Años después…
Miley está sentada en el banco de una
plaza. El sol de la tardecita de otoño se filtra entre los árboles teñidos de
rojos y amarillo que van quedándose desnudos con cada nuevo soplido del viento.
Un montoncito de hojas impulsadas por una nueva ráfaga se arremolina a sus pies
y le levanta un poquito el dobladillo de la larga falda. Se arrebuja más dentro
de su abrigo. Ya los días van haciéndose
más fríos. Piensa que pronto será hora de regresar a casa. El parque está lleno
de gente. Parejas que van y vienen haciéndose arrumacos. Niños montando en
bicicleta y otros correteando de aquí para allá o lanzándoles alguna ramita a
sus mascotas para que se las traigan de vuelta. Alguien se sienta a su lado. Es
Demi, que la mira con ternura.
Su hermana la abraza cariñosamente y deja
que Emma apoye la cabeza en su hombro. Miley está más sensible. Últimamente
cualquier cosa la emociona y la hace llorar, cómo justamente ahora…
Tiene los ojos
húmedos, vidriosos…
Pero su emoción nace de la inmensa
felicidad que siente en el corazón. Se seca los ojos con el dorso de la mano y
se sienta erguida. Su mirada fija en el grupito que juega a unos metros de
ellas.
—¡Soy una estúpida!— dice sonriendo—. ¡Ni
siquiera sé porque estoy llorando ahora!
Demi ríe a carcajadas.
—Cuando las lágrimas son de dicha, no hace
falta un motivo hermanita— le responde palmeándole una mano que ella descansa
sobre una de sus rodillas.
—¿Verdad que no?— mira a su hermana de
manera cómplice y después vuelve su atención al trío que juega en la calesita.
—Tengo que aceptar que tenías razón— dice
sinceramente Demi señalando disimuladamente con la cabeza al grupo que ríe
estruendosamente mientras el molinete es girado a más velocidad.
Demi le responde con una sonrisa. Sabe a
qué se refiere su hermana y sin querer sus ojos vuelven a llenársele de
lágrimas.
—¿Quién lo diría no?— su voz emocionada.
—¡Nick Jonas, con esposa, dos hijos y otro
más en camino!…— niega con la cabeza—. Pero tú siempre lo supiste Miley…
Una vez me dijiste que él sólo tenía que
encontrar a la mujer adecuada— le sonrió compinche— ¡Y resultaste ser tú!
—Y doy gracias a Dios por ese milagro cada
día de mi vida— clamó ella con absoluta sinceridad.
—Te aseguro Miley, que él diariamente debe
elevar la misma plegaria también, porque tú has sido su milagro…
En ese momento, el aludido, que en ese
momento hacía girar la calesita en la que un niño de aproximadamente siete
años, de cabellos y ojos negros y una pequeñita de unos tres años, de bucles
castaños y profundos ojos de ébano aullaban de alegría, levantó los ojos y los
clavó en ella. Y en la mirada se adivinaba devoción y un amor que se había
hecho cada vez más profundo con el correr de los años.
Nick era fruto de esa apasionada relación
que ellos habían tenido en la oficina de Nick sobre el escritorio, y si bien
esa había sido la primera vez que habían hecho el amor en ese escenario…
¡Definitivamente no había sido la última!
Nick le había rogado que trasladara las
cosas del cubículo a su despacho, así que compartían oficina y siempre se
buscaban un tiempito para tomarse un fogoso recreo. Y con el paso del tiempo y
entre los “recreos” en la oficina y las
sesiones a puro fuego en el departamento, lugar al que Miley se había mudado
después de la boda, llegó Destiny.
Y cómo el amor y la pasión entre Nick y Miley
no habían decrecido en absoluto, estaba en camino el tercer retoño, que nacería
en poco más de dos semanas. Nick Jonas se había convertido en un excelente
padre de familia y un marido fiel, enamoradísimo de su esposa… Y Miley Cyrus,
ahora señora Jonas, en la mujer más
feliz de éste planeta quien ya no necesitaba soñar para ser dichosa ni para
sentirse completa, porque el mayor de sus sueños ya se había hecho realidad…
Nick, como confirmándolo, dejó de hacer
girar el carrusel y aunque sus hijos le chillaban que siguiera impulsándolos,
él se quedó un ratito mirando a su esposa. Le gustaba mirarla, ella le infundía
paz, ternura y a la vez le hacía bullir la sangre y latir fuerte el corazón. Le
gustaba esa rara mezcla de sentimientos y de sensaciones que sólo Miley era
capaz de despertar en él. Desde esa
cortita distancia que los separaba en el parque le sonrió a su mujer, una
sonrisa que le nacía desde lo más profundo de su alma y que sólo un hombre
enamorado y profundamente feliz puede ser capaz de esbozar.
Ella le correspondió la sonrisa y a él se
le estrujó el pecho de la emoción. Entonces volvió a mirarla, más intensamente,
haciéndole mil promesas secretas que ella supo entender cuando él las selló
modulando con sus labios un sincero y silencioso “Te amo”.
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Epílogo
¿Siguen creyendo que la magia no es posible
si no intervienen en ella hechizos o pociones?... Cómo les dije al principio,
mis queridos lectores. En la vida de Miley Cyrus se obraron cambios, giros
trascendentales y a la vez, inimaginables. Vuelcos imprevistos y maravillosos… Yo los llamo milagros…
¿Pero milagros sólo en la vida de Miley?
¡Claro que no!
Porque mientras que en Miley los cambios se
dieron por fuera, revelando a la verdadera mujer que se ocultaba detrás del
antifaz a la vista de todos; En Nick, esos cambios, ocurrieron en su interior,
directamente en su corazón… Cosas así no suceden todos los días, ¿verdad?…
¿Y acaso, no radica allí lo fascinante de
la magia?...
FIN