domingo, 13 de noviembre de 2011

"The Wild Walk" Cap 33




Ella tembló, la carne de gallina erupcionó sobre su cuerpo acalorado.
—No.
—¿Dónde?
—Anhelo tu boca en mi coño.
Nick retiró la mano y arrastró a Miley hasta la mesa de picnic sobre la cubierta. Allí no había ningún dosel, sólo la brillante luz del sol y agua.
—Échate en la mesa.
Ella se acostó boca arriba, sus piernas pendían sobre el filo de la mesa. Los ojos de Nick estaban tan oscuros por la pasión… se sentía mareada por él. Ninguna sonrisa arrugaba las líneas junto a sus ojos. Sólo la concentración y la profunda necesidad… tan serio, tan intenso. Su corazón palpitaba a mil por hora contra sus costillas y Miley encontró que tenía dificultades para respirar.
—Levanta —ordenó.
Cuando ella lo hizo, él agarró la cinturilla de sus pantalones cortos y los arrastró por sus muslos. Cuando lo llevó a cabo le apartó las piernas y se ubicó entre ellas. Miley se arqueó para estar más cerca de él, pero Nick extendió la mano sobre su seno para mantenerla en su lugar.
—¡No! Quédate allí. Eres mía.
Suya. ¿Lo era? Por el momento, sí y eso era todo por lo que se preocuparía. Este momento y lo que Nick le haría. Miley se relajó y protegió sus ojos del sol, manteniendo la cabeza ladeada de tal forma que pudo observar a Nick empujar un banco y sentarse entre sus piernas. Él le dirigió un vistazo rápido, sus labios se curvaron en una sonrisa diabólica antes de arrastrarla a lo largo de la mesa y dejar su coño justo al borde.
Nick cubrió su sexo con la boca y ella soltó un chillido que no tenía esperanza en contener, porque sus labios se sentían calientes, su boca húmeda; su lengua le rodeó el clítoris con suaves y lentas lamidas que implicaban provocación y tormento. Ella no podría soportarlo y estaba ya cerca del orgasmo. Se sacudió hacia arriba, frotándose contra su cara con desesperación. Él deslizó las manos debajo de sus nalgas y la sostuvo mientras se daba un festín con su coño, lamiéndola de arriba abajo como si Miley fuera un helado de crema que se derretía rápidamente y él quisiera saborear hasta la última gota antes de que se derramara.
Vale, se derramaba. Su clímax la embargó como una ola del océano estrellándose rápidamente y la mantuvo rígida al filo de la mesa mientras éste la golpeaba hasta dejarla sin sentido. Su orgasmo hizo que la ráfaga caliente de líquido que se filtró por su vagina bañara el rostro de Nick. Tembló con espasmos incontrolables a cada onda que se estrellaba sobre ella. Nick, completamente implacable, la lamía, deslizando su lengua dentro de su coño para disfrutar de cada gota hasta que ella yació laxa y jadeante.
Estaba equivocada si creía que tendría tiempo para recuperarse. Él se puso de pie y se sacó la camiseta por la cabeza. Tan abrumada por su orgasmo, Miley yació allí, contemplando su cuerpo esculpido mientras Nick dejaba caer sus pantalones cortos y agarraba su pene entre las manos. Lo acarició para ella, empuñándolo en un tenso apretón, usando movimientos lentos y deliberados desde la base a la punta. Gotas nacaradas emanaron del glande y ella se lamió los labios impacientes por saborearlo.
—No pienses siquiera en moverte ­—le advirtió él, frotando todavía su pene fuertemente en su apretón—. Te joderé ahí mismo. Pon tus pies en la mesa.
El renovado deseo chispeó en el interior de Miley cuando lo vio masturbarse. Ella flexionó las rodillas y plantó los pies en el borde de la mesa. Nick entró entre sus piernas y la penetró con una firme acometida. Miley echó hacia atrás la cabeza y cerró los ojos, emitiendo un gemido que señalaba el placer dulce que sentía por su entrada. Él estiraba las paredes de su vagina, tocando terminaciones nerviosas que ningún hombre había alcanzado jamás. Quizás era algo psicológico. Un pene era tan bueno como otro, ¿verdad?
Por otro lado, quizás no, porque ningún hombre jamás tocó su interior como hacía Nick.
Nick se retiró y se hundió otra vez. Miley jadeó cuando la sensación explotó en su interior. Alzó las caderas para aceptar más de su polla dentro de ella.
—Mírame.
Ella abrió los ojos y retuvo la respiración, la explosión la catapultó y zarandeó sus sentidos. Porque lo que realmente le dio placer fueron sus ojos, la forma en que la miraba. No estaba concentrado en su coño, no bajaba la mirada hacia donde estaban unidos; la miraba al rostro.
Con cada empuje, la miraba a los ojos para ver su reacción.
La miraba. A la mujer entera, no sólo al cuerpo. Él iba más allá de la exploración física y la alcanzaba a toda ella.
Oh, Dios. Lo sentía y no deseaba esto. La conexión emocional. Maldita fuera. Incluso afuera, durante este experimento pequeño y travieso de exhibicionismo caliente, perverso, que debería haber sido una diversión inocua y provocativa, la hacía trizas el mirarlo.
No la follaba. La amaba. No sólo con su polla, sino con todo él. Ah, él no había pronunciado una jodida palabra.
Pero Miley no necesitaba que dijera las palabras para saberlo. Lo leía en sus ojos, lo sentía en la caricia arrolladora de su mano sobre su mejilla cuando él se inclinó sobre la mesa y con los ojos todavía fijos en ella, presionó un beso íntimo sobre sus labios.
Sí, era caliente y atractivo, volvía su mundo del revés, reclamándolo al nivel más básico.
Al mismo tiempo derribaba la pared en torno a su corazón y lo reclamaba.
