—Todos son increíblemente guapos. ¿Es una exigencia para
pertenecer a tu organización? Porque una chica podría acostumbrarse a estar
rodeada por toda esta sexy testosterona. —Se abanicó el rostro—. Oh, mi Dios,
mi Dios.
Nick se le acercó, quitándose la chaqueta y tirándola sobre la
silla.
—Ni siquiera pienses en ello.
—¿Pensar en qué? —Preguntó ella, batiendo las pestañas.
—Tú y cualquiera de esos tíos. O en realidad, cualquier otro
tío. —Nick se detuvo delante de ella.
Oh, esto era divertido. Ella ubicó las piernas entre las de él.
—¿Estás siendo posesivo conmigo?
Nick se inclinó y colocó las manos a ambos lados de ella,
encerrándola contra el alféizar.
—No soy posesivo, nena. Sólo pienso en ti como mía. Y yo no
comparto.
—Ah.
—¿Tienes problemas con eso?
Nick estaba tan cerca que sus narices se tocaban. Miley captó el
débil olor a canela de su aliento por el chicle que él había masticado con
anterioridad. Se lamió los labios, adorando esta faceta de él.
—No tengo problemas con eso.
—No me gusta que te comas con los ojos a otros tíos.
Miley resopló.
—Yo no me los comía con los ojos, pero tengo que admitir que son
magníficos ejemplares de la especie masculina.
Él entornó los ojos.
—¿Tendré que enseñarte una lección?
Amaba ese lado juguetón en él, que pudiera controlarse,
enfurecerse y representar ese papel con ella donde realmente importaba… en el
dormitorio. Era un lado de Nick, que francamente nunca supo que existía.
Adoraba sacar ambos lados.
—A duras penas creo que tengas que enseñarme una lección, Nick.
Si quiero mirar, miraré.
—No opino lo mismo.
Nick la sorprendió al agarrarla por las muñecas y ponerla de
pie, para luego arrastrarla con él a la cama.
Cuando la lanzó sobre su regazo, ella soltó un grito de
sorpresa.
—¡Nick! ¿Qué haces?
—Has sido una niña muy mala, Miley.
Un pequeño estremecimiento recorrió su columna por la forma en
que le habló, por la promesa de una aventura emocionante.
—Nick, los demás…
—Pueden oírnos. ¿Te gusta saber que serán capaces de oírme
tocándote? —Su mano zurró con fuerza las nalgas de ella, el golpe fuerte resonó
en todas partes del cuarto.
—¡Auch! ¡Eso dolió, maldita sea!
—¿En verdad? Ostras, Miley, lo siento tanto.
No había una pizca de remordimiento en sus palabras. Ella echaba
humo, esforzándose por escapar de su regazo. De repente la sorprendió
extendiendo la mano por debajo de ella para bajarle la cremallera de los
vaqueros. Cuando sintió que se los bajaba, Miley comenzó a luchar en serio.
—No te atrevas.
A pesar de los puntapiés y forcejeos no era adversaria para él y
pronto sus vaqueros estaban caídos en sus rodillas y lo único que protegía su
culo de la mano de Nick eran unas delgadas braguitas.
—Me gusta este color —dijo él, pasando la mano sobre la seda de
color lavanda antes de golpearle el trasero, otra vez. También lo
suficientemente fuerte para que cualquiera pudiera oírlo.
—¡Detente! —Eso ardía, pero encontró con sorpresa que la ponía
muy cachonda. Estaba húmeda. ¿Pero se debía al toque de Nick, a la emoción
mental de ser zurrada, o porque los otros tíos podían escucharlos?
—Creo que te gusta esto —dijo él—. Creo que saber que los
muchachos puedan oírte te excita.
—Es ridículo. — Miley no le daría la satisfacción de admitir que
lo había pensando, aunque cada palabra que Nick pronunciaba hacía que su crema
le mojara las bragas.
Él inhaló bruscamente.
—Puedo olerte, Miley. Cuando estás excitada, puedo oler tu coño.
