miércoles, 24 de agosto de 2011

"The Wild Walk" Cap 7





—Estarás bien —dijo, empujando sus emociones profundamente mientras limpiaba todo y se giraba hacia él.
—Podría haberte dicho eso. —Él se puso de pie—. Pero gracias de todos modos.
—De nada.
Nick no podía creer en la mujer frente a él. Esa que había enfrentado una metralla de balas, saltado sobre su moto en una rápida fuga, para luego gritarle porque le había impedido arrojarse a por su arma.
Seguro como el infierno no era la misma Miley Cyrus que había conocido hacía tantos años. Esa muchacha había sido dulce, suave y frágil. La mujer que estaba de pie delante suyo se veía similar, aunque obviamente más desarrollada. Y una mierda mucho más resistente. Curvilínea también, con vaqueros bajos que se abrazaban a sus caderas, una camiseta pegada que acentuaba sus pechos más llenos y una cintura diminuta. Pero lo completamente irreconocible era su actitud.
Miley lo observó, sin hablar. Carajo, Nick no sabía qué decir. Ella se lamió los labios y él siguió el trayecto de la pequeña lengua rosada al pasar sobre el regordete labio inferior.
La mirada de Nick fue de la boca a los ojos y el pasado se mezcló con el presente.
Dios, en verdad ella estaba allí. Se acercó a Miley y ella retrocedió un paso, deteniéndose cuando se encontró con la pared. Pero su mirada nunca se apartó de la de él. Incluso en el cuarto de baño oscuro la mirada que le dio era inequívoca. Miley estaba pensando lo mismo que él.
Diez años.
En ese instante había calor entre ellos, seguro se debía al hecho de que les hubieran disparado hacía unos momentos.
¡Ay!, joder. No se le daba bien estudiar las cosas detenidamente. Él colocó las manos a ambos lados de la cabeza de Miley y se acercó más, aplastándola.
—Tu brazo —dijo ella, mirando la venda y luego a él.
—Está bien.
Sus labios aún estaban separados y él escuchó su respiración. Jadeos pequeños y rápidos, como si Miley tuviera problemas en respirar. Pero esta vez no lo empujaba para que la dejara ir.
—Nick —susurró. Si esto era una advertencia o una invitación él no lo sabía.
Antes de que una negación se deslizara de los labios femeninos, él posó su boca sobre la de ella y tomó posesión.
    Nick bebió el gemido de Miley, añadiendo un suspiro de su propia cosecha.
Mil razones de por qué no debería hacerlo atravesaron su cerebro. Las apartó. A la mierda con todas ellas. Lo haría. Miley ya no era una muchachita. Era una mujer adulta. Y hasta, al menos que dijera no, se aplicaría a fondo.
Jesús, ella sabía bien. Caliente, dulce y húmeda. Nick se movió, envolviéndole la espalda con el brazo ileso para atraerla contra su cuerpo. Le delineó los labios con la lengua, para luego deslizarla entre sus dientes, encontrando la de ella y rodeando la aterciopelada blandura. Y Miley no se negaba. No por la forma en que su cuerpo se fundía con el de él.
Miley le palpó el pecho, sus manos eran suaves y calientes sobre su piel. Nick no podía pensar racionalmente, sólo deseaba que estuviera desnuda contra él. Le rozó el vientre, sintiendo los músculos de esa zona temblar mientras le levantaba la camiseta y se la quitaba por la cabeza. Un pequeño y sexy sujetador negro apenas cubría sus senos. Remontó las cumbres hasta donde estas se hundían en el recinto de satén. Ella se estremeció.
Sus ojos, suaves y profundas piscinas azul oscuro, denotaron sorpresa. Siempre había amado sus ojos. Le decían todo lo que Miley pensaba.
No digas una palabra, suplicó él mentalmente. No quería que nada detuviera esto.
Miley no habló, en cambio le agarró la hebilla del cinturón, la desenganchó y luego soltó el broche de sus vaqueros. Nick respiró entrecortadamente mientras Miley le bajaba la cremallera y deslizaba la mano dentro, envolviendo los dedos fríos en torno de su pene caliente. Éste latió contra la mano, alzándose, amando la sensación de su piel contra la de él. Pero deseaba más. Mucho más. Sepultó el rostro en el cuello femenino, inhalando su esencia, recorriéndole con la lengua la columna de su garganta.
Recordó el sabor de Miley, como una bebida intoxicante que entraba en su corriente sanguínea, drogándolo en un frenesí salvaje de lujuria sin explotar. Nick le rozó la piel, deslizando los dedos por sus vaqueros.
El aroma de Miley llenaba el aire que los rodeaba, era un afrodisíaco embriagador y potente. Sabía cómo sabría ella y deseaba esa dulce miel en su lengua. Jesús, deseaba todo eso y en ese mismo instante. Había pasado demasiado tiempo.
—Espera. Detente. Nick, detente.


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