Lágrimas se formaron y cayeron por el rabillo de sus ojos, rodando por sus mejillas. Lo gracioso era que éstas sólo aumentaban su placer, no lo disminuían.
El conocimiento de que no importaba el tipo de juego con que engañara a su propia mente, que no importaba lo que se dijera para convencerse, no era verdad, esto no sólo era un trabajo. Ella siempre había estado y estaría enamorada de Nick.
 Miley estaba llorando. Nick estaba dentro de ella y se sentía malditamente bien, pero las lágrimas caían de los ojos de Miley y él no entendía qué estaba pasando. Se quedó quieto y se inclinó sobre ella, utilizando el pulgar para quitar las lágrimas que bajaban por su cara.
—Nena, ¿pasa algo?
Miley sacudió la cabeza y le agarró las muñecas empujándolo hacia ella.
—No pasa nada. No pares.
Su voz era un susurro entrecortado, su cara estaba tensa por la pasión. Todo su cuerpo se ruborizó. Una fina capa de transpiración del sol, de su acto de amor, la concibió en el papel de una diosa de oro que se extendía ante él. Se movió dentro de ella y su poder de raciocinio se perdió. Si ella estaba bien, entonces él estaba bien.
Algunas mujeres eran emotivas durante el sexo, o eso había escuchado. Él nunca había tenido a una mujer llorando mientras la follaba. Por otra parte, Miley no era como otras mujeres con las que había estado antes. Nunca había sentido a una mujer tan completamente, cómo sentía a Miley. La forma en que ellos parecían encajar tan perfectamente, la forma como ella respondía a él y se entregaba… todas esas cosas aumentaron su placer al momento. Cómo podía pensar en nada más que en cómo se sentía ella envuelta alrededor de su polla, caliente, húmeda y apretando con suaves pulsaciones que intentaban volverlo loco.
Ella gimió, pero esta vez no fue de angustia. Se elevó, tratando de obtener más. Él le dio lo que quería, empujando más profundamente, agarrando las piernas de Miley de tal forma que colgaron de sus brazos.
Su culo estaba fuera de la mesa y la posición le daba la jodida mejor vista de su coño. Ahora él podía ver donde estaban unidos, ver la manera en que los hinchados labios de su coño agarraban su polla cada vez que se retiraba. La visión era erótica como el infierno y cualquier tipo estaría fascinado con ella.
Pero lo que realmente le gustaba era fijarse en su cara, la forma en que se retorcía con un placer casi doloroso cada vez que se retiraba, para luego, embestir otra vez. No había nada más excitante que una mujer involucrada en hacer el amor, tan conectada en cuerpo y espíritu que podía mirar dentro de los ojos del hombre y no sentirse avergonzada.
Miley mantenía el contacto con sus ojos. Dios, eso era tan caliente, saber que no le asustaba mirarlo mientras la follaba. La forma en que sus ojos se volvían vidriosos, la forma en que parecía ver dentro de su mente y leer sus pensamientos, la forma en que él sentía estar conectado a ella de las maneras más primitivas, hacía que sus pelotas se tensasen. El escurridizo calor de Miley era como una cámara de tortura y era el mejor tormento que alguna vez hubiese deseado. Él estaba caliente y transpirado y no quería parar. Era hermosa, su pequeña gata salvaje. La manera en que lo miraba era fascinante. Podría mirarla fijamente el resto del día, excepto que sentía una tirantez en la base de la columna, el placer subiendo en espiral dentro de él y quiso correrse dentro de ella. Estaba abriéndose paso a través de él como un tren fuera de control y Nick luchó por contenerlo.
Miley tenía que correrse primero. Él soltó sus piernas, luego deslizó las manos bajo su espalda y la empujó hacia arriba, girando completamente hasta que él yació en la mesa sobre su espalda.
Sin romper el ritmo, la colocó sobre él.
—Ahora termínalo, nena.
Sus ojos brillaron con deleite mientras se sentaba a horcajadas sobre él y se movía hacia delante, luego echó hacia atrás la cabeza y lo montó con dureza.
Se sentó completamente sobre él, lo que lo enterró hasta la empuñadura dentro de su cuerpo. Nick se detuvo, sintiendo las apretadas paredes de su coño palpitando a su alrededor. Luego agarró sus caderas y la levantó, permitiéndole deslizarse hacia abajo nuevamente, viendo cada centímetro de su polla desaparecer dentro de ella y su coño le daba una apretada bienvenida ante su invasión, ciñéndolo como un tornillo apretado. Ser consciente de lo que sentía su polla era una sensación embriagadora. Ver la reacción de ella era incluso mejor.
Los pechos de Miley se echaron hacia delante mientras pasaba las manos por el pecho de él, las puntas rosadas tentándole. Agarró los montículos y atormentó sus pezones con los dedos.
—Me gusta eso —dijo ella.
Él adoraba su voz cuando se volvía profunda por el sexo. Su mentalidad le gustaba aún más… salvaje y desinhibida.
—¿Cuánto más puede gustarte? —Tiró de sus pezones y su coño se apretó alrededor de su polla—. Tanto, ¿eh?
Esta vez, los pellizcó ligeramente y ella apretó sus muslos contra él.
—Más.


"The Wild Walk" Cap 32




Terminaron sus sándwiches y pasaron una hora holgazaneando en la sombra, refrescando sus cuerpos y relajándose.
—Tu rostro se está bronceando —dijo Nick.
—¿Sí?
—Sí. —Él extendió la mano y rozó con el pulgar la punta de su nariz—. Te ves como Rudolph el Reno con la Nariz Roja.
Miley le apartó el pulgar.
—No lo hago.
—Tus mejillas también están rojas. ¿Te ruborizas?
Ella resopló.
—Apenas. Después de estar juntos ya no puedes hacerme sonrojar.
Nick arqueó una ceja.
—¿Quieres apostar?
El desafío en su mirada la calentó más que el sol. Ella tomó un trago largo de agua y sacudió la cabeza.
