domingo, 11 de diciembre de 2011

"The Wild Walk" Cap 39





Su mirada cayó en la pared donde Tom tenía las medallas y le envió una tonelada de maldiciones mentales.
Malditos fueran todos.
Entonces frunció el ceño y fue hacia la pared. ¿Realmente podría tener esa suerte? Despegó uno de los juegos de medallas.
Nada más que pared. De acuerdo, quizás se estaba agarrando a un clavo ardiendo. Pero cuando fue hacia el otro, este no se despegó, se abrió. Y debajo había un armario cerrado construido dentro de la pared.
La excitación vibró en su interior. Le dio un vistazo a Nick y luego se giró hacia la caja fuerte.
Vale, necesitaba una llave y apostaba a que Tom la tenía. Lo que no implicaba tener que forzar la cerradura.
Corrió hacia el sótano y encontró la caja de herramientas de Tom, hurgó en su interior hasta que encontró lo que buscaba, una pequeña ganzúa, el tubo era lo suficientemente delgado como para entrar en la cerradura. Retrocedió rápidamente, dándole otra rápida mirada a Nick. Ni siquiera se había movido.
Deslizó la ganzúa en la cerradura, puso la oreja contra ella y a continuación empezó a moverla, girando a un lado y a otro, escuchando el sonido de la combinación. Trabajó en ella cerca de diez minutos, dejando la palma de su otra mano envuelta alrededor del tirador.
De vez en cuando lo giraba, con la esperanza de habérselas arreglado para deshacer el bloqueo.
Finalmente, hizo un clic. Rezó una oración y giró la manija.
¡Bingo! El tirador se desplazó hacia abajo y ella abrió la puerta. Dentro de la caja fuerte estaba el virus.
Si no tuviera miedo de despertar a Nick, hubiera gritado de alegría. Su corazón estaba acelerado a velocidad suicida y tuvo que dar un paso atrás y dejar las palmas de sus manos sobre sus rodillas para recuperar el aliento. Finalmente era suyo y de ninguna manera iba a dejar que se lo quitaran. Usando ambas manos, lo acunó en sus palmas y lo sacó de la caja fuerte, saliendo de la habitación. Lo dejó en la mesa de la cocina y se quedó allí, mirándolo.
De acuerdo, había encontrado el virus. Ahora tenía que salir de aquí. Lo que quería decir que necesitaba un medio de transporte. Desafortunadamente la moto de Nick estaba fuera de cuestión ya que no sabía manejarla.
Mierda. Debería haberle pedido lecciones, aunque estaba bastante segura que no se las hubiera dado.
Pero había un garaje al lado de la casa. Salió fuera y se dirigió hacia la pequeña construcción de madera, preguntándose si continuaría su suerte.
La puerta estaba cerrada con llave, pero había una ventana cerca de ella.
Aunque estaba oscuro, vislumbró la forma de un coche en el interior. ¡Sí! Se resistió a la necesidad de gritar en voz alta de pura alegría. El siguiente paso era entrar en el garaje y averiguar si había llaves.
Fue rápidamente hacia la casa y entró en la habitación de Tom. Recordó haber visto un juego de llaves en el primer cajón de la cómoda antes de que ella lo volcara todo, por lo que se agachó en el suelo y hurgó en los contenidos dispersos de sus cajones, hasta que encontró el llavero, entonces lo aferró en la mano. Se paró, miró las llaves y puso los ojos en blanco, preguntándose si alguna de esas llaves habría abierto la caja fuerte de la sala de estar.
Maldita sea, estaba estresada. No podía pensar en todo, ¿verdad?
En su camino a través de la cocina y sólo en caso de que necesitara entrar en el garaje a través de la ventana, cogió tres gruesos paños de cocina y marchó de vuelta al garaje. Esperaba que una de las llaves del llavero pudiera abrir la puerta.
Lo hizo. Con una sonrisa de satisfacción, encendió la luz y se dirigió hacia el coche. Estaba desbloqueado, se deslizó al asiento del conductor y miró todas las llaves del llavero. Sólo había una de Chevy. Metió la llave en el contacto. Encajaba.
Cerró los ojos y contuvo el aliento.
Cuando el motor empezó a funcionar y rugió a la vida, casi lloró. Tenía una salida. Tenía el virus y tenía medios para escapar. Era casi demasiado bueno para ser verdad. Golpeó las manos en el volante y dejó escapar un pequeño chillido de victoria, luego apagó el motor y salió del coche, guardándose las llaves en el bolsillo.
Corrió a la casa y cogió su bolsa, metió un par de vaqueros y bajó corriendo las escaleras, comprobando a Nick una vez más.
Aún continuaba dormido. Se inclinó sobre él y le tomó el pulso. Seguía constante.
