—No. Creo que ya nos hemos quedado bastante tiempo. He echado un vistazo a las cintas del perímetro de seguridad. Nadie ha estado merodeando por aquí. Creo que hicimos un buen trabajo dándoles esquinazo en la concentración, así que parece que estamos fuera de peligro, es hora de largarse.
—¿De verdad? — Miley intentó evitar que le temblara la mano cuando levantó el tenedor—. ¿Cuándo?
—Supongo que nos iremos a primera hora de la mañana. —Al menos había tenido la decencia de apartar la mirada un segundo. Pero luego volvió a mirarla a los ojos—. Sí. Tengo trabajo que hacer y ya estoy casi en la fecha límite.
—Vale entonces. Mañana. —Y así de simple, su esperanza se hizo pedazos. No había necesitado darle un empujoncito o preguntas sugerentes. Ya sabía que él no iba a decirle nada sobre el virus o el hecho de que iba a dejárselo a Tom.
Su plan era mantenerla ignorante, dejarle creer que él aún tenía el virus.
Se irían mañana, pero sin el virus. Y tan pronto como él supiese que estaban a salvo, la dejaría. La furia hirvió en su interior, una rabia como nunca antes había sentido. Diez años atrás, cuando él la había usado y dejado, ella se quedó hecha pedazos. Con el corazón roto y miserable, porque lo había amado.
Ahora, la fría comprensión le golpeaba en plena cara, había estado enamorada de un hombre que nunca la había amado; un hombre que era completamente incapaz de sentir tal emoción. Ningún hombre que declarase amarla la trataría con tal falta de respeto, ni la tocaría y la tomaría con tanta pasión, ni le prometería serle fiel y luego, en el instante siguiente, le mentiría con la clara intención de cortar cualquier lazo con ella.
Sus días de corazón roto por Nick Jonas habían llegado a su fin. Era hora de que hiciese lo correcto, su trabajo. Centrarse en aquello la salvó de derrumbarse, le dio la dirección que necesitaba.
—Estás bastante callada.
Miley lo miró.
—Lo siento. Creo que sólo es un poco de cansancio. Todo ese sol y… actividad de hoy. —Batió las pestañas y sonrió, al mismo tiempo que en el estómago se le formaba un nudo de dolor.
Los labios de Nick se curvaron y le cogió la mano.
—¿Eso significa que estás demasiado cansada para otro asalto esta noche?
Sorprendentemente, el pensamiento de hacer el amor con él otra vez no le asqueaba. Lo que no decía nada bueno de su carácter, ¿verdad? Odiaba que él le hubiese mentido, pero aún así lo deseaba. Siempre había respondido físicamente ante Nick. Normal, ¿no? Y además, había jurado hacer lo que fuera necesario para asegurarse de que él confiaba en ella, así, cuando llegase el momento, ella pudiera darle la vuelta a la situación. Era hora de vengarse y bien.
Ofreciéndole una sonrisa traviesa, le dijo:
—Nunca estoy demasiado cansada.
Después de comer, Miley limpió los platos mientras Nick limpiaba fuera. Se fueron a la sala y miraron algo de televisión. La ansiedad le ardía en las venas, haciendo difícil permanecer sentada, pero mantuvo la fachada para que Nick no comenzase a sospechar.
—No paras de moverte —le dijo él, ajustándola entre sus brazos.
Maldición.
—Lo sé. Estoy cansada, pero también tengo algo de energía acumulada.
Él le pasó los dedos por el cabello.
—Sé qué te relajaría.
Ella le palmeó en el pecho, alejándolo con una carcajada.
—Eso es lo que me ha hecho tener energía acumulada.
—¿Entonces el sexo conmigo no te relaja? —Simuló una expresión dolida.
—Por favor —dijo ella, poniendo los ojos en blanco. Se levantó y cogió el vaso de él—. ¿Te pongo más soda?
—Sí, si te pilla de camino.
Nick colocó los pies en la mesita de café y se reclinó hacia detrás para ver la televisión.
Perfecto. Miley fue a la cocina y le sirvió un vaso alto de soda, luego se sacó las pastillas para dormir del bolsillo. ¿Una o dos? En realidad no sabía lo fuertes que podían ser, pero las instrucciones en el bote de Tom decían una a dos pastillas para ayudar a dormir. Así que dos seguramente no lo matarían y Miley quería asegurarse de que Nick quedara inconsciente para poder escapar.
Mientras le deslizaba las pastillas en la soda y las observaba disolverse, sintió una punzada de culpabilidad que desechó con rapidez.
El hombre le había mentido y sólo Dios sabía qué planes tenía para el virus. Miley debía interceder y quitárselo antes de que Tom regresara mañana. Aquella era su última oportunidad. El virus era mortal. En manos equivocadas, podría ser devastador.
Ella se negaba a permitir que eso sucediera.
Encontró algunas patatas fritas y salsa, sujetó una bandeja y la llevó a la sala junto a sus bebidas, asegurándose de que sabía exactamente cuál era la bebida de Nick. Se la entregó.
—Oooh, un tentempié —dijo, removiendo en las patatas fritas saladas—. Piensas en todo.
Miley le sonrió. Las patatas le darían sed.