—Ni por asomo. No quiero quitarte tu dinero.
Él apoyó los codos en la mesa y se inclinó más cerca.
—Nena, definitivamente puedo hacer que te sonrojes. De hecho, por todas partes.
Miley no quería pensar en todas las formas en que él podría hacerlo. Pero pensándolo bien quizás eso era justo lo que deseaba.
—Demuéstralo —lo desafió ella.
Sin una palabra, él apartó su silla y se puso de pie, luego se acercó a su lado de la mesa.
—Levántate —le dijo. Curiosa y excitada, se levantó y giró para estar frente a él—. Ahora date la vuelta.
Ella alzó una ceja.
—¿Eh? —Él la agarró de los hombros y la giró de tal forma que le diera la espalda y ella mirara el agua. Su pecho le rozó la espalda, sus caderas le presionaron las nalgas. Cuando Nick le rodeó la cintura con un brazo y la atrajo hacia él, ella resistió el impulso de soltar un ronroneo de placer. Siempre se sentía tan bien ser sostenida con él.
—¿Has hecho el amor al aire libre, Miley? —Susurró él contra su cuello. Ráfagas de pura sensación atravesaron sus terminaciones nerviosas ante la promesa oscura en su voz.
—No.
—Lo harás.
Los ojos femeninos se abrieron del todo.
—¿Aquí? —Su mirada revoloteó hacia los árboles y las calas cercanas. Ningún barco navegaba en las cercanías, pero había otras propiedades, otras casas. La gente podría verlos.
—Nick, no es una buena idea.
—No me importa. Te deseo y voy a follarte aquí mismo.
Su polla ya estaba dura contra ella, el contorno firme de su pene se apretaba con insistencia contra sus nalgas. A pesar de su conmoción ante los planes de Nick, sus pezones se tensaron y su coño se estremeció. El pensamiento de que la tocara aquí fuera, que le hiciera el amor en un lugar tan público, la excitaba.
—Todos tenemos algo de exhibicionistas, nena —le dijo Nick, deslizando la mano sobre la llanura de su estómago. Su vientre realizó saltos mortales en respuesta—. Saber que alguien pudiera estar observando, sin poder desviar la mirada de nosotros juntos… ¿no te enciende un poco?
Miley no quería confesar que lo hacía, pero no podía hacer nada más.
—Sí. —Él movió la mano hacia arriba y sus dedos se ampliaron cuando los extendió sobre su tórax, deteniéndose justo debajo del sujetador de su bikini. Su corazón palpitó contra la palma de Nick.
—¿Tienes miedo?
—No. —Excitada, sí. Pero no asustada. Nick cuidaría de ella. Siempre lo había hecho.
—Tu corazón late rápidamente. Apuesto a que tu nata te humedece el bikini. —Tenía razón. Estaba mojada, su coño se contraía por la anticipación de su toque, de la boca de él en su clítoris, lamiéndola y proporcionándole el orgasmo que ansiaba—. Tendrás que aprender a decirme lo que piensas, expresar esas ideas pequeñas y pervertidas que rondan en tu cabeza. Quiero oírlas. Hacen que mi polla se ponga dura.
—Me pregunto cuándo vas a tocarme.
—Te estoy tocando. —Movió la mano hasta el otro lado de su torso, incitándola con los dedos pero sin tocar sus pechos.
—Tócame más.
—¿Cómo?
Deseaba que le arrancara el sujetador, frotara sus pezones y los mamara. Necesitaba mucho más de lo que le estaba dando.
—Toca mis pechos.
Nick movió ambas manos y cubrió con ellas sus senos. Oh, no, eso no estaba bien. Él había dejado el sujetador.
—No, no así. —La respiración de Miley se volvió pesada y su voz susurrante.
—Dime lo que deseas.
—Deseo tus manos sobre mi piel.
—¿Quieres que te quite el sujetador? ¿Aquí afuera, donde cualquiera puede vernos?
Maldito fuera por tomarle el pelo de esa forma.
—Sí, quítalo.
No le importaba. Necesitaba que sus manos moldearan su piel y tocaran sus pezones. Deseaba sentir esa sensación entre las piernas, alimentando su excitación.
Le apartó el sujetador y este cayó hacia adelante, liberando sus senos. Cuando sus manos cubrieron los montículos, ella soltó un quejido que fue mezcla de alivio y agonía. Se concentró en las sensaciones que las manos de él creaban, pero no pudo evitar revisar el área. Sus senos estaban expuestos. ¿Alguien podría verlos? ¿Y si lo hacían, qué pensarían?
La idea la excitó.
—Creo que te gusta esto —dijo Nick, deslizando sus pulgares sobre los pezones.
Miley jadeó y Nick rodó las puntas entre sus dedos, tirando un poco más duro. Meció sus caderas contra ella, su polla ahora estaba totalmente rígida, su aliento se sentía caliente en el cuello. Le dio mordiscos ligeros en el punto sensible entre su cuello y hombro y Miley tembló en respuesta.
Esto era absolutamente perverso. Se sentía tan expuesta. Aunque estuviera medio protegida por la sombra del dosel de los árboles, alguien podría descubrirlos. Nunca imaginó que ser una exhibicionista fuera tan excitante. Y algo extraño, no le importaba quién mirara, sobre todo cuando los dedos de Nick se arrastraban por su estómago, para luego bajar, aflojando la cinturilla de sus pantalones cortos.
Sabía hacía donde se dirigía Nick y estaba desesperada porque la tocara allí, sentir su mano acunándole el sexo y sus dedos penetrándola. Y deseaba que lo hiciera justo allí.
Él hizo una pausa, sus dedos juguetearon con su bikini. Miley Lily tembló ante la sensación.
—¿Estás mojada, Miley? ¿Deseas que toque tu coño?
—Sí.
—¿Deseas que mis dedos entren en ti?
—Ah, Dios. Sí, sabes que quiero. —Su coño tembló.
