—Estarás bien —dijo, empujando sus emociones profundamente
mientras limpiaba todo y se giraba hacia él.
—Podría haberte dicho eso. —Él se puso de pie—. Pero gracias de
todos modos.
—De nada.
Nick no podía creer en la mujer frente a él. Esa que había
enfrentado una metralla de balas, saltado sobre su moto en una rápida fuga,
para luego gritarle porque le había impedido arrojarse a por su arma.
Seguro como el infierno no era la misma Miley Cyrus que había
conocido hacía tantos años. Esa muchacha había sido dulce, suave y frágil. La
mujer que estaba de pie delante suyo se veía similar, aunque obviamente más
desarrollada. Y una mierda mucho más resistente. Curvilínea también, con
vaqueros bajos que se abrazaban a sus caderas, una camiseta pegada que
acentuaba sus pechos más llenos y una cintura diminuta. Pero lo completamente
irreconocible era su actitud.
Miley lo observó, sin hablar. Carajo, Nick no sabía qué decir.
Ella se lamió los labios y él siguió el trayecto de la pequeña lengua rosada al
pasar sobre el regordete labio inferior.
La mirada de Nick fue de la boca a los ojos y el pasado se
mezcló con el presente.
Dios, en verdad ella estaba allí. Se acercó a Miley y ella
retrocedió un paso, deteniéndose cuando se encontró con la pared. Pero su
mirada nunca se apartó de la de él. Incluso en el cuarto de baño oscuro la
mirada que le dio era inequívoca. Miley estaba pensando lo mismo que él.
Diez años.
En ese instante había calor entre ellos, seguro se debía al
hecho de que les hubieran disparado hacía unos momentos.
¡Ay!, joder. No se le daba bien estudiar las cosas
detenidamente. Él colocó las manos a ambos lados de la cabeza de Miley y se
acercó más, aplastándola.
—Tu brazo —dijo ella, mirando la venda y luego a él.
—Está bien.
Sus labios aún estaban separados y él escuchó su respiración.
Jadeos pequeños y rápidos, como si Miley tuviera problemas en respirar. Pero
esta vez no lo empujaba para que la dejara ir.
—Nick —susurró. Si esto era una advertencia o una invitación él
no lo sabía.
Antes de que una negación se deslizara de los labios femeninos,
él posó su boca sobre la de ella y tomó posesión.
Nick bebió el gemido de Miley, añadiendo un suspiro de su
propia cosecha.
Mil razones de por qué no debería hacerlo atravesaron su
cerebro. Las apartó. A la mierda con todas ellas. Lo haría. Miley ya no era una
muchachita. Era una mujer adulta. Y hasta, al menos que dijera no, se aplicaría
a fondo.
Jesús, ella sabía bien. Caliente, dulce y húmeda. Nick se movió,
envolviéndole la espalda con el brazo ileso para atraerla contra su cuerpo. Le
delineó los labios con la lengua, para luego deslizarla entre sus dientes,
encontrando la de ella y rodeando la aterciopelada blandura. Y Miley no se
negaba. No por la forma en que su cuerpo se fundía con el de él.
Miley le palpó el pecho, sus manos eran suaves y calientes sobre
su piel. Nick no podía pensar racionalmente, sólo deseaba que estuviera desnuda
contra él. Le rozó el vientre, sintiendo los músculos de esa zona temblar
mientras le levantaba la camiseta y se la quitaba por la cabeza. Un pequeño y
sexy sujetador negro apenas cubría sus senos. Remontó las cumbres hasta donde
estas se hundían en el recinto de satén. Ella se estremeció.
Sus ojos, suaves y profundas piscinas azul oscuro, denotaron
sorpresa. Siempre había amado sus ojos. Le decían todo lo que Miley pensaba.
No digas una palabra, suplicó él mentalmente. No quería que nada detuviera esto.
Miley no habló, en cambio le agarró la hebilla del cinturón, la
desenganchó y luego soltó el broche de sus vaqueros. Nick respiró
entrecortadamente mientras Miley le bajaba la cremallera y deslizaba la mano
dentro, envolviendo los dedos fríos en torno de su pene caliente. Éste latió
contra la mano, alzándose, amando la sensación de su piel contra la de él. Pero
deseaba más. Mucho más. Sepultó el rostro en el cuello femenino, inhalando su
esencia, recorriéndole con la lengua la columna de su garganta.
Recordó el sabor de Miley, como una bebida intoxicante que
entraba en su corriente sanguínea, drogándolo en un frenesí salvaje de lujuria
sin explotar. Nick le rozó la piel, deslizando los dedos por sus vaqueros.
El aroma de Miley llenaba el aire que los rodeaba, era un
afrodisíaco embriagador y potente. Sabía cómo sabría ella y deseaba esa dulce
miel en su lengua. Jesús, deseaba todo eso y en ese mismo instante. Había
pasado demasiado tiempo.
—Espera. Detente. Nick, detente.
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