—Una concentración de motos —dijo y comenzó a bajar hacia un grupo de tiendas de campaña—. Se celebra aquí año tras año.
Miley se quedó con la boca abierta ante lo que veía. Montones de cuero, estaba claro.
Hombres, mujeres, música alta, por todas partes vendedores de comida y bebida, artistas haciendo tatuajes y piercings, algunas personas vendían camisetas y accesorios para motos. Básicamente, de todo.
Y la gente, oh Dios, la gente, especialmente las mujeres. Algunas iban tan ligeras de ropa que bien podrían haber estado desnudas. Llevaban zahones de cuero con nada debajo a excepción de un tanga, diminutos bikinis o camisetas transparentes que no dejaban nada a la imaginación. Miley quiso cubrirle los ojos a Nick para que no pudiese comerse con los ojos el bufé de féminas deliciosas que tenía delante.
Pero eso sería ridículo. Nick no le pertenecía, ella no era su mujer y él podría comerse con los ojos… o incluso tocar a su antojo. Podía mezclarse con cualquier mujer que deseara y no había nada que ella pudiese decir.
Y eso la irritaba sobremanera.
Supéralo, Miley. El hombre no es tuyo. Y tú no eres suya.
Sonrió ante aquello último, porque significaba que podía mirar a los tíos con los vaqueros ajustados o los igualmente ceñidos pantalones de cuero, con las camisetas de licra tensas sobre sus muy musculosos pechos, hombres que parecían trabajar en su cuerpo con el mismo cuidado que ponían en sus motos.
Había bastantes tíos atractivos allí. El problema era que el único hombre en el que Miley estaba interesada en mirar, estar o tocar, era Nick. Y a diferencia de diez años atrás, ahora era más lista, sabía que era inútil, pero no podía evitar la manera en que se sentía.
Mejor idea sería concentrarse en lo que estaban haciendo allí. Tenía que averiguar si Nick iba a entregar el virus a alguien de aquella multitud. Y, con suerte, podría agarrar algún teléfono o alejarse deslizándose entre la multitud. Tenía que vigilarlo bien de cerca.
La música sonó más fuerte a medida que se aproximaban al escenario. Y allí la muchedumbre era mucho más densa, los cuerpos se arremolinaban juntos, hablando, riendo, bebiendo y bailando. El sol ya estaba en todo lo alto y ahora calentaba mucho más. Era un día maravilloso con la suficiente brisa revoloteando entre la multitud para evitar que hiciese demasiado calor. Menos mal, que también hoy, las temperaturas habían subido, considerando cómo iban vestidas las mujeres. O desvestidas. Aún no podía sobreponerse al exhibicionismo desenfrenado que se ofrecía a su alrededor. Algunas mujeres tenían mucha valentía. Mucha más que ella, eso era seguro.
Pero qué evento tan divertido. Había señales apostadas en un gran tablón anunciando varios eventos de motos, desde una competición por categorías hasta varias excursiones entretenidas a lo largo del día y la tarde. Hasta había un concurso de camisetas mojadas, para las mujeres, programado para aquella tarde. Miley soltó un bufido.
—¿Vas a concursar? —Le preguntó Nick, leyendo sobre su hombro.
—Ni lo sueñes —dijo ella con una negación de cabeza, girándose para estar frente a él.
—Deberías. Ganarías seguro. —Lanzó un rápido vistazo a sus pechos, le guiñó el ojo y le colocó un brazo sobre los hombros—. Vayamos a por una cerveza.
Cogieron algo de comida y cerveza, luego encontraron un lugar para sentarse y escuchar tocar a la banda. Aunque Miley no conocía a nadie de los que se sentaban a su alrededor, se sintió cómoda y disfrutó de la compañía de aquel divertido grupo. Nick no parecía tener ningún problema en hablar con la gente, puesto que tenían las motos en común.
Y eso es todo lo que parecía hacer, charlar sobre motos. Ninguna actividad vil por lo que podía ver.
Miley los escuchó contar historias de viajes que habían hecho, a Nick incluido, concentraciones y eventos a los que habían asistido. Había una comunidad motera completa de la que Miley no sabía nada, un sentimiento de familia que nunca antes había sentido. A pesar de ser su primera vez, se sintió de verdad aceptada. No importaba lo que llevaras puesto, cual era tu aspecto, pulcro o desaliñado, eras uno de la “pandilla” tan pronto como aparecieses subido en tu moto. No había distinciones de clases sociales entre los moteros. Si montabas una moto, eras parte de la familia.
Se sintió culpable por juzgar a las personas por la manera en que vestían. Nadie la juzgaba allí y nadie era lo que o quien parecía ser. Todo el mundo estaba allí simplemente para pasarlo bien, sin importar quiénes eran o de dónde viniesen.
Mucha gente se paraba y les hablaba. Algunos eran trabajadores de la construcción; otros eran escritores, camareras o maestros de escuela. Miley estaba asombrada. Eran personas de todas las profesiones y condiciones sociales; todos ellos moteros. En aquella concentración todos eran iguales.
Había una gran diferencia con la manera en que Miley había sido criada y el polo opuesto a la manera en que su padre pensaba. Con su padre lo importante era cuáles eran tus raíces, tus conexiones, tu familia, tu dinero. Quién fueras en tu interior no importaba. Con quien te asociaras siempre era importante, una de las cosas con las que siempre había estado en desacuerdo con su padre.
Se sentía más conectada a aquel grupo de extraños de lo que nunca se había sentido con la gente en cualquier función a la que había asistido con su padre. Y no llevaba puesto un vestido de diseño, no estaba revestida de diamantes y asistiendo a la ópera o a una función de caridad en la que costase cien dólares el plato. Estaba sentada en la hierba bebiendo cerveza de un vaso plástico, escuchando una banda de rock gritar a pleno pulmón una canción.
—Estás muy callada —dijo Nick, inclinándose hacia ella.
Ella se giró hacia él y sonrió.
—Me lo estoy pasando bien.
Tan bien, de hecho, que se había olvidado de su trabajo. Durante las últimas horas había intentando encontrar el vial que contenía el virus, o el móvil de Nick. De hecho, probablemente podría pedir prestado un móvil a cualquiera de las miles de personas que la rodeaban si podía alejarse de Nick durante unos segundos.
Había estado demasiado relajada, tan perdida en sus propios pensamientos que la única cosa que debería estar haciendo era la última que se le había ocurrido.
Nick era una verdaderamente mala influencia para ella.
Una vez más.
Oh, a la mierda. Se levantó y se sacudió la hierba de los vaqueros.
—¿Dónde vas? —Preguntó Nick, alzando la vista hacia ella.
—Al baño. Y a buscar otra cerveza. ¿Quieres una?
—Claro. Te acompaño.
Esto en cuanto a moverse sigilosamente para tomar prestado un teléfono móvil. ¿Pero quizás fuera posible en el baño de señoras? Nick le indicó el camino y las esperanzas de Miley se esfumaron en un instante cuando le mostró el inodoro portátil. No había posibilidades de pedir un móvil en uno de estos. Después fueron al puesto de cervezas y compraron un par de vasos.
—¿Nick?
Una voz decididamente femenina los detuvo. Miley se volvió, al igual que Nick, quien alzó las cejas.
lo ameeeeeeeeeeee amo esta nove me encanta sube ya y pronto!!!!!!!!!!!candela!!
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