—Infiernos, no. Por lo general toma una siesta.
—Así que es por mí.
—Sí, nena, lo siento. Es por ti.
Ella suspiró y siguió leyendo, intentando ignorar al hombre que
trataba de hacer un agujero en el suelo de madera frente a ella. Excepto que el
chirrido de sus botas hacía que ignorarlo fuera imposible.
Tac, tac, tac, tac.
Emitió un suspiro indignado y dejó caer el libro en su regazo.
—Nick, estoy armada —dijo ella, fulminándolo con la mirada con
la esperanza de que entendiera su completa frustración. Había alcanzado el
límite de su paciencia—. Si no dejas ese maldito caminar llevaré a cabo una
práctica de tiro al blanco con tus pies.
Y no sólo era ella, porque los demás en el área de reunión
también contemplaban a Nick y no de una manera agradable.
—Bien —ladró él en respuesta, dejándose caer en la silla más
cercana.
—Gracias.
Sólo quería tranquilidad. Unos minutos de silencio para
relajarse y poner sus ideas en orden. Sabía que las siguientes horas serían
intensas y no quería ponerse nerviosa en ese momento. La calma era esencial
porque si se dejaba dominar por los nervios cuando todo pasara, podrían
perderlo todo, incluso la oportunidad de abatir a Richardson y Productos
Farmacéuticos Delor.
Por suerte, Nick se calmó, ella se sumergió en su libro y sintió
que la tensión se desvanecía. Al menos hasta que Grange entró.
—¿Todos listos?
Fin de la relajación.
Se puso de pie y asintió cuando Grange se acercó a Nick y a
ella.
—No te preocupes por nada. Todos estaremos pendientes de ti.
—No estoy preocupada. —Al menos
no mucho.
Subió a un vehículo que habían equipado con un dispositivo de
rastreo, por si acaso. Los chicos siguiéndola en coches la monitorearían con el
GPS. Cada contingencia había sido planeada por “por si acaso”.
Ella condujo lentamente y los demás la siguieron, unos en motos,
otros en coches. Algunos conducían un par de muscle cars, uno un alucinante
Lexus y el otro un abollado Impala. Los demás se mezclarían de una u otra
forma, pero las motos no serían aparcadas donde Richardson pudiera ubicarlas.
Ya que Nick y ella habían dejando el museo en una, él no quería darle alguna
razón para pensar que esto era una trampa si Belanfield andaba por allí.
Deseaban que Richardson creyera que Miley hacía esto sola.
Cuando Miley llegó al restaurante, sabía que los demás estaban
en sus posiciones. Había tomado calles principales en vez de la carretera,
había dado múltiples vueltas y desandado su camino un par de veces.
El restaurante era uno de esos sitios pertenecientes a las
grandes cadenas, muy populares. El menú ofrecía una variedad de platos y el
lugar siempre estaba lleno.
Entró en el aparcamiento del restaurante, siendo lo bastante
afortunada para encontrar un lugar justo enfrente ya que un coche salía cuando
ella llegaba. Un vistazo rápido a su reloj le dijo que tenía aproximadamente
diez minutos de más antes de que llegara la hora designada para reunirse con
Richardson. El virus falso estaba guardado con esmero en un bolso que no le
haría llamar la atención cuando estuviera al descubierto. El restaurante estaba
bien iluminado, así que no preveía ningún problema.
Esos diez minutos fueron los más largos de su vida. Se quedó en
el coche, observando los alrededores, en sus espejos laterales y retrovisor, a
cada minuto que pasaba sentía más y más nudos en el estómago. Respiró
profundamente, convenciéndose a sí misma de que este plan iba a marchar bien,
sin ningún sobresalto.
Finalmente, llegó la hora. Se colocó el bolso sobre el hombro y
salió del coche, oteando el aparcamiento y la intersección. Incluso ella no podía
localizar a los otros Moteros Salvajes.
Los tíos realmente eran buenos en ocultarse a plena vista.
