martes, 24 de abril de 2012

"Die Frau hinter der Maske" Cap 21





—¡Eres tú!— exclamó y la voz le salió demasiado entusiasmada—. Mi bella mujer misteriosa…
—Si, soy yo. ¿Te importuno con mi llamado? Es que tú me pediste que lo hiciera y además quería saber cómo has estado.
—¡No sabes lo feliz que me haces al telefonearme!
Y Nick Jonas no mentía. Se sentía eufórico y muy contento.
—¿De verdad?— preguntó ella, disimulando que sabía perfectamente cuanto ansiaba él esa comunicación—. ¿Por qué?
—Porque no he podido dejar de pensar en ti ni un solo minuto.
Me he vuelto casi loco tratando de imaginar dónde podría encontrarte… ¿Vas a decirme ahora quien eres?
—Creo que todavía no Nick. No me parece el momento adecuado. Es mejor que sigas ignorando mi identidad.
—Me matas con esa decisión… Quiero verte— le dijo.
—No puedo.
—¡Dios, voy a enloquecer si no te toco! Te necesito mujer. ¿Acaso no puedes entenderlo? Cada célula de mi cuerpo te desea. ¡Si ahora mismo, con sólo escuchar tu voz me estoy endureciendo!
Miley también ardía de deseos por él y Nick debió notarlo en la respiración de ella, que se oía agitada a través del teléfono.
—¿Tú también te sientes así, verdad?
—Si.
—Si estuvieses aquí conmigo te estaría tocando, estaría calmando la necesidad de tu cuerpo que clama por el mío— la tentó.
—Yo también te tocaría a ti— confesó ella con la voz ronca.
—¿Qué me harías mujer misteriosa?— Esa conversación lo estaba excitando a niveles insospechados. Se sentó en el mullido sofá del living de su piso en una de las torres más lujosas de Nueva York.
—Te quitaría la ropa que llevas puesta. Lo haría despacio. Dime que vistes Nick, dímelo así me imagino arrancando cada prenda de tu glorioso cuerpo— dijo provocándolo.
—Ropa deportiva— tragó saliva—. Una camiseta sudada y un pantalón. Acabo de llegar del gimnasio y todavía no me he duchado.
—Mejor todavía— dijo ella con voz sensual—. Te quitaría la camiseta sudada, que debe pegarse a tu piel de manera tan sensual que de sólo pensarlo me estremece. Deslizaría mis manos siguiendo los contornos de cada músculo de tu pecho y te recorrería con mi lengua… Con toda mi boca que ansía saborearte.
—¡Cielos, me estás calentando!— Nick se tocó la polla que estaba irguiéndose bajo sus pantalones con cada una de las palabras de ella. Y también le sucedió algo confuso. Imaginó esa boca sobre él y se extrañó comprobando que esa boca se parecía demasiado a la de su secretaria Miley.  Pero allí nomás quedó el pensamiento. La mujer seguía deleitándolo con los placeres que prometía. Lo hacía volar.
—Me desharía del resto de tu ropa de la misma manera, lentamente y explorándote con mis manos y con mis labios. Te dejaría completamente desnudo y te miraría. Deseo verte desnudo Nick, admirar sin restricciones lo que se adivina debajo de tu ropa.
—¡Te juro que si estuvieras aquí ya lo estaría!
Se oyó la risita de ella en el teléfono.
—Te llevaría a la ducha. Enjabonaría mis manos con espuma cremosa y perfumada y lavaría cada centímetro de tu cuerpo.
—¿Estarías desnuda?—preguntó él jadeando.
—Completamente y restregaría mis pechos sobre la piel de tu espalda mientras mis brazos te rodean y mis manos enjabonan tu abdomen, tus ingles…
—¿Ahora estás desnuda?—ronroneó sin aliento.
—No, ahora no, pero eso podría solucionarse con facilidad…
Estoy en mi cama a punto de ir a dormir y sólo visto una camiseta ajustada sin sujetador y unas diminutas braguitas.
—Quítatelas— le pidió él imaginando cómo deberían traslucirse los pezones color té con leche a través de la tela, que él en su mente recreó transparente—. Pero supone que son mis manos las que te están desnudando. Deja el auricular sobre la almohada y pon el altavoz, porque yo usaría mis dos manos para hurgar en ti.
