A Miley se le aceleró la respiración cuando su mirada se posó en aquellas estrechas caderas y bajó un poco más hasta su regazo. Se le encendieron las mejillas ante su propia reacción a aquella sutil provocación.
Un sonido le hizo elevar la mirada y, de pronto, aquel dios dormido estaba despierto, con sus hermosos ojos verdes brillando al verla a los pies de su cama. Entonces ella fue consciente de la situación y, sujetándose la bata bien cerrada, descubrió que no podía moverse.
–Creo que no es... Tal vez debería...
–Ven aquí –ordenó él implacable.
A Miley le temblaban las piernas. Había llegado demasiado lejos como para echarse atrás, así que rodeó la cama hasta colocarse a medio metro de él, sin poder apartar sus ojos de los de él ni un momento.
–Acércate más –dijo él con un gesto de la mano.
Miley estaba a punto de salir corriendo cuando le vio un hilo de sudor en la sien y el pulso acelerado en su cuello. Después de todo, era humano.
A pesar de ello era como si la antigua y prudente Miley estuviera llamándola desde la otra habitación, queriendo cerrar las puertas entre aquel hombre y el deseo de su interior. Incluso se giró midiendo la distancia hasta la puerta.
Inmediatamente, sintió un ardiente anillo rodeando su muñeca y, al bajar la vista, vio la bronceada mano de él sujetándola. Le miró y tragó saliva.
– Miley, ¿estás segura de que quieres hacer esto? Porque si te quedas, no habrá vuelta atrás.
En aquel instante, ella cerró mentalmente las puertas a su espalda. No quería regresar a lo anterior. Quería ir hacia delante y liberarse del indeseado equipaje que había llevado.
Negó con la cabeza y sintió el cabello acariciándole los hombros.
–No me voy.
Él la atrajo hacia sí y la besó en la muñeca, con los labios y la lengua. Ella ahogó un grito y sintió como si él acabara de marcarla.
Entonces él la soltó y se incorporó sobre un codo.
–Quítate la ropa.
Sólo con oírle, Miley sintió una ardiente explosión en su pelvis. Estaba más allá de sorprenderse. Sin dejar de mirarle a los ojos, se desató la bata y la dejó caer al suelo. Todavía llevaba el vestido y los zapatos. Se descalzó y se agachó para dejarlos bajo una silla. Luego se irguió y volvió a mirar a Nick.
Él no se había movido, pero el deseo encendía sus ojos verdes casi negros.
Con manos temblorosas, Miley se bajó la cremallera y comenzó a desprenderse lentamente del vestido, primero por el hombro y luego por los senos confinados por un sujetador de encaje sin tirantes. Sus complejos parecían haberse esfumado. Le parecía como si ella fuera otra persona.
Al llegar a las caderas, las meneó suavemente para poder seguir quitándose el vestido. Las ráfagas de calor que le llegaban de Nick conforme contemplaba la bajada del vestido casi la derritieron. La seda se amontonó a sus pies y ella la hizo a un lado con una gracia innata y desconocida hasta entonces.
Se acercó a una silla de brocado junto a la cama. Apoyó un pie en ella y comenzó a bajarse la media. Advirtió lo erótico de su postura porque Nick se quedó inmóvil, comiéndosela con los ojos. Por primera vez en su vida, glorificó su innata feminidad.
Lo único que contenía a Nick de abalanzarse sobre ella y penetrarla era saber que, con sólo rozar su piel, perdería el control. Al verla a los pies de la cama, como un sueño, su sensación de deseo puro unida a una lejana alegría le habían hecho actuar más bruscamente de lo que hubiera deseado. En aquel momento, estaba fuertemente agarrado a las sábanas con ambas manos. Le costaba respirar. Se sentía a punto de perder el control como con ninguna otra mujer y eso le incomodaba.
Una cortina de cabello negro le tapó la vista de aquellos gloriosos senos que amenazaban con desparramarse del sujetador que no lograba contenerlos. Instintivamente, se inclinó hacia delante y apartó el mechón por detrás de un blanco hombro. Ella le miró mientras se mordía el labio inferior, provocándole una ola de excitación y poniendo a prueba su control.
Miley bajó la pierna y repitió el ejercicio con la otra. Para cuando terminó, Nick podía sentir el sudor corriéndole por la espalda del esfuerzo que estaba necesitando para no moverse.
Miley advirtió el evidente bulto bajo la sábana y se quedó sin aliento.
–El sujetador –dijo él con voz ronca–. Quítatelo también.
Miley se lo desabrochó y lo sujetó unos instantes. Aquél era el momento. Y entonces, con un movimiento casi desafiante, se lo quitó y lo tiró, liberando sus prominentes senos. Se quedó frente a él sólo con sus bragas de seda y encaje. En la parte del cerebro que aún le funcionaba, no sabía cómo podía estar haciendo aquello; era un momento crucial. Pero el latido de su sangre había acabado con todo salvo con la necesidad de estar allí en aquel preciso momento, con él.
El brillo en los ojos de él al mirarla envió un cosquilleo por todo su cuerpo, especialmente en sus senos. No tuvo tiempo de sentir ningún complejo: Nick la agarró de las manos y la atrajo hacia la cama. La sábana se movió. Miley atisbó sus estrechas caderas y sus rizos negros justo encima de...
Con un suave movimiento que la sorprendió, él la recostó en la cama boca arriba y, grande y moreno, se colocó sobre ella. Miley sentía el corazón tan desbocado que creía que iba a desmayarse. Y entonces él la besó y el mareo fue reemplazado por un poderoso ardor. Él le soltó las manos y ella instintivamente le abrazó por el cuello y se arqueó voluptuosamente hacia él, apretando sus senos contra el torso desnudo de él.
Nunca habría imaginado que sentiría aquello, aquella certeza de que todo estaba bien. Parecían hechos a medida. En cuanto ella deseó que él la tocara en algún lado, él lo hizo; en cuanto ella deseó que profundizara el beso, él lo hizo, succionando su lengua, mordisqueándole los labios, besándola apasionadamente en la mandíbula y el cuello, hasta alcanzar sus senos.
Él tomó uno en una mano y después el otro, acariciando su suave firmeza. Miley respiró entrecortadamente. Ver sus senos en manos de él le resultó tan erótico que no pudo soportarlo. Cerró los ojos y gritó cuando él acercó su boca a uno de los pezones y succionó fuerte, jugueteó con su lengua y lo mordisqueó antes de succionarlo de nuevo. Continuó saboreando uno y otro pezón hasta que ella creyó que iban a explotarle de placer.
–Por favor... –rogó con voz rota.
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Bueno espero les guste este capi también ahora si besos me voy a dormir!!!
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