Exactamente lo que quería. Ella sorbió su soda y mordisqueó el tentempié, fingiendo ver la televisión pero lanzándole miradas rápidas por el rabillo del ojo. Él estaba comiendo y bebiendo muy deprisa su refresco. Ahora todo lo que ella tenía que hacer era esperar.
No llevaría mucho tiempo. Él empezó a parpadear un par de veces, a continuación bostezó. Ella se acurrucó más cerca de Nick y también bostezó, luego apoyó la cabeza en su pecho, la palma de su mano sobre su corazón.
—Esto parece natural —dijo él—. Tú y yo, tirados y mirando la televisión. Se siente bien.
—Sí —decir eso dolió, porque tener su brazo rodeándola, sintiendo esta comodidad, era una mentira.
—Me gustaría tener una vida como esta algún día.
—¿Una vida como qué?
—Tú y yo, una casa cerca del lago. Tal vez un par de niños. —¡Mentiras! Ella se negaba a dejar que su corazón creyera que lo que él estaba diciendo fuera verdad—.
—Sí, eso sería agradable, ¿verdad?
Ella reprimió las lágrimas.
—Condenadamente perfecto. Podría… Podría estar aquí… exactamente así toda la noche…
No terminó, arrastró sus últimas palabras como si hubiera bebido demasiado. Lily no se movió, sólo se quedó allí dentro de su abrazo. Cuando su brazo cayó de sus hombros, ella lo empujó y se sentó.
—¿Nick?
No hubo respuesta.
—¿Nick? —Le empujó, pero él no se movió—. Hey, Nick. Levanta.
Le pellizcó, esperando que retrocediera, pero no lo hizo. Su pulso era normal y constante. Al igual que su respiración.
Se levantó y tiró unas pocas cosas al suelo haciendo tanto ruido como pudo para ver si él se movía. No hubo respuesta. Estaba totalmente fuera de combate.
Esa era su oportunidad. Con metódica precisión, empezó a registrar la casa de Tom, buscando el virus.
El primer sitio en el que miró fue la habitación que compartía con Nick, imaginándose que él todavía estaría en posesión del virus. Buscó en sus cosas, en cada cajón y en el armario, pero no encontró nada.
De acuerdo, en cierto modo tenía sentido. Seguramente ya le había entregado el vial a Tom, quien lo tenía escondido. Pero ¿dónde?
Bajó las escaleras y registró la habitación de Tom, arrancando las sábanas, tirando el colchón y el somier fuera de la cama y sin dejar nada sin comprobar. Buscó debajo y detrás de la mesita de noche y de la cómoda, sacó la ropa de todos los cajones para examinar si había falsos fondos, pero salió con las manos vacías.
Después buscó en el cuarto de baño, destrozando el botiquín. Retiró todos los estantes del espejo, presionando en la parte posterior del mismo, pero estaba bien firme. Arrugando la nariz, atacó el armario de la ropa. Una vez que lo tuvo completamente revuelto, fue a otras habitaciones y se dio cuenta que tampoco tenía suerte allí, estaba empezando a sentirse desanimada, preguntándose dónde coño tenía escondido Tom el virus.
¿Quizás en el sótano? La última vez que había bajado no había hecho ninguna investigación, sólo se dirigió directamente a la despensa, luego se distrajo por la conversación telefónica entre Nick y Tom.
Primero revisó a Nick, que aún no se había movido. Le empujó, pero no consiguió nada, ni una pizca de movimiento. Estaba roncando. Bien. Se apresuró escaleras abajo y encendió todas las luces del sótano, se paró en el medio y miró alrededor.
Había un montón de buenos lugares para esconder cosas aquí abajo. Un par de armarios cerrados. Empezaría por allí. Primero tenía que romper los candados.
Examinó cada rincón y pila de herramientas hasta que encontró unas cizallas. Perfecto. Haber sido policía significaba que sabía abrir cosas como las cerraduras. Con un poco de esfuerzo y músculo quebró el candado del primer armario, que era lo suficientemente grande como para entrar en él. Había una luz colgando en el techo, agarró la cuerda y la encendió. Había cajas con papeles viejos y nada más, pero sólo para asegurarse abrió cada caja para revisar el contenido.
No hubo suerte ahí, por lo que se movió hacia el siguiente armario, este era pequeño y compacto, estaba colocado sobre un banco de trabajo en la esquina del sótano. Trabajó con el candado hasta que lo rompió en dos, luego abrió con fuerza la puerta de metal.
Estaba completamente vacío. Bueno, mierda. Había estado tan segura de que había encontrado su escondite.
Buscó por el resto del sótano, incluido dentro de la lavadora y la secadora, sin dejar nada sin comprobar.
No estaba ahí.
Frustrada, fue de nuevo escaleras arriba. Nick estaba todavía durmiendo, pero ella no podía esperar eternamente. Tenía que encontrar el virus. Se quedó en el centro de la sala, el corazón le latía acelerado, con las manos sobre las caderas giró en un círculo.
¿Dónde demonios estaba?
woow esta super bueno
ResponderEliminarme encanto espero que subas el siguiente
me encanta esta novela!!!
te quedo genial
Besitoos male