—Una palabra más y me voy de aquí —advirtió ella—. No permitiré
que insultes a Nick o a mí con tus nociones altaneras y anticuadas de lo que es
correcto. Hace mucho que cumplí los veintiuno y soy capaz de tomar decisiones
sobre mi vida sexual sin tu intervención, gracias. Si no me quieres aquí, bien.
Dilo ahora y me voy. Pero permíteme dejarlo absolutamente claro. Si me quedo, Nick
se queda. En mi cuarto, conmigo. Ese es el modo en que será y no quiero oír
otra palabra sobre ello. Si no puedes vivir con eso, entonces ahora es el
momento de hablar.
El rostro de Billy estaba rojo. Nick sólo sabía que el hombre
quería explotar ante ella, leerle la cartilla sobre cómo se sentía hacia Nick.
Él la miró fijo a los ojos por unos segundos para hacerle bajar la mirada y Miley
tranquilamente le devolvió la mirada.
Billy finalmente suspiró.
—Sabes que te quiero aquí. No te veo lo suficiente. Puedes
quedarte.
Ella esperó, su bota golpeteaba en el suelo de madera.
—Tú y Nick pueden quedarse. De hecho, el almuerzo estará listo
dentro de poco.
Ella asintió.
—Bien. — Miley se dirigió a Nick—. ¿Por qué no vas a por
nuestras cosas y las traes?
—Me parece bien. —Nick salió, agarró sus cosas, entro y puso el
bolso al pie de la escalera, luego se reunió con Miley y su padre en la
biblioteca.
—¿Les agradaría refrescarse y cambiarse antes de cenar?
—Preguntó su padre, mirándolos de arriba abajo.
Nick arqueó una ceja y echó un vistazo a Miley.
—Maldición. Dejé mi traje en mi otra Harley.
Ella rió disimuladamente, luego negó con la cabeza a su padre.
—No, estamos bien, gracias.
—Muy bien. —Él los condujo por el pasillo y por unas puertas
dobles hacia el comedor.
Vaya si en verdad Nick necesitaba un traje para esto. Un mantel
blanco cubría lo que tenía que ser una mesa ovalada de tres metros y medio de
largo para aproximadamente doce sillas que brillaban por la pulida y lustrada
madera.
Los cojines eran blancos. Eso lo hacía suponer que no debía dejar
caer algo de comida en ellos. Esperó a que Billy y Miley tomaran asiento… Billy
a un extremo, Miley a su izquierda. Él se sentó al otro lado de Miley.
¿Estaba él fuera de su elemento aquí o qué? Miley, por supuesto,
parecía como en casa, tomando la servilleta de tela y desplegándola a su lado,
para luego posarla sobre su regazo como si lo hubiera hecho miles de veces. Por
otro lado, probablemente lo había hecho, era como una segunda naturaleza para
ella. Nick tendría suerte si se acordaba de usar servilletas cuando comía.
¿Acaso no sólo servían para limpiar los restos que gotearan de tus dedos y
boca?
Bien, quizás se estaba torturando a sí mismo, pero prefería
sentarse en la cocina y comer a sus anchas. Esto era incómodo.
Al menos hasta que Miley giró la cabeza, le sonrió y dijo:
—¿Relajante, verdad?
Dos criados entraron y sirvieron vino en una de las copas, té
helado en la otra, luego procedieron a traer las viandas. Primero la ensalada. Nick
tenía hambre, pero esperó mientras Miley y su padre se pasaban una vasija de
plata que suponía contenía el aliño para la ensalada. Él bañó su ensalada con
el aliño y comenzó a comer, agradecido cuando el personal trajo el pan.
No habían comido mucho en su viaje, así que su estómago emitió
fuertes retumbos. Él captó la mirada indignada que Billy echó en su dirección,
pero no podía importarle menos. El tipo podía ser un grano en el culo, pero al
menos servía buena comida. Nick comió cada pizca de todo lo que le ofrecieron.
Tendría que agradecer al personal de cocina.
Esa gente sabía cocinar.
—¿Cómo te va en el trabajo, Miley? —Preguntó Billy.
—Bien.
—Chicago es una ciudad muy peligrosa para trabajar como
detective privada.
—Dallas puede ser igual —dijo ella, tomando un sorbo de su vino.
—Al menos aquí tenías amigos en la policía.
—También tengo amigos en Chicago. Y aún estaría en la policía
local si no hubiera sido por tu interferencia.
—A duras penas creo que debamos repetir eso. No deberías haberte
hecho policía en primer lugar. Deberías haberte unido a mí en el negocio de la
familia. — Miley alzó los hombros, luego los dejó caer cuando exhaló. Nick sólo
podía imaginar su tensión, aunque en apariencia ella se veía bastante
tranquila. Él no quería nada más que sacarla de allí, llevarla hasta su cuarto
y alejar la tensión con un masaje.
