Ella tembló, la carne de gallina erupcionó sobre su cuerpo acalorado.
—No.
—¿Dónde?
—Anhelo tu boca en mi coño.
Nick retiró la mano y arrastró a Miley hasta la mesa de picnic sobre la cubierta. Allí no había ningún dosel, sólo la brillante luz del sol y agua.
—Échate en la mesa.
Ella se acostó boca arriba, sus piernas pendían sobre el filo de la mesa. Los ojos de Nick estaban tan oscuros por la pasión… se sentía mareada por él. Ninguna sonrisa arrugaba las líneas junto a sus ojos. Sólo la concentración y la profunda necesidad… tan serio, tan intenso. Su corazón palpitaba a mil por hora contra sus costillas y Miley encontró que tenía dificultades para respirar.
—Levanta —ordenó.
Cuando ella lo hizo, él agarró la cinturilla de sus pantalones cortos y los arrastró por sus muslos. Cuando lo llevó a cabo le apartó las piernas y se ubicó entre ellas. Miley se arqueó para estar más cerca de él, pero Nick extendió la mano sobre su seno para mantenerla en su lugar.
—¡No! Quédate allí. Eres mía.
Suya. ¿Lo era? Por el momento, sí y eso era todo por lo que se preocuparía. Este momento y lo que Nick le haría. Miley se relajó y protegió sus ojos del sol, manteniendo la cabeza ladeada de tal forma que pudo observar a Nick empujar un banco y sentarse entre sus piernas. Él le dirigió un vistazo rápido, sus labios se curvaron en una sonrisa diabólica antes de arrastrarla a lo largo de la mesa y dejar su coño justo al borde.
Nick cubrió su sexo con la boca y ella soltó un chillido que no tenía esperanza en contener, porque sus labios se sentían calientes, su boca húmeda; su lengua le rodeó el clítoris con suaves y lentas lamidas que implicaban provocación y tormento. Ella no podría soportarlo y estaba ya cerca del orgasmo. Se sacudió hacia arriba, frotándose contra su cara con desesperación. Él deslizó las manos debajo de sus nalgas y la sostuvo mientras se daba un festín con su coño, lamiéndola de arriba abajo como si Miley fuera un helado de crema que se derretía rápidamente y él quisiera saborear hasta la última gota antes de que se derramara.
Vale, se derramaba. Su clímax la embargó como una ola del océano estrellándose rápidamente y la mantuvo rígida al filo de la mesa mientras éste la golpeaba hasta dejarla sin sentido. Su orgasmo hizo que la ráfaga caliente de líquido que se filtró por su vagina bañara el rostro de Nick. Tembló con espasmos incontrolables a cada onda que se estrellaba sobre ella. Nick, completamente implacable, la lamía, deslizando su lengua dentro de su coño para disfrutar de cada gota hasta que ella yació laxa y jadeante.
Estaba equivocada si creía que tendría tiempo para recuperarse. Él se puso de pie y se sacó la camiseta por la cabeza. Tan abrumada por su orgasmo, Miley yació allí, contemplando su cuerpo esculpido mientras Nick dejaba caer sus pantalones cortos y agarraba su pene entre las manos. Lo acarició para ella, empuñándolo en un tenso apretón, usando movimientos lentos y deliberados desde la base a la punta. Gotas nacaradas emanaron del glande y ella se lamió los labios impacientes por saborearlo.
—No pienses siquiera en moverte —le advirtió él, frotando todavía su pene fuertemente en su apretón—. Te joderé ahí mismo. Pon tus pies en la mesa.
El renovado deseo chispeó en el interior de Miley cuando lo vio masturbarse. Ella flexionó las rodillas y plantó los pies en el borde de la mesa. Nick entró entre sus piernas y la penetró con una firme acometida. Miley echó hacia atrás la cabeza y cerró los ojos, emitiendo un gemido que señalaba el placer dulce que sentía por su entrada. Él estiraba las paredes de su vagina, tocando terminaciones nerviosas que ningún hombre había alcanzado jamás. Quizás era algo psicológico. Un pene era tan bueno como otro, ¿verdad?
Por otro lado, quizás no, porque ningún hombre jamás tocó su interior como hacía Nick.
Nick se retiró y se hundió otra vez. Miley jadeó cuando la sensación explotó en su interior. Alzó las caderas para aceptar más de su polla dentro de ella.
—Mírame.
Ella abrió los ojos y retuvo la respiración, la explosión la catapultó y zarandeó sus sentidos. Porque lo que realmente le dio placer fueron sus ojos, la forma en que la miraba. No estaba concentrado en su coño, no bajaba la mirada hacia donde estaban unidos; la miraba al rostro.
Con cada empuje, la miraba a los ojos para ver su reacción.
La miraba. A la mujer entera, no sólo al cuerpo. Él iba más allá de la exploración física y la alcanzaba a toda ella.
Oh, Dios. Lo sentía y no deseaba esto. La conexión emocional. Maldita fuera. Incluso afuera, durante este experimento pequeño y travieso de exhibicionismo caliente, perverso, que debería haber sido una diversión inocua y provocativa, la hacía trizas el mirarlo.
No la follaba. La amaba. No sólo con su polla, sino con todo él. Ah, él no había pronunciado una jodida palabra.
Pero Miley no necesitaba que dijera las palabras para saberlo. Lo leía en sus ojos, lo sentía en la caricia arrolladora de su mano sobre su mejilla cuando él se inclinó sobre la mesa y con los ojos todavía fijos en ella, presionó un beso íntimo sobre sus labios.
