El sábado había llegado con demasiada
rapidez. Dejando atrás para Miley una agradable cena el miércoles, junto a su
hermana y sus padres con motivo de su cumpleaños. La velada se había visto
brevemente interrumpida para telefonear al señor Jonas y recordarle que a las
ocho debía estar en su piso para encontrarse con su hermano Joe. Esto, por
supuesto que a ella le había significado una grave reprimenda por parte de Demi,
quien no había dudado en puntualizar por milésima vez, qué tan caradura era su
jefe. Con respecto a su trabajo, tanto el jueves como el viernes no había habido
casi nada fuera de lo común.
Había llevado los proyectos laborales de Jonas
Publisher, retirado de una elegantísima casa de ropa formal masculina el
finísimo traje negro que vestiría Nick en el baile de máscaras, concretado reuniones,
hecho llamados telefónicos, despachado correspondencia y también, enviado un
nuevo ramo de flores el día viernes, ésta vez dedicado a Lilian Evans.
Y aquí estaba ahora Miley Cyrus, el sábado,
después del almuerzo, entregada de pies a cabeza a su hermana Demi, quien había
prometido cambiarle totalmente la apariencia. Miley, vistiendo uno de sus
pantalones de jean de color negro (dos talles más grandes de lo necesario), una
horrible chaqueta azul marino recta y larga hasta la cadera, el infaltable y
aburridísimo rodete y un par de lentes oscuros, salió a la calle arrastrada por
su hermana y antes de darse cuenta, ya estaba en el auto rumbo a un salón de
belleza.
Demi
ofrecía una visión absolutamente diferente. Tenía un par de centímetros más de
altura que Miley y era mucho más delgada. No tanto cómo las modelos, pero
delgada al fin. Además le gustaba vestir ropa colorida y a la moda. Dueña de un
estilo desenfadado e informal lucía el cabello muy corto y con peinados
modernos desmechados y con mechas de colores. Al mirarlas detenidamente se
podían apreciar algunos parecidos entre ellas, sobre todo en la forma de los
ojos y en la boca, pero en general, eran mayores las diferencias. Miley siempre
había dicho, un poco en broma, mucho en serio, que en la distribución de
cualidades, Demi se había llevado toda la belleza y que a ella sólo le habían
dejado unas pobres migajas. Y al observarlas ahora, una junto a la otra, muchos
hubiesen afirmado que Miley no se equivocaba.
Después
de casi veinte minutos de trayecto, por avenidas atestadas de vehículos,
llegaron a un salón pintado en colores pasteles y con una gran marquesina sobre
las puertas de cristal.
Demi
no permitió que su hermana se mirara en ningún espejo. Según había dicho, ¡Era
para que el efecto del cambio fuese total!
En el salón de belleza, que había resultado ser un spa urbano, le
prodigaron todo tipo de terapias, masajes, tratamientos, y demás. No quedó un
solo centímetro del cuerpo de Miley que no hubiese sido tocado por alguna de
las profesionales, ya sea con ceras depilatorias, cremas exfoliantes, aceites
perfumados y mascarillas de chocolate… La lista era interminable.
Habían
terminado y Miley no tenía idea de cómo se veía. Ya casi anochecía. Después de horas
impagables de relax, ella había vuelto a ponerse su ropa y había salido del spa
sin haber podido espiar en ningún espejo. Sólo veía que sus manos tenían una
perfecta manicura y que sus uñas habían sido pintadas con un esmalte coralino
nacarado, casi imperceptible. Le resultaba extraño que esas manos suaves y tan
arregladas fuesen las suyas.
Normalmente solía limar sus uñas y darles
una mano de brillo, también se ponía cremas en todo el cuerpo y el rostro y
eso, definitivamente incluía a sus manos, pero jamás, de ninguna manera, había
logrado semejante resultado. Sabía que sus pies habían quedado en las mismas
condiciones impecables, el resto era un enigma.
Al
llegar al edificio dónde tenían el departamento, Miley notó las primeras
miradas de sorpresa. En el camino desde la acera hasta su piso se toparon con
el conserje y con un par de vecinos, que si bien no se atrevieron a decirle
nada, no habían podido ocultar el asombro. Miley no estaba segura si era porque
el cambio era bueno o porque estaba peor que antes. Para acrecentar su
incertidumbre, Demi sólo se limitaba a sonreírle y a evitar que ella encontrara
su reflejo.
Al
llegar a su cuarto, Miley encontró sobre su cama el vestido más hermoso que
había visto jamás. Era en color azul hielo, y aunque no era el vestido con el
escote en la espalda, era un modelo súper sexy.
—Demi, yo no puedo ponerme esto. ¡Ojala
tuviera la figura para lucirlo!, pero las dos sabemos que ni siquiera entraré
allí.
—Miley, creo que tienes una percepción muy
distinta de cómo es tu cuerpo en realidad— le dijo su hermana seriamente—. Y si
continúas insistiendo en tales bobadas, me veré obligada a llevarte a una cita
con el psicólogo— sentenció.
—¡Pero Demi! ¡Mira esa cintura!— tenía el
vestido de seda entre sus manos—. Te digo que no es de mi talla.
—¡Ay Miley! Verás que esa es tu verdadera
talla y no esas bolsas que luces cada día— expresó con cariño y con toda la
paciencia que había adquirido con años de yoga y meditación—. ¡Vamos! ¿Qué
esperas para vestirte?— le dijo levantando unas diminutas bragas de encaje del
mismo color del vestido y un par de medias de seda con unas liguitas bordadas.
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ResponderEliminarlo amé!♥
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