martes, 20 de septiembre de 2011

"Three weeks in Athena" Cap 23




Enmudeció al ver el brillo en su mirada. Estaban sentados uno al lado del otro en una mesa, con papeles desperdigados por todas partes. Durante toda la semana, desde la noche de su llegada y el momento perturbador en el coche, ella había estado rígida de tensión, concentrándose en el trabajo para intentar evitar enfrentarse a... eso.
Pero ese deseo los envolvía en aquel momento. Ella había tenido cuidado para que no le sorprendiera desprevenida, pero acababa de fallar. Y, en el fondo, sabía que había tenido mucho que ver con la contención del propio Nick, quien se había mostrado frío y solícito toda la semana, sin rastro de lo que había hecho el primer día. Ella, desconcertada, había desconfiado al principio, pero luego ya no. Y en aquel momento se dio cuenta de que había estado allí todo el tiempo. Ella lo sabía y él también y, para su vergüenza, se excitó poderosamente.
Intentó ignorar el ardor.
–Disculpa, ¿qué has dicho?
Nick la miró y ahogó un gemido. Los ojos de ella eran grises como un mar embravecido, con pestañas tan largas que podía imaginárselas acariciándole las mejillas. Aún no sabía cómo había logrado no tocarla en toda la semana. Había supuesto un esfuerzo sobrehumano, pero quería demostrarse a sí mismo que ella no le controlaba. Pero en parte había fracasado porque no había logrado concentrarse en los negocios.
Tampoco ayudaba que, a causa del vestuario que él le había proporcionado, y que era perfectamente respetable, ella sin darse cuenta estuviera mostrando gradualmente más de su delicioso cuerpo. Iba escogiendo las prendas menos reveladoras, pero eso hacía que él quisiera quitárselas como quien deshace un delicioso paquete.
En la reunión de la mañana, cuando había visto la mirada de su hermanastro clavada en el escote de Miley, le habría golpeado. Tener deseos de violencia a causa de una mujer era una experiencia nueva y lo achacaba a la frustración sexual.
Carraspeó y elevó la vista, prometiéndose a sí mismo que la tendría en su cama en las próximas veinticuatro horas. No podría soportar mucho más así.
–El baile benéfico esta noche. Todo el mundo estará allí, incluido Miller. Cuando nos encontremos con cualquiera de su gente, haremos como si fuera la primera vez que nos vemos.
La seguridad que tanto Nick como Miller exigían era impresionante. De nuevo, la envergadura de lo que estaban preparando impactó a Miley.
–¿Por qué es tan importante que nadie lo sepa? –se le escapó.
Nick frunció los labios.
–Porque la fusión de nuestras dos empresas va a molestar a muchos. Supone una fuerte ofensiva para nuestra competencia. Las únicas empresas que sobrevivirán serán las suficientemente grandes como para soportar la presión, como Jogia Shipping, por ejemplo.
Miley asintió, había oído hablar de Avan Jogia.
–¿Y tu familia?
–Mi madrastra y mi hermanastro se opondrían completamente –respondió con impaciencia–. Zoe lo vería como la desaparición del nombre de mi padre y una amenaza para su seguridad. Y si mi hermano tuviera la más mínima sospecha de la fusión, haría todo lo posible por entorpecerla sólo para fastidiarme. Por eso tenemos que estar alerta. Ellos también estarán en el baile esta noche. Aunque yo no me preocuparía demasiado por Liam, sin duda estará más pendiente de conseguir las mejores drogas y mujeres.
Miley disimuló su conmoción ante aquella evidente falta de amor. Ya no tenía ganas de conocer la historia familiar de Nick. En absoluto.
Aquella noche, durante la suntuosa cena, Miley fue colocada lejos de Nicholas, lo cual le permitió relajarse un poco a pesar de que notaba el peso de la mirada de él cada cierto tiempo. Ella estaba junto a Victoria Jogia, la esposa de Avan Jogia, una mujer encantadora y campechana que le contó graciosos chismes de la sociedad ateniense. Cuando su impresionante esposo acudió para llevársela parecían tan enamorados y él la protegía tanto, que una parte secreta de Miley ansió algo parecido. Eso le sorprendió, ella nunca había envidiado a las parejas felices.
Buscó a Nick con la mirada sin saber por qué se sentía compelida a hacerlo cuando él prefería dejarla a su aire. Le localizó al otro lado de la sala, hablando con una mujer rubia muy guapa. Le vio sonreír y se quedó conmocionada: a ella nunca le sonreía así. «Sí que lo hizo una vez: la noche de tu apartamento», le recordó una vocecita interior.
Inmediatamente sintió que palidecía. Un extraño sentimiento la agitó. Para negar su reacción, que seguramente eran celos, se encaminó ciegamente al aseo. Allí, tras unos momentos para recuperarse, se lavó la cara con agua fría. Al erguirse, se le pusieron los pelos de punta al ver a Zoe Jonas, la madrastra de Nick, pintándose los labios de rojo sangre a su lado.
–Mily, ¿verdad? –inquirió la mujer mirándola.
Miley sacudió la cabeza.
– Miley
La mujer esbozó una sonrisa falsa.
–Mis disculpas. Nick parece tener una nueva secretaria cada vez que viene a casa.
Miley se lavó las manos apresuradamente.
–No se preocupe.
–Te acuestas con él, ¿verdad? He visto tu mirada ahí fuera, cuando le has visto con otra mujer.
Miley intentó que no se le notara la conmoción. Aquella mujer acababa de apuñalar su tierno corazón.
–Disculpe, pero no creo que sea asunto suyo.
–Tienes razón –dijo la mujer secamente–. De todas formas, voy a hacerte un favor. Nick tal vez se acueste con una mujer como tú, pero nunca se casará con alguien como tú. Seguramente por eso ha vuelto a su hogar: pronto empezará a buscar una esposa apropiada. Un hombre como él querrá tener un heredero. Haría cualquier cosa para impedir que su hermano obtenga lo que le pertenece por derecho.
Y tras decir eso, la alta mujer desapareció de nuevo entre el bullicio con una última mirada glacial.
Miley se miró en el espejo, se dio cuenta de que estaba conteniendo el aliento y espiró largamente. ¿A qué se debía aquello? ¿Y qué había querido decir Zoe acerca del hermano de Nick? ¿Estaba Nick buscando esposa en Atenas además de realizar la fusión? ¿Era ella tan transparente?
Se obligó a erguirse y se observó con ojo crítico. Había escogido uno de los vestidos menos reveladores y aun así le parecía demasiado: era de un sólo hombro, de seda y mostraba una superficie más que considerable de su pálida piel, de la cual era muy consciente en mitad de aquella gente mucho más delgada y morena.
Su color gris oscuro destacaba demasiado sus ojos, y su rubor no se debía al maquillaje sino a la vergüenza de que todo el mundo en la sala debía de haberla visto babeando por su jefe. Pues ahí terminaba eso. Durante las siguientes dos semanas sólo habría trabajo. Mantendría la distancia con Nick. De pronto le invadió una duda: ¿y si él ya había comenzado algo con la rubia? ¿Tal vez se había cansado de perseguir a su demasiado bien dotada secretaria?
Ahogando un grito de frustración y sintiéndose vulnerable, salió del tocador con la firme intención de regresar al hotel. Fue al ropero a por su abrigo. Dejaría una nota de despedida para...
–¿Dónde has estado? 


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