Dios, es un olor dulce y caliente. Y eso hace que mi polla se ponga dura. —Le
frotó el culo, arrastrando los dedos hasta su coño—. Has mojado tus bragas.
—Pasó un dedo debajo de sus bragas e introdujo dos dentro de ella—. Maldición,
estás tan mojada.
Miley no pudo menos que gemir cuando la penetró con los dedos.
Esto sólo hizo que se pusiera más húmeda y sintiera que su vagina se
convulsionaba en torno a él. Deseaba su polla allí, llenándola, jodiéndola,
haciendo que se corriera.
El suave rasgar de la tela causó en ella un grito ahogado cuando
él hizo jirones sus bragas, alejando la tela de su cuerpo de tal forma que
pudiera acunar su coño con la palma de la mano.
Nick le acarició su sexo, de un lado a otro, frotando su
clítoris hasta que se encontró retorciéndose contra él, buscando ese punto
dulce que ansiaba con tanta desesperación. Él retiró los dedos y le cubrió el
ano con su crema y luego deslizó un dedo dentro de su culo mientras usaba la
otra mano para estimular su clítoris.
La polla de Nick se sentía tan dura como una roca contra su
cadera. Deseaba que se quitara los vaqueros y la penetrara. Deseaba todo eso ya
y encontró que era difícil concentrarse mientras esos dedos se sepultaban en su
coño y su culo, haciéndole cosas deliciosas.
—Nick. Oh, Nick —gritó ella, sin importarle ya en absoluto quién
la oía, o cuán alto gritaba—. Haz que me corra.
Él hizo que sus dedos giraran dentro de ella, salieran, para
luego embestir profundamente, retirándolos otra vez de su coño para cubrir el
clítoris con sus jugos. El tormento en la dura protuberancia mientras le jodía
el culo con golpes implacables la estaba destrozando. Miley soltó un grito
cuando el orgasmo se precipitó sobre ella, rápidas e intensas pulsaciones
hicieron que se convulsionara contra el regazo de Nick, temblando cuando los
remanentes de su clímax la desgarraron.
Nick se retiró y ella se levantó. Él se fue por unos segundos
para usar el cuarto de baño y lavarse las manos, luego estuvo de vuelta,
desnudándose mientras se acercaba. Miley ya se había quitado la camiseta y el
sujetador, necesitando que su polla estuviera dentro de ella.
—Sobre tus rodillas —le ordenó él.
Miley lo hizo, impaciente por saborearlo, no necesitaba que Nick
le explicara lo que deseaba. Ella lo sabía.
Su boca. En su pene. El olor almizcleño de Nick la compelía, el
glande estaba hinchado, con una gota de líquido perlado en la punta. Ella
agarró la base de su pene y se lo llevó a la boca, echando la cabeza hacia
atrás para observarlo mientras su lengua se deslizaba para lamer el fluido
salado de la punta ancha.
—Cristo —susurró él, agarrándola por la nuca y guiando su pene
hacia su expectante lengua.
Ella rodeó la carne acalorada con la lengua, lamiendo en torno a
cada vena, cada saliente, moviéndose rápidamente hacia la punta amplia antes
de envolverla entre los labios y cerrar la boca para mamarlo. Lo tomó
centímetro a centímetro, observando su cara, su expresión torturada mientras
ella cubría su pene por completo.
La respiración ruidosa de Nick era música para sus oídos,
diciéndole que disfrutaba de lo que le estaba haciendo. Lo tomó profundamente,
hasta el fondo de su garganta, lo tragó.
—Dios, Miley —exclamo él, apretando el agarre sobre su nuca,
marcando el ritmo al retirarle la cabeza y luego empujándola hacia adelante.
La excitó que él controlara sus movimientos, saber que Nick
deseaba que lo tomara profundamente. Deseaba complacerlo porque esto aumentaba
sus sensaciones, hacía que sus pezones hormiguearan y su coño temblara. Ella
bajó una mano y comenzó a frotarse la entrepierna y Nick gimió.
—¿Quieres correrte otra vez, nena?
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