Nick miró en la dirección que había tomado Miley y se pregunto por qué diablos continuaba persiguiendo a una mujer tan obstinada, cuando lograba frenar cada avance que realizaba hacia ella.
La respuesta era sencilla.
Entre ellos remolineaba una atracción intensa y una tensión sexual, aunque no podía achacar a esos elementos el interés duradero por ella. Era bonita en un sentido clásico, sin nada estrafalario o artificial en ella, lo que le gustaba. Sin embargo, tampoco eso lo mantenía enganchado.
Eran otros rasgos y cualidades que había visto a lo largo de los anos, su honestidad, su fortaleza interior, su lealtad… lo que lo convertían en un adicto a su castigo, lo que mantenía la esperanza de que algún día le diera una oportunidad.
Resignado, pensó que ése no iba a ser el día.
—Está loco por ella, ¿verdad?
Nick devolvió su atención a la mujer que había detrás del mostrador y sonrió irónicamente.
— ¿Soy tan obvio? — ¿o sólo era terriblemente patético?
—Para alguien que sabe qué buscar, sí —repuso Vannesa—. Ella también se siente atraída por usted, pero no está dispuesta a reconocerlo, ¿verdad?
—Desde luego, ha sido muy duro atravesar sus defensas —pero también eso le daba atractivo ante él. No era como las otras mujeres que le echaban un vistazo a su rango de millonario y decidían que querían convertirse en algo fijo en su vida. Su dinero jamás había influido en ella.
— ¿Y a qué cree que se debe eso? —inquirió Vannesa mientras registraba las cajas que había elegido él.
—Bueno, soy lo bastante «afortunado» de conseguir información de primera mano a través de mi mejor amigo… Parece que ella me considera irresponsable y cree que tengo un problema gastando dinero —por no mencionar el tema de que Miley, el sacaba tres años de edad y de que él se ganaba la vida con los videojuegos, lo que no encajaba con la imagen que tenia ella de una ocupación profesional.
Vannesa aceptó su tarjeta de crédito y titubeó antes de pasarla por el lector.
— ¿Tiene un problema de consumismo?
Nick rio ante la pregunta directa, sintiendo como si hablara con su pragmática y sensata abuela y no con una desconocida.
—No. Tengo un montón de cosas agradables porque me las puedo permitir —sin embargo, en el último año había llegado a comprender que tendía a comprar artículos y juguetes caros para compensar lo que faltaba en su vida: una relación fuerte y sólida con una mujer. Y nada podía compensar esa clase de compañía.
Tampoco ayudaba perseguir a la única mujer que no quería tener nada que ver con él. Llego a la conclusión de que era patético.
—Da la impresión de que necesita llegar a conocer su verdadero yo.
Nick firmó el resguardo y volvió a guardar la tarjeta de crédito en su cartera.
—Gran consejo, pero me temo que es más fácil decirlo que hacerlo —conseguir que Miley saliera con él había resultado ser infructuoso y frustrante.
—Bueno, yo soy una firme creyente de que un modo de llegar al alma de una mujer es a través del chocolate, y parecía que ella sentía debilidad por las fresas recubiertas de chocolate.
Nick tuvo la impresión de que había ganado una aliada con la mujer mayor.
—Tiene toda la razón —después de todo, era el fin de semana de San Valentín, ¿por qué no aprovecharlo?—. Me llevaré media docena, envueltos con un bonito lazo y acompañados de una tarjeta.
Complacida con sus intentos de emparejamiento, Vannesa se puso a elegir las fresas más grandes de la bandeja. Mientras las preparaba en una caja blanca y le ponía un lazo rojo, Nick rellenó unas etiquetas para que ella pudiera entregar las otras cajas.
—Aquí tiene —le presentó la caja hermosamente arreglada—. Estoy segura de que no será capaz de resistirse a las fresas bañadas en chocolate —rodeó el mostrador y fue a la mesa donde estaban las mitades de los corazones.
Con cuidado, eligió uno de los envueltos en color azul, y fue hasta donde él seguía junto a la caja—. Y si esas fresas no lo consiguen, puede que esto sí —plantó el corazón en la palma de su mano y le guiñó un ojo—. Lo he elegido especialmente para usted.