—Hice exactamente lo que quería hacer, como lo hablamos cuando
me gradué en secundaria.
Billy dejó el tenedor sobre el plato y se limpió ligeramente los
labios con la servilleta.
—No puedo menos que pensar que esas decisiones fueron de alguna
forma… influidas por otros. —Él miró atentamente hacia Nick.
—Ah, por favor —dijo Miley—. Nick no tuvo nada que ver con mi
decisión. Eso es lo que quería hacer. ¿Crees que era tan tonta que no podía
concebir una idea original sin ayuda?
—Nunca me mencionaste la academia de policía.
—¿Por qué lo hubiera hecho? Habrías desechado la idea como
ridícula. No has hecho más que planear todo lo que iba a hacer desde que cumplí
los cinco años. Nada de lo que quería hubiera importado.
—Eso no es verdad. Habría escuchado.
—Estupideces. Nunca me escuchaste cuando intenté hablarte sobre
lo que quería.
—Lo habría hecho. Su hubieras tenido algo digno que decir.
Nick realmente quiso salir en defensa de Miley, decirle a Billy
Ray que su hija era capaz e inteligente. Pero quería que Miley luchara sus
propias batallas y sabía que ella no apreciaría su interferencia, así que la
dejó hacerlo a su manera. Pero la forma en que Billy seguía reprobando a Miley
crispaba los nervios de Nick. Se sirvió otra copa de vino.
—Tenía muchas cosas que decir. Sólo que nadie escuchaba. —Ella
no miró a Nick, pero él sintió que sus palabras también estaban dirigidas a él.
Maldición.
Casi se sintió avergonzado. Tampoco la había escuchado.
Incluso la había apartado. De alguna forma, él se había parecido
a su padre, creyendo que sabía lo que era mejor para ella. Tenía cojones
sentirse enojado con su padre, cuando él había hecho lo mismo.
Le dio a Miley el crédito por zarandearlos de la nariz a ambos y
seguir su propio camino.
—Sólo tenías dieciocho —continuó Billy—. No sabías lo que
querías. Y siempre hacías las elecciones más estúpidas. —Otra vez, miró de lado
a Nick—. Tristemente, no estoy seguro de que eso haya cambiado mucho.
Tranquilamente Miley cortó una trozo de pollo y se encogió de
hombros, sin siquiera mirarlo cuando le contestó.
—Nunca tuviste fe, ni creíste en mí. Supongo que tampoco tú has
cambiado mucho.
Lo declaró normalmente, como si las palabras de su padre no le
dolieran.
Haber crecido así cada día, teniendo que soportar a este hombre
reprobándola; sin sentir que alguna vez diera la talla, ¿como si lo qué ella
deseara no importara? Cuán frustrante debía haber sido para ella. Billy Ray
trataba a su hija como a un empleado pidiéndole un ascenso… con total
indiferencia por sus necesidades, anhelos y deseos. Era el hombre más frío que Nick
jamás hubiera conocido.
Nick bullía por dentro, deseaba trepar sobre la mesa y golpear
al hijo de puta por todo el cuarto.
Durante mucho tiempo había pensado que Miley tenía todo, que
ella había sentido lástima cuando había ido tras él. Nick siempre pensaba que Miley
y él no tenían nada en común. Mierda, tenían todo en común. No le extrañaba que
ella se hubiera aferrado a él. Y él le había fallado, no le había dado lo que
ella más necesitaba.
Miley le había necesitado y él no había estado allí para ella.
Él no era mejor que su viejo. Se sentía avergonzado y no le
gustaba ese sentimiento en absoluto. Eso quemaba como un cuchillo en su tripa.
Después de comer regresaron a la biblioteca a por algo de
brandy. Con ese tipo de rituales era un milagro que la familia no fuera un
puñado de alcohólicos. Bebidas antes del almuerzo, vino en él y brandy después
de este. A Nick le gustaba una bebida de vez en cuando, pero maldición, esta
gente eran unos borrachines. Tanto Miley como él rehusaron el brandy,
decidiéndose en cambio por café. Nick pidió disculpas para hallar la cocina,
así poder decirles al personal cuánto había disfrutado de la comida. Sus ojos
abiertos por la conmoción le dijeron que ellos no eran reconocidos con
frecuencia, pero le sonrieron y asintieron con la cabeza su agradecimiento.
Cuando regresó a la biblioteca pudo oír que la discusión entre Miley
y su padre estaba en su apogeo otra vez. Permaneció en el pasillo, esperando
para hacer su reaparición.
—¿Supongo que Nick no está invitado? —Preguntó Miley.
—Tu amigo no se sentiría cómodo en el club.
—Lo que quieres decir es que no sería bienvenido allí.
No hubo respuesta del padre de Miley sobre eso. Nick sonrió con
satisfacción.
—Que es exactamente por lo que no voy. Esos son solamente un
manojo de esnobs con la nariz levantada.
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