Dios, se veía tan hermoso cuando dormía. Sus labios llenos, sus pestañas gruesas y negras como la tinta, un fuerte contraste frente a la parte superior de sus mejillas. Dejó que la palma de su mano se quedara sobre su cara, sintió su calor, su aliento contra su mano.
Dudó, sabiendo que sería la última vez que lo vería.
¿Por qué? ¿Por qué sentía ese remordimiento? ¿Sentiría Nick remordimiento cuando la dejara en cualquier área de descanso o restaurante u hotel? ¿Sentiría ese dolor golpeando en la boca del estómago con el pensamiento de no volver a verla nunca?
Supéralo, Miley. No es el hombre que quieres que sea. Nunca lo fue y nunca lo será. Coge el virus y vete.
Aún así, no podía evitarlo. Le dio un suave beso en los labios.
—Adiós, Nick.
Él no se movió. Ella suspiró y salió de la habitación.
Había estado con Nick en la oficina de Tom para ver el equipo de vigilancia y sabía que las puertas delanteras estaban controladas electrónicamente. Se tenían que abrir desde allí. Fue a la oficina de Tom y presionó el botón, vigilando por el monitor mientras las puertas de hierro se abrían lentamente. A continuación, fue a la cocina, cogió el vial y lo metió en su bolsa. Cerró la puerta trasera, apresurándose escaleras abajo hacia el garaje. La puerta del garaje era pesada, pero la abrió, entonces puso en marcha el coche, resistiendo el impulso de pisar el acelerador a fondo por el largo camino de entrada. Tan pronto como pasó las puertas, pulsó el botón en la visera, que las cerró detrás de ella.
Sólo entonces apretó el acelerador y despegó a toda prisa. Era libre. Finalmente libre, con el virus. Pero sin Nick. Había hecho lo que tenía que hacer. ¿Entonces por qué se sentía como el infierno?
Nick abrió rápidamente los ojos. Maldición, estaba cansado. Y sentía su boca como si alguien la hubiera rellenado de algodón. Oyó un coche. ¿Estaba Tom de vuelta? Cuando se levantó de un brinco los mareos le golpearon y se aferró la cabeza. ¿Qué demonios estaba pasando? Esta vez se lo tomó más lentamente, relajándose para ponerse en pie y moviéndose con pasos cuidadosos hacia la ventana. Fuera estaba oscuro. ¿Dónde estaba Miley? Caminó hacia la cocina. Vacía, cosas esparcidas por todas partes. El temor cayó como una piedra en su estómago. Aceleró el paso por el pasillo y entró en la habitación de Tom, que era un desastre. Jesucristo. La casa era un lío. El pánico aclaró su cabeza de inmediato. ¿Miley? Había oído un coche. No había estado soñándolo. Corrió al lado de la ventana a tiempo para ver el coche de Tom bajando por la entrada, la puerta cerrándose detrás de él.
La debilidad, la desorientación… Su mirada se movió hacia el vaso vacío sobre la mesa de café, su mente era un torbellino mientras intentaba reconstruir lo que había sucedido antes de que aparentemente cayera en coma.
Miley. Ella no pudo… ¿verdad? ¿Y por qué? A menos que hubiera descubierto de alguna manera… ¡Hijo de puta! Su mirada se disparó a la caja fuerte abierta, confirmando sus peores temores. El armario estaba abierto, el vial conteniendo el virus no estaba. ¡Joder! La había subestimado completamente. Su mente procesaba a mil por hora mientras caminaba de un lado a otro por la habitación y se pasaba los dedos por el cabello. Muy bien, tenía que pensar que hacer y hacerlo deprisa. Tenía que llegar a Miley.
Deslizó las manos en su bolsillo y respiró con alivio. Las llaves de su moto estaban aún allí. Lo primero que hizo fue coger una bebida energética de la nevera y se la tomó de golpe, esperando que la sacudida de la cafeína contrarrestara los efectos de la droga y le ayudara a despertarse a toda prisa.
Después de pulsar el botón para abrir la puerta del final del camino de entrada, corrió hacia la puerta y saltó sobre la moto, balanceándose un poco cuando la puso en marcha. Parpadeando para aclarar la niebla persistente en su cabeza, salió a toda velocidad por el camino de entrada, parando sólo para pulsar el código en el cuadro de la puerta para cerrarlas.
Había visto a Miley girar a la derecha y dirigiéndose al oeste. Se fue a toda velocidad detrás de ella, esperando que no hubiera llegado demasiado lejos y que no fuera tan deprisa como él. Si tenía suerte, esta noche no habría policías patrullando por este tramo de carretera desierta.


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