—Al sur.
Ella puso los ojos en blanco. Eso ya lo había notado.
— ¿Al sur de dónde?
—No puedo decírtelo.
Bien ya sabía que esa sería su respuesta, pero debía intentarlo. Se recostó, descansó las manos en sus caderas y decidió disfrutar del paseo. Una vez que el sol estuvo en lo alto, el calor aumentó considerablemente. Se sentía cómoda en la chaqueta, guantes y zahones que impedían que el viento frío la cortara y el sol calentándole el rostro la calmó hasta relajarse. Se encontró disfrutando del paisaje, mientras su cuerpo se adaptaba a las vueltas en los caminos y a las vibraciones de la moto entre sus muslos.
Se imaginó que debían estar en algún lugar cerca a los límites estatales, pero no estaba exactamente segura qué distancia habían recorrido y no estaba familiarizada con el camino.
¿Adónde la llevaba?
¿Y dónde diablos estaba el virus?
Al caer la noche habían viajado más de ocho horas, el culo de Miley estaba dolorido y sus muslos acalambrados. Ya había tenido suficiente y oró en cada pueblo que pasaron por que éste fuera el que Nick escogiera para detenerse. Las únicas paradas que habían hecho en todo el día fueron por gasolina y para tomar un tentempié rápido. La comida del mini-súper era una mierda.
Se desviaron un momento en un restaurante chino y comieron algo para seguir. Luego, por fin, Nick se metió en un motel. No era un Hyatt o un Marriott, pero tampoco un camping y por eso ella estaría eternamente agradecida. Después de viajar en moto todo el día, tenía hambre y cansancio, y estaba más que lista para una ducha y un cambio de ropa. Se registraron y sólo la vista de una cama en la habitación fue suficiente para hacer querer gritar a Miley.
—¿Cansada? —preguntó él mientras arrojaba los bolsos encima del tocador.
—Un poco.
—¿Hambrienta? Yo sí.
—Muerta de hambre.
—Espero que la elección de comida china sea correcta.
Ahora mismo, a ella le apetecía cualquier cosa. Su estómago estaba gruñendo.
—Suena fabuloso.
Se sentaron en la diminuta mesa redonda cerca de la ventana y aspiraron el aroma de la comida. Miley trató de recordar su educación y modales mientras comía, pero francamente estaba demasiado hambrienta. Escarbaba en una de las pequeñas cajas de cartón con los palillos como si no hubiera comido en una semana.
—Tenías hambre —dijo Nick, arqueando una ceja.
—Evidentemente. —Ella agarró una servilleta y se limpió la salsa de la barbilla, luego bebió un largo trago de la botella de agua. Muy bien, se sentía en parte humana otra vez. Tan pronto como digiriese un poco, el siguiente orden del día sería una ducha. Se sentía asquerosa usando la ropa del día anterior, su cabello estaba azotado por el viento y fibroso y tembló por cómo debería verse.
—Deja de hacer eso. Te ves hermosa.
Miró a Nick.
—¿Dejar de hacer qué?
—Manosear tu cabello. Es sexy así.
Ella incluso no se había dado cuenta que lo peinaba con los dedos.
—Es un desastre. No es sexy.
—No estoy de acuerdo. Luce salvaje. Como si acabaras de salir de la cama después de pasar varias horas allí con tu amante. Es una apariencia muy caliente.
Pero ella lo sabía. Era un nido de pájaros enredado.
—Estás ciego.
Nick negó con la cabeza.
—No, no lo estoy. Sé con exactitud lo que estoy viendo.
Siempre había podido hacer eso con ella. Cuando él bajaba la voz, su significado demasiado obvio, la vibración se instalaba directamente entre sus piernas, haciendo que su clítoris palpitara. Al igual que ahora cuando la observaba, cuando la miraba con sus ojos entornados y le hablaba con esa voz profunda, las implicancias de ambas increíblemente peligrosas para su libido así como también para sus emociones.
La libido ella la podía manejar. Sus emociones eran con las que tendría que luchar constantemente. Y cuanto más pronto terminara el viaje, mejor. Echó un rápido vistazo al teléfono en la mesa de noche, preguntándose cómo podría conseguir llamar a su jefe sin que Nick la detuviese.
—Esperaré si quieres ducharte primero —sugirió ella, tratando de mostrarse indiferente al respecto. Clavó la mirada en la caja de cartón de la comida, negándose a mirarlo a los ojos.
—Nah, adelántate.
Okey, de cualquier modo eso podría funcionar a su favor. Cuando él estuviera en la ducha, por lo menos podría avisar a su jefe de lo que estaba pasando, incluso informarle acerca del virus. Y más importante aún, que ella no era la que lo había tomado. Le podría decir que había perdido su teléfono móvil y que se comunicaría cuando pudiera. Entonces él al menos tendría algo que decirle a su cliente. La idea de aparecer en la lista de los diez más buscados del FBI debido a la reliquia robada no era del todo atractiva para ella.
Y luego… bien, Nick no podría llevar el vial a la ducha con él, ¿verdad? Así que si podía encontrarlo, podría escapar de aquí a toda prisa, tomar un taxi y seguir su camino.
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