domingo, 1 de mayo de 2011

"My Sinned Sweet" Cap 6




Miley salió del ascensor y se dirigió hacia su habitación del hotel, contenta de que el coctel hubiera terminado y de poder marcharse sin llamar la atención. Lo había pasado bien con los invitados y la familia de Lucas y había logrado evitar a Nick. Sin embargo, sus intentos de mantener distancia entre ambos no habían impedido que el truhan la observara desde lejos.
Cada vez que por casualidad miraba en la dirección de él, sus ojos se encontraban, y con un recorrido perezoso con la vista, él hacía que se sintiera como si llevara una lencería provocativa y reveladora, en vez de la blusa abotonada, la falda recta y los zapatos prácticos. Y si aquello no hubiera sido suficiente, siempre lo acompañaba con una sonrisa devastadora que había mantenido su cuerpo vibrante toda la velada.
Incluso en ese momento, un hormigueo placentero de deseo parecía recorrerle las venas. De hecho, ese anhelo íntimo había sido una compañía constante desde que Nick la había sorprendido comiendo la fresa recubierta de chocolate de aquella manera tan seductora. Lo que había comenzado como un ardor lento en la tienda había aumentado poco a poco en el transcurso de la velada hasta convertirse en un deseo descarnado. Por Nick.
Sacó la tarjeta del bolso y desterró esa idea de la cabeza, para reemplazarla por la imagen de lo arreglado que había estado en comparación con la camiseta y los vaqueros con que lo había visto en la confitería. Se había puesto unos pantalones marrones y una camisa de color ocre que hacia cosas increíbles con sus ojos de pecado. Se había peinado y echado el pelo hacia atrás, pronunciando aún más sus facciones maravillosas y definidas. Y ella no había sido la única en notarlo, ya que lo mismo había sucedido con las damas de honor de Ashley. Había esperado que coqueteara con esas otras mujeres tal como hacía con ella, pero la sorprendió y permaneció correcto y sociable, sin expresar interés en ninguna de ellas, para gran decepción de las jóvenes.
Entró en la habitación y encendió la luz de la zona dedicada al salón, demasiado consciente de lo silenciosa que estaba la habitación, ya que su hermana iba a pasar la noche en la suite nupcial. Dejando el bolso y la tarjeta sobre una mesilla, se descalzó y dobló los dedos de los pies sobre la mullida alfombra.
Al llegar aquella tarde de Dulce Pecado, había dejado la mitad del corazón sobre la mesa, sin abrir, para demostrarse que tenía el poder de voluntad de resistir su atracción seductora. Pero en ese momento, parecía tentarla y llamarla con su sola presencia como un lujurioso y cremoso bocado de ambrosía.
—Qué diablos —murmuró.
No deseaba tomar parte en el certamen que patrocinaba el local, pero no había razón alguna para desperdiciar una ración tan generosa del chocolate más delicioso y asombroso que jamás había probado.
Abrió el dulce y lo comió a placer, con tanto gozo como había hecho con la fresa aquella tarde. Sus gemidos de placer fueron sólo para sus oídos mientras sus papilas gustativas saboreaban cada bocado de puro éxtasis.
Para su decepción, el momento de felicidad celestial se acabó demasiado pronto, dejándola insatisfecha, inquieta y anhelando mucho más. Menos mal que no había comprado una caja entera o se habría tumbado en la cama con un buen libro y se habría comido hasta el último chocolate.
Recogió el envoltorio para tirarlo a la papelera, pero una tira de papel con un mensaje escrito captó su atención. No pensaba ir por la ciudad en busca de la otra mitad, pero sí sintió un poco de curiosidad por ver lo que podría revelar el mensaje oculto.
Abrió el trozo de papel y leyó:

 Los opuestos se atraen.
Sé atrevida. Sé espontánea.
¡A por ello!   

  

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