sábado, 18 de junio de 2011

"Tórridas Fantasías" Cap 19




Nick volvió a dejar la placa en la estantería.
—Yo siempre había tenido mucho cuidado con esto. Yo nunca, nunca mezclo negocios con placer —dijo, sacudiendo la cabeza y mesándose el cabello con gesto nervioso—. Tú estabas sentada en su asiento. Se suponía que yo tenía que reunirme con ella en el avión para hablar sobre la posibilidad de convertir su nueva novela en una película.
Cuando Miley escuchó estas palabras, se sintió como si la hubieran abofeteado. ¿Sería aquél otro intento de Katy para encontrarle pareja? Su madrina trabajaba con una productora de Hollywood. Casi nunca tenía nada que ver con las adaptaciones de sus novelas para la gran pantalla. A Miley le había resultado un poco raro que Katy  insistiera en que ella fuera a los Hamptons sola. Siempre viajaban juntas.
—Pensé que dijiste que eras escritora.
—Y… y lo soy. También ayudo a Katy a documentarse. Fue idea suya lo de ese libro sobre seducción y, al final, terminé escribiéndolo yo —susurró Miley. Se cubrió el rostro con las manos—. Lo siento. Algunas veces va demasiado lejos. No tenía ningún derecho a mezclarte a ti en todo esto.
—¿De qué estás hablando? Yo soy el que la ha fastidiado aquí. Si se entera de que tú y yo nos estamos acostando, jamás querrá realizar ese proyecto conmigo.
—¡Estaría encantada si se enterara de que nos estamos acostando! Al menos, del hecho de que yo me esté acostando con alguien. Si se entera de que eres tú, te permitirá llevar al cine las adaptaciones de sus diez próximas novelas.
Nick la miró como si Miley acabara de perder la cabeza.
—¿De qué estás hablando?
Miley se puso de pie.
—Sé sincero conmigo. Si hubieras sabido que soy la ahijada de Katy, ¿te habrías venido al cuarto de baño del avión conmigo?
Nick tardó sólo un instante en considerar aquella pregunta, pero a Miley le pareció una eternidad. Cerró los ojos y se preparó para la verdad. Cuando oyó que él contenía la respiración, lo miró y vio que él estaba sonriendo.
—Sí. Me habría ido contigo de todos modos. Puedo encontrar otro proyecto. No es importante.
Miley tragó saliva. Le resultaba imposible creer lo que estaba oyendo.
—¿De verdad?
Nick asintió. Entonces, rodeó el escritorio y la tomó entre sus brazos.
—Eh, hay muchas cosas que puedo hacer…
La besó suavemente, acariciándole las caderas para terminar por fin dejando descansar las manos sobre el trasero de ella.
—¿De verdad crees que Katy estaría encantada de saber que nos estamos acostando?
—A Katy le gusta mucho meterse en mi vida. Por eso me hizo escribir ese libro. Le pareció que sería bueno para mí.
—Entonces, ¿en realidad no eres una experta en seducción?
—Sobre el papel, sí, pero no tengo mucha experiencia.
—Bien, en ese caso, tal vez tengamos que trabajar sobre eso un poco más —susurró—. Podríamos decir que se trata de una investigación. Yo seguramente podría enseñarte unas cuantas cosas y tú podrías hacer lo mismo conmigo. Podríamos estudiar juntos.
Miley suspiró.
—No tenía intención de hacerte creer que era algo que no soy.
—Supongo que todos fingimos un poco —comentó él, encogiéndose de hombros—. Podríamos habernos pasado el resto del vuelo ignorándonos. ¿Dónde habríamos ido a parar?
—Aquí no, desde luego.
—A eso me refería exactamente.
Dado que estaban siendo sinceros, Miley sabía que debería contarle toda la verdad, hablarle del día en el que lo vio en el aeropuerto y de que llevaba más de un año pensando en él. Sin embargo, decidió que la sinceridad de una mujer debía tener sus límites. O tal vez podría considerar aquellos detalles como su propio intento por mantener un cierto halo de misterio.
—¿Por qué no le pides a Luisa que nos prepare algo de desayunar? Yo tengo que llamar a Katy.
—Son las cuatro de la mañana en California —dijo él.
—Lo sé —replicó Miley—, pero nunca es demasiado temprano para una pequeña venganza.
Nick le dio un beso en los labios.
—Dale las gracias de mi parte y dile que siento que no tengamos ya oportunidad de trabajar juntos.
Miley observó cómo Nick se marchaba del despacho. Aunque sabía que lo más probable era que su proyecto con Katy no llegara nunca a cuajar, resultaba agradable saber que lo habría abandonado de todos modos por ella. Aunque no quería darle al gesto más importancia de que la tenía, el hecho de que la hubiera antepuesto a ella le hacía sentirse muy bien.
Agarró el teléfono y se sentó de nuevo en la silla. Tras colocar los pies sobre el escritorio de Katy, marcó el número de teléfono de su madrina. Sabía que el teléfono que tenía en la mesilla de noche la despertaría enseguida.
Cuando por fin contestó, Katy habló con voz somnolienta.
—¿Sí?
—¿Katy? ¿Te he despertado? Es que no podía esperar para contarte esto —dijo, sin esperar a que su madrina respondiera—. Supongo que podría haber esperado unas cuantas horas, pero esto es demasiado importante.
—¿Miley? ¿Eres tú?
—Katy, me voy a casar. Estoy enamorada. Sé que es algo precipitado, pero tú siempre me estás diciendo que debo ser más espontánea. Además, estamos enamorados. Es decir, sólo hace un día que nos conocemos, pero lo supimos inmediatamente. Sé que podemos hacer que nuestra relación funcione.
—¿Miley?
—Tengo que dejarte, Katy. Gracias por todo. Sé que quieres que sea feliz y por fin lo soy.
Miley soltó la carcajada. Si había algún modo de vengarse de Katy por meterse en su vida, llamarla a las cuatro de la mañana era un buen modo de hacerlo. En cuanto al resto, sólo tendría que aguantar unas cuantas horas más.
Dejó el teléfono encendido y colocó el aparato dentro de un cajón. Si Katy trataba de devolverle la llamada, le saltaría directamente el contestador automático. Si trataba de llamarla al móvil, simplemente no contestaría.
Cuando entró en la cocina, encontró a Nick sentado en un taburete, con un ejemplar del New York Times del día anterior entre las manos. Luisa estaba ocupada preparando tostadas al estilo francés. Miley agarró un cruasán de la cesta y se sentó al lado de Nick.
—¿Has conseguido hablar con Katy? —le preguntó él.
—Sí —respondió, tras meterse un trozo de cruasán en la boca—. Luisa, si Katy te llama al móvil, no respondas.
—¿Y por qué iba yo a hacer algo así? —replicó la mujer mientras la miraba por encima del hombro.
—Como favor personal hacia mí. Además, sólo será durante unas cuantas horas. Tal vez podría intentar llamarte a ti. No respondas tampoco —le dijo a Nick.
—Está bien —repuso él aunque la observó muy extrañado.
Muy satisfecha de sí misma, tomó la sección de libros del Times.
—Luisa sabe preparar las mejores tostadas francesas. ¿Tenemos salchichas de esas pequeñas que compras en la granja?
Nick extendió la mano y tomó la de ella. Entrelazó los dedos con los de ella y se la llevó a los labios. Allí, le dio un beso en el reverso de la mano. Ella lo miró encantada y sonrió.
—Me gusta esto de desayunar contigo —dijo.
—A mí también —replicó Nick.


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