 Ella cumplió su pedido. Su hermana había salido con unas amigas y ella había quedado sola, así que nadie oiría la conversación.
—¿Y cómo lo harías si estuvieras tú aquí?— su voz, invitadora.
—Lentamente, sintiéndote. Rozando primero todo el borde de tus bragas y la mayor parte posible de tu cuerpo al quitarlas. Tu trasero, tienes un bonito trasero que acariciaría. La parte posterior de tus piernas y tus pantorrillas torneadas hasta llegar a tus tobillos y sacar la tanga por los pies. Después volvería a ascender…— se interrumpió—. ¿Estás haciendo lo que te estoy diciendo?
—Si, me estoy acariciando y ya me he quitado las bragas, quedamos en que ibas ascendiendo— dijo respirando agitada.
—Bien, te estaría tocando muy suave, apenas rozándote con las puntas de mis dedos. Tócate así. Mis manos vagarían por tus piernas, besaría el hueco de tus rodillas… Seguiría subiendo y jugarían en el interior de tus muslos, mordisqueando allí dónde la piel debe sentirse tibia. Me acercaría a tu vagina, te abriría para mí, para admirar tu carne pulsante y caliente y vería la seda líquida que fluye de ti y se escurre entre tus piernas. Aspiraría tu dulce olor y mi polla se pondría rígida de deseos por enterrarse en esa caverna ardiente, tentadora. Lamería justo dónde terminan tus muslos y rozaría apenas los labios de tu coño, pero no me detendría allí.
—¿No? ¡Oh por Dios! ¿Y sólo un poquito?... Quiero que me toques justo allí, es lo que más deseo—dijo apretando su mano sobre el costado y moviendo la cadera y muy tentada de tocarse igual.
—Todavía no— le dijo sonriendo. ¿Tienes los ojos abiertos?
—Cerrados— suspiró ella.
—Entonces quiero que los abras, porque quiero que mires lo que harían mis manos sobre tu cuerpo.
Ella obedeció y observó cómo se tocaba, imaginando que eran las manos de Nick y no las de ella, las que estaban sobre su cuerpo. Él la estimulaba con su voz… Ella ardía.
—Separa las piernas con tus manos y flexiónalas sólo un poco. 
Siente la piel caliente de tus muslos, arrastra hacia arriba las palmas y roza apenas tu feminidad, sube por tu abdomen y lleva con tus manos la camiseta. Eso es lo que harían mis manos ahora, te dejarían completamente desnuda. Miley hizo lo que él le había dicho y ahora estaba sin nada sobre su cama. Su cuerpo excitado, enfebrecido. Tan sensible que con el mínimo roce de las sábanas suaves se despertaba cada uno de sus sentidos.
—Te tocaría los pechos, me encantan tus pechos llenos… ¿Dime si ya te has excitado preciosa? ¿Si ya se te han puesto los pezones duros como brotes y si te has mojado?
—¡Si Nick! ¡Santo cielo, estoy ardiendo por ti
—Yo también estoy prendiéndome fuego— dijo sensual—.Con dos dedos toma uno de tus pezones y estíralo un poquito…, apenas, y gíralo… ¿Te gusta eso?
—¡Si! ¡Oh si, me gusta mucho!—dijo estremeciéndose con esos toque que le enviaban oleadas de placer directamente bajo su vientre y la convertían en lava fundida y muy caliente.
—Ahora envuelve todo el pecho en tu mano y amásalo, sóbalo, estrújalo un poco. Sin parar llévate la otra mano a la boca y métete tres dedos, chúpalos…, imagina que es mi polla la que tienes dentro de tu boca— la voz le salía arrastrada, ronca.
 Nick se tocó sobre sus pantalones. Se sentía duro, enloquecido de sólo pensar en ella completamente desnuda y en lo que estaría haciéndose ahora y se imaginó también las sensaciones que estarían despertándose en el cuerpo de la mujer.
