viernes, 21 de diciembre de 2012

Obsesión implacable Cap 1




El resplandor de las luces de las vegas se perdía en el cielo nocturno. Los hoteles y casinos bullían con el ajetreo de siempre y el dinero corría sin parar. Sin embargo, el Palace Athena brillaba más que ninguno. En los seis meses que llevaba abierto se había ganado la fama de ser más ostentoso que la competencia, y ese día se había consagrado como uno de los más grandes con la celebración de la boda de Tish Cyrus, la rutilante estrella de Hollywood. El dueño del Palace, más listo que otros, se había ganado el honor de organizar el evento ofreciéndolo todo gratis, y la hermosa Tish, que tampoco era tonta cuando se trataba de dinero, había aceptado sin pestañear.
Los invitados acabaron en el casino y la novia se hizo muchas fotos; tirando los dados, con su recién estrenado marido, abrazando a una joven delgada y anodina y, de nuevo, probando suerte con los dados. El dueño lo observaba todo con una expresión de satisfacción.
—Achines, amigo mío… —dijo, volviéndose hacia un joven que contemplaba la escena con una mueca de sarcasmo.
—Ya te lo he dicho. No me llames así.
—Pero tu nombre me ha traído buena suerte. Tus consejos para convertir este lugar en un sitio auténticamente griego...
—Pero si no has seguido ni uno solo de esos consejos.
—Bueno, mis clientes creen que es griego y eso es lo que importa.
—Claro. La apariencia lo es todo. Nada más importa —murmuró el joven.
—Ya veo que hoy estás un poco pesimista. ¿Es la boda? ¿Sientes envidia por ellos?
Aquiles se volvió hacia él con una mirada feroz.
— ¡No digas tonterías! —le espetó—. Todo lo que siento es aburrimiento y repulsión.
— ¿Las cosas no te han salido bien?
El joven se encogió de hombros.
—He perdido un millón, y antes de que termine la noche probablemente habré perdido otro. ¿Y qué?
—Ven y únete a la fiesta.
—No estoy invitado.
— ¿Crees que van a rechazar al hijo del hombre más rico de Grecia?
—No van a tener oportunidad. Vete y vuelve con tus invitados.
Se alejó; una figura esbelta y solitaria seguida por dos pares de ojos, los del hombre al que acababa de dejar, y los de la joven adolescente y fea a la que la novia había abrazado un rato antes. Sin apartarse mucho de la pared, para no llamar la atención, se escabulló hasta los ascensores y subió hasta la planta cincuenta y dos para contemplar las vistas.
Arriba tanto las paredes como el techo eran de un cristal grueso y los visitantes podían mirar a su alrededor sin peligro. Fuera había una pasarela para empleados y limpiadores de cristales, pero los clientes no podían acceder a ella a menos que supieran el código de seguridad.
Maravillada, la joven contemplaba la vista a sus pies cuando de repente oyó un ligero ruido a su espalda. Al volverse reconoció al joven que estaba antes en la fiesta. Rápidamente se escondió entre las sombras y le vio acercarse a los cristales.
La estancia apenas estaba iluminada por unas pocas luces, para que la gente pudiera apreciar mejor las vistas. Sin embargo, la extraña penumbra dibujaba a capricho los rostros que por allí pasaban. La joven le miraba, intrigada. Sus rasgos eran finos y bien definidos, serios y sombríos. Era el rostro de un muchacho, pero había una tristeza en ellos que casi rozaba la desesperación; la agonía de aquél que lleva una pesada cruz, una carga insoportable...
De repente el joven hizo algo impredecible que la hizo temblar de miedo. Introdujo un código en el control de seguridad y la puerta de cristal se deslizó hasta abrirse por completo. No había nada más que lo protegiera de una caída terrible de más de veinte plantas.
El suspiro ahogado de petra le hizo darse la vuelta.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó, claramente molesto—. ¿Me estás espiando?
—Claro que no. Vuelve dentro, por favor —le rogó ella—. No lo hagas.
Él retrocedió un poco, pero no se alejó mucho del borde.
— ¿Qué demonios quieres decir? no iba a hacer nada. Necesitaba respirar un poco de aire.
—Pero es peligroso. Podrías caerte por accidente.
—Sé muy bien lo que estoy haciendo. Vete y déjame en paz.
—No —dijo ella, desafiante—. Yo tengo el mismo derecho que tú de tomar el aire. ¿Se está bien ahí fuera?
— ¿Qué?
Tomándolo por sorpresa, la joven le pasó por delante y se situó a su lado sobre la pasarela. Nada más poner un pie fuera sintió la embestida del viento y él tuvo que agarrarla.
— ¡Estúpida mujer! —le gritó—. Yo no soy el único que puede tener un accidente. ¿Quieres morir?
— ¿Y tú?
—Vamos dentro.
