domingo, 29 de enero de 2012

"The Wild Walk" Cap 50


—Hace unos años. Vivo en Chicago ahora, no con mi padre. De todos modos, puedo imaginar que los conocidos de mi padre no han cambiado. Se siente apegado a sus viejos conocidos. Si este tipo es un guardaespaldas o alguien del grupo de amigotes de papá, apostaría dinero a que aún son cercanos.
En ese momento notó que todos los ojos estaban centrados ella y que esperaban a que tuviera algo de valor que ofrecer. Miley sólo esperaba que su padre no estuviera de ninguna forma implicado en el robo del virus. La mataría tener que entregar a su propio progenitor.
Grange asintió.
—Entonces tu padre posee una compañía bastante grande con contactos nacionales.
—Sí. Y forma parte del directorio de muchas otras grandes compañías.
—Lo cual significa —dijo Nick—, que este Belanfield está implicado con una de esas compañías que podrían estar tras el virus. Si podemos determinar cuál es la compañía, sabremos quién está detrás del robo del virus.
Ahora sí que se sentía excitada, sobre todo cuando se le ocurrió una idea.
—No estoy segura cual es la relación de este Belanfield con mi padre, pero supongo que puedo husmear un poco, probablemente encontraré algo.
—¿Cómo? —Preguntó Grange.
—Mi papá guarda una extensa base de datos de sus conocidos en su ordenador. Yo solía ayudarle cuando era una adolescente manteniéndola actualizada para él, así que conozco los detalles de su sistema casero. Si puedo darle un vistazo, quizás podamos rastrear la posición de Belanfield.
—¿Cuán peligroso es para ti?
Miley se rió.
—Nada peligroso. He evitado a mi padre como al Ébola durante los últimos años. Que me aparezca en su puerta sería como la Navidad para él. Estaría encantado de verme.
—No.
Su mirada fulminó a Nick.
—¿Qué?
—No me gusta esto, Grange —dijo Nick—. Pone a Miley de un golpe en medio de todo esto. La pone en peligro. No es uno de nosotros.
—¿Me estás tomando el pelo? ¿Después de todo lo que me has hecho pasar, tienes los cojones de decir eso? No puedo creer que aún intentes dejarme fuera. —Podría no ser de ayuda, pero maldición, estaba irritada con Nick y esta vez no permitiría que él tratara de protegerla.
—Es demasiado arriesgado.
Ella puso los ojos en blanco.
—Es la casa de mi padre. Apenas es un peligro para mí. Y puedo ayudar.
—Tengo que confesar que tiene razón, Nick —dijo Grange.
— Miley tiene la mejor posición para conseguirnos la información que necesitamos y deprisa. Tenemos que averiguar quién está detrás de esto.
Ella cruzó los brazos e intento no parecer satisfecha.
—Además, tiene formación como policía y como detective privado. No suena como si fuera una novata inexperta. Creo que sería una gran adición al equipo en esta asignación en particular.
—¡Ja! ¿Ves? —Dijo ella, incapaz de esconder su sonrisa. Le agradó recibir ese último cumplido. Lo malo es que había venido de Grange y no de Nick.
Nick sacudió la cabeza.
—No me gusta.
—No tiene que gustarte. Iré. Y tú vendrás conmigo —dijo ella.
—Oh sí, tu padre amará eso.
—No —dijo ella, sonriendo—. Lo odiará absolutamente. Que es la razón por la que vienes.
—Detestará cada segundo —se rió Nick—. Pero puedo ver definitivamente los méritos de tu plan.
Ahora él se estaba animando con la idea. Su idea.
—Exactamente.
—Bien no los sigo —dijo Rick, pareciendo confundido.
—Porque no conoces a mi padre. Para él la clase social lo es todo. Si llevo a Nick a casa conmigo, estará tan preocupado de lo que hago con Nick y de que él esté merodeando por la casa, que lo seguirá porque temerá que Nick robe la vajilla de plata de la familia, nunca notará que estoy fisgoneando en su ordenador.
—Ah —dijo Rick, sus labios se curvaron en una sonrisa mientras asentía—. Serías una excelente Motera Salvaje. A eso se llama pensar taimadamente, cariño.
—Vaya, gracias —se sentía bastante orgullosa de su plan improvisado.
—Entonces estamos de acuerdo —dijo Grange—. ¿Cuándo estarás lista?
—Déjeme llamar a mi padre y asegurarme primero que está en la ciudad.
Grange asintió.
—Hay una línea segura que no puede ser rastreada —dijo él, señalando sobre su hombro al teléfono fijo sobre el aparador.
Ella se puso de pie y se acercó al teléfono, su corazón latía rápidamente cuando marcó el número de su padre. Hacía mucho tiempo que no hablaba con él. ¿Seis meses? ¿Más tiempo?