—Quieres que entre en ti una y otra vez profundamente y extraiga toda esa dulce nata para cubrir tu clítoris. ¿Eso es lo qué deseas que haga?
La estaba llevando a la locura. Lo hacía deliberadamente, jugando con los bordes de su bikini, pero sin tocarla donde más lo necesitaba.
—Sí —dijo ella, echando la cabeza hacia atrás para apoyarse en el hombro masculino—. Haz que me corra, Nick. Apresúrate.
Él deslizó la mano dentro de sus pantalones cortos, tiró de los lazos laterales de su bikini, se lo quitó y lo arrojó sobre la mesa.
—Esto será a mi modo —dijo él, su voz fue un gruñido bajo contra su oído.
La tensión en su voz era evidente. Nick estaba tan tenso por la necesidad como ella. Miley apenas podía respirar cuando le quitó las bragas del bikini y su mano le cubrió el coño. El calor de su palma era semejante a alimentar una hoguera ya embravecida. Ella se arqueó contra su mano, retorciéndose ante la quemadura de su contacto.
Y luego él comenzó a acariciarla, con movimientos suaves y sedosos, empapándose la mano con la crema que se derramaba de su coño. Aún mojada, la mano se deslizó sobre ella en un ritmo delicado y cada vez que él frotaba su clítoris ella sentía el golpe de un rayo profundamente en su vagina. Era semejante a una onda de choque eléctrica, de la clase más agradable de imaginar.
—Maldición, nena, estás mojada. —Empapó la punta de un dedo entre sus pliegues, tentándola con lo que podría ser. Fue un verdadero tormento, porque se retiró, continuando con la tortura lenta de sus caricias.
—Por favor —pidió ella, sin importarle cómo sonaba. Nick tenía el control de esto, de ella. Necesitaba lo que podía darle y Miley haría lo que fuera por conseguirlo. Deseaba esta exposición, sentir que la luz del sol calentaba su coño mientras la boca de Nick cubría su dolorido clítoris.
—Dime lo que deseas, Miley.
—Lámeme.
La lengua de Nick arremetió contra el lóbulo de su oreja.
—¿Así?


"The Wild Walk" Cap 31




—Todo lo que necesito —le sonrió él. Tom se giró hacia Nick—. Sabes dónde está todo, tengo mi móvil si me necesitas.
Nick asintió.
—Gracias otra vez.
—Cuando quieras. Divertíos vosotros dos.
Tom se fue por la puerta trasera. A los pocos minutos, oyó el sonido de un motor al encenderse, luego él se marchó y Nick y ella se quedaron solos. Miley se levantó y lavó la vajilla del desayuno. Nick la secó y guardó en su sitio. Ninguno dijo nada y la rutina de trabajar junto a él fue agradable. Pacífica.
Las ventanas estaban abiertas y pronto notó que Tom tenía razón. Una brisa cálida soplaba a través de la ventana de la cocina y olía a verano. El sol era brillante y Miley estaba lista para salir.
—Vamos a explorar —sugirió ella.
—Claro. Te llevaré al muelle y te mostraré el lago.
—No tengo pantalones cortos o un bañador. —Lo cual era algo muy inoportuno, porque después del frío de la noche anterior, ansiaba sentir el sol en su cuerpo.
—Eso no es problema. La sobrina de Tom y su novio vienen a menudo de visita. Siempre deja algo de ropa por acá. Revisa los cajones y busca un bañador y pantalones cortos.
—Bien. —Subió presurosa las escaleras y revolvió los cajones de la cómoda, ilusionada por encontrar un bañador de dos piezas y un par de pantalones cortos que le entraran. Por suerte, le quedaban bien, aunque la parte superior fuera algo pequeña. Sus pechos se desbordaban por la tela, pero tendría que bastar. Además, sólo estarían Nick y ella y él ya había visto todo lo necesario.
Se sintió contenta por tener el traje ya que tan pronto pisaron el exterior no pudo creer el calor que hacía. El sol azotó sobre ellos cuando caminaron por el sendero recto desde el pórtico trasero al embarcadero. Iba descalza y las placas de madera del muelle estaban calientes bajo sus pies.
Se sentía tan bien. Algo de su estrés se derretía con el calor.
El muelle era increíble y mucho más que sólo un lugar donde anclar el barco de Tom. Era enorme, con sillas reclinables, mesas con sombrillas para bloquear los rayos solares y un par de tumbonas para broncear. Incluso había un cobertizo pequeño para barcos junto a la cubierta con un vestuario privado y cuarto de baño para no tener que caminar hasta la casa. Podría pasar todo el día tumbada junto al borde del agua y sentirse absolutamente contenta.
Y la vista… era tan sobrecogedoramente inspiradora que no podía describirla. El sol reflejaba sus rayos en el agua, haciéndola brillar como diáfano cristal centellante. Más allá se expandían kilómetros y kilómetros de agua, interrumpida sólo por la costa y árboles gigantescos, tan densos que se veían como una masa enorme de colinas verdes en vez de miles de nogales americanos y robles. Era impresionante. Se sentó en el borde del muelle y chapoteó los pies en el agua.
—Ay, está fría —dijo ella.
Nick permanecía junto a ella, vigilando los alrededores del lago.
—Sí, los días son cálidos, aunque el sol no ha calentado lo suficiente el agua para tomar un chapuzón. Pero si estás lo suficientemente cómoda aquí, nadar rápidamente sería genial.
—Lo tendré en cuenta. —Se sentía helada en ese instante. Tendría que estar jodidamente ardiendo para sumergirse en el lago. Pero la vista era espectacular, se respiraba tranquilidad y vaya si se estaba relajando. Exploró el área. Otras casas se ubicaban a la distancia, sus muelles emergían desde el agua. Algunos tenían barcos amarrados a ellos. Hasta ahora no había visto personas. Con los densos árboles y arbustos, sería fácil que alguien se escondiera en éste o en el otro lado del lago.