Había un banco desocupado enfrente. Ya que eran las ocho de la
noche y muy cerca de la hora de la cena, el local estaba abarrotado.
La gente entraba, unos cuantos holgazaneaban en el exterior, sin
duda esperando que les dieran mesa. Justo como ellos habían querido así no
estaría sola cuando se encontrara con Richardson. Miley se sentó en el banco y
asumió una postura ocasional, intentando verse como si estuviera esperando a
alguien.
Una sedan negro entró en el aparcamiento, sus ventanas
polarizadas eran tan oscuras que no pudo ver nada por ellas salvo por el
parabrisas delantero. El conductor usaba un sombrero negro que le protegía el
rostro, así que no pudo reconocerlo. Miley se tensó mientras el coche pasó
frente al restaurante, para luego reducir su marcha hasta detenerse. La puerta
trasera se abrió y un hombre salió, el corte de sus ropas gritaba dinero. Su
porte exudaba mando, desde sus acerados ojos grises hasta su blanco cabello
alisado hacia atrás y la expresión de sus rasgos patricios de que no
aguantaba-ni-una-pizca-de-mierda. La reconoció y ella se puso de pie,
dirigiéndose hacia su coche.
Ese debía ser Richardson, aunque nunca hubiera conocido al
hombre. Él había tratado con su jefe en persona y con ella sólo había hablado
por teléfono.
—¿Señorita Cyrus?
—Señor Richardson.
—No podemos hacerlo aquí —dijo él—. Está demasiado lleno.
Ella dejó que sus labios se curvaran en una sonrisa.
—Esa es la idea, ¿verdad?
—Es totalmente inaceptable. Incluso la policía ronda esta área
para mantenerla segura.
Miley se encogió de hombros.
—No es mi problema.
Él arqueó una ceja.
—¿Es eso lo que quiere? ¿Qué nos atrape la policía?
Ella resopló y se apoyó contra su reluciente sedan, ganándose un
ceño fruncido.
—Mierda, no. Entonces no conseguiría mi dinero.
—Si le doy una maleta llena del dinero y por su parte me entrega
el virus aquí afuera frente a este restaurante, se verá como si se llevara a
cabo una transacción de drogas. Sin contar, que hay cámaras de vigilancia.
—¿Qué?
Él señaló con la cabeza hacia el frente del restaurante y el
área de aparcamiento.
—En verdad es usted discreta cuando se les queda mirando
boquiabierta —añadió él.
Miley se dio la vuelta tan discretamente como pudo, pero muy
segura de que él tenía razón. Las cámaras estaban puestas en las esquinas del
restaurante enfocando hacia el área del aparcamiento y en los extremos del
mismo, dirigidas hacia el frente del restaurante.
—Sonría —dijo Richardson—. Está en Cámara Indiscreta.
Mierda.
—No sabía nada sobre las cámaras —esa parte era cierta. No les
había prestado la más leve atención. ¿Grange sabría de estas cuando
seleccionaron el restaurante? Lamentó que no haber estado en contacto con él.
Con los micrófonos escondidos en su bolso, sabía que ellos la oían, pero no
podía comunicarse con los otros Moteros Salvajes.
Maldición. ¿Y ahora qué?
—Entre en el coche conmigo. Daremos un pequeño paseo.
Su corazón palpitó con tanta fuerza que la sangre zumbó en sus
oídos haciendo que apenas pudiera oír sus propios pensamientos. Pero se mantuvo
fría y cruzó los brazos.
—Le dijo la araña a la mosca. ¿Cuán estúpida cree que soy?
—Señorita Cyrus, como ya he dicho, hay cámaras de vigilancia
aquí. Si desaparece o muere, mi cara está ahora en esas cámaras como la última
persona que la ha visto. Eso inmediatamente haría de mí el principal
sospechoso. Así que para usar sus propias palabras… ¿cuán estúpido cree que
soy?
Bien, él tenía un punto. No le gustaba, pero lo más importarte
era devolverle el virus y ver hacía donde lo llevaba. Si entraba en su coche
los chicos la seguirían. ¿Richardson sería tan estúpido como para atacarla?
