Miley acomodó sus ropas desarregladas e
intentó recomponer un poco su aspecto. Era imposible. Cualquiera que la viese
podría imaginarse, aunque esa hipotética persona no tuviese ni el más mínimo
talento en el arte de imaginar, que esa mujer no había estado jugando un
partido de cartas. Aunque la seda del vestido no se había rasgado, estaba
absolutamente impresentable. Arrugado por dónde se lo mirara y mejor no mirar
mucho, porque si uno era muy detallista, podría encontrar alguna manchita aquí
y allá.
El
cabello revuelto había sido, no muy eficientemente, alisado con los dedos, aún
así, se podía adivinar que el peinado de la peluquería había desaparecido por
completo. Los labios hinchados y las marcas rojas sobre la nívea piel del
cuello y del escote, eran una clara evidencia que esa mujer había sido besada.
¡Y que decir besada! ¡Había sido devorada por una bestia!
Nick
le sonrió con ternura.
Era insólito, pero en ese momento le
provocaba ternura. Ni él sabía que le ocurría. Le resultaba extraño todo lo que
le había ocurrido esa noche y por más que buscara en su cabeza, no lograba
hallar las explicaciones.
Había
empezado la velada de la misma manera que normalmente las empezaba. Rodeado de
hermosas mujeres, mujeres de cuerpos esculturales y rostros perfectos. Modelos
de pasarela, cada una de ellas. ¡Y muy dispuestas que habían estado a irse con
él esa noche! Podría haber elegido a cualquiera, y sin embargo…
Y
sin embargo la noche para él, y no se atrevió a profundizar esos pensamientos, decidiendo dejarlos en que
sólo era esa noche y no su vida, la que había cambiado por completo al verla a
ella. La había visto en el salón, un hada, una diosa de curvas dignas de
provocar un infarto. Rodeada de esos tres hombres, esos tres buitres que la
recorrían descaradamente con la mirada, que parecían a punto de lanzarse sobre
ella. Y en ese momento, en ese único y preciso instante, había sido cuando Nick
Jonas, por primera vez en toda su vida, había sentido celos. Celos de no ser él
el destinatario de sus miradas, de sus sonrisas coquetas. Celos de no poder
oler su perfume. Celos. Puros y desquiciados celos de no ser él el hombre a su
lado.
La deseó desde el primer segundo en el que
la había visto y ella ni siquiera había reparado en su presencia. Sabía que se había comportado guiado por sus
impulsos. Se había puesto de pie para acercarse a su lado, dejando a las
modelos boquiabiertas con su actitud repentina, pero a él eso lo tenía sin
cuidado. Podría haberse derrumbado el edificio a su alrededor y él no hubiese
sido capaz de desviar sus pasos. Sus pies lo llevaban hacia ella, que ignoraba
por completo lo que había provocado en él. Entonces ella había volteado el
rostro hacia él, sus ojos se habían encontrado y Nick Jonas había sentido como
un fuerte puñetazo en el centro de su pecho. Una sensación que no quería
ponerse a analizar y la verdad era, que no se sentía lo suficientemente
valiente como para hacerlo. No sabía quién era ella. Había intentado adivinar
su identidad, se lo había preguntado una docena de veces y ella lo había
eludido. Había buscado en su memoria esos rasgos, un detalle para poder
identificarla, pero nada.
En
algunos momentos le había resultado tan familiar y en otros completamente
desconocida. Creía haber visto antes esos ojos, pero no podía asociar cuando ni
donde, mucho menos quien había sido su dueña. Ese bullir de interrogantes lo
estaba matando. Y aquí iba otra pregunta que lo desconcertaba. ¿Por qué le
importaba tanto saber quién era ella?
Habían
disfrutado muchísimo juntos, pero él no era un novato. Se acostaba con una
mujer distinta casi cada día, y si no era cada día, sí cada dos o tres. Estaba
acostumbrado a decirles adiós, a enviarles un ramo de flores y sacarlas de su
vida. Nunca había sentido ningún deseo de entablar una relación con ninguna de
ellas. Huirle al compromiso era una regla sagrada para él.
¿Por qué entonces no podía hacer lo mismo
con ésta mujer misteriosa? ¿Por qué no podía dejar que ella saliera por esa
puerta y también de su vida? ¿Por qué quería retenerla un instante más, saberlo
todo de ella? Y paradójicamente, ella al parecer, no quería contarle
absolutamente nada.
—Por favor, dime quien eres— le rogó.
Y Nick
Jonas no estaba acostumbrado a rogarle a nadie, mucho menos a una mujer. Para
él no eran más que pasatiempos. Claro
que tampoco solía esperar mucho de ellas, sabía que para esas amantes
ocasionales él no había significado más que eso también. Una noche desenfrenada,
algún obsequio, y si lograban pescarlo, cosa que jamás había ocurrido, una
cuantiosa fortuna. Él era una buena
presa. Un buen partido cómo cualquier otro empresario exitoso y con una buena
cuenta bancaria… Nada más. Pero ella era
distinta, lo percibía.
