Se quedaron a solas un momento en la mansión Miller, a las afueras de Atenas, cuando Miley sintió que Nick se giraba hacia ella. Cerró los ojos y rogó: «Por favor, no me mires... no digas nada». Pero ¿desde cuándo sus plegarias habían sido escuchadas? Abrió los ojos y apretó los dientes.
Nick miró a Miley y se sintió perdido. No podía creerse lo que había sucedido en el asiento trasero del coche. La lujuria nunca le había consumido hasta aquel punto. ¡Había estado a punto de poseerla allí mismo! Agarró su copa con fuerza.
Ella no le había mirado desde que habían salido del coche. No podía culparla. ¿Acaso no le había prometido que no sería un jefe lascivo? Sin embargo, a los pocos instantes de encontrarse con ella entre cuatro paredes... Y, ella había respondido, maldición. Mejor que su fantasía más caliente: había sido ardiente, dispuesta, apasionada, húmeda... por él. El cuerpo se le tensó de nuevo. Ella le había mostrado la mujer que escondía tras aquella apariencia recatada.
– ¿Miley?
Vio que apretaba la mandíbula y advirtió también una leve marca rosa en su cuello. Sintió conmoción y asco de sí mismo. ¿Le había hecho una marca?
La sujetó del brazo e intentó ignorar el suave tacto de la piel de ella y sus ganas de acariciarla.
– Miley, mírame.
Con gran reticencia, ella se giró aplacando su reacción. Incluso esbozó una sonrisa forzada.
Nick parecía enfadado. Le vio suspirar y pasarse la mano por el cabello, despeinándoselo de una manera tan sexy que a Miley le temblaron las rodillas.
–No tenía intención de besarte así, lo siento. No debería haber sucedido...
–Cierto, no debería.
Él entrecerró los ojos peligrosamente. Se puso de frente a ella, tapando el resto de la sala.
–Iba a decir que no debería haber sucedido así –puntualizó él.
–No debería haber sucedido en absoluto.
Nick enarcó una ceja. Miley detestaba esa ceja.
– ¿Vas a intentar convencerme de que no te ha gustado? ¿O de que estaba acosándote de nuevo? ¿Y cómo me has llamado, «Nick»?
–No sigas –le rogó Miley ruborizándose al recordar el apasionado apelativo y lo fácil que había brotado de sus labios–. Por supuesto que no voy a decirlo. Pero no debería haber sucedido y no volverá a suceder.
Nick se le acercó y ella se dio cuenta de que no podía recular porque tenía una planta detrás. El calor y el aroma del cuerpo de él la envolvieron, transportándola al recuerdo de lo sucedido y haciéndole desearlo de nuevo. Se odió.
–Volverá a suceder, Miley, sólo que no en el asiento trasero de un coche –aseguró él–. Sino en algún lugar mucho más cómodo, donde no nos limiten la ropa ni el espacio.
Justo entonces alguien se les acercó. Nick se giró para conversar con él, asombrando a Miley con su habilidad para transformarse de un viril y exigente hombre a un urbano magnate de los negocios. Durante el resto de la velada, mientras lo acompañaba por la sala conociendo a la gente perteneciente a la parte Miller de la fusión, casi creyó que lo había imaginado todo.
Mientras se encontraran en Atenas, ella era la asistente ejecutiva de Nick. Había conocido a Martha, la asistente personal de Nick en Atenas, una agradable mujer de mediana edad con quien ya había hablado por teléfono antes. Se habían reunido con ella en el hotel antes. Iba a ocuparse de los asuntos diarios de la oficina. Martha no sabía lo de la fusión. De hecho, nadie de la familia de Nick parecía saberlo, lo cual había sorprendido a Miley.
El señor Miller se les acercó, sacándola de sus pensamientos. Nick y él habían mantenido una reunión privada nada más llegar. El hombre, anciano y tan encorvado que caminaba con un bastón, miró a Miley con un guiño. Ya les habían presentado antes.
– ¿Crees que podemos confiar en ella, Nick? –le preguntó a Nick.
–Absolutamente. Lleva en mi empresa más de dos años –respondió él con autoridad.
Mientras continuaban conversando, Miley decidió que Miller le caía bien. El guiño de sus ojos le resultaba amigable. En un punto, el hombre aconsejó a Nick que se diera una vuelta para que él pudiera «sacar a aquella hermosa joven a conocer el patio».
Tras recibir una mirada de su jefe que no comprendió, Miley le ofreció su brazo a Miller y salieron. Hacía una noche clara llena de estrellas. Aliviada de separarse un poco de la perturbadora órbita de Nick, Miley inspiró hondo.
–Esto es muy bello. Tiene una casa preciosa, Señor Miller.
–Por favor, llámame Paul.
–De acuerdo, Paul –dijo ella con una sonrisa.
Él la miró con ojos sagaces.
–Nick debe de confiar mucho en ti. Esta fusión es muy importante. Ni siquiera su propia familia está enterada de ella.
A Miley se le encogió el corazón. No estaba allí tanto por la confianza como por el deseo, pero eso no podía decirlo. Frunció ligeramente el ceño.
–Soy consciente de ello.
No quería decir más. Desconocía las razones de Nick para no compartir aquella fusión con su familia y sabía que la única razón de que se hallaran en Atenas era porque Miller así lo había requerido.
–Es un hombre con un objetivo muy claro. Me recuerda a mí cuando tenía su edad –dijo él con una sonrisa triste–. Me recuerda a mi propio hijo. Se encuentra en el exilio. Movido por el éxito, cueste lo que cueste. ¿Y para qué?
Miley estaba desconcertada. Miller soltó una risita.
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Hola chicas aqui empieza una maratón de todas mis noves espero les guste mucho... oshitaa también te extraño mucho sorry por no conectarme en estos días estoy un poco ocupada y extraño hablar con todas, espero que estén muy bien todas y en cuanto puedo me conecto a conversar... un beso grande para todas...
<3 Prii <3
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