Hubo un largo silencio y por fin él respondió:
–La he comprado para ti... para nosotros –anunció–. Quiero que sea nuestro hogar, un lugar al que podamos venir... tal vez incluso con nuestra familia...
Miley se quedó sin habla. ¿Cómo podía conocer él sus sueños más profundos?
–Nick, yo no... ¿A qué te refieres?
Él le acarició el rostro con mano temblorosa. Su mirada era tan intensa que casi dolía.
– Miley, te he traído aquí porque es el único lugar donde sé ser yo, donde puedo decir lo que necesito decir. Me he vuelto loco estas dos semanas. Al principio me dije a mí mismo que no te necesitaba, que no me había quedado devastado al descubrir que no habías aceptado el empleo con Theo. Y una noche, cuando me vi yendo hasta tu casa a las tres de la madrugada y sentándome fuera porque te echaba de menos, tuve que reconocerlo.
Tomó aire profundamente.
–Creo que me enamoré de ti cuando apareciste como un torbellino para defenderme de Zoe. Nadie me había defendido antes, nadie se había preocupado por mí.
Yo nunca lo había necesitado. Pero tú me has hecho darme cuenta de lo solo que he estado toda mi vida.
Torció el gesto.
–Yo creía que lo tenía todo resuelto. Te mantendría en la empresa si insistías en trabajar, pero esencialmente quería que fueras mi amante. Sólo cuando lo dije en alto me di cuenta del insulto que suponía, sobre todo para ti. Y entonces supe que quería mucho más que eso. Lo quería todo: una vida juntos... un matrimonio.
Soltó una amarga carcajada.
–Por supuesto, me lo negué. ¿Amor? Corté mi relación con todo eso cuando me enviaron a Inglaterra y se convirtió en mi hogar, lejos de mi familia a la fuerza. Por eso había bloqueado los recuerdos de este lugar y de mi madre, no podía creer que hubieran existido. Pero al conocerte y enamorarme de ti los reviví, me hizo recordar el amor que sentí.
Miley estaba abrumada. Aquello era justamente lo que deseaba, pero...
–Oí lo que le dijiste a Zoe justo antes de que te abofeteara, lo de que nunca te casarías con alguien como yo...
Nick la miró confuso y de pronto se le iluminó el rostro.
–Agapi mu, no me refería a ti, sino a Delta Goodrem. Zoe querría que me casara con ella para poder tenerme controlado.
Sacó una pequeña bolsa de terciopelo de un bolsillo y se la ofreció.
–Ábrela, por favor...
Ella lo hizo, con manos temblorosas. Era el maravilloso collar con la mariposa que había visto semanas antes. Se estremeció con los ojos llenos de lágrimas. Nick se lo puso y le hizo mirarle a los ojos.
– Miley Cyrus, ¿te casarás conmigo? ¿Por favor? No puedo imaginarme sin ti a mi lado.
Una intensa emoción estaba destapándose en el interior de Miley y era el dolor más glorioso que había sentido en su vida.
–Yo nunca deseé sentir tanto –confesó con voz trémula–. Creí que acabaría con alguien aburrido, que no me hiciera afrontar los deseos que tenía escondidos. Pero tú me has hecho creer que no hay nada de lo que asustarme... Te amo, Nick. Me enamoré el día que regalaste aquel carísimo collar a dos extraños en la calle. Y, cuando me trajiste aquí, supe que te amaba. Y sí, me casaré contigo.
Nick tomó el rostro de Miley entre sus manos.
–Gracias a Dios –susurró y la besó apasionadamente.
Cuando se separaron, el rostro de él reflejaba su típica arrogancia y algo inimaginable: alegría pura. Miley no pudo evitar sonreír.
Él le devolvió la mirada y, por un instante, Miley vio algo vulnerable cruzar su rostro.
–La noche en que me senté fuera de tu piso, me encontré imaginándote embarazada y teniendo un bebé... nuestro bebé. De pronto quise una familia. Y no sólo por tener herederos, sino por crear algo. Me asusté enormemente y es lo único que me ha contenido de venir a buscarte antes –confesó él con una sonrisa insegura–. Eso y la posibilidad de que me rechazaras. El asunto es que... no tengo ni idea de qué piensas sobre tener hijos...
Miley le miró sin saber cómo no le había explotado el corazón.
–Es gracioso que lo menciones...
Más o menos en el mismo lugar en que Nick le había propuesto matrimonio tres años antes, Miley miró hacia la playa privada donde su marido sujetaba a su hijo en el aire antes de zambullirlo en el brillante mar. Sonrió al oír las alegres risas y se sentó acomodándose al bebé en brazos para que pudiera alimentarse del otro seno.
–Eres muy feliz, cariño, ¿verdad?
Miley miró a su madre, sentada en una silla de ruedas a la sombra, y sonrió.
–Sí, mamá, lo soy.
Leticia tenía aquellos momentos de lucidez de vez en cuando desde que Miley y Nick la habían trasladado a su recién reformada mansión en Paros, donde un equipo de enfermeras le atendía las veinticuatro horas del día. Su Alzheimer no había mejorado, pero parecía haberse ralentizado.
Miley había insistido en que Nick mantuviera la casa de su madre igual que estaba y a veces iban allí a pasar la noche ellos dos solos disfrutando de un espacio que nadie conocía.
Justo entonces Nick salió de debajo del agua con Jerry a hombros. Sonrió a Miley con los ojos brillantes de amor.
Ella sonrió. La vida era buena.
FIN.