Él contestó al segundo timbrazo, sorprendido al tener noticias de ella, e impresionado cuando le dijo que llegaría a Dallas mañana. Deliberadamente Miley le dio vagos detalles, diciéndole que llegaría para una visita corta. Le dijo que tenía ganas de verla y ella colgó poco después.
—Saldremos a primera hora de la mañana —dijo ella. No podía esperar a ver a su padre. En realidad, lo que no podía esperar era acceder a su base de datos y ver qué podía encontrar. Ver a su padre sería desagradable, como siempre.
Y francamente, se sentía encantada de que Nick la acompañara. No sólo tendría respaldo, estaría llevando al hombre que amaba a conocer a su padre. Un hombre tan obsesionado con el estatus de las personas y su lugar en la sociedad que probablemente se atragantaría cuando llegara montada sobre el asiento de una Harley y caminara hacia la puerta sosteniendo la mano de Nick.
Tenía una gran cuenta pendiente con su padre. Por interferir en su vida, por nunca haber creído que Nick era la clase de chico con quien dejarse ver cuando era una adolescente, por nunca haber considerado que las elecciones que había hecho fueran las suficientemente buenas.
Siempre se había sentido menos que adecuada a los ojos de su padre, nunca se había sentido realmente amada por quién y por lo qué era.
Mierda, era suficientemente buena, había realizado elecciones decentes y amaba a Nick.
Era el momento de saldar las deudas.
En todo el tiempo que Nick conocía a Miley, nunca antes había estado en su casa. Siempre había ido a su piso o al garaje donde él trabajaba, pero nunca lo invitó a su hogar. Le había dicho que su padre le haría pasar un mal momento y que no deseaba eso para él.
Por supuesto, él podría haberlo manejado y no le importaba si jamás veía a Billy Cyrus. Sólo se preocupaba por Miley en ese entonces y no deseaba hacer algo que la avergonzara.
Aún se preocupaba por Miley. Se tomaba esto muy a la ligera, considerándolo como una aventura, cuando era cualquier cosa menos eso.
Nick sabía cómo se sentía con respecto a su padre, sabía que había alguna historia grave e incómoda entre los dos, cosas que habían sido dejadas sin decir y sin resolver por mucho tiempo.
Él sabía todo sobre relaciones paternales dolorosas. Sus padres estaban muertos, sin embargo, no habría nada más que decirles si aún hubieran estado vivos. El daño irreparable había sido hecho en su infancia y nada podría cambiar eso.
Miley, por otra parte… su padre y ella eran harina de otro costal, cierto que habían discutido, pero no creía que su relación fuera insalvable.
Pero ella parecía excitada por ir a la casa de su padre, aunque Nick se imaginaba que eso se debía más a la perspectiva de conseguir la base de datos que a enfrentarse a su padre y tener alguna clase de discusión seria con él.
Nick siguió las indicaciones de Miley y manejó hacia el condominio privado, deteniéndose en la casilla de seguridad. Miley charló con el guardia que la reconoció de inmediato, parecía feliz de verla y les abrió el paso.
Casas agradables, sin duda valían millones y también los extensos terrenos. Céspedes perfectamente podados, nada estaba fuera de su lugar. Una pizca de la utopía suburbana. Nick ya se sentía sofocado en un lugar así.
Él entró en el largo sendero que conducía a la mansión Cyrus. Dios, este lugar era ostentoso. Parecía una versión en ladrillo oscuro de la Casa Blanca en Washington D.C., con altas columnas perfilando el amplio pórtico delantero. La única cosa que faltaba era el domo sobre el techo con la flameante bandera americana.
Billy Ray Cyrus estaba de pie en el pórtico cuando entraron en el paseo circular. Él era alto y parecía estar en sus sesenta años, con una gruesa mata de cabello plateado que estaba peinado en ondas lejos de su cara. Usaba vaqueros, una camisa blanca y botas vaqueras con ribetes de plata. Y cruzaba los brazos.
Hombre, él tampoco se vería feliz al ver a su hija montando una Harley. Sus cejas estaban tan fuertemente unidas que parecían formar una sola línea. Nick resistió el impulso de sonreír con satisfacción cuando aparcó y bajaron de la moto.
El padre de Miley frunció el ceño aún más cuando ella agarró la mano de Nick.
—Papá —dijo ella cuando se acercaron a los peldaños blancos en el prístino pórtico.
Su ceño fruncido se convirtió en una cautelosa sonrisa a modo de saludo.
— Miley. No me dijiste que traías a un… amigo.


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