Alguien podría estar observándolos en ese mismo instante. Apuntando a Nick. Fue consciente de su total despreocupación por ella misma, no se veía como un objetivo. Él era quien tenía el virus.
De alguna manera sabía que los tipos malos sabían eso.
—Estamos seguros aquí, Miley. Las propiedades de esta área son muy seguras. Si hubiera un problema, lo sabríamos.
Nick se había puesto pantalones cortos y una camiseta sin mangas. Le gustaba su aspecto. Le daba la oportunidad de comerse con los ojos sus músculos.
—¿Te sentarás? —Preguntó ella.
—No soy propenso a holgazanear. Creo que podría fregar la cubierta para Tom.
Ella se levantó y se limpió las manos en sus pantalones cortos.
—Te ayudaré.
Él ladeó la cabeza.
—No tienes que hacerlo.
—Quiero hacerlo. En estos días he estado holgazaneando mucho. Me gusta hacer algo.
—Bien. —Él reunió los materiales y se pusieron a trabajar seriamente en la limpieza. El día se hizo más caluroso, pero soportable. No, para ser precisos se sentía estupendo estar fuera, sentir el calor en su piel y simplemente disfrutaba de trabajar y jugar junto a Nick. Cada vez que el sudor comenzaba a bañarla, él le lanzaba un chorro de agua con la manguera y la enfriaba. Lo cual requería que ella saltara y luchara con él, así ambos terminaban mojados y frescos y otro calor crecía en ella.
Todo era ligero y pícaro y las horas pasaron rápidamente.
La cubierta estuvo limpia antes de que ella se diera cuenta, entró en la casa y preparó unos sándwiches. Los comieron en una mesa con sombrilla.
—Esto me recuerda al almuerzo en el patio de la escuela —dijo ella—. ¿Lo recuerdas?
—No del todo.
—Oh, tienes razón. Eras demasiado guay para unirte a las masas.
Él resopló.
—Fumaba en el aparcamiento durante la hora de almuerzo.
Tsk, tsk. Un muchacho tan malo.
Su sonrisa fue devastadora, haciendo que el corazón de Miley se saltara un latido.
—Eso es lo que te volvía cachonda, si lo recuerdo bien. Esa vena de chico malo en mí. La emoción de lo prohibido.
Él tenía mucha razón. Sobre todo al principio. Miley se acordó de un día, en que salió corriendo hacia su coche durante el almuerzo, porque había dejado un libro allí que necesitaba en una clase de la tarde. Nick estaba en el aparcamiento con un grupo de chicos. Algunos la descubrieron, se le acercaron, comenzaron a burlarse y a arrinconarla. Se sintió terriblemente asustada, preguntándose lo que le harían. Nick se paseó tranquilamente en medio del grupo y les dijo a los chicos que se perdieran, que Miley era amiga suya y era genial. Los tipos se encogieron de hombros y se alejaron.
Miley estaba atontada. Nick había venido a su rescate, a pesar de que no lo conocía en absoluto.
Se lo había agradecido, pero él la dejó plantada allí junto a su coche diciéndole que no era gran cosa. Para ella sí que había sido una gran cosa e hizo un esfuerzo para encontrárselo otra vez y saber quién era él.
—Fuiste mi caballero de brillante armadura —dijo ella.
Él alzó las cejas.
—¿Así?
—¿O quizás un chico malo en brillante ropa de cuero?
Nick lanzó una carcajada.
—Suena mucho mejor para mí.


"The Wild Walk" Cap 30




A la mañana siguiente, Miley despertó sola en la cómoda cama que Nick y ella habían compartido. Incluso se las habían arreglado para dormir. Tom los había alimentado bien y mientras ella hacía la colada, ellos pasaron algunas horas hablando sobre libros y la vida militar de Tom. Cuando llegó el momento en que Miley se retiró a la cama, le tomó exactamente dos-punto-dos segundos quedarse completamente rendida.
Y estaba bastante segura de que Nick se sentía aún más agotado que ella. Bostezó varias veces, sus párpados se cerraron soñolientos, e incluso se había dormido en una silla. Finalmente lo hizo subir las escaleras a empujones para que se acostara cuando terminó de lavar. Y aunque Nick hubiera actuado como si quisiera devorarla de pies a cabeza, ella era más sabia. A veces dormir era más importante que el sexo.
Al menos así fue la noche anterior. Miley se despertó bien descansada e impaciente por encontrarse con Nick.
Se vistió deprisa y bajó las escaleras, el aroma de café recién hecho y tocino atrajeron sus sentidos.
Tom y Nick estaban sentados ante la mesa de la cocina. Cuando ella entró, detuvieron la conversación.
Odiaba eso. La hacía pensar que estaban planeando algo a lo que le negaban acceso. Planes secretos. Quizás se estaba volviendo paranoica.
Sí, cierto. Ningún quizás. Ya estaba allí, en el lugar más caliente de la Ciudad de la Paranoia. Era totalmente cierto que no sabía nada de nada.
Tom se puso de pie y sacó una taza del armario.
—¿Cómo lo tomas? —Preguntó él.
—Con crema si es que tienes. Si no, negro está bien. Pero yo puedo prepararlo.
—Siéntate. Hice el desayuno, eres mi invitada y en esta casa los invitados son atendidos.
Le sonrió y se sentó en la silla junto a Nick. Él la agarró por la nuca y presionó un suave beso en sus labios.
—Buenos días, dormilona.
—Buenos días.
El café sabía estupendo y Tom deslizó un plato de tocino con huevos frente a ella y Miley intentó con todas sus fuerzas no devorarlo como un animal hambriento. Pero vaya si tenía hambre.
—Volveré en dos días o más —dijo Tom.
Miley se detuvo a medio bocado y dejó a un lado su tenedor.
—¿Te marchas?
Tom sonrió ampliamente.
