy
bien. O al menos lo estaba hasta que tú te has puesto a hablar sin detenerte y
ahora mi cabeza si que parece a punto de estallar— masculló.
—Te prepararé un té de hierbas y te
sentirás mejor.
—Lo que tú digas Demi— dijo desganada.
—Todavía no me has dicho porque has vuelto
temprano— preguntó de cara a la puerta del cuarto de baño.
—Renuncié.
—¡Si sigues tirándome las noticias fuertes
de ésta manera tan abrupta lograrás matarme de un ataque!— la reprendió Demi, a
quien le había faltado poco para caerse de culo al suelo.
Sólo se oyó una risita sin humor del otro
lado.
—¿Algo que quieras contarme? Porque asumo
que todo esto tiene que ver con tu jefe, ¿no es así? ¿Acaso ha vuelto a las
andadas y se acostó con otra mujer frente a tus propias narices?
—Si, con Miley Cyrus.
—¡Maldito cretino muje…!— se detuvo
abruptamente—. ¿Qué has dicho? ¿Miley Cyrus? ¿Me estás tomando el pelo?—
inquirió a la puerta y ya con muchas ganas de derribarla.
—No, no te estoy tomando el pelo— Miley
abrió la puerta y su hermana casi cae de bruces dentro del baño—. Nick Jonas
sedujo a su secretaria y la muy idiota no supo como resistirse— se alzó de
hombros con una sonrisa un poco triste.
—¡Sigue siendo un descarado!— exclamó
enfurecida—. ¿Acaso él no estaba obsesionado con la mujer del antifaz? ¡Es un
maldito mujeriego puesto que así y todo te sedujo a ti!
—Técnicamente somos la misma persona— dijo
alzándose de hombros.
—¡Pero él no lo sabe Miley!
—Debo corregirte en eso. Nick se acostó
conmigo sabiendo que yo era ella, la mujer de la fiesta.
—¿Él te lo ha dicho? ¿Pero cómo lo ha
averiguado?
—¡No lo se Demi! Supongo que me debe haber
mirado un poco más detenidamente y así dedujo el misterio. Con mi nueva
apariencia no era difícil que alguien descubriera la verdad.
—No, supongo que no. Cada día te pones más
hermosa.
Miley se había vestido con unos jeans y una
blusa de hilo de color rosa pálido que le sentaba maravillosamente. Con el
cabello suelto y las nuevas gafas de montura liviana estaba divina, notó su
hermana que la miraba satisfecha con el cambio logrado.
—¿Ese maldito caradura te ha votado del
trabajo?
—No, yo he renunciado… Bueno, todavía no he
enviado el telegrama de renuncia, pero le he dicho que se lo haría llegar
mañana.
—¿Él quería que te fuera? ¿Es por eso que
decidiste renunciar?
—No Demi. Es extraño, pero me daba la
impresión de que Nick no quería que yo me fuese… Pero yo no podía permanecer
allí…— tomó asiento en la cocina y aceptó la taza caliente de té. Puede que Nick esté interesado en la novedad,
pero tarde o temprano volverá a sus modelitos y yo no quiero estar allí para
verlo.
—Si, creo que tienes razón… Y después de
todo, yo he vivido insistiendo que renuncies a ese trabajo… Pero ahora, no se Miley,
no quiero verte tan triste…
—Ya se me pasará— descartó el tema haciendo
un gesto con la mano—. Ahora preferiría no hablar más de esto.
—Como tú quieras hermanita… pero sabes que
estoy aquí por si me necesitas, ¿eh?— la besó en la mejilla—. No dejes que se
enfríe tu té—señaló la taza con la cabeza—. Es más efectivo si lo bebes
caliente y le he puesto un poquito de miel.
Dos horas más tarde, cuando las hermanas
todavía permanecían en la cocina conversando de cualquier tema y siendo
excesivamente cuidadosas de no nombrar ni al baile de máscaras, ni a Jonas Publisher
o a su dueño, sonó el timbre de la puerta.
—Quédate, yo atenderé— Demi le hizo una
seña a su hermana menor para que no se levantara de la silla y fue a atender la
puerta. Cuando abrió, casi se cae de espaldas.
