— ¿Qué estás...? —antes de terminar la
frase se encontró bailando con ella.
—Sí, ya lo sé. Los convencionalismos
de la alta sociedad dictan que tengo que esperar a que tú me lo pidas, pero
esto no es la alta sociedad. Para mí es la alta suciedad —añadió en un tono
irónico.
Nick se sorprendió. Ni siquiera él
mismo hubiera podido expresarlo mejor.
—A lo mejor tus temores eran
infundados. Como eres una chica tan aburrida y ejemplar, no creo que fuera a
pedirte que bailaras con él.
—Es que Liam tiene unos gustos muy
raros —dijo ella rápidamente.
Ella se deslizaba como el mercurio
entre sus brazos, moviéndose y volviéndose contra su cuerpo, siguiendo la
cadencia y llevándole con soltura, en perfecta sincronía. Nick se sentía
tentado de agarrarla con fuerza, atraerla hacia sí y dejar que pasara cualquier
cosa.
Pero no. No en ese momento. Aún no.
Ella sabía que lo estaba pensando, y
un escalofrío le heló la sangre.
— ¿No te gusta bailar? —le preguntó un
momento después.
—Esto no es bailar. Esto es revolcarse
en la alta suciedad —dijo él.
—Cierto, pero hemos hecho enojar a Liam,
y eso ya es algo.
Tenía razón. Liam los observaba con el
gesto enfurruñado, como un niño al que le han arrebatado un juguete.
De repente Nick se olvidó de todo. Su
rostro estaba muy cerca y la sonrisa que iluminaba los labios de ella lo
atravesaba de lado a lado.
— ¿Qué haces después?
—Me quedaré aquí unos cuantos días, o
semanas. Así aprovechó para hacer un poco de investigación. Greg tiene muy
buenos contactos. Hay una cripta en un museo que nunca ha sido abierta para
nadie, pero él va a hablar con unas personas.
Nick bajó
la vista y contempló aquel cuerpo sensual que se movía en sus brazos, aquel
rostro encantador que sonreía de forma natural, los ojos azules, profundos y
misteriosos... ¿qué hacía una mujer tan despierta y viva investigando sobre los
muertos? ella era un ser de luz, no de la oscuridad de las tumbas. Sus manos no
estaban hechas para hojear viejos libros polvorientos, sino para acariciar el
rostro de un hombre mientras él disfrutaba de su exquisita desnudez.
— ¿Para ti es una suerte eso de poder
visitar museos?
—Voy a tener la oportunidad de ver
cosas con las que muchos estudiosos sólo pueden soñar, así que es todo un
privilegio.
— ¿Y no hay nada más que te guste
hacer?
— ¿Te preguntas por qué una mujer se
preocupa por esas cosas? las mujeres están hechas para el placer. Los asuntos
importantes son para los hombres.
Nick titubeó un instante. Ella casi
había dado en el clavo.
—No quería decirlo así. Pero si la
vida te ofrece tantos caminos posibles...
— ¿Cómo Liam? sí. Podría arrojarme a
sus brazos, o a cualquier otra parte de su anatomía —le dijo con mordacidad.
—Lo siento —se apresuró a decir él,
soltándola un poco.
— ¿Dónde estaba? ah, sí, en lo de los
caminos.
—Olvídate de Liam —dijo él en un tono
impaciente—. Ese no es un camino, sino un callejón sin salida.
—Sí, de eso ya me he dado cuenta. Ya
no tengo quince años. Según he leído en mi carné de identidad, tengo treinta
dos años.
—Si estás buscando un cumplido,
elegiste al hombre equivocado.
—Oh, por supuesto. Yo nunca me
acercaría a ti buscando atenciones o alabanzas, pero sí que hay algo que...
—titubeó un poco, como si estuviera tratando de encontrar las palabras
adecuadas—. Sí hay algo que ningún hombre podría darme excepto tú —susurró al
final.
— ¿Y qué es? — Nick no quería
preguntar, pero la tentación fue más fuerte.
—Un buen consejo financiero —declaró
ella—. ¡Ajá! ahí está. Lo conseguí.
— ¿Qué?
—Te he hecho reír.
—No me estoy riendo
—dijo él, intentando disimular.
—Pues lo estarías si no te esforzaras
tanto por disimularlo. Apuesto a que soy capaz de hacerte reír. Por favor, sé
bueno por una vez y déjame disfrutar de mi pequeña victoria.
—Yo nunca soy bueno, pero esta vez te
dejaré salirte con la tuya.
— ¿Sólo esta vez? —preguntó ella,
levantando las cejas.
—Normalmente prefiero ser yo quien
salga victorioso.
—Podría tomarme eso como un desafío.
—Los desafíos... ¿se te dan bien? —le
preguntó él un momento después.
—Oh, sí. Siempre me salgo con la mía.
—Igual que yo... presiento que se
avecina una gran batalla.
—Cierto —dijo ella—. Estoy temblando
con sólo mirarte.
