lunes, 10 de octubre de 2011

"Three weeks in Athena" Cap 30




Tras unos momentos embriagadores, él se separó con mirada brillante. Al verse reflejada en sus ojos, ella recuperó el sentido común y, reuniendo toda su fuerza de voluntad, empujó el pecho de él. Nick se apartó unos centímetros, con el ceño fruncido.
–No –dijo ella empezando a asustarse.
La rapidez con la que él había aparecido y le había hecho olvidar toda lógica estaba quemándola por dentro.
Él esbozó una sonrisa traviesa.
–Tienes razón, éste no es el lugar.
La agarró de la mano y tiró de ella, malinterpretando sus motivos para querer separarse. Miley clavó los talones en el suelo e intentó soltarse, sin éxito. Él se giró hacia ella y la miró con impaciencia al ver que no se movía. La expresión rebelde de ella le produjo un escalofrío.
–Perdona, ¿te he entendido mal? ¿Tal vez quieres hacer el amor delante de los atenienses y sus familias?
–No quiero hacer el amor, punto –siseó ella, consciente de las miradas que recibían, sobre todo apreciativas de las mujeres.
Nick la sujetó más fuerte de la mano y ella, con gran reticencia, se dejó atraer por él.
–Si esto tiene que ver con la manera en que me marché... –comenzó.
Miley soltó una carcajada seca que ocultó el dolor y la ira por lo fácilmente que se había rendido a su encanto la noche anterior. Y al tenerle delante le deseaba todavía más.
–Por supuesto que no. Sé muy bien cómo te comportas... Supongo que me merecía al menos un ramo de flores. Después de todo, ¿no es eso lo que les das a todas tus aventuras de una noche?
Él se quedó inmóvil, mirándola, con una expresión cada vez más dura en su rostro.
–Convirtamos esto en algo más que una aventura de una noche y obtendrás una joya de valor incalculable. ¿Eso es lo quieres, Miley?
Él miró alrededor unos instantes y localizó algo que Miley no vio. Agarrándola fuertemente de la mano, comenzó a tirar de ella de nuevo. Ella sintió un escalofrío. Él había parecido dispuesto a atacarla.
–¿Y si cubrimos ya todas las bases? De esa manera no tendremos dudas acerca de dónde estamos porque, para serte sincero, no creo que me quede satisfecho solamente con dos noches.
–¿Cómo?                     
Nick se detuvo bruscamente en un puesto de flores y escogió el ramo más grande. Luego, para horror de Miley y alegría del dependiente, se lo entregó con una reverencia burlona.
Ella lo aceptó porque no podía no hacerlo. Nick pagó al exultante dependiente y volvió a tirar de ella. El ramo era voluminoso y pesado. Miley intentó que Nick le prestara atención, pero él la guió por un laberinto de pequeñas calles hasta llegar a una encantadora plaza con tiendas de diseñadores famosos.
Sin detenerse, Nick la hizo entrar en una famosa joyería donde le reconocieron al instante y las dependientas sonrieron imaginando su comisión de ventas. Miley intentó soltarse, sin éxito. Él la llevó junto a uno de los mostradores y la miró amorosamente... salvo que sólo ella vio el brillo de acero de su mirada.
–Me gustaría comprarle algo a esta bella mujer –anunció sonriendo a la dependienta–. Aunque seguro que coincide conmigo en que nada de esta tienda podría rivalizar con su belleza.
La dependienta carraspeó y miró a Miley de arriba a abajo, quien se encogió por dentro tras aquel altanero escrutinio y odió a Nick más que nunca al oír aquellas palabras manidas.
Decidido a demostrar algo, él la fue llevando de mostrador en mostrador obligándola a examinar carísimas pulseras, collares, pendientes y broches. Ella intentó soltarse varias veces, pero él la ignoró.
Nick sentía una emoción oscura y alterada que le pesaba en el pecho. ¿Por qué a ella no se le había iluminado el rostro al entrar allí? ¿Por qué él había sentido aquel vacío cuando había creído que ella era igual que el resto de las mujeres? ¿Y por qué se contradecía ella ahora, insistiendo en marcharse? Ella le con­fundía.
–Nick, por favor, marchémonos. No quiero nada de aquí.
–No vamos a marcharnos hasta que no escojas algo, Miley. Deja de jugar a la inocente conmigo, no funciona –dijo él sin saber de qué otra manera salir de la situación.
A Miley se le encogió el estómago ante su mirada cínica. De pronto, el enfado se disipó y en su lugar surgió tristeza. Miley apartó la mirada y contempló la multitud de joyas expuestas. Detestaba todo aquello, pero sabía que él había hablado en serio: no se marcharían hasta que ella no escogiera algo.
Tiró de su mano y, por primera vez, él la soltó. Con los ojos llenos de lágrimas, buscó hasta que algo le llamó la atención, relegado a la parte de atrás de una de las vitrinas. Era un collar tan sencillo que la dejó sin aliento: una mariposa con diamantes en las alas y tres delicados hilos de plata a cada lado del cierre.
–Me gusta eso –dijo señalándolo con un dedo tembloroso.
La dependienta no ocultó su desagrado.
–Es una bonita pieza... si le gusta algo sutil. Y el diseñador es local. ¿Realmente...?
–¿Menos de mil euros? No lo creo... –oyó Miley a su espalda, cáustico, y de pronto Nick le habló al oído–: Quiero más que dos noches contigo, Miley, mu, así que creo que vales mucho más que eso...
Y, antes de que ella se diera cuenta, él había escogido un opulento collar de zafiros y diamantes y la dependienta estaba envolviéndoselo antes de que cambiaran de idea.
Una vez fuera de la tienda, Miley se soltó furiosa, pero él la agarró de nuevo. Cerró los ojos y, para horror suyo, sintió que se le llenaban de lágrimas. Una le resbaló por la mejilla. Advirtió que él se detenía tenso. Seguro que estaba enfadado.
– Miley... –dijo él sujetándola por los brazos, delgados y frágiles bajo sus manos.
Vio la lágrima deslizándose por la mejilla de perla de ella y se maldijo en silencio, sintiéndose como un canalla aunque no sabía por qué. ¡Acababa de gastarse una fortuna en ella! Y, según su experiencia, el dinero suponía una mujer contenta. Se sentía en terreno desconocido, nunca habría imaginado una reacción así. Ella estaba deshecha.
Viéndola sujetar todavía el maldito ramo de flores, Nick lo agarró y se lo entregó a una mujer que pasaba a su lado. No reparó en su alegre sorpresa, sólo tenía ojos para Miley. Sus mejillas estaban bañadas en lágrimas. Él estaba acostumbrado a las escenas femeninas, pero aquélla era diferente. Ella no gritaba y era obvio que detestaba estar llorando.
– Miley... –dijo él enjugándole las lagrimas con una mano.
Ella pareció revivir y le apartó la mano. Por fin abrió los ojos y, al ver la hondura de su mirada, él quiso abrazarla. Pero todo en ella gritaba que no se le acercara.
–Nunca me había sentido tan humillada... –confesó Miley con voz ronca.
Nick se pasó la mano por el cabello. Quiso regresar al momento en que la había visto en la calle y comenzar de nuevo. Pero cuando ella se había separado y le había dicho lo de las flores, él había perdido toda perspectiva. Tenía algo que ver con la referencia a las otras mujeres. Aquello era igual, ¿verdad?


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