viernes, 24 de junio de 2011

"My Sinned Sweet" Cap 12





En cuanto Nick abrió la puerta de su habitación, Miley experimentó una oleada de anticipación y apretó con fuerza el bote con el chocolate líquido.
Tocó la punta de los pinceles y tembló al imaginar la sensación ligera de esas cerdas suaves deslizándose por su piel desnuda.
—No soy una gran artista, pero si no te importa que sea una aficionada, entonces estoy más que dispuesta a probar.
Él esbozó una sonrisa manifiestamente sexual.
—No creo que la pintura corporal de chocolate requiera que seas una profesional. De hecho, creo que cuanto más descuidado, mejor, porque la mejor parte es limpiarlo todo a lametones.
—Suena divertido.
—Esperaba que lo creyeras así —la tomó de la mano y la metió en la habitación echó el cerrojo a la puerta y luego la llevó al dormitorio.
Los dos sabían lo que querían y ninguno quería perder tiempo con charlas innecesarias.
Nick encendió la luz junto a la cama y luego se quitó la camiseta, tirándola a un lado.
A Miley se le resecó la boca al estudiar otra vez ese cuerpo cincelado y pensó en las diferentes formas que quería de pintarlo. Su torso sólo era un lienzo muy inspirador.
—Yo seré la primera en pintar —jadeó ella.
—Puedes ser la primera, pero quiero que nuestra ropa desaparezca, porque no hará más que estorbar.
Le quitó el frasco y los pinceles de la mano y los dejó en la mesilla, junto con unos preservativos ya preparados para la aventura de la noche. Luego comenzó a desabotonarle la blusa.
Tardaron menos de un minuto en quedarse en ropa interior. Y Miley agradeció esa mínima barrera. Sin ella, tenía la sensación de que esa primera vez juntos habría terminado antes incluso de que hubieran disfrutado de la oportunidad de pintarse. Ya temblaba por las caricias de Nick mientras le quitaba la blusa, el sujetador y los vaqueros.
Para su deleite, era imposible confundir el grado de excitación que tenía Nick. La sólida erección, gruesa y larga, tensaba los escuetos calzoncillos. Se relamió los labios al imaginar esa parte de él cubierta con delicioso chocolate y lo oyó gemir.
Lo miró a la cara, asombrada por la intensidad de su expresión. Era una sensación poderosa saber que sólo una mirada y humedecerse los labios podía encenderlo de esa manera.
Ansiosa por entregarse a las descaradas fantasías que bailaban en su cabeza, apoyó las yemas de los dedos en el torso de él y le dio un leve empujón.
—Túmbate en la cama para mí —pidió con voz ronca.
Obedeció, estirando el cuerpo largo y fibroso en el centro del colchón, y ella no titubeó en seguirlo a la cama y sentarse a horcajadas sobre sus caderas. Nunca antes había sido tan atrevida e impertinente con un hombre, pero el calor y el deseo que nublaban los ojos de Nick, junto con la dura lanza que le presionaba el trasero, la instaron a mostrarse tan desinhibida como le apetecía.
Tomó el bote con pintura de chocolate, abrió la tapa y el embriagador aroma del chocolate avivó un apetito más profundo en su interior. Con una sonrisa, introdujo un pincel en la salsa y juguetonamente lo deslizó por el torso de Nick, trazando líneas irregulares aquí y allí antes de hacerlo remolinear en torno a los pezones.
Nick contuvo el aliento y cerró las manos sobre sus muslos mientras ella continuaba, pintándole el estomago y la bonita cavidad del ombligo. Cuando quedó suficientemente cubierto con chocolate líquido, se inclinó y lo probó con los labios, los dientes y con largos lametones de la lengua, disfrutando del sabor dulce y delicioso de Nick empapado en exquisito chocolate.
—Mmmm —murmuró ella sobre los duros abdominales—. Sabes cien veces mejor que las fresas.
La única respuesta que logró manifestar él fue un gruñido gutural.
Sonriendo, Miley movió la lengua en su ombligo y le mordisqueó la parte baja del abdomen hasta llegar a la cintura elástica de los calzoncillos. Deseándolos fuera del camino, se los bajó por las piernas y los tiró antes de centrar toda la atención en la enhiesta erección.
Hipnotizada por la visión de esa parte de él tan arrebatadoramente masculina, metió un dedo en la salsa de chocolate y rodeó la cabeza del miembro viril con una caricia ligera que hizo que el sexo de Nick se sacudiera sorprendido. Disfrutando de su reacción, sacó más chocolate, lo tomó en la mano empapada y le acarició toda la extensión de la lanza… una, dos veces, antes de bajar la cabeza y tomarlo en la boca para concluir la tarea.
El chocolate jamás había sabido más rico, más erótico y tentador. Y no tenía suficiente.