—Viaje de pesca.
—¿Cuándo te vas?
—Esta mañana.
Ella echó un vistazo a Nick.
—Entonces deberíamos hacer las maletas.
—¿Por qué? No nos vamos —dijo Nick.
—¿No?
—Mierda, no. No hay razón para que os vayáis —dijo Tom—. Quedaros, disfrutad de la vista y el agua. La temperatura está mejorando. Se supone que el siguiente par de días serán maravillosos. —Se quedó quieto y luego puso su taza en el fregadero—. Soy yo quién debe terminar de hacer las maletas.
Él dejó la habitación y Miley miró burlonamente a Nick.
—¿Por qué nos quedamos?
—Por seguridad. Tom tiene una fortaleza aquí y quiero salir de circulación por unos días, ver si alguien nos ha seguido o rastreado. Puedo controlar el perímetro, mantener un ojo en las cámaras de vigilancia y observar el área. Luego, si creo que estamos limpios, nos iremos.
—Bien, tiene sentido. —Su estómago dio una voltereta ante las noticias. Nick de nuevo se comunicaba con ella, compartiendo información. Esto era algo muy bueno, un paso en la dirección correcta. Bien, quizás estuviera aferrándose a cualquier brizna en ese momento. Pero estaban a años luz de donde habían comenzado, en términos de progreso en su relación y Miley tomaría esto como una buena señal.
—Y como Tom dijo, tenemos el lugar para nosotros. Podemos usar el embarcadero, nadar un poco, tomar algo de sol y tener algo de diversión. Relájate un poco.
Nick meneó las cejas. Miley sabía a qué se refería con lo de relajarse, pero no estaba segura que fuera posible. No con el virus aún en su posesión y su destino incierto.
Claro que él sabía lo que hacía. Nick lo sabía todo, así que le era fácil pasar algo de tiempo inactivo. ¿Pero y para ella? No era tan simple.
Pero mientras más jugaba a este juego, más confiaba Nick en que ella no lo traicionaría, ni huiría, de ahí que probablemente pudiese obtener de él muchísima más información.
El problema era que, con cada día que pasaba con Nick, la costumbre de estar con él también crecía y los sentimientos que había sentido una década atrás renacían. Se le hacía más y más difícil conservar su fachada profesional, usar el sexo como un instrumento para ganarse su confianza y mantener sus emociones a raya.
No era buena en esta cosa del espionaje. Tenía un corazón y no podía erigir una pared de hielo en torno a éste para siempre.
Quizás Nick era mejor en esto que ella. Quizás él era capaz de resistir todo el asunto del sexo y no implicarse emocionalmente. Miley no lo sabía ya que no habían sacado a colación el tema de cómo se sentían con respecto al otro. Él no lo había mencionado y con seguridad ella no lo haría. Deseaba que él creyera que lo que había entre los dos era fácil, provocativo, algo “temporal”, que no significaba nada para ella más allá de algo físico. Deseaba que él creyera que llegado el momento ella se alejaría sin mirar hacia atrás, sin reprocharle nada. Lo que implicaba que era tiempo de redoblar sus esfuerzos con el sexo y tener en verdad algo de diversión con él, para ponerle claro que dejaría pasar las cosas por el momento y que disfrutaría de su tiempo juntos. Rellenaría el vacío de desconfianza entre ellos y así él le seguiría proporcionando información, creyendo que podía contárselo todo. Pero cuando llegara el instante en que él entregara el virus, ella se lo arrebataría bajo sus narices y lo llevaría a las autoridades. Tenía que hacerlo a pesar de sus sentimientos por Nick. Tom salió con un bolso pequeño en una mano y una caña de pescar en la otra.
—¿Debo suponer que ya has empacado? —Preguntó Miley, observando el bolso de viaje diminuto.

viernes, 11 de noviembre de 2011

"The Wild Walk" Cap 29




—Es un amigo mío. Lo conocí durante mis días problemáticos. Me ayudó a salir de uno o dos líos. Impidió que fuera a la cárcel.
Bien, eso era honesto. Seguía consiguiendo pequeñas revelaciones, piezas de su pasado que Nick soltaba trozo a trozo. Pero al menos era algo.
—¿Ahora sólo es un amigo, o estáis involucrados profesionalmente? —Ella no esperaba que le contara que esto era así.
—Solo es un amigo. Su casa estaba cerca y es un especialista en seguridad. Sabía que estaríamos seguros aquí durante un par de días. Nadie sube a la propiedad de Tom sin que él lo sepa. Si alguien nos rastrea y nos sigue aquí, lo sabremos. Tom cuenta con alta tecnología de vigilancia. En este instante es el mejor lugar para nosotros.
—Gracias.
Las cejas de Nick se levantaron.
—¿Por qué?
—Por decírmelo. Por contarme… lo que sea que pasa.
—De nada. Ahora bésame. Mi polla está dura y te deseo. —Él se inclinó a por un beso y ella no se resistió, necesitaba sentir sus labios sobre los suyos.
El contacto con su boca causó otra ráfaga de calor. Su coño se estremeció, acumuló humedad y señaló su buena disposición.
Al instante estuvo totalmente mojada, sus pezones le ardían y su clítoris se hinchó, su cuerpo clamaba por el de Nick. Jamás ningún hombre le había hecho esto, jamás le habían hecho sentir esta pasión instantánea.
Miley entrelazó los dedos en la suave mata de su cabello y tiró, sintiendo una repentina desesperación por sentirlo más cerca y atraerlo dentro de ella.
Oyó que Nick bajaba la cremallera de sus vaqueros y esto fue como fuego en su sangre. La forma en que él la necesitaba era embriagadora. ¿Qué era más estimulante que un hombre que deseara con desesperación a su mujer?
Miley se alejó lo suficiente para quitarse las botas y pantalones. Pero fue todo lo que hizo antes de que Nick la empujara contra la pared nuevamente.