Y
algo nuevo había logrado despertar en él. Por eso insistía.
—Si no me dices quien eres ni tampoco me
das tu número no podré telefonearte— intentó esa táctica.
¿Acaso
eso no es lo que esperan las mujeres, que los hombres le telefoneen?, pensó
creyendo que ahora sí lograría obtener alguna información.
—¡Vamos Nick! ¡No vas a llamarme!— le dijo
divertida y con un convencimiento total—. Es más que popular que tú nunca
repites a tus amantes. ¿Acaso intentas convencerme de lo contrario? ¿O es que
sólo quieres mi nombre para ponerlo en alguna extraña lista en la que llevas el
control de tus conquistas?
— ¡Me hieres mujer!
— ¿O tal vez quieres mi dirección para
enviarme el ramo de flores? ¿Crees que las mujeres no comentan ese detallito
tuyo?
—Escucha, no sé qué es lo que dicen las
mujeres, pero eso no tiene nada que ver contigo.
—Yo no quiero ese ramo de flores, ni la
tarjetita que diría, si no me equivoco, “Por una noche increíble. N.” ¡Y que
media ciudad de Nueva York debe tener!
— ¿Cómo lo sabes?
— ¡Porque es el comentario del momento Nick!
Pregúntale a cualquiera, todo el mundo lo sabe. Se muy bien como sigue esto.
Simplemente no sigue, se termina aquí y no estoy exigiendo nada diferente,
simplemente te ruego que no me envíes ese odioso ramo. ¡Ni siquiera me gustan
las rosas!, adoro los nardos— dijo sin pensar y sin siquiera darse cuenta que
lo había dicho.
Nick
sonrió. Un dato se le había escapado y sin que ella lo notara. Apuntó
mentalmente, le gustan los nardos. ¡Esperaba poder recordarlo!, tal vez después
llamara a Miley para que lo ajendara.
—No pensaba enviarte ningún ramo de flores,
sólo quería tu número telefónico para hablar contigo. Pensé que podría
invitarte a cenar, o tal vez al cine, no lo sé. Y tampoco tengo una lista de
amantes— sonrió de lado. Una sonrisa que a Miley le gustaba mucho, que la
desarmaba --Sólo que me gustaría poder nombrarte… Por ejemplo ahora, ¿cómo debo
llamarte?
—No lo sé.
—Tu nombre, sólo eso. No puede ser tan
complicado.
—Llámame como quieras Nick, no voy a
decirte quien soy.
—Entonces nos conocemos— confirmó él—.
Tiene que ser eso, de otro modo me lo dirías. Averiguaré quien eres, te lo
prometo. Nick clavó los ojos en su cara, estudiándola. Miley nerviosa, giró
el rostro ocultándose.
— ¡Cobarde!— exclamó él. Y había sonado de
lo más divertido.
A Nick
Jonas, le gustaban los desafíos y aquí tenía al reto más delicioso de su vida.
¡Descubriría quien era ella!
—Entonces llámame tú— inquirió él
poniéndole su tarjeta personal en la mano.
Miley miró la tarjeta, aún cuando la
conocía de memoria.
—Llámame cuando tengas deseos de hablar
conmigo, yo estaré esperando— le prometió
Nick.
—No estarás esperando— dijo intentando que
la voz no sonara dolida y dándole la espalda para ocultar las lágrimas que se
habían acumulado en sus ojos—. Te olvidarás de mí en cuanto yo cruce esa
puerta. Te olvidarás de lo que compartimos en cuanto termine ésta noche…, y lo
sabes.
Esa,
a decir verdad, era la actitud que siempre había tenido.
¿Cómo podía ser que ella supiera tanto de
él?, se encontró analizando y llegando a la conclusión de que ella,
definitivamente, era alguien bastante cercano. Alguien de su entorno.
Él no había hecho ningún comentario a sus
palabras, entonces Miley continuó hablando, deduciendo que su jefe le daba la
razón
— ¿Para qué voy a darte mi nombre? ¿Para
qué voy a llamarte Nick, si ni siquiera vas a atenderme? ¿Acaso alguna vez
atiendes o respondes los llamados de alguna de esas mujeres a las cuales les
has hecho el amor?
Miley
no se quedó a esperar una respuesta. ¿Para qué hacerlo cuando ya la sabía? Si
era ella misma la que atendía esas comunicaciones, si era ella misma la que
transmitía las excusas del señor Jonas, la que mentía diciendo que él se
encontraba ocupado… Miley no aguardó una respuesta. De haberlo hecho hubiese
obtenido una. Aunque si ella se quedaba allí, puede que Nick no hubiese
pronunciado en voz alta las palabras que dijo:
—Había tenido sexo, pero nunca antes le
había hecho el amor a una mujer… Al menos no hasta hoy…
Pero
ella ya no estaba allí para escucharlo.