La hizo entrar de un tirón y entonces, por primera vez, la miró a la cara.
— ¿No nos hemos visto abajo?
—Sí. Estaba en el Zeus room —dijo ella, nombrando el casino—. Me gusta observar a la gente. No podían haberle puesto un nombre mejor.
— ¿Entonces sabes quién es Zeus? —preguntó él, llevándola a un sitio donde pudieran sentarse.
—Era el rey de los dioses griegos —dijo ella—. Vigilaba el mundo desde su morada, situada en la cima del monte olimpo, dueño y señor de todas las cosas. Supongo que es así como se sienten los jugadores cuando empiezan a apostar, pero esos pobres idiotas no tardan mucho en darse cuenta de la realidad. ¿Has perdido mucho?
Él se encogió de hombros.
—Un millón. Dejé de contar después de un rato. ¿Y tú qué haces en un casino, por cierto? no creo que tengas más de quince años.
—Tengo diecisiete y soy... uno de los invitados al convite.
—Ah, claro —dijo él, fingiendo no haber notado esa pequeña vacilación en su respuesta—. Vi a la novia haciéndose una foto contigo. ¿Eres una de las damas de honor?
Ella lo miró con sarcasmo.
— ¿Tengo aspecto de dama de honor? —le preguntó, levantando los brazos y mirándose el vestido que, aunque caro, no era muy glamuroso.
—Bueno…
—No me gustan demasiado las cámaras, y mucho menos delante de toda esa gente.
El joven la miró fijamente. Ella hablaba con una resignación implacable. No había ni la más mínima gota de autocompasión en aquel tono irónico.
No llevaba maquillaje alguno, llevaba el cabello muy corto y era evidente que no se había molestado en mejorar su apariencia de ninguna forma.
— ¿Y te llamas...?
—Miley. Y tú eres Aquiles, ¿no?
Nada más oírla él frunció el ceño.
—Me llamo Nicholas Jonas. Mi madre quería llamarme Aquiles, pero mi padre pensó que era demasiado sentimental. Al final llegaron a un acuerdo y Aquiles es mi segundo nombre.
—Pero el hombre que estaba contigo abajo te llamó así.
—Para él es importante que yo sea griego, porque se supone que en este lugar todo es griego.
—Qué tontos son —dijo ella, riendo suavemente. De pronto sus miradas se encontraron.
Él era tal y como se lo había imaginado. Ojos profundos, rasgos perfectos, y un toque de orgullo e intransigencia que sólo podía reflejarse en el rostro de alguien acostumbrado a hacer su voluntad. Sin embargo, también había una oscuridad en aquella mirada impenetrable que no parecía encajar del todo.
— ¿Aquiles Jonas?
—Sí.
—La empresa más grande de Grecia —dijo ella como si estuviera recitando una lección aprendida de memoria—. Si ellos no lo quieren, entonces es que no merece la pena. Si no lo compran hoy, lo harán mañana. Si alguien se atreve a llevarles la contraria, entonces acechan entre las sombras, esperando el momento de atacar.
—Algo así —dijo él.
—O de lo contrario los arrojáis a las furias.
Ella se refería a las tres diosas griegas de la ira y la venganza, con el cabello de serpientes y ojos que lloraban sangre. Aquellos temidos demonios atacaban a sus víctimas sin piedad.
— ¿Por qué tienes que ser tan melodramática?
—Es que no puedo evitarlo, en este sitio griego «prefabricado». Pero ¿por qué no estás en Atenas, haciendo morder el polvo a tus enemigos?
—Ya me he cansado de todo eso —le dijo él en un tono brusco—. Que se las arreglen sin mí.
—Ah, no me digas que estás enfadado.
— ¿Qué?
—Durante la guerra de Troya, Aquiles se enamoró de una chica. Ella venía del otro lado. Era su prisionera. Pero tuvo que dejarla ir, así que se retiró de la batalla y se encerró en su tienda de campaña. Al final volvió a la lucha, pero terminó muerto. Tú podías haber terminado igual cuando te subiste a esa pasarela.
—Ya te he dicho que no tenía intención de morir, aunque sinceramente me da lo mismo si vivo o muero. Acepto lo que venga.
— ¿Ella te hizo sufrir mucho? 


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Capi dedicado a MALE<3 espero te guste...!!

3 comentarios:

  1. Omg!!!!!!
    Me encantó, por diosss te juro el capi fue increíble, principalmente el final, me dejó como O.o, sube pronto porfass, ya quiero leer más!!!!
    Cúidate, besis, bye c:

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  2. me encanto el final*__________________* ese aquiles coqueto xddd
    me gusto mucho, siguela pronto sisisisi?

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  3. aaawwwww gracias eso es un perfecto regalo de cumpleaños
    me encanto el primer capis encerio me muero por saber que le paso a nicholas y ya quiero leer el segundo capis
    besoos

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