Sí, era caliente y atractivo, volvía su mundo del revés, reclamándolo al nivel más básico.
Al mismo tiempo derribaba la pared en torno a su corazón y lo reclamaba.
Lágrimas se formaron y cayeron por el rabillo de sus ojos, rodando por sus mejillas. Lo gracioso era que éstas sólo aumentaban su placer, no lo disminuían.
El conocimiento de que no importaba el tipo de juego con que engañara a su propia mente, que no importaba lo que se dijera para convencerse, no era verdad, esto no sólo era un trabajo. Ella siempre había estado y estaría enamorada de Nick.
Miley estaba llorando. Nick estaba dentro de ella y se sentía malditamente bien, pero las lágrimas caían de los ojos de Miley y él no entendía qué estaba pasando. Se quedó quieto y se inclinó sobre ella, utilizando el pulgar para quitar las lágrimas que bajaban por su cara.
—Nena, ¿pasa algo?
Miley sacudió la cabeza y le agarró las muñecas empujándolo hacia ella.
—No pasa nada. No pares.
Su voz era un susurro entrecortado, su cara estaba tensa por la pasión. Todo su cuerpo se ruborizó. Una fina capa de transpiración del sol, de su acto de amor, la concibió en el papel de una diosa de oro que se extendía ante él. Se movió dentro de ella y su poder de raciocinio se perdió. Si ella estaba bien, entonces él estaba bien.
Algunas mujeres eran emotivas durante el sexo, o eso había escuchado. Él nunca había tenido a una mujer llorando mientras la follaba. Por otra parte, Miley no era como otras mujeres con las que había estado antes. Nunca había sentido a una mujer tan completamente, cómo sentía a Miley. La forma en que ellos parecían encajar tan perfectamente, la forma como ella respondía a él y se entregaba… todas esas cosas aumentaron su placer al momento. Cómo podía pensar en nada más que en cómo se sentía ella envuelta alrededor de su polla, caliente, húmeda y apretando con suaves pulsaciones que intentaban volverlo loco.
Ella gimió, pero esta vez no fue de angustia. Se elevó, tratando de obtener más. Él le dio lo que quería, empujando más profundamente, agarrando las piernas de Miley de tal forma que colgaron de sus brazos.
Su culo estaba fuera de la mesa y la posición le daba la jodida mejor vista de su coño. Ahora él podía ver donde estaban unidos, ver la manera en que los hinchados labios de su coño agarraban su polla cada vez que se retiraba. La visión era erótica como el infierno y cualquier tipo estaría fascinado con ella.
Pero lo que realmente le gustaba era fijarse en su cara, la forma en que se retorcía con un placer casi doloroso cada vez que se retiraba, para luego, embestir otra vez. No había nada más excitante que una mujer involucrada en hacer el amor, tan conectada en cuerpo y espíritu que podía mirar dentro de los ojos del hombre y no sentirse avergonzada.
Miley mantenía el contacto con sus ojos. Dios, eso era tan caliente, saber que no le asustaba mirarlo mientras la follaba. La forma en que sus ojos se volvían vidriosos, la forma en que parecía ver dentro de su mente y leer sus pensamientos, la forma en que él sentía estar conectado a ella de las maneras más primitivas, hacía que sus pelotas se tensasen. El escurridizo calor de Miley era como una cámara de tortura y era el mejor tormento que alguna vez hubiese deseado. Él estaba caliente y transpirado y no quería parar. Era hermosa, su pequeña gata salvaje. La manera en que lo miraba era fascinante. Podría mirarla fijamente el resto del día, excepto que sentía una tirantez en la base de la columna, el placer subiendo en espiral dentro de él y quiso correrse dentro de ella. Estaba abriéndose paso a través de él como un tren fuera de control y Nick luchó por contenerlo.
Miley tenía que correrse primero. Él soltó sus piernas, luego deslizó las manos bajo su espalda y la empujó hacia arriba, girando completamente hasta que él yació en la mesa sobre su espalda.
Sin romper el ritmo, la colocó sobre él.
—Ahora termínalo, nena.
Sus ojos brillaron con deleite mientras se sentaba a horcajadas sobre él y se movía hacia delante, luego echó hacia atrás la cabeza y lo montó con dureza.
Se sentó completamente sobre él, lo que lo enterró hasta la empuñadura dentro de su cuerpo. Nick se detuvo, sintiendo las apretadas paredes de su coño palpitando a su alrededor. Luego agarró sus caderas y la levantó, permitiéndole deslizarse hacia abajo nuevamente, viendo cada centímetro de su polla desaparecer dentro de ella y su coño le daba una apretada bienvenida ante su invasión, ciñéndolo como un tornillo apretado. Ser consciente de lo que sentía su polla era una sensación embriagadora. Ver la reacción de ella era incluso mejor.
Los pechos de Miley se echaron hacia delante mientras pasaba las manos por el pecho de él, las puntas rosadas tentándole. Agarró los montículos y atormentó sus pezones con los dedos.
—Me gusta eso —dijo ella.
Él adoraba su voz cuando se volvía profunda por el sexo. Su mentalidad le gustaba aún más… salvaje y desinhibida.
—¿Cuánto más puede gustarte? —Tiró de sus pezones y su coño se apretó alrededor de su polla—. Tanto, ¿eh?
Esta vez, los pellizcó ligeramente y ella apretó sus muslos contra él.
—Más.