—No cierres las piernas— jadeó él—. Sé que quieres ser tocada allí, que tu coño pulsa, que te duele de anhelo. Tus caderas se mueven solas, ya no te hacen caso. Estás ardiente y necesitas que te llene, pero no todavía.
—Nick…
—Vuelve a chupar tus dedos… Ahora deslízalos mojados a lo largo de tu cuello hasta tus senos, imagina que es la humedad de mi lengua la que está sobre tu piel y cuando los sientas secos vuelve a lamerlos, sensual, cómo cuando la otra noche lamías mi verga.
—¿Te estás tocando Nick?— susurró casi sin poder hablar—. Tómate Nick… Imagina tú también que son mis manos y mi boca las que se deslizan sobre tu pene, directamente sobre tu piel. Porque si estuviera allí, eso es lo que te haría. Mamaría y lamería tu polla hasta que estuviese tan dura cómo una vara de hierro.
—¡Creo que no falta mucho para eso!— exclamó al borde de la locura. Respiró hondo antes de seguir hablando—. Deslizaría una de mis manos por tu vientre, jugaría en tu ombligo y descendería un poco más, sólo hasta tu pubis. Presionaría allí, te masajearía apretando un poquito y eso te enloquecería, te haría desear más.
—¡Desciende más Nick, un poco más!— suplicó.
—Pasaría un dedo sobre el suave vello, justo por el centro de tu coño y tú alzarías las caderas para que mi dedo te tocara más, pero yo seguiría descendiendo.
—¡Nick!— jadeó.

sábado, 7 de abril de 2012

"Die Frau hinter der Maske" Cap 20







—No se que es lo que ha cambiado, pero le sienta bien— agregó—. ¿Bajó de peso, no?
—Si, es eso Señor Jonas, sólo eso.
Para que gastar palabras explicándole a un hombre, que no había notado que tenía una apariencia completamente nueva desde los pies a la cabeza, que lo que había cambiado en ella era todo: peinado, ropa, maquillaje… Y sobre todo, su espíritu.
—Bueno, estaré en mi oficina. ¿Podría traerme un café por favor Miley?— dijo volviendo a mirar la boca de ella. 
A Nick Jonas le estaba gustando mucho esa boca.
—En un minuto.

Cuando Miley llevó el café a su jefe, se encontró con la quinta sorpresa de la mañana: Él revisaba frenético su celular y comprobaba que el teléfono de línea tuviese tono.
—¿Está segura Miley que nadie ha llamado?— preguntó por décima vez. Ya había interrogado a la secretaria un par de veces anteriormente a través del intercomunicador.
—Sólo las comunicaciones que le informé hace dos minutos.
—¿Funcionarán bien las líneas? Digo…, me parece extraño, porque ya me tendría que haber llamado. ¿Por qué se demorará tanto? ¿Acaso habrá perdido mi tarjeta? No recuerdo si la guardó en su bolso— reflexionaba en voz alta.
— ¿Desea que yo le responda alguna de todas esas preguntas señor Jonas? Porque a decir verdad, no tengo idea acerca de qué me está hablando. Si usted me explicara…
—Siéntese Miley— la invitó señalando un sillón ejecutivo. Se sinceraría con ella, tal vez podría ayudarlo. Miley siempre lo hacía—. ¿Usted asistió al baile del sábado?
Miley asintió. Tampoco iba a mentirle diciéndole que no.
—Pero sólo me quedé un momento.
—Bueno, ¿Acaso vio usted a la hermosa mujer de vestido azul hielo que estaba conmigo?
—Puede ser, pero había mucha gente allí esa noche, no la recuerdo con total nitidez.
—¿Usted no sabe entonces quien puede ser ella?
—Me temo que no… ¿Pero por qué quiere saberlo?— preguntó intrigada y sintiendo el corazón a punto de estallar.
—Miley, no lo entiendo ni yo. Pero quiero saber quién es ella.
—¿Acaso le ha robado algo que necesita hallarla con tanta urgencia?— Preguntó Miley, porque no sabía que más decir.
—Creo que la cordura. ¡Esa mujer me ha robado la cordura!— murmuró casi enfadado—. ¡Olvídelo Miley! Por favor regrese a su  trabajo, no quiero importunarla y hacerle perder el tiempo. ¡Sólo olvídelo!
