Además, si bien deseaba que él sufriera
por follarla y luego desecharla hacía diez años, no quería matarlo.
De toda las personas con quien toparse y de todos los lugares. Nick sabía
todo lo que debía saber sobre este museo, sobre los objetos que componían la
exposición itinerante… cuánto tiempo estaría allí, donde estaba localizado… el
equipo de seguridad nocturno y qué esperar.
Sí, él había cubierto cada expectativa.
Todo excepto el descubrir a Miley aquí. Maldición.
Nick apartó la vista del cañón del arma
en las manos de Miley, sin ningún temor por su vida. Podrían haber pasado diez
años desde que la había visto y podía haber hecho la cosa más cruel que un tipo
podría hacerle a una mujer la última vez que estuvieron juntos, pero él sabía
sin ninguna duda que ella nunca tiraría de ese gatillo.
Miley no era una fría y sangrienta
asesina.
Le había roto el corazón. Él lo sabía y
ella también. Pero Miley no estaba a punto de llenarle el pecho con plomo como
revancha. Si hubiera querido hacerlo sufrir por lo que le había hecho, su papi
ricachón podría haberse encargado de él hacía unos años. Nick podría estar
pudriéndose en la cárcel en ese mismo instante por una multitud de cargos. Y para el caso, cargos reales. Él había sido un ladrón. Billy
Cyrus tenía una considerable influencia en Dallas y podría haber tirado de los
hilos necesarios para asegurarse de que Nick pagara lo que le había hecho a su
hija.
Pero aun así, la noche que Nick echó a Miley de su piso de
soltero fue la última vez que la vio hasta ese mismo instante. Había cortado
con Miley, así ella iría a la universidad de la liga Ivy, en la que la habían
aceptado y cumpliría su destino. Él creía que sería abogada o que lideraría el negocio
de su padre.
Nunca creyó toparse con ella otra vez en un callejón de Chicago.
O que Miley le apuntaría con un arma. Sólo el mirarla había hecho que sus
vaqueros se tensaran de una manera impropia, rompiendo su concentración de
forma peligrosa. Ella había sido malas noticias hacía diez años y seguía
siéndolo. Sus ojos aún eran del azul más brillante y su cabello, aunque más
corto de lo que había sido hacía años, aún brillaba como seda negra.
—Nick, date la vuelta y pon las manos sobre el asiento de la
moto —dijo Miley otra vez.
— ¿Y si no lo hago?
Ella hizo una pausa durante un segundo.
—Te dispararé.
Los labios de Nick se curvaron.
—No lo harás.
Por lo visto él se había dado cuenta que había dicho un farol. Nick
dio un paso. Los ojos de Miley se abrieron por la sorpresa, dio media vuelta y
corrió, pero Nick la alcanzó antes que ella siquiera hubiera cruzado el césped.
La capturó y rodó sobre la espalda, tomando el impacto con su cuerpo,
asegurándose que Miley aterrizara sobre él.
La reliquia salió volando sobre sus cabezas, aterrizando con
estrépito y desintegrándose en varios y diminutos pedazos.
Desde su posición encima de Nick, la cabeza del Miley se alzó
abruptamente y jadeó.
—¡Mira lo que has hecho! —Miley golpeó el pecho de Nick y se
impulsó sobre manos y rodillas para llegar a la antigüedad rota.
Nick se levantó y caminó tranquilamente hacia el contenedor que
había rodado, sin que Miley se diera cuenta, del interior de la antigüedad.
—La reliquia es una falsificación —dijo él—. Lo valioso es esto.
Él sostuvo el vial con un líquido verduzco guardado dentro de un
grueso contenedor de plexiglás. El contenido estaba bien protegido, como Nick
sabía que estaría.
Miley se sentó y lo contempló.
— ¿Qué es eso?
—Un virus.
Ella frunció el ceño.
— ¿Un virus?
—Sí. Un virus mortal. De la clase de virus
“ábrelo-respíralo-y-todo-el-mundo-muere”.
Miley arqueó una ceja.
—Claro. ¿Y también viene con pequeñitos marcianos verdes?
—Estoy siendo mortalmente serio aquí, Miley. No digo
gilipolleces.
Observó atentamente el vial por unos segundos y luego dirigió su
mirada hacia Nick.
—Es verde fluorescente.
Nick asintió.
—Sí.
— ¿Por qué?
Él se encogió de hombros.
—Coño si lo sé. Supongo que porque es tóxico.
Ella se estremeció visiblemente.
— ¿Jesús, Nick, en qué te has metido?
—No estoy metido en nada. No es lo mío.
—Sea lo que sea, eso pertenece al museo. Dámelo.
—No has escuchado. Esto no pertenece al museo. Lo sabes. No sé
quién te contrató o lo que haces aquí, pero la última cosa que deseas es este
vial.
—Ya veo que aún crees saber lo que es mejor para mí.
Estuvo a punto de contestar pero Miley saltó hacia adelante,
lanzándose contra sus piernas. Al perder el equilibrio, Nick cayó como un árbol
talado. Su espalda golpeó el suelo, expulsando todo el aire de sus pulmones. Bien,
mierda. No había esperado eso. ¿Dónde había aprendido ella esos movimientos?
Miley trepó sobre el cuerpo de Nick y agarró el vial.
Puñetas, era una gata montesa. Luchando aún, por el aliento, Nick
la derribó y la fijó contra la tierra.
Ahora esta sí que era una posición familiar. Y vaya si su polla
la recordaba bien. Su mente gritó peligro
y sal pitando de allí, pero ante todo
deseaba respuestas.
Los viejos sentimientos emergieron a la superficie cuando Miley
sintió el cuerpo de Nick contra el suyo. Joder. Podía odiarlo por lo que le
había hecho hacía diez años, pero su cuerpo claramente recordaba todas las
cosas buenas de estar con él, especialmente cómo la hacía sentir. Agitada,
caliente, mojada y necesitada. Y sentía todo eso en ese instante, así como se
sentía verdaderamente irritada porque él sacaba lo peor de ella.
—Apártate. De. Mí.
—Seguro que eres más resistente de lo que solías ser —dijo él,
su caliente aliento rozó su mejilla.
Ella inhaló profundamente, pero todo lo que consiguió fue
presionar sus senos contra la dura pared del pecho de Nick. Lo que no fue de
mucha ayuda.
ahgh quiero mas capiiss aww sis por que me dejas con la intrigaa aww quier maaz capi jejej
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