Frente a ella estaba, y sin exagerar, el hombre más guapo que podría
existir, o al menos el más apuesto de Nueva York seguro que sí. Alto, atlético
y sumamente masculino. Debajo de su traje elegante se adivinaban los músculos
trabajados después de arduas jornadas en un gimnasio. Llevaba el cabello negro
muy corto y los ojos, del mismo color, eran profundos y expresivos. Y la boca…
¡Cielos! Esa boca de labios llenos estaba hecha para besar, pensó Demi. Conocía
a ese hombre. Ya lo había visto en varias oportunidades al acompañar a Miley al
trabajo y claro que también lo había visto fotografiado en las revistas. En
revistas de negocios, porque era uno de los ejecutivos más exitosos del momento
y en otras revistas, esas de cotilleos. ¡Y allí si que no era ningún honor que
hubiese salido!… En fiestas y siempre rodeado de rubias larguiruchas. Nadie
negaría que él fuera súper buen mozo y tampoco sería Demi Cyrus la primera en
decir lo contrario. Aunque tampoco era el espécimen masculino que a ella podría
gustarle, preferías rasgos más dulces, no tan recios y si eran portados por un
intelectual, mucho mejor. Además, él siempre le había caído bastante mal… Era
imposible confundir a Nick Jonas, y ese era el hombre que del otro lado de la
puerta, con un ramo de flores en la mano, le sonreía a Demi.
Demi frunció el ceño.
—¿Si?— le preguntó secamente.
Después que Miley hubo salido de la
oficina, Nick se había dejado caer en su sillón totalmente abatido y sin saber
que hacer. Ella lo había dejado y él sabía, por lo que le había dicho antes de
partir, que era porque ella lo amaba. No había pronunciado esas palabras, pero
sí se lo había dado a entender… Y Nick Jonas, nunca antes se había enfrentado
al amor… Nunca le había preocupado que una mujer lo amara, ni tampoco él había
amado… Pero ahora, con Miley… Esto era algo nuevo para él y aunque le asustaba
un poco, descubrió que no se sentía tan mal… Si bien cuando ella había
desaparecido detrás de la puerta él había sentido que le faltaba el aire y ¿qué
habían sido esas tontas ganas de llorar que de repente lo habían asaltado? ¿Nick
Jonas derramando alguna lágrima? ¡Ni siquiera en el funeral de su padre había
llorado! Pero ahora había tenido que hacer un gran esfuerzo para retenerlas en
sus ojos.
Intentó
imaginarse su vida sin Miley, tal como había sido su vida hasta hacía poco más
de dos semanas, y no le fue posible. Veía una vida vacía. De fiesta en fiesta y
rodeado de bellas mujeres… Y ya no le pareció una buena vida, ni una vida
divertida. Intentó algo más. Visualizó a sus anteriores amantes, o a unas
pocas, porque habían sido tantas que no podía recordarlas a todas. Y no pudo
sentir absolutamente nada por ninguna de ellas. Se recordó su habitual forma de
comportarse. Mujeriego, despreocupado… Y sintió asco de si mismo. Entonces
buscó en su cabeza el rostro de Miley y un puñetazo le dio de lleno en el
corazón. La imaginó sonreír y supo que una sola de sus sonrisas serviría para
hacer completa su vida. Fue entonces cuando Nick Jonas comprendió que él había
cambiado y que no quería a varias mujeres a su lado, que no quería a otras
mujeres. Él sólo la quería a ella… La quería ahora, la quería en su vida y la
quería para siempre… Sólo a Miley Cyrus…
Nick
había saltado de su sillón con una sonrisa dibujada en su rostro. Había buscado
ropa decente porque a la que tenía puesta le faltaban algunos botones. Siempre
tenía alguna muda en la oficina, así que se dio una ducha rápida y se vistió lo
más elegante posible. Tenía que estar presentable, se había dicho. ¡Un hombre
no todos los días hacía lo que él iba a hacer ese día!... Sólo una vez un
hombre cómo él era capaz de entregarle a una mujer su corazón. Nick había
buscado en el legajo la dirección de su secretaria y después había salido de Jonas
Publisher ante la curiosa mirada de sus empleados sin decirles una sola
palabra. Por los cuchicheos que oyó a sus espaldas dedujo que ellos sabían algo
de lo sucedido y ahora especulaban. Les restó importancia. Había llegado hasta
el estacionamiento sin perder tiempo, montado en su auto y solo se había
detenido dos minutos en una florería y en otro comercio más de camino al
departamento de Miley.
—Me gustaría llevar un ramito de nardos—
había dicho él a la florista que en ese momento recortaba los tallos de unos
lirios.
—¿No preferiría el señor un hermoso ramo de
rosas?— le había preguntado la mujer, señalando las flores rojas.
—¡No por Dios! ¡Ella me torturaría
clavándome cada una de las espinas!... Ella odia las rosas— aclaró con una
sonrisa a la florista que lo miraba cómo si le hubiesen crecido monos en la
cara—. Y yo también— agregó convencido de que no volvería a enviar un ramo de
rosas, ni a pronunciar la palabra increíble, nunca en su vida. Con su ramito de
perfumados nardos había seguido camino y las ruedas lo habían llevado hasta el
edificio de su secretaria. Durante el
trayecto en ascensor y mientras aguardaba que atendieran su llamado, el corazón
parecía habérsele trasladado a la garganta.
Hasta que se
abrió la puerta…
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