Tenía unos cuantos segundos para tomar esta decisión y no quería
perderlo. No cuando estaban tan cerca de cerrar este caso definitivamente.
—Quiero mi dinero —intentó verse ambiciosa y desesperada.
—Entonces vamos. Sólo tardará un momento y luego puede seguir su
camino. Simplemente no quiero hacer esto tan en público.
—Tengo una mejor idea. —La idea la golpeó—. Lo seguiré en mi
coche. Es ese mustang azul justo allí. —Mucho más seguro.
Lo señaló echando la cabeza hacia atrás, él la siguió con los
ojos y luego enfocó la mirada de nuevo en ella.
—La precaución ante todo, ¿verdad?
—Es lo que me ha mantenido viva tanto tiempo, señor Richardson.
No, es que crea tiene un plan desagradable o algo así pero no me sentiré cómoda
en su coche mientras nos dirigimos a algún lugar desconocido. ¿Puede culparme
por eso?
Ahora era su turno para considerar. Ella esperó.
—Muy bien —dijo él—. Sólo recorreremos unos pocos y cortos
bloques. A un lugar menos… concurrido y sin cámaras que nos impliquen.
Miley asintió.
—Me parece bien. Lo seguiré.
Se alejó del coche y regresó al suyo, esperando por todos los
medios que los chicos se imaginaran como seguirlos sin ser detectados ya que
ella no tenía ningún móvil. Confió en que supieran hacer su trabajo.
El coche de Richardson arrancó y ella lo siguió, salió del
aparcamiento y entró a la intersección principal. Observó por el retrovisor,
pero no reconoció a ninguno de los coches o motos de los Moteros Salvajes.
Sin embargo, estaban en algún sitio allí afuera. Lo sabía.
—Chicos espero que hayan oído todo —dijo en el micrófono
diminuto escondido en el coche. Si se fiaba de su palabra, ellos no
andarían lejos. Había un centro comercial cerca y se dirigieron hacía allí.
Ella llegó junto con él. El centro comercial no tenía mucha concurrencia,
muchas tiendas estaban cerradas, pero al menos no la había llevado a un callejón.
Había muchos sitios para que los chicos mantuvieran su vigilancia y entraran si
ella necesitaba ayuda.
De todos modos, el lugar de reunión había cambiado. Podría estar
por su cuenta. Desde su punto de vista tenía dos opciones aquí, alejarse y
perder la oportunidad de seguir a Richardson después que tuviera el virus en la
mano o arriesgarse a que él sospechara que pasaba algo y que simplemente se
negara a hacer el intercambio. Estaba actuando por puro instinto y este le
decía que Richardson sólo deseaba el virus.
Miley salió de su coche y Richardson abrió la puerta trasera,
haciéndole señas para que se acercase. Una brisa se levantó y azotó su cabello.
Recorrió con la mirada el lugar sin ver otra vez a los chicos. No obstante,
sabía que estaban en algún lugar cerca.
Debían estarlo.
Se dirigió hacia la puerta del coche.
—Necesito que mi hombre la registre, para asegurarnos que no
lleva micrófonos.
Ella lo esperaba. Por eso el coche y su bolso eran los que
llevaban los micrófonos, no ella.
—Bien.
El conductor la registró y asintió hacia Richardson.
—¿Dónde está? —Preguntó Richardson.
Ella se apoyó contra un lado del coche.
—En este bolso.
—Entre en el coche, por favor.
El conductor sostuvo la puerta abierta para ella. Miley guardó
su distancia.
—Dígale que se siente en el asiento para pasajeros delantero y
lo haré. Quiero que mi puerta permanezca abierta.
Richardson le dirigió una mirada de total exasperación, como si
ella le molestara. Y mucho. Pero él asintió a su conductor.
—Hazlo.
El conductor se movió y se deslizó en el asiento de pasajeros
delantero y Richardson se movió para hacerle sitio a Miley. Sólo entonces Miley
tomó el asiento desocupado por Richardson, pero dejó la puerta abierta.