Él guardó silencio y una sonrisa se
dibujó en sus labios lentamente. Miley tenía la extraña sensación de que todas
las mujeres presentes en la sala la estaban mirando. Le habían dicho que la
mayoría de ellas había pasado por la cama de Nick y, de repente, supo que era
verdad. Todas aquellas féminas despechadas le clavaban los ojos como dardos
envenenados; ojos inyectados en sangre, llenos de recuerdos, calientes, dulces,
gloriosos, amargos... había una mujer en particular cuya mirada indiscreta y
celosa llamó poderosamente la atención de Miley. Aquella criatura petulante
enfundada en un extravagante vestido trataba de fulminarla con los ojos. ¿La
última conquista de Nick Jonas? quizá...
aquellos ojos eran iguales que los de las demás. Sin embargo, en ellos
palpitaba un profundo resentimiento, un instinto asesino...
De pronto Nick la hizo girar mientras
bailaban, más y más rápido, haciéndola olvidar todo lo que la rodeaba. El mundo
se había desvanecido a su alrededor. Ya nada importaba.
¿Acaso acabaría en los brazos de él,
presa de una pasión febril? ¿Acaso iba a terminar como todas las otras,
sufriendo en la distancia? no. Algo le decía que el camino que iban a recorrer
juntos tendría muchas curvas y recovecos.
En ese momento fueron interrumpidos
por unos gritos provenientes de muy cerca. Todos los invitados dejaron de
bailar y se hicieron a un lado, revelando a la feliz pareja de recién casados,
entregados a un abrazo de amor. Tal y como se esperaba de unos personajes tan
glamurosos, el beso se prolongó hasta que la multitud rompió a aplaudir, y
entonces, poco a poco, todas las parejas comenzaron a abrazarse y a besarse,
imitando a los homenajeados.
Nick se
quedó inmóvil, contemplando la escena. Todavía la sujetaba de la cintura y la
agarraba de la mano, a un centímetro de distancia. Sólo tenía que dar un paso y
cubrir aquellos labios con los suyos propios.
Ella levantó la vista. Sus pupilas
vibraban con los latidos de su corazón.
— ¡Vaya espectáculo! —exclamó él,
mirando a su alrededor y hablando en un tono de desaprobación—. No voy a
ofenderte siguiéndoles la corriente —la soltó y retrocedió, sin darle opción
alguna excepto hacer lo mismo.
—Gracias —dijo ella en un tono
formal—. Es un placer conocer a un hombre con sentido del decoro —le dijo,
tratando de reprimir las ganas de darle un puñetazo.
—Me temo que tengo que marcharme. He
descuidado mis negocios durante demasiado tiempo. Ha sido un placer volver a
verte de nuevo.
—Lo mismo digo —dijo ella en un tono
seco. Él inclinó con cortesía y un segundo después ya se había marchado.
Estupefacta, Miley le vio marchar,
incapaz de creerse lo que acababa de ocurrir. Nick Jonas era un hombre con una
voluntad de hierro y un corazón de acero. La había dejado allí y se había
marchado sin más, sin mirar atrás ni una sola vez.
—No te preocupes. Hay que tener
paciencia.
Miley levantó la vista y se encontró
con la mujer en la que se había fijado mientras bailaban. La había visto llegar
a la fiesta acompañada de uno de los hombres más ricos y poderosos de la
ciudad.
—No he podido evitar observarte
mientras bailabas... con Nick —le espetó, mirándola con una mezcla de desprecio
y pena—. Él es así, ¿sabes? se acerca mucho y entonces se retira, para
pensárselo un poco. Cuando decida que encajas en su apretada agenda de
compromisos, volverá para conseguir su satisfacción, según y cuándo le
convenga.
—Si yo estoy de acuerdo —dijo Miley.
La mujer soltó una risotada fría y escalofriante.
—No seas ridícula. Claro que estarás
de acuerdo. Lo llevas escrito en la frente. Si regresara en este preciso
instante, estarías más que dispuesta.
—Veo que sabe muy bien de qué está
hablando.
—Oh,
claro que lo sé. Ya he estado ahí. Sé lo que te está pasando por la cabeza en
este momento, porque también ha pasado por la mía. ¿Quién se cree que es? ¿Acaso
piensa que, si vuelve a entrar por esa puerta, caeré rendida a sus pies? bla,
bla, bla... pero entonces te mira, como si fueras la única mujer en el mundo, y
al final caes rendida a sus pies, como no podía ser de otra manera. Y será
maravilloso, durante un tiempo. Estar en sus brazos, en su cama... descubres un
universo con el que jamás soñaste... pero un día te despiertas y te das cuenta
de que tienes los pies sobre la tierra. Sientes mucho frío porque él se ha ido.
Ha terminado contigo. Ya no existes para él. Entonces llorarás y sufrirás,
negando la realidad, pero él no contestará a tus llamadas, así que al final
acabarás creyéndotelo. No queda más remedio —Dio media vuelta y echó a andar,
pero entonces se detuvo—. Crees que eres diferente, pero con él ninguna mujer
es diferente. Adiós.