viernes, 12 de agosto de 2011

"Three weeks in Athena" Cap 9





De pronto, Miley se había dado cuenta de que no le había concertado ninguna cita en la última semana. Eso la había descolocado más de lo que estaba dispuesta a admitir.
Él la había mirado con los ojos entrecerrados.
–Dado que ahora no tengo pareja, aunque eso no es asunto tuyo, he decidido que me acompañarás tú. ¿Tienes algún problema con eso?
Ella había sacudido la cabeza enérgicamente, abrumada. –No, en absoluto. Voy a anotarlo en la agenda ahora mismo.
Regresó al momento presente. Seguía sujetando los papeles contra su pecho a modo de escudo. Miró la agenda abierta junto a ella y vio la anotación claramente: «Baile de Blanco y Negro. Hotel Park Lane. 7 p.m.». La idea de pasar junto a aquel hombre más tiempo del absolutamente necesario le generaba un profundo pánico.
Dejó los papeles en la mesa y telefoneó a la residencia donde vivía su madre. Aunque sabía que ella no se enteraría, pidió que le dieran el mensaje de que no podría ir a visitarla aquella tarde.


Miley podía oír a Nick moviéndose en su despacho mientras ella se cambiaba en el vestuario. Se trataba de un acto formal, por lo que se había comprado un vestido largo y respetable, por más que aburrido. Era todo negro, o sea, hacía más delgada, y de cuello alto, con lo cual le tapaba los senos. Cualquier cosa que hiciera eso le hubiera servido. Y además, ella no estaba vistiéndose para impresionar a nadie, sino para acompañar a su jefe a un acto profesional.
Se recogió el cabello en un moño, se maquilló ligeramente y se calzó unos zapatos negros de salón. Luego agarró su bolso de mano con su ropa del trabajo e inspiró hondo antes de salir, sintiéndose ridículamente nerviosa y odiándose por ello.
La respiración se le cortó y el cerebro dejó de funcionarle cuando vio a Nick salir de su despacho, resplandeciente con su esmoquin. El color negro le hacía parecer aún más peligroso. Miley trató de mitigar su excitación y sujetó fuertemente su bolsa.
Él terminó de ajustarse los gemelos y la miró. La blancura perfecta de su camisa resaltaba aún más sus ojos verdes. Estudió a Miley de arriba a abajo, haciéndola encogerse por dentro, y enarcó una ceja.
–Si pretendes pasar desapercibida, lo has conseguido –comentó burlón.
Ella tragó saliva con dificultad.
–Soy tu secretaria, no tu cita.
«Lo cual es una pena», se sorprendió pensando Nick. Aunque no con aquel vestido. Él, con un hambre que aumentaba a cada momento, deseaba ver su cuerpo envuelto en algo mucho más revelador y ajustado. Como aquella falda que había adquirido proporciones míticas en sus fantasías. Contuvo su intenso deseo, a pesar del recatado vestido, y reparó en el rubor de las mejillas de ella y el brillo de precaución en su mirada.
Ella le intrigaba cada vez más, no sólo por sus deliciosas curvas, también por la forma en que reaccionaba a él. Su rostro era como un libro abierto. Ella no le temía, eso solo ya era muy atractivo. Además, era evidente que no aprobaba muchas cosas de él y eso suponía una novedad.
Él estaba mirándola demasiado fijamente. Miley se estremeció, pero se aseguró tozuda que no estaba respondiendo a él, tan sólo a su carisma. Pero cuando él se le acercó con desenfado y la rodeó estudiándola, tuvo que esforzarse para no salir corriendo. Eso sí, se giró incapaz de soportar que él contemplara su gigantesco trasero. Malditos genes. ¿Por qué ella no había salido menuda como su madre?
– ¿Hay algún problema? –Inquirió a la defensiva–.
El vestido me sienta bien. No es demasiado ajustado, si es eso lo que te preocupa.
Nick la miró. En sus ojos había un brillo oscuro e indefinible.
–El vestido está bien. Para una anciana –señaló él–. Al menos suéltate el pelo. Parece que fueras a trabajar.
Su voz, habitualmente neutra, había adquirido un acento típicamente griego que resonó en el interior de Miley. Se le quedó la mente en blanco y elevó la mano en un instintivo gesto de protección. Su moño era parte de su armadura, soltárselo sería como quitarse el vestido y quedarse en ropa interior delante de él. Un traicionero ardor volvió a invadirla. Sacudió la cabeza lentamente.
–Suéltatelo, Miley –repitió él sosteniéndole la mirada.
Era una situación tan perturbadora que ella se encontró obedeciéndole. Con gran reticencia se quitó las horquillas y sintió su cabello desplegarse sobre sus hombros y su espalda.
Nick apretó los puños en los bolsillos de su pantalón para no abalanzarse a tocar aquel sedoso cabello. Era más oscuro de lo que él creía y deliciosamente indomable. Se imaginó a Miley tendida en un suntuoso diván, con aquellos gloriosos mechones sobre sus senos desnudos... «¡Vuelve en ti, hombre!». Con un esfuerzo supremo, recuperó el control de sí mismo.
–Así mejor. Ahora sí pareces lista para asistir a una recepción. Vamos.
Con una cortesía que sorprendió a Miley, él le quitó el bolso de mano y encabezó la salida. Ella se tropezó al seguirle por el pasillo hacia su ascensor privado. Una vez dentro, revivió el recuerdo de la otra vez que habían coincidido allí. No pudo evitar su reacción. Habían sucedido muchas cosas desde entonces. Aquel hombre destilaba sexualidad. Ella podía olerla y sentirla. De pronto, tuvo la extraña sensación de estar conteniéndose de algo muy grande... Escenas licenciosas se desarrollaban en un rincón de su imaginación y amenazaban con explotar, burlándose de ella y de su creciente pérdida de control. Apretó la mandíbula y clavó la mirada en la pantalla del ascensor, deseando con todas sus fuerzas que bajara más rápido.


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