A la mañana
siguiente, Miley caminaba de la parada del autobús al trabajo, todavía
avergonzada. Llevaba una pequeña maleta con una muda y un cambio de ropa. El
día anterior le habían comentado de Recursos Humanos que debía replantearse su
manera de vestir y tener siempre en la oficina ropa para cambiarse si surgía
una emergencia. «Como faldas demasiado ajustadas, por ejemplo», pensó ella
irritada. El hecho de que su jefe hubiera encargado a alguien que se lo dijera
le hacía encogerse de humillación, por no mencionar que eso suponía que había
reparado en que ella casi hacía explotar la falda.
Al haber
estado pendiente de que su madre se instalara en su nuevo hogar, poco tiempo
después de entrar a trabajar para él, no había tenido tiempo de proveerse de un
nuevo vestuario a pesar de haber recibido una generosa cantidad para ello.
Afortunadamente,
la tarde anterior Jonas se había marchado relativamente temprano a su cita. Se
le encogió el corazón al recordarlo: la mujer a la que ella había telefoneado
no se había inmutado de que no fuera el propio Nick quien la llamara y, por
supuesto, estaba libre esa noche. Miley sintió de nuevo un hondo desagrado y lo
arrinconó junto con sus amargos recuerdos. ¿Quién era ella para juzgar?, se
repitió.
Y de pronto,
el plomizo cielo se abrió y una lluvia torrencial la empapó.
– ¡No!
–gritó, corriendo hacia el edificio Jonas.
¡En menos de
una hora tenían una reunión importante al otro extremo de Londres!
Nick atravesó el vestíbulo maldiciendo mentalmente
el clima inglés. Entró en su ascensor privado, sin posibilidades de que algún
cuerpo lleno de curvas se apretujara contra el suyo, y apretó el botón para
subir a lo más alto del edificio, irritado a más no poder por estar pensando en
«aquello» de nuevo. ¿Acaso deseaba que volviera a suceder?, se burló de sí
mismo.
La noche
anterior había tenido una cita con una mujer hermosa y disponible y no había
sucedido nada. Y no porque ella no quisiera, ni tampoco él, lo cual había sido
una experiencia nueva. Pero no se le había activado nada de cintura para abajo
y había tenido que recurrir a toda su diplomacia para marcharse de allí.
Contrariado,
salió del ascensor, atravesó la antesala donde trabajaban las asistentes de Miley
y abrió la puerta de su despacho dispuesto a soltarle una serie de órdenes a la
mujer causante de su mala noche. Pero su puesto estaba desierto. Curiosamente,
se le encogió el estómago.
Oyó
movimiento proveniente del pequeño vestuario que usaba cuando tenía que asistir
a algún acto social después del trabajo y se aproximó sin ser realmente
consciente de lo que estaba haciendo. Oyó una maldición apagada y algo cayó al
suelo.
Sintiéndose como
un voyeur, y despreciándose por ello, se detuvo junto a la puerta levemente
entreabierta. Y cuando sus ojos captaron la escena, todo el cuerpo se le puso
en tensión.
El cabello
mojado de Miley caía en largos mechones sobre sus pálidos hombros. Estaba poniéndose
unos pantalones sobre sus sorprendentemente largas y delgadas piernas. Y sus
torneados glúteos estaban cubiertos por una deliciosa braga de seda y encaje
negros.
Meneó las
caderas para terminar de ponerse el pantalón y se giró hacia él mientras se lo
abrochaba en un lateral. Nick se inflamó por dentro: frente a él, con las dos
manos a un lado, sus abultados senos se unían y elevaban de una forma
increíblemente erótica. El sujetador apenas podía contenerlos. Quién hubiera
dicho que ella tendría un gusto tan exquisito para la ropa interior bajo aquel
exterior tan recatado... La excitación se apoderó de él.
Ella soltó
otro apagado improperio cuando un largo mechón de su cabello rebasó el hombro y
aterrizó en la curva de su voluptuoso seno. Nick elevó la vista haciendo un
gran esfuerzo y conforme ella, ruborizada, se mordía el labio inferior.
Como
hechizado por un canto de sirena, no podía moverse. Hizo descender su mirada de
nuevo hasta la delgada cintura y el vientre, metido hacia dentro al contener la
respiración para poder abrocharse el pantalón. Era como si ella mantuviera una
batalla por mantener su cuerpo a raya al tiempo que él frustraba todos sus
esfuerzos con objeto de mantener su seductora suavidad inherente. Sus caderas
se extendían desde la cintura con tanta generosidad y perfección...
Abrochado el
pantalón, ella se irguió. Seguía conteniendo el aliento, lo que hacía que sus
pechos resaltaran aún más. Se estiró para agarrar una camisa. Nick no podía
moverse ni pensar. Lo único que existía para él en aquel momento era el cuerpo
medio desnudo de ella y su cabello húmedo provocativamente pegado a su piel
como la seda.
Lo que él
había tildado de sensación explotó en poderosa lujuria.
oooooooohh my goodd no djese de subir esta nove q me encanta ami y ami mama la adora se pone a rebisar pero ella ahora esta trabajando y no dejes de subir!!!!!!!!!! esta!!!!!!!! nove mi mama la ama ya q asi se conocieron ellos mi mama esra la asistente de mi papa y el un dia la invito a sail y pues se casron y aqui estoy yo leyendo una nove parecida ala de mi mama y mi papa!!!!!!!!!
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