Nick asintió, dándose cuenta de que iba a tener que dárselas.
Grange iba a pedir su pellejo. Iba a estar hundido en la mierda por decirle la verdad a Miley, pero al mismo tiempo no tenía otra opción. Quizás pudiera echarle la culpa a las drogas.
A la mierda, pensó mientras se ponía los vaqueros y una camiseta. Confiaba en Miley.
Bajó la escalera. Ella ya estaba haciendo el desayuno, así que cogió una taza de café para despejarse.
—¿Necesitas ayuda?
Ella negó con la cabeza.
—Lo tengo controlado. Sírvenos algo de zumo.
Cuando el desayuno estuvo en la mesa, tenía una idea bastante buena de qué iba a decirle… todo. Se lo debía después de haberle engañado todo el tiempo. Y ella se había quedado con él anoche en lugar de irse corriendo otra vez. Había tenido acceso a su teléfono y pudo haber hecho venir a la policía, a su jefe o a quien hubiera querido. En lugar de eso, despertó esta mañana encontrándola durmiendo acurrucada junto a él.
Había confiado en él lo suficiente como para quedarse y eso quería decir que le debía la verdad sobre todo. Pero primero quería acabarse esta comida. Se moría de hambre.
Miley no presionó a Nick pidiéndole detalles, optó por quedarse quieta y comerse el desayuno y dejarle a él hacer lo mismo. Se sentía muy culpable por el tema de los somníferos de la noche pasada y quería asegurarse de que él tuviera algo de cafeína y comida en su organismo para eliminar el rastro de las pastillas para dormir.
Por dentro estaba dando saltos y reventando de las ganas de saber si Nick realmente le diría la verdad, por lo que sus primeras palabras la sorprendieron.
—Me metí en algunos problemas serios mientras estabas en la universidad.
Ella asintió una vez para darle ánimos y le dejó hablar.
—Tenía veintiún años, trabajaba en cosas sin futuro y robaba al mismo tiempo. Era malditamente bueno en eso, también. Pero no lo bastante bueno. Me reuní con la gente equivocada y acabé involucrado en una gran red de robo de automóviles. Realmente no sabía en qué me estaba metiendo y una vez dentro, no tenía ni idea de cómo salir. Estaba atrapado. Los polis me pillaron y me enfrentaba a una buena temporada en la cárcel. Sin familia y sin dinero para respaldarme, estaba jodido y cuesta abajo. Mi vida estaba acabada.
El corazón de Miley se rompió por él. Nick nunca había tenido un descanso.
—Pero fue por mi maldita culpa. Pude haberme enderezado y no lo hice. Escogí el camino equivocado y no puedo maldecir a nadie que no sea yo mismo por cagarla. Así es que me levanté y lo asumí como un hombre, le dije al abogado de oficio que quería declararme culpable y aceptar las consecuencias de mis actos. Me dijo que estaba loco.
Miley estaba a punto de decir lo mismo.
—Entonces ocurrió un milagro. Un tipo llamado Grange Lee apareció en mi vida y la cambió para siempre. El rudo ex general, me hizo una oferta que parecía demasiado buena para ser verdad.
—¿Qué tipo de oferta? —Preguntó ella.
—El general Lee estaba reuniendo a un grupo de especialistas de primera, que juraran mantener el secreto y aceptaran trabajar para el gobierno de los Estados Unidos, para una sección del Departamento de Justicia. A cambio de retirar todos los cargos en mi contra, trabajaría para él.
—¿Haciendo qué?
—Al gobierno de Estados Unidos le roban todo el tiempo. Cosas que no pueden recuperar. Cosas que el gobierno intenta recuperar de la forma convencional, pero por alguna razón no pueden, bien sea porque el sistema judicial falle o porque los malos tienen abogados realmente buenos. Algunas cosas simplemente no pueden conseguirse por la vía legal.
Miley soltó un bufido.
—Tanto la policía, como los detectives privados vemos como eso ocurre demasiado a menudo. Y es frustrante como un demonio.
Él asintió.
—Dímelo a mí. De cualquier forma, Grange me apartó de todo eso. Me dijo lo que haría… lo que todos haríamos. Nadie salvo una pequeña rama del Gobierno sabe siquiera que existimos. Era un riesgo y era peligroso y si nos atrapaban, el Gobierno y él negarían nuestra existencia.
—En otras palabras, tenías que ser muy bueno en lo que hacías, porque si eras atrapado en uno de esos robos, irías a la cárcel y no podrían sacarte bajo fianza esta vez —le dijo ella.
—Exactamente. Pero demonios, valió la pena. Quería una oportunidad para cambiar totalmente de vida, hacer algo bueno para variar en lugar de joderla como había estado haciendo.
—Así que dijiste que sí.
Él sonrió.
—Coño si, dije que sí. Grange hizo los arreglos, los cargos desaparecieron y me marché con él.
—Suena tan simple.
—No lo fue. Él me entrenó… a todos nosotros. Es un hijo de puta rudo. Y sabía que tenía media docena de raterillos vagos y buenos para nada en sus manos. Así que tuvo que enseñarnos el camino. Fue como un campamento militar. Nos levantábamos al amanecer, entrenábamos, teníamos reglas y normas. Allí no había nada de fiestas, ni bebidas, ni tabaco, ni mujeres…
—Asombroso. ¿Cómo sobreviviste? —Preguntó ella, con sarcasmo.
—Casi muero el primer mes —le respondió él bromeando—. Estaba fatal. Nunca oíste a un grupo de hombres hechos y derechos lloriqueando como bebés más de lo que lo hacíamos nosotros. Pero poco a poco nos convirtió en los hombres que se suponía que debíamos ser, los hombres que sabía podíamos ser. Nos rompió, para después hacernos de nuevo. Nos enseñó que no éramos gente sin ningún valor, que teníamos algo que ofrecer. Nos hizo más fuertes, mental y físicamente. No había ni uno entre nosotros que no fuera listo como un zorro, así que nos hizo tomar clases. Los que no tenían su diploma de escuela lo consiguieron rápidamente. Algunos de esos tíos deberían haber ido a la universidad —se pasó los dedos por el pelo—. Desearía que los pudieras conocer, Miley. Nunca tuve hermanos, hasta que me uní a los Moteros Salvajes. Nunca antes he estado más cerca de un grupo de tíos.
—¿Los Moteros Salvajes?
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