Él se sentó y
la observó dirigirse al teléfono. Intentó aplacar el intenso deseo que incluso
su espalda le provocaba y pensó de nuevo en el baile.
Miley había
sido una compañía sorprendentemente agradable, aportando inteligentes
comentarios y mostrando sentido del humor. Le había dejado atónito cuando, sin
esfuerzo, había comenzado a hablar un francés perfecto. Algo sombrío se instaló
en su pecho al recordar el interés masculino que ella había generado sin ni
siquiera ser consciente. Él no estaba acostumbrado a eso.
Recorrió el
cuerpo y las largas piernas de ella con la mirada y revivió el momento en el
cual se le había rajado el vestido. Se preguntó cómo sería sentir aquellas
piernas rodeando su cintura mientras él se adentraba más y más en su cálida
humedad. La excitación fue inmediata e incómoda. Se removió en su asiento y el
evidente alivio de Miley al comunicar con la empresa de taxis no le enfrió.
Miley colgó,
se giró y por fin miró a su jefe a los ojos. El escape era inminente, sólo
debía darle conversación un rato.
–El taxi
llegará en diez minutos –anunció, sentándose aliviada junto al teléfono.
Todavía
sujetaba su falda con abertura como si le fuera la vida en ello.
Nick se
inclinó hacia delante y dejó la taza de café en una mesita. Sus ojos verdes
tenían un brillo intenso.
–Vamos a
pasar mucho tiempo juntos en Atenas –dijo y contempló la habitación–. Creo que
será una buena oportunidad para que nos conozcamos un poco más.
Una especie
de frustración traicionera invadió a Miley, pero todo su interior la rechazó.
¿Cómo había podido sospechar que él la acompañaría a casa para intentar
acostarse con ella? De pronto se sintió muy frágil.
–Por
supuesto. Si quieres conocer más acerca de mi historia, podría rellenar un
cuestionario... –sugirió y vio que él enarcaba una ceja–. Un cuestionario
personal.
Por dentro se
sentía más pesada que el plomo. Se había convertido en una experta en colorear
de rosa la vida junto a su madre.
Vio que Nick
sacudía la cabeza, se ponía en pie y se aproximaba a ella hasta dejarla en una
posición muy vulnerable, con la cabeza a la altura de su entrepierna. Así que
ella también se puso en pie, tan rápido que perdió el equilibrio. Él la sujetó
por la cintura para ayudarla, pero ella lo sintió como una invasión,
especialmente por lo acomplejada que estaba con su cuerpo.
Con una mano
intentó apartarle, pero él no se movió. Con la otra, seguía sujetándose el
vestido. Le miró a los ojos y dejó de pensar con claridad. Él estaba demasiado
cerca, podía oler su aroma cítrico mezclado con algo mucho más masculino y
elemental. Sólo veía sus ojos, sólo sentía sus manos en su cintura.
Él estaba
hablando. Miley intentó concentrarse en sus palabras.
–... más bien
a algo como esto.
Y de pronto
él se inclinó y la besó, un beso cálido, firme y tan exótico que la tomó por
sorpresa.
«No vas a
sentir nada, eres una frígida», le repetía una consoladora voz en su interior.
«Tú no eres tu madre, no reaccionas a esto. No ansías a los hombres ni el sexo,
ya lo has comprobado...».
Pero, como
desconectado de su mente, un calor arrollador estaba apoderándose de ella,
originado en su parte más secreta. Un punto en el que nunca antes se había
detenido. Un punto que nunca antes había sido tocado.
Nick la
atrajo hacia sí, sus manos grandes hundiéndose en su suave carne. Y entonces Miley
advirtió lo duro que estaba y lo alto y fuerte que era. Por primera vez en su
vida, tuvo la impresión de ser algo delicado.
Él pasó una
mano por encima de sus senos, que se endurecieron excitados, y continuó hasta
hundirla en su cabello y tomarla por la nuca, apretándola más contra él. Miley
deseó que se hubiera detenido más en sus senos.
La boca de él
era insistente, pero algo en el interior de Miley la protegía de sentir
plenamente. Era un muro que había construido mucho tiempo atrás. Curiosamente,
nada más pensarlo se imaginó que el muro se derrumbaba.
Conforme la
sensación aumentaba, encendiendo una urgencia desconocida, le invadió el
pánico. Él no podía tener idea de aquella reacción cataclísmica en su interior,
pensó Miley, y sin embargo en aquel momento se separó de ella y la miró a los
ojos.
–Miley, puedo
sentir que estás conteniéndote. No dejas de temblar –dijo él guturalmente.
Y entonces
ella aterrizó en la realidad de golpe: ¡se hallaba en brazos de su jefe y él
estaba besándola! Le invadían sentimientos tan intensos que la abrumaban. Su
sentido común intentó imponerse: ella no respondía a los besos de aquella
manera... pero la realidad era que sí lo estaba haciendo.
Nick reanudó
el beso y Miley se encontró indefensa y vulnerable, presa de los deseos
contradictorios de su interior, débil ante aquel ataque de seducción a sus
sentidos. Él rozó con la lengua su boca fuertemente cerrada. Una parte de ella,
profunda y desconocida, deseaba experimentar aquello y le hizo entreabrir los
labios. Nick aprovechó la oportunidad y le obligó a aceptarle y responderle.
Cuando la
lengua de él tocó la suya, Miley sintió un aluvión de reacciones en su cuerpo.
Por primera vez sentía algo y era demasiado poderoso para resistirse a ello,
como una corriente que la arrastrara. Se apretó contra el cuerpo de él y oyó su
gruñido de aprobación. Él hundió más la lengua, explorando y animándola a
saborearle. La atrajo hacia sí por la cintura, apretando su erección contra el
suave vientre de ella, lo que no le provocó disgusto, sino deseo de
experimentar la unión: hundió sus dedos en aquel sedoso cabello y sintió su
espalda arquearse licenciosamente. Y cuando él le acarició la cintura y las
caderas, no se sintió acomplejada, sino exultante.
De pronto él
la agarró de los glúteos y la acercó aún más a su regazo. Miley contuvo el
aliento. Nick detuvo el beso y la miró. Sus cuerpos estaban íntimamente unidos.
Ambos respiraban aceleradamente. Sin dejar de mirarla a los ojos, él le hizo
soltar el vestido y, sin poder oponerse, Miley se perdió en su mirada mientras
él le acariciaba el muslo y se acercaba a su entrepierna cada vez más...
–Eres muy
hermosa. ¿Por qué te ocultas, Miley?
No fue la
atrevida mano de él, sino sus palabras lo que rompieron aquel hechizo sensual.
Ella no era hermosa. Había oído ese cumplido millones de veces, pero nunca
dirigido a ella: siempre hacia alguien que había pasado toda su vida definida
por las opiniones de los hombres. Su madre.
El impacto de
todo aquello la hizo apartarse bruscamente y volvió a sujetarse el vestido. No
podía dejar de pensar en cómo se había apretujado contra él. Se avergonzaba
tanto que le entraron náuseas. Para colmo, sentía un agudo cosquilleo entre sus
piernas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
SI TE GUSTO MI CAPI ME DEJAS UN LINDO COMENTARIO!!! GRACIAS... BESITOS♥♥ VUELVE PRONTITO!!!♥