Como si fuera así de sencillo.
Sexta sorpresa: Nick Jonas estaba obsesionado con la mujer del antifaz, ¡además la había creído hermosa! 
¡Miley podría haber brincado de dicha! Aunque después se encontró pensando que, ¿de qué le servía que él quisiera encontrar a la mujer del vestido azul hielo? ¿Qué haría al enterarse que era ella?  La despreciaría, llegó a la conclusión. Porque cuando Nick Jonas estaba frente a Miley no la miraba con la intensidad con la que había mirado a la mujer del antifaz, y eso a ella la mataba.
Demi que Miley no estaba en la cabeza del señor Jonas y no podía siquiera sospechar la batalla que allí se desataba. Cuando Nick se quedó solo en su despacho, volvió a reflexionar acerca de sus últimos días. Algo le había estado pasando y había empezado con el baile de máscaras… No, a decir verdad, había comenzado a mitad de semana en su oficina, se corrigió. En el baile de máscaras le había sucedido lo más extraño de todo al conocer a la mujer misteriosa y después no había podido olvidarla en todo el fin de semana. Había pensado en ella día y noche, la había recordado, recreado en su mente cada segundo pasado a su lado. El sabor y la suavidad de su piel, su manera de tocarlo, de hacer el amor. Sus gemidos, su aliento, su perfume… No había podido desterrarla de su cabeza, se estaba obsesionando y lo sabía. Se sentía desesperado de no poder encontrarla, de no saber siquiera, dónde buscarla. Nunca, jamás en sus treinta y cinco años había sentido algo así por ninguna de las mujeres con las que había estado… Aunque a su pesar, tenía que reconocer, que desde el miércoles anterior y ahora esa mañana, había habido otra mujer con la que su cuerpo había reaccionado de manera similar: enloquecido, desenfrenado, casi irracional. Y esa mujer era su secretaria Miley. Se había sentido nervioso junto a ella, el corazón le había saltado en el pecho y se había excitado como un adolescente con sólo mirarla. Puede que antes Miley no hubiese sido la mujer más hermosa del mundo, pero esa mañana estaba distinta…, preciosa. Y aún así, todos esos últimos días se había vuelto loco por ella.
 La obsesión de Nick no menguó en los siguientes diez días ni un poquito. Esperaba el llamado de la mujer del antifaz con tantas ansias que en cualquier momento enloquecería, y si no enloquecía él, al menos sí lo haría Miley, que a cada rato era asaltada por las preguntas de su jefe.  Él la llamaba a su oficina un millar de veces al día y a veces sin ningún motivo aparente. Le preguntaba lo mismo de siempre y otras veces le pedía que redactara algunas cartas. Cosa que ella antes siempre había hecho de maravilla en su cubículo, pero ahora él insistía con que quería chequearlas. Miley un par de veces lo había descubierto observándola y ella lo atribuía a que simplemente le llamaba la atención su aspecto totalmente renovado, ya que ahora el efecto era más contundente con las gafas nuevas. No podía pensar que hubiese algún otro motivo.
Nick seguía trastornado con la mujer de la fiesta y aquí la otra sorpresa: y Miley ya había perdido la cuenta por qué número iba, así que simplemente ya no las enumeraba sino que decía otra sorpresa y ya. 
 ¡Nick Jonas no había salido con ninguna otra mujer desde el baile de máscaras! Y Miley se devanaba los sesos pensando si eso tendría alguna importancia realmente o no. No quería hacer ningún movimiento arriesgado y después tener que arrepentirse. Meditó durante cada día y cada noche acerca de si debía llamarlo o no, y así habían pasado diez días. Había levantado el auricular muchas veces y había vuelto a colgar otras tantas…
Y de esa manera se encontraba ahora, en su cuarto y con el tubo del teléfono en la mano… ¡Lo llamaría!, decidió. Al menos, para que él tuviese el placer de dejarla, tal vez sólo era esa la necesidad que el sentía. El poder que le otorgaba decirle él, adiós a una mujer.
—Hola— se oyó la voz masculina del otro lado del auricular.
—¿Nick?