—¡Sólo para volver a ascender!— dijo él con
una sonrisa—. Te abriría más las piernas, estarías totalmente expuesta,
ofreciéndote a mí. Entonces mis dedos te tocarían, ahora sí completamente.
—¡Oh Dios mío!
—¿Cómo te sentiría preciosa? Acaríciate y
dime cómo sentiría tu coño si fuesen mis dedos los que ahora estuviesen en ti.
—Resbaladizo, se siente suave y húmedo…
Está muy mojado, hinchado y caliente…, deseoso—dijo ella mientras deslizaba
extasiada sus dedos por su feminidad.
—Penétrate con un dedo y dime cómo se
siente allí dentro. Nick había acrecentado el
ritmo de su mano y toda su sangre parecía haberse acumulado sólo en su
miembro que no ansiaba más que enterrarse en ella.
—Estrecho, muy estrecho. Las paredes
envuelven mi dedo, lo atrapan apretándolo en su suavidad, lo estrujan. Nick apretó
más la mano alrededor de su vara. Se imaginó dentro de ella, embistiendo
salvajemente hasta lo más hondo y siendo chupado por ese coño libidinoso.
—Agrega otro dedo, muévelos dentro de ti.
Imita el movimiento de mi verga follándote. Con el pulgar rodearía tu clítoris,
trazaría círculos sobre él y volarías… Yo te tocaría con una de mis manos los
pechos, los estrujaría, los metería uno a uno dentro de mi boca y mamaría hasta
que estallaras de placer.
—¡Nick, Nick estoy muy cerca!
—Aumentaría el ritmo de las embestidas, te
tomaría hasta el fondo, haciéndote percibir lo duro que logras ponerme. Ya
estoy rígido cómo una vara de hierro y me sentirías llenándote por completo
dentro de ti, me hundiría hasta la base…—llevó su cabeza hacia atrás
recostándola en el respaldar del sillón y cerró con fuerza los ojos. Ya no
aguantaba más, sentía pulsaciones furiosas en su polla y los temblores previos
al orgasmo recorrerlo—. Te follaría hasta hacerte olvidar hasta de tu nombre—
dijo en un gemido ronco.
—Nick, creo que ya no lo recuerdo— jadeó ya
al límite y sintiendo cómo su cuerpo se estremecía palpitante alrededor de sus
dedos.
—¡Córrete mujer, córrete ahora!—gruñó
apretando los dientes.
Miley se desparramó en su cama, sintiendo
sacudidas en cada terminación nerviosa de su cuerpo convulsionado.
—¡Cielos! ¡Cielos Nick!, no puedo creer que
hayamos hecho esto— susurró Emma cuando algo de cordura había regresado a
ella—. ¿Tú…? ¿Tú también…?
—¡Ajá!... Me he derramado en mis
pantalones— confesó.
—¿Nick?— preguntó ella segundos después.
—Te escucho… Sigo aquí.
—¿Sabes por qué no tengo el valor de
decirte quién soy?
—No tengo la menor idea.
—Porque tengo miedo de que al averiguarlo
te decepciones.
—Eso no sucedería… ¿Todavía no te has dado
cuenta de que estoy loco por ti? ¿Qué contigo me sucede algo que nunca antes me
había ocurrido?
—Dices estar loco por mí porque todavía no
sabes quién soy, pero cambiarás de opinión en cuanto lo sepas— dijo con
tristeza—. Me conoces Nick…—le confesó—. Y nunca antes habías demostrado
interés por mí.
Ni un segundo después se oyó el tono de la
línea. Ella había cortado la comunicación sin decirle nada, sólo que el la
conocía… En el identificador de llamada no había ningún número, sólo salía la
odiosa palabra, “restringido”.
¡Es astuta!, pensó Nick con una sonrisa
forzada.
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