domingo, 25 de septiembre de 2011

"Three weeks in Athena" Cap 25




–Demostrar lo mentirosa que eres.
Y entonces la sujetó por la cintura y la atrajo hacia él. Miley, presa de una sensación de inevitabilidad, se dio de bruces contra el pecho.
–Mucho mejor –murmuró Nick sujetándole el rostro con ambas manos–. Ahora te tengo exactamente donde quiero.
Miley no pudo contener un gemido suplicante cuando él la besó. Fue como si él le hubiera inyectado algún tipo de fuerza vital en el cuerpo. Todos sus nervios se activaron, el corazón se le aceleró, la piel parecía brillarle... y entre sus piernas sintió la traicionera respuesta de su cuerpo, húmeda y caliente.
La lengua de él buscó la suya y ella sintió una explosión de fuegos artificiales. Él comenzó a mordisquear su labio inferior, exploró el hueco entre sus dientes.
–Muérdeme –susurró él con voz ronca.
Puro júbilo la inundó. Apenas advirtió que él le quitaba el abrigo y lo dejaba caer al suelo. Tímidamente, ella le mordisqueó el labio inferior, acariciando después con la lengua donde había mordido.
Él murmuró algo indescifrable y ella sintió cómo buscaba y le bajaba la cremallera en el lateral del vestido para, a continuación, dejar al descubierto uno de sus senos cubiertos de encaje. Notó su mano en uno de sus senos. Miley se mordió el labio inferior. Le invadía una ola de deseo, algo tan extraño que se mantenía inmóvil.
Él la agarró por los glúteos y, al atraerla hacia sí, ella notó su erección apretándose contra su carne. Sintió aumentar su cálida humedad e instintivamente cerró las piernas.
Él estaba acariciándole un seno, recreándose con el pulgar en el pezón erecto. La tensión fue aumentando hasta que Miley deseó gritar y, por fin, él se inclinó y comenzó a mordisquearlo y succionarlo con la boca al tiempo que la agarraba de las nalgas. Ella se arqueó, urgiéndole a que succionara con más fuerza, moviendo las caderas sinuosamente contra las de él. Buscaba un clímax que no había experimentado antes, pero sabía que existía en algún lugar.
Algo le hizo abrir los ojos y ahogó un grito de horror al verse en el espejo al otro lado de la estancia. No se había dado ni cuenta de que se habían movido de la puerta. Y la imagen le conmocionó. Era tan explícita y tan parecida a lo que ella había visto de pequeña un día que había buscado a su madre sin avisarla...
El sentido común y la realidad explotaron en su cara. Súbitamente, se apartó de Nick y comenzó a taparse de nuevo sus excitados senos. Se estremecía violentamente.
–Márchate. ¡Ahora mismo! –le dijo.
Agarró la bata del hotel que se hallaba a los pies de la cama y se la puso, atándosela fuertemente con el cinturón. Se acercó a la ventana con el cerebro a punto de reventar y el cuerpo temblando de deseo insatisfecho. Sólo podía pensar en lo enfadado que debía de estar con ella.
–Perdona, no debería haber dejado que eso sucediera. Es culpa mía. Y ahora, por favor, vete.
–No has podido evitarlo. Lo deseabas tanto como yo.
Ella negó con la cabeza y sintió ganas de llorar.
Nick se le acercó unos pasos. Ella tembló por dentro al ver su rostro como esculpido en piedra. Quería disculparse pero no lo hizo. Él tenía la corbata chafada y el cabello despeinado. ¿Ella había hecho eso?
Nick frunció el ceño como intentando comprender.
– Miley, ¿alguien te hizo daño en algún momento?
Ella negó con la cabeza.
–No, no es eso.
–Entonces, ¿qué es?
Ella tenía auténticas ganas de llorar. ¿Cómo podría adentrarse en su enmarañada historia emocional, en lo amenazada que se sentía por los sentimientos que él le despertaba?
–Es sólo que... no quiero sentirme así.
–Pues lo tienes complicado porque tú lo sientes y yo también. Se llama química y es inevitable.
–¿Y si me marcho? –inquirió ella esperanzada.
Él negó con la cabeza.
–Ya lo hemos intentado. No vas a irte a ningún sitio.
–Yo no tengo mucha experiencia... –confesó ella apesadumbrada–. No soy como las mujeres que frecuentas. No sabría cómo...
–Sí que lo sabes, cariño, sin ni siquiera intentarlo.
Ella le miró.
–No soy virgen. He mantenido relaciones antes...
«Una vez».
–Pero no sentí nada. Así que sé que no es para mí.
Él se le acercó y le hizo elevar la barbilla. Miley intentó evitar su mirada sin éxito.
–¿De verdad intentas decirme que crees que no disfrutarás del sexo?
Ella se encogió de hombros sintiéndose como una tonta.
–Por si no te has dado cuenta, Miley, eres pura sensualidad. Aunque pareces decidida a negarlo y no comprendo por qué. ¿Sabes por qué te gusta la ropa interior tan sexy?
Miley recordó los días de compras con su madre, lo mucho que había insistido en la importancia de tener una ropa interior decente. Otras adolescentes no habían tenido el privilegio de ir de compras con Leticia.
–Me desarrollé demasiado pronto –respondió, agradeciendo que la tenue luz disimulara su rubor–. Soy demasiado... grande. Para conseguir la talla necesaria hay que pagar más...
– Miley, hay una legión de mujeres más grandes que tú que no saben elegir su ropa interior. ¿No puedes admitir que te gusta sentirla sobre tu piel, verte con ella...?
Ella le apartó la mano y dio un paso atrás.
–No –aseguró, pero aquellas palabras le habían impactado.
¿Tan sensual era ella que, por instinto buscaba aquella ropa interior? ¿Sería como su madre, a pesar de todo? En lo demás sus genes estaban dejándose notar.
–Mira... tengo mis razones para no desear esto. Tan sólo quiero que lo respetes.
Nick mantuvo la batalla más intensa de su vida al verla cabizbaja y con la bata fuertemente abrochada. El cuerpo le dolía de tanta excitación y no podía creerse que ella estuviera negándole aquello. Se aproximó a ella de nuevo y la vio tensarse aún más. Entonces algo en su interior se derritió. Deseaba a aquella mujer con una pasión desconocida para él, pero no quería forzarla. Sintió que le invadía una incómoda preocupación por ella. La tomó de la barbilla y elevó su rostro, pero ella evitó su mirada. Al notar cómo apretaba la mandíbula, a él se le encogió el estómago.



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