Se lo introdujo profundamente, disfrutando con el gemido de placer, ronco y bajo, que emitió Nick y el modo en que metía los dedos en su pelo. Lo lamió despacio, lo mordisqueó con delicadeza y lo provocó con movimientos circulares de la lengua que hicieron que levantara las caderas de la cama y tensara todo el cuerpo con la acometida del palpitante orgasmo.
—Aún no —jadeó antes de que ella pudiera lanzarlo al vacío.
Con un movimiento asombrosamente coordinado, se alzó, la empujó sobre el colchón y pasó una pierna sobre sus caderas, de modo que fue él quien en ese momento quedó a horcajadas sobre ella.
Lo miró muda.
—Es mi turno de jugar —sonrió Nick y recogió el bote con chocolate.
En vez de usar uno de los pinceles, metió los dedos en la sustancia pegajosa y le pintó el cuerpo con ellos. Le cubrió los pechos y frotó los dedos pulgares sobre los palpitantes pezones. Bajando, trazó un corazón sobre su estómago y añadió las iniciales «N» y «M», y al llegar a las braguitas, las quitó con eficacia y celeridad hasta dejarla desnuda como él.
Se arrodilló entre las piernas separadas y se dio un festín visual con ella, con una expresión mezcla de adoración y lujuria.
—Estoy impaciente por comerte… —murmuró.
Pero primero la pintó hasta empaparla y, lentamente, comenzó a lamerla desde las rodillas. Se tomó su tiempo, cerciorándose de que limpiaba hasta la última gota. Le mordisqueó la piel con los dientes y usó la lengua cálida y suave para lamer el caos de chocolate que había creado en el interior de los muslos, hasta que finalmente llegó al lugar ultra femenino que aún le quedaba por probar.
Lo hizo en ese momento. Acomodándose entre los muslos, le pasó las piernas sobre sus hombros, bajó la cabeza y cumplió su promesa de devorarla. Volvió a tomarse su tiempo, potenciando la necesidad de Miley hasta cotas casi dolorosas. Ella agarró la manta y arqueó las caderas, suplicándole en silencio con el cuerpo la liberación que él se empeñaba en mantener a distancia.
Al final, con un lametón profundo e íntimo y una profunda penetración de los dedos, le dio el orgasmo por el que se desesperaba. Cayó al vacío y todo el cuerpo le tembló por la increíble fuerza del clímax.
Necesitó un minuto para recobrar los sentidos, y cuando lo hizo, encontró a Nick entre sus muslos, colocándose un preservativo. Esperaba que la penetrara y obtuviera también la liberación, pero en vez de eso, bajó la cabeza y comenzó a lamerle el chocolate de su vientre trémulo.
Subió hasta darse un festín con sus pechos y succionarle los pezones como si fuera un postre que quería devorar y disfrutar.
Cuando terminó de quitarle hasta el último fragmento de chocolate, Miley volvía a temblar y a estar más que lista para tenerlo dentro.
Él se extendió plenamente encima de ella, de modo que su torso quedó sobre los pechos y su erección acunada en la unión de los muslos. Los ojos le ardían de necesidad y con una emoción aún más profunda que disparó el corazón de Miley.
No le dio tiempo a demorarse en lo que había captado en su mirada. Al siguiente instante él la tomó por el pelo y le reclamó la boca en un beso exigente y voraz. Al mismo tiempo, la penetró hasta el fondo, haciendo que sólo pensara en cómo la llenaba. El instinto la llevó a rodearle la cintura con las piernas mientras sus caderas la embestían con un ritmo duro que los lanzó a los dos más allá de todo control.
Otro orgasmo sensacional la recorrió, provocando que los músculos internos se cerraran en torno al miembro de Nick. Gimiendo sobre los labios de ella, éste aceleró los embates y se entregó a su propia e incandescente liberación.
Enterró la cara en la curva de su cuello y Miley sintió el aliento ardiente y húmedo sobre su piel. Tardó más que ella en recuperarse, y con el tiempo se apoyó sobre los antebrazos y la miró, los ojos entornados llenos de una calidez y una ternura que hicieron que ella anhelara esa clase de intimidad de forma asidua.
En sus labios apareció una sonrisa lenta.
—Eres asombrosa, ¿lo sabías?
—Agradezco el cumplido, pero creo que el honor es todo tuyo.
Le besó el cuello y le susurró al oído:
— ¿Qué te parece si convenimos en que los dos somos asombrosos?
Nick no sólo era un amante sobresaliente, sino que lograba sacar lo mejor de ella de formas que había considerado imposibles. Aparte de que la hacía reír más que cualquier otro hombre.
Le sería fácil enamorarse de Nick Jonas, si es que una parte de ella ya no lo había hecho. Esa idea le aterró.




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