—Dios, Miley. Necesito esto. Con fuerza y rápido. ¿Estás lista?
—Sí. —El dolor parecía un afrodisíaco, tentándola a ansiar más. Ella extendió las piernas y él la agarró de las nalgas, levantándola y colocándola sobre su polla. Miley le rodeó el cuello y se deslizó hacia su pene, aferrándose a su boca con un quejido mientras él entraba en ella con un empuje poderoso.
La mantuvo contra la pared, usando ésta como soporte mientras la follaba con implacables estocadas. Fue rápido, duro y furioso, justo como ella lo deseaba. Un sentido de urgencia la envolvió y dirigió la lengua entre los labios de Nick para hacerla bailar con la de él en un acoplamiento básico de necesidad y deseo.
Los quejidos y gemidos eran su forma de comunicación. Esto y él dentro de ella, acariciándola, frotándose contra ella con furiosa intención. Tal vez era porque Tom estaba abajo, pero Miley sentía que era más que su necesidad por Nick, la atracción extraña que sentía hacia él, que la hacía acercarse al orgasmo tan rápidamente.
Miley sintió el apretón. Nick, también, porque apartó los labios y la miró mientras se corría, sus ojos eran oscuros y calientes.
Ella se mordió el labio inferior para impedir gritar mientras ola tras ola de intenso placer la sacaba de sí misma.
Los dedos de Nick se hundieron en su culo mientras la penetraba y se estremecía. Aún la miraba cuando su orgasmo tronó por él, la acción fue tan increíblemente íntima que casi fue insoportable de ver. No obstante lo hizo, le acarició el cabello mientras él respiraba con dificultad y permanecía quieto contra ella.
Sus piernas temblaban cuando él la soltó y ella se mantuvo en sus brazos hasta recuperar el equilibrio.
—Supongo que tomaré esas ducha ahora —dijo ella, escabulléndose de él para agarrar una muda de ropa.
Él la agarró antes de que pudiera dejar el cuarto y presionó los labios contra los de ella. Fue tan diferente de la dura pasión que acababan de compartir. El beso fue tierno, un suave roce de sus labios. Esto hizo que ella sufriera.
—No uses toda el agua caliente —susurró él contra su boca.
Ella suspiró y cerró la puerta del cuarto de baño. Abrió la ducha y entró, dejando que el agua caliente cayera sobre ella, estremeciéndose cuando esta golpeó sobre su espalda raspada. Pero sonreía, su cuerpo aún temblaba por la felicidad post-coital. A veces las cosas entre ellos eran tan perfectas.
Pero había más en una relación que sólo gran sexo.
Mucho más. Como la confianza y la comunicación. Áreas donde Nick y ella fallaban tristemente. Habían progresado un poco, al menos. Prometía. ¿Pero era suficiente?
¿Comenzaría abrirse a ella, le confiaría lo que estaba pasando? Cierto, un teléfono aún era algo prohibido y entendía su razonamiento para esa medida. Eso no implicaba que Miley no intentara encontrar uno y usarlo, pero entendía por qué él no deseaba uno para ella.
Nick tenía que protegerse. Si sus situaciones fueran a la inversa, ella haría lo mismo. Pero Miley sabía que ella no trabajaba para los tipos malos, así que era diferente. No sabía para quién trabajaba él. Esa era la pieza del rompecabezas que aún faltaba, la parte vital que Nick rechazaba compartir con ella.
¿Y quién era Tom? ¿Estaba relacionado con el virus, o sólo era otro punto de parada a lo largo del camino? Se le hacía difícil creer en Nick, si en verdad era un ladrón, si tenía intenciones infames para el virus, confiaría en un militar. Tal vez Tom sólo era un viejo amigo y no sabía nada sobre el vial.
Quizás Nick mantenía a Tom en la oscuridad, también.
De nuevo, Miley tenía una tonelada de preguntas. Y dudas sobre Nick. Odiaba su propio escepticismo, pero no estaba segura si él le decía la verdad o sólo le proporcionaba una sarta de mentiras para aplacarla.
Esperaba que ese no fuera el caso, porque necesitaba la verdad de él más que cualquier otra cosa. Prefería oír el silencio que mentiras.
Y deseaba creerle. Su corazón necesitaba saber. No quería un desengaño, pero podía sentirlo acercándose y a pesar de las paredes que había alzado, sabía que no sería capaz de evitarlo cuando sus caminos se separaran.
Pero marcharse con mentiras entre ellos, con engaño, sin saber la verdad y sin tener una respuesta a todo esto… sería una cuchillada en su corazón.
¿Dios, no pedía mucho, verdad?
Sacudió la cabeza y se estiró a por el champú.
Quizás sólo deseaba demasiado.


martes, 8 de noviembre de 2011

"The Wild Walk" Cap 28




—Lago de los Ozarks. Un amigo mío vive aquí. Ven.
Subieron las escaleras y Nick abrió la mampara que conducía al pórtico trasero.
—¿No deberíamos llamar? —Preguntó ella.
—Nah. Él sabe que estamos aquí. —Abrió la puerta y entró, manteniéndola abierta para ella.
Entraron a una cocina acogedora. Ordenada y pulcra, con todo colocado en su sitio. Nada moderno o extravagante.
Definitivamente una clase de casa de verano con aplicaciones y mobiliario antiguo, cortinas en las ventanas y suelo de vinilo con patrones de cuadros amarillos.
Se sentía abrigado en el interior. Era como estar en la casa de la abuela de alguien. Miley al instante se sintió cómoda, pero se quedó cerca de Nick, sin saber qué o a quién esperar.
Cuando un hombre alto recorrió el salón y entró en la cocina alegremente iluminada, Nick caminó hasta él y le estrechó la mano.
—Tom.
—Nick. Qué bueno que hayas venido.