—¿Tiene el dinero? —Quería asegurarse que creyera que el dinero
era su principal motivación.
—Aquí mismo. —Acarició un desgastado maletín junto a él.
—Déjeme verlo.
Richardson llevó el maletín sobre su regazo, tiró de los
pestillos y levantó la tapa. Miley hizo un cálculo rápido por las cantidades
que vio en la cima, aunque el dinero no fuera relevante.
Ella se aseguró de parecer apropiadamente asombrada y
hambrienta.
—Considerando la gran riqueza de su padre, estoy sorprendido de
que el dinero sea tan importante para usted —dijo Richardson.
Miley arqueó una ceja.
—¿Cómo lo supo?
Él cerró el maletín con una sonrisa satisfecha.
—Forma parte de mi negocio saber con quién hago tratos, señorita
Cyrus. Lo sé todo sobre usted, desde a que escuela y universidad fue, hasta su
hoja de servicio con el Departamento de Policías de Dallas y su posición con la
firma de investigación privada en Chicago.
Ese tipo estaba bien informado.
—Así que conteste a mi pregunta. Su padre es un hombre muy rico.
Estoy seguro que podría tener todo lo que quisiera. ¿Por qué hace esto?
Ella se encogió de hombros y se recostó contra el asiento,
estirando las piernas.
—Mi padre no se sintió feliz con la carrera que elegí. Deseaba
que entrara en el negocio de él. Tenemos algunos… desacuerdos desde que entré
en la academia de policía.
Richardson asintió.
—Le cortó los fondos.
—Sí. Hace varios años.
—No le gustó eso.
Ella resopló.
—Lo odié. En un principio pude haber querido tomar las riendas
de mi carrera, pero comencé a perder las cosas más finas, el estilo de vida al
cual me había acostumbrado.
Los labios de él se curvaron en una débil indirecta de una
sonrisa.
—Puedo apreciar a una mujer que disfruta de los lujos.
—Ese dinero asegurará que pueda vivir otra vez la clase de vida
a la que estoy acostumbrada. Y nadie sabrá jamás como lo conseguí ya que estoy
emparentada con un hombre muy rico. No sería en absoluto extraño que viviera un
estilo de vida opulento, sabiendo quién es mi padre.
—¿Lo ha planeado todo, verdad?
—No lo hice en un inicio, pero después de que me vi implicada en
todo esto y de que averigüé lo que en
verdad se había robado del museo, hice un plan. Sólo tuve que encontrar el
momento correcto para conseguir el vial y escaparme con él, así que reuní las
piezas y me figuré que quien estaba detrás de todo esto era usted.
—Es muy buena en su trabajo.
Ella sonrió, pensando en la última satisfacción que conseguiría
cuando Richardson estuviera entre rejas.
—Gracias.
—Déjeme tener el vial, por favor.
Miley le pasó el bolso. Richardson sacó el contenedor de
plexiglás, inspeccionó el vial dentro de este y asintió. Y luego le entregó a
ella el maletín.
—¿Entonces, qué planea hacer con esa cosa? —Preguntó Miley.
Richardson frunció el ceño.
—¿Tiene alguna idea de lo que es?
—No. El tío con el que estaba no me lo contó. Dijo que no lo
sabía, sólo que valía mucho dinero, así que me propuse obtener mi parte del
pastel. Sólo fue cuestión de tiempo para que confiara en mí, entonces se lo
robé y me puse en contacto con usted.
Richardson pareció considerarlo durante un momento.
—No puedo imaginar cómo lo logró.
—Tengo mis métodos —dijo ella, moviendo las largas pestañas de
tal forma que no tuviera duda de su sentido.
—Estoy seguro de eso.
Vaya forma de mirarla… Dios, ese tipo era un lambiscón. No podía
esperar la hora para perderlo de vista.
—¿Me dirá entonces qué es esa cosa?
wooow se esta poniendo muy interesante me encanto!
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