viernes, 18 de julio de 2014

Path to Love Cap 3



La inescrutable figura habló por fin.
—Yo soy Miley Finley. ¿Qué es lo que desea?

Nicholas la observó con incredulidad.

—¿Usted es Miley Finley? —preguntó.

La expresión que el recién llegado tenía en el rostro la habría hecho reír en otro momento, pero Miley estaba demasiado abrumada por la presencia de ese hombre como para que le resultara divertida. ¿Qué diablos estaba haciendo un hombre como ése en Wharton, buscándola a ella? Aquel hombre no sólo estaba fuera de lugar allí, sino que, además, era tan guapo… Cabello oscuro como la noche, ojos también oscuros y un, rostro que parecía tallado por el cincel de Miguel Ángel. Su piel tenía un bronceado natural y su elegante ropa de diseño anunciaba a gritos que no había sido realizada en Inglaterra, ni siquiera por el mejor sastre de Savile Row. Era tan extranjera como aquel desconocido. Además, su voz, aunque modulada con un perfecto inglés, tenía acento. Italiano. Efectivamente. Eso concordaba perfectamente con su aspecto. Sin poder evitarlo, un extraño sentimiento se despertó en su interior, sentimiento que suprimió inmediatamente. No. Sólo se trataba de una coincidencia. Nada más. A pesar de todo, se preguntó qué podría estar haciendo un hombre como aquél frente a la puerta de su casa.
—Sí —respondió, secamente—. Soy Miley Finley. ¿Usted es…?
Esperó pacientemente, pero el hombre siguió mirándola sin molestarse en ocultar la expresión que tenía en los ojos. Expresaba mucho más que sorpresa. Miley conocía perfectamente aquella mirada. La había estado viendo en los ojos de los hombres que la observaban toda su vida. Esa mirada le decía que, para ellos, no contaba como mujer.
Este hecho había sido un alivio para sus abuelos, dado que lo que más habían temido era que el destino de la hija se volviera a repetir en la nieta. Sus abuelos jamás habían podido superar la vergüenza de que su hija fuera madre soltera ni el estigma de la ilegitimidad de su nieta. A pesar de lo mucho que la quería, Miley sabía que sus abuelos jamás habían podido asimilarlo. Por ello, Wharton era un lugar muy apropiado para ocultarse del mundo. Sin embargo, le intranquilizaba el hecho de que alguien hubiera podido encontrarla allí, alguien cuya nacionalidad era la menos bienvenida que podría ocurrírsele…
Tenía que ser una coincidencia. A pesar de todo, estaba decidida a averiguar qué estaba haciendo aquel hombre allí.
—Tal vez no me ha oído. Soy Miley Finley. ¿Qué desea? —repitió, con voz cortante.
El hombre volvió a mirarla. Vio la expresión a la que ya estaba acostumbrada en sus ojos, pero en aquella ocasión, había algo más. La intranquilidad se apoderó de ella. ¿Qué ocurría? ¿Quién era ese hombre y por qué estaba allí?
—Si no puede decirme a qué ha venido, debo pedirle que se marche.
Vio que la ira se reflejaba en los ojos del desconocido. Evidentemente, no le gustaba que le hablaran de aquella manera. Tensó los labios.
—Tengo un asunto de suma importancia que comunicarle —dijo—. Tal vez usted tenga la cortesía de abrir la puerta para que podamos hablar en el interior de la casa.
Las dudas de Miley resultaron más que evidentes. En los oscuros ojos del desconocido se reflejó un gesto burlón.
—Le aseguro que está a salvo conmigo, signorina.
Miley se ruborizó ligeramente al oír aquellas palabras. No necesitaba sornas para comprender que ningún hombre intentaría flirtear con ella.
—La puerta está cerrada con llave. Espere aquí.
Nicholas observó cómo ella rodeaba la casa y desaparecía. ¡Dios santo! ¡Aquella mujer era un adefesio! ¿Cómo había podido William tener una hija así? Era un hombre muy guapo y jamás se habría molestado en seducir a la madre de aquella muchacha si ella no hubiera sido hermosa. ¿Adónde había ido a parar todo aquel legado genético?
Después de lo que pareció una espera interminable, la puerta se abrió y Nicholas pudo acceder al interior de la casa. Notó inmediatamente el olor a humedad y la oscuridad que lo rodeaba.
—Por aquí —le dijo la muchacha.
Aún llevaba puestos unos impresentables pantalones de pana, aunque el hecho de que se hubiera despojado del abrigo no había mejorado su apariencia. Llevaba puesto un enorme jersey tejido a mano, con un agujero en un codo y larguísimas mangas. Su cabello era indescriptible. Una lacia melena recogida de mala manera con una goma elástica.
Ella lo condujo a la cocina decorada al estilo de mucho tiempo atrás y que estaba caldeada por una estufa de muchos años de antigüedad.
—Bueno, ¿quién es usted y qué es lo que quiere decirme?
Nicholas tomó asiento y la examinó de nuevo.
—¿Y dice usted que es Miley Finley?

—Ya le he dicho que sí —respondió ella, con hostilidad—. ¿Y usted es…?


1 comentario:

  1. no la dejes ahiii!!!!!!
    me encanto el capitulo lastima que era corto y justo la dejaste en la mejor parte
    por favor no tarde en subir y muero por leer el siguiente
    amo esta nove
    besos

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