Él estaría a los finales de los cuarenta aproximadamente, bien constituido con el pelo oscuro muy corto y canas en las sienes. Tenía ojos penetrantes que parecían casi negros, pero su sonrisa era acogedora y amistosa.
—¿Y quién te acompaña? —Preguntó Tom.
—Es mi amiga Miley. La conozco desde la escuela.
Mientras Nick iba a recuperar sus cosas de la moto, Tom arqueó una ceja y se adelantó, tomándola de ambos manos.
—Estoy muy contento de conocerte. No sabía que Nick tuviera amigos de hace tanto tiempo a los que aún les gustase él.
Miley resopló.
—Uno o dos, imagino.
—Es bueno saberlo. Entra y quítate la chaqueta. Hace un poco de frío esta noche para ir en moto, ¿verdad?
Esa era una subestimación. Sus dedos estaban congelados.
Tom los llevó a la sala. Esta habitación también era acogedora, con un sofá rayado y dos sillones reclinables que hacían juego con el consistente piso de madera pulida. Pilas de libros se amontonaban en un par de mesitas así como se dispersaban sobre la mesa de centro.
Muy simple, nada espectacular. Le gustaba el lugar.
— ¿Vives aquí todo el tiempo? —Preguntó ella.
—Sí. Me gusta la tranquilidad y adoro pescar, así que este lugar es perfecto para mí.
Miley tomó asiento en uno de los sillones reclinables, frotando la palma de la mano sobre el gastado material del antebrazo. Era tan real estar aquí.
Tan diferente de la casa de su padre donde el mobiliario era tan rígido, formal e inflexible. Como su dueño.
Ella señaló todos sus libros.
—Te debe gustar leer.
—Me mantiene ocupado cuando el tiempo es demasiado frío para ir a pescar.
Miley sonrió, notando que en cinco minutos había logrado sentirse totalmente cómoda con Tom. Y no sabía nada sobre él.
—¿Cómo conociste a Nick?
—El Comandante y yo nos conocemos desde hace muchos años —dijo Nick, sentándose en el sillón reclinable al lado del suyo.
¿El Comandante? Precisamente entonces Miley notó las medallas enmarcadas a lo largo de la pared frente a ella.
—Ah. Eres militar.
Tom asintió.
—Retirado. Infantería de Marina. Está en la sangre de la familia. Desde mi bisabuelo.
Miley arqueó una ceja y miró a Nick.
—¿Militar?
Nick resopló.
—Ja. No es lo mío.
Tom se rió.
—No, definitivamente no es lo suyo.
Confusa, Miley dijo:
—No lo entiendo. ¿Cómo os conocisteis vosotros dos?
Nick dirigió una mirada a Tom. Él se puso de pie y dijo:
—Apuesto a que tenéis hambre. Nick, lleva tus cosas al cuarto de invitados y haré algo de comida.
Vaya forma de evitar su pregunta. Obviamente otro misterio que tendría que intentar resolver. Y la habían dejado sola. Tom debía tener un teléfono. Lo oyó en la cocina y a Nick rebuscando cosas en el segundo piso. Era la oportunidad perfecta para buscar el teléfono. Este no estaba en la sala, así que fue a la cocina.
—¿Necesitas algo? —Preguntó Tom, mirándola sobre su hombro.
—No. ¿Tú necesitas ayuda? —Ella exploró rápidamente la cocina, pero no vio un teléfono.
—Estoy bien. Tú solo instálate. Siéntete como en tu casa.
—Lo haré. Gracias. —Salió de la cocina y presurosa recorrió el pasillo, abriendo puertas a lo largo de su camino.
Armarios, un cuarto de baño, un dormitorio, que debía ser de Tom. Odiaba fisgonear, pero necesitaba el teléfono.
No había teléfono. ¿Cómo podría vivir en esta área remota y no tener un teléfono en su cocina o dormitorio? Cerró la puerta de su cuarto y subió de puntillas las escaleras. Había dos dormitorios y un baño allí arriba, pero ya sabía lo que encontraría. O, mejor dicho, lo que no encontraría. El primer dormitorio estaba vacío, revisar el cuarto de baño sería inútil y Nick estaba en la siguiente habitación.
—No, no hay teléfonos aquí —dijo Nick, obviamente leyendo la frustración en su cara.
—¿Cómo puede vivir aquí y no tener un teléfono?
Nick sonrió.
—Tiene un móvil. Lo mantiene con él. —Maldición. El destino claramente se confabulaba contra ella. Bien, este y los hombres—. Voy a tomar una ducha —dijo Nick—. ¿Te gustaría unírteme?
Miley se rió.
—Suena tentador, pero no. No con Tom preparando comida para nosotros.
—Tom la mantendrá caliente. —Él dio un paso hacia adelante.
Miley dio un paso hacia atrás.
—Entra primero. Me ducharé cuando hayas terminado. ¿Tom tienen lavadora y secadora?
Nick asintió.
—Bien. Tengo que lavar algo de nuestra ropa.
—Ahora piensas en cosas prácticas. Pero me gusta más cuando piensas en sexo.
—Me prefieres distraída así no trataré de encontrar un teléfono o hacerte preguntas.
—Bien, sí. —Él avanzó otra vez, esta vez fijándola entre su cuerpo y la pared, dejándola sin vía de escape.
Una aguda conciencia y un calor creciente se precipitaron por ella. Al igual que se esfumaron sus pensamientos de lavadoras, teléfonos y Tom cocinando. Los ojos de Nick se oscurecieron, toda su concentración estaba en ella. Él paso la mano sobre su hombro, bajándola por el brazo hasta moverse a su cintura.
—Nick. No soy estúpida, lo sabes.
Estar cerca de él era una distracción y Miley no podía negarlo.
—Claro que no eres estúpida. Por eso tengo que seguir distrayéndote con mi polla.
No pudo rebatirlo. Ella se rió.
—Sí, eso es completamente impresionante, pero a la larga tendremos que hablar. ¿Quién es Tom?