domingo, 13 de noviembre de 2011

"The Wild Walk" Cap 31




—Todo lo que necesito —le sonrió él. Tom se giró hacia Nick—. Sabes dónde está todo, tengo mi móvil si me necesitas.
Nick asintió.
—Gracias otra vez.
—Cuando quieras. Divertíos vosotros dos.
Tom se fue por la puerta trasera. A los pocos minutos, oyó el sonido de un motor al encenderse, luego él se marchó y Nick y ella se quedaron solos. Miley se levantó y lavó la vajilla del desayuno. Nick la secó y guardó en su sitio. Ninguno dijo nada y la rutina de trabajar junto a él fue agradable. Pacífica.
Las ventanas estaban abiertas y pronto notó que Tom tenía razón. Una brisa cálida soplaba a través de la ventana de la cocina y olía a verano. El sol era brillante y Miley estaba lista para salir.
—Vamos a explorar —sugirió ella.
—Claro. Te llevaré al muelle y te mostraré el lago.
—No tengo pantalones cortos o un bañador. —Lo cual era algo muy inoportuno, porque después del frío de la noche anterior, ansiaba sentir el sol en su cuerpo.
—Eso no es problema. La sobrina de Tom y su novio vienen a menudo de visita. Siempre deja algo de ropa por acá. Revisa los cajones y busca un bañador y pantalones cortos.
—Bien. —Subió presurosa las escaleras y revolvió los cajones de la cómoda, ilusionada por encontrar un bañador de dos piezas y un par de pantalones cortos que le entraran. Por suerte, le quedaban bien, aunque la parte superior fuera algo pequeña. Sus pechos se desbordaban por la tela, pero tendría que bastar. Además, sólo estarían Nick y ella y él ya había visto todo lo necesario.
Se sintió contenta por tener el traje ya que tan pronto pisaron el exterior no pudo creer el calor que hacía. El sol azotó sobre ellos cuando caminaron por el sendero recto desde el pórtico trasero al embarcadero. Iba descalza y las placas de madera del muelle estaban calientes bajo sus pies.
Se sentía tan bien. Algo de su estrés se derretía con el calor.
El muelle era increíble y mucho más que sólo un lugar donde anclar el barco de Tom. Era enorme, con sillas reclinables, mesas con sombrillas para bloquear los rayos solares y un par de tumbonas para broncear. Incluso había un cobertizo pequeño para barcos junto a la cubierta con un vestuario privado y cuarto de baño para no tener que caminar hasta la casa. Podría pasar todo el día tumbada junto al borde del agua y sentirse absolutamente contenta.
Y la vista… era tan sobrecogedoramente inspiradora que no podía describirla. El sol reflejaba sus rayos en el agua, haciéndola brillar como diáfano cristal centellante. Más allá se expandían kilómetros y kilómetros de agua, interrumpida sólo por la costa y árboles gigantescos, tan densos que se veían como una masa enorme de colinas verdes en vez de miles de nogales americanos y robles. Era impresionante. Se sentó en el borde del muelle y chapoteó los pies en el agua.
—Ay, está fría —dijo ella.
Nick permanecía junto a ella, vigilando los alrededores del lago.
—Sí, los días son cálidos, aunque el sol no ha calentado lo suficiente el agua para tomar un chapuzón. Pero si estás lo suficientemente cómoda aquí, nadar rápidamente sería genial.
—Lo tendré en cuenta. —Se sentía helada en ese instante. Tendría que estar jodidamente ardiendo para sumergirse en el lago. Pero la vista era espectacular, se respiraba tranquilidad y vaya si se estaba relajando. Exploró el área. Otras casas se ubicaban a la distancia, sus muelles emergían desde el agua. Algunos tenían barcos amarrados a ellos. Hasta ahora no había visto personas. Con los densos árboles y arbustos, sería fácil que alguien se escondiera en éste o en el otro lado del lago.
Alguien podría estar observándolos en ese mismo instante. Apuntando a Nick. Fue consciente de su total despreocupación por ella misma, no se veía como un objetivo. Él era quien tenía el virus.
De alguna manera sabía que los tipos malos sabían eso.
—Estamos seguros aquí, Miley. Las propiedades de esta área son muy seguras. Si hubiera un problema, lo sabríamos.
Nick se había puesto pantalones cortos y una camiseta sin mangas. Le gustaba su aspecto. Le daba la oportunidad de comerse con los ojos sus músculos.
—¿Te sentarás? —Preguntó ella.
—No soy propenso a holgazanear. Creo que podría fregar la cubierta para Tom.
Ella se levantó y se limpió las manos en sus pantalones cortos.
—Te ayudaré.
Él ladeó la cabeza.
—No tienes que hacerlo.
—Quiero hacerlo. En estos días he estado holgazaneando mucho. Me gusta hacer algo.
—Bien. —Él reunió los materiales y se pusieron a trabajar seriamente en la limpieza. El día se hizo más caluroso, pero soportable. No, para ser precisos se sentía estupendo estar fuera, sentir el calor en su piel y simplemente disfrutaba de trabajar y jugar junto a Nick. Cada vez que el sudor comenzaba a bañarla, él le lanzaba un chorro de agua con la manguera y la enfriaba. Lo cual requería que ella saltara y luchara con él, así ambos terminaban mojados y frescos y otro calor crecía en ella.
Todo era ligero y pícaro y las horas pasaron rápidamente.
La cubierta estuvo limpia antes de que ella se diera cuenta, entró en la casa y preparó unos sándwiches. Los comieron en una mesa con sombrilla.
—Esto me recuerda al almuerzo en el patio de la escuela —dijo ella—. ¿Lo recuerdas?
—No del todo.
—Oh, tienes razón. Eras demasiado guay para unirte a las masas.
Él resopló.
—Fumaba en el aparcamiento durante la hora de almuerzo.
Tsk, tsk. Un muchacho tan malo.
Su sonrisa fue devastadora, haciendo que el corazón de Miley se saltara un latido.
—Eso es lo que te volvía cachonda, si lo recuerdo bien. Esa vena de chico malo en mí. La emoción de lo prohibido.
Él tenía mucha razón. Sobre todo al principio. Miley se acordó de un día, en que salió corriendo hacia su coche durante el almuerzo, porque había dejado un libro allí que necesitaba en una clase de la tarde. Nick estaba en el aparcamiento con un grupo de chicos. Algunos la descubrieron, se le acercaron, comenzaron a burlarse y a arrinconarla. Se sintió terriblemente asustada, preguntándose lo que le harían. Nick se paseó tranquilamente en medio del grupo y les dijo a los chicos que se perdieran, que Miley era amiga suya y era genial. Los tipos se encogieron de hombros y se alejaron.
Miley estaba atontada. Nick había venido a su rescate, a pesar de que no lo conocía en absoluto.
Se lo había agradecido, pero él la dejó plantada allí junto a su coche diciéndole que no era gran cosa. Para ella sí que había sido una gran cosa e hizo un esfuerzo para encontrárselo otra vez y saber quién era él.
—Fuiste mi caballero de brillante armadura —dijo ella.
Él alzó las cejas.
—¿Así?
—¿O quizás un chico malo en brillante ropa de cuero?
Nick lanzó una carcajada.
—Suena mucho mejor para mí.


1 comentario:

  1. ame el capis esta super bueno!y me encanta esta novela!malena

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