—¡Eres tú!— exclamó y la voz le salió
demasiado entusiasmada—. Mi bella mujer misteriosa…
—Si, soy yo. ¿Te importuno con mi llamado?
Es que tú me pediste que lo hiciera y además quería saber cómo has estado.
—¡No sabes lo feliz que me haces al
telefonearme!
Y Nick Jonas no mentía. Se sentía eufórico
y muy contento.
—¿De verdad?— preguntó ella, disimulando
que sabía perfectamente cuanto ansiaba él esa comunicación—. ¿Por qué?
—Porque no he podido dejar de pensar en ti
ni un solo minuto.
Me he vuelto casi loco tratando de imaginar
dónde podría encontrarte… ¿Vas a decirme ahora quien eres?
—Creo que todavía no Nick. No me parece el
momento adecuado. Es mejor que sigas ignorando mi identidad.
—Me matas con esa decisión… Quiero verte—
le dijo.
—No puedo.
—¡Dios, voy a enloquecer si no te toco! Te
necesito mujer. ¿Acaso no puedes entenderlo? Cada célula de mi cuerpo te desea.
¡Si ahora mismo, con sólo escuchar tu voz me estoy endureciendo!
Miley también ardía de deseos por él y Nick
debió notarlo en la respiración de ella, que se oía agitada a través del
teléfono.
—¿Tú también te sientes así, verdad?
—Si.
—Si estuvieses aquí conmigo te estaría
tocando, estaría calmando la necesidad de tu cuerpo que clama por el mío— la
tentó.
—Yo también te tocaría a ti— confesó ella
con la voz ronca.
—¿Qué me harías mujer misteriosa?— Esa
conversación lo estaba excitando a niveles insospechados. Se sentó en el
mullido sofá del living de su piso en una de las torres más lujosas de Nueva
York.
—Te quitaría la ropa que llevas puesta. Lo
haría despacio. Dime que vistes Nick, dímelo así me imagino arrancando cada
prenda de tu glorioso cuerpo— dijo provocándolo.
—Ropa deportiva— tragó saliva—. Una
camiseta sudada y un pantalón. Acabo de llegar del gimnasio y todavía no me he
duchado.
—Mejor todavía— dijo ella con voz sensual—.
Te quitaría la camiseta sudada, que debe pegarse a tu piel de manera tan
sensual que de sólo pensarlo me estremece. Deslizaría mis manos siguiendo los
contornos de cada músculo de tu pecho y te recorrería con mi lengua… Con toda
mi boca que ansía saborearte.
—¡Cielos, me estás calentando!— Nick se
tocó la polla que estaba irguiéndose bajo sus pantalones con cada una de las
palabras de ella. Y también le sucedió algo confuso. Imaginó esa boca sobre él
y se extrañó comprobando que esa boca se parecía demasiado a la de su
secretaria Miley. Pero allí nomás quedó
el pensamiento. La mujer seguía deleitándolo con los placeres que prometía. Lo
hacía volar.
—Me desharía del resto de tu ropa de la
misma manera, lentamente y explorándote con mis manos y con mis labios. Te
dejaría completamente desnudo y te miraría. Deseo verte desnudo Nick, admirar
sin restricciones lo que se adivina debajo de tu ropa.
—¡Te juro que si estuvieras aquí ya lo
estaría!
Se oyó la risita de ella en el teléfono.
—Te llevaría a la ducha. Enjabonaría mis
manos con espuma cremosa y perfumada y lavaría cada centímetro de tu cuerpo.
—¿Estarías desnuda?—preguntó él jadeando.
—Completamente y restregaría mis pechos
sobre la piel de tu espalda mientras mis brazos te rodean y mis manos enjabonan
tu abdomen, tus ingles…
—¿Ahora estás desnuda?—ronroneó sin
aliento.
—No, ahora no, pero eso podría solucionarse
con facilidad…
Estoy en mi cama a punto de ir a dormir y
sólo visto una camiseta ajustada sin sujetador y unas diminutas braguitas.
—Quítatelas— le pidió él imaginando cómo
deberían traslucirse los pezones color té con leche a través de la tela, que él
en su mente recreó transparente—. Pero supone que son mis manos las que te
están desnudando. Deja el auricular sobre la almohada y pon el altavoz, porque
yo usaría mis dos manos para hurgar en ti.
Ella
cumplió su pedido. Su hermana había salido con unas amigas y ella había quedado
sola, así que nadie oiría la conversación.
—¿Y cómo lo harías si estuvieras tú aquí?—
su voz, invitadora.
—Lentamente, sintiéndote. Rozando primero
todo el borde de tus bragas y la mayor parte posible de tu cuerpo al quitarlas.
Tu trasero, tienes un bonito trasero que acariciaría. La parte posterior de tus
piernas y tus pantorrillas torneadas hasta llegar a tus tobillos y sacar la
tanga por los pies. Después volvería a ascender…— se interrumpió—. ¿Estás
haciendo lo que te estoy diciendo?
—Si, me estoy acariciando y ya me he
quitado las bragas, quedamos en que ibas ascendiendo— dijo respirando agitada.
—Bien, te estaría tocando muy suave, apenas
rozándote con las puntas de mis dedos. Tócate así. Mis manos vagarían por tus
piernas, besaría el hueco de tus rodillas… Seguiría subiendo y jugarían en el
interior de tus muslos, mordisqueando allí dónde la piel debe sentirse tibia.
Me acercaría a tu vagina, te abriría para mí, para admirar tu carne pulsante y
caliente y vería la seda líquida que fluye de ti y se escurre entre tus
piernas. Aspiraría tu dulce olor y mi polla se pondría rígida de deseos por
enterrarse en esa caverna ardiente, tentadora. Lamería justo dónde terminan tus
muslos y rozaría apenas los labios de tu coño, pero no me detendría allí.
—¿No? ¡Oh por Dios! ¿Y sólo un poquito?...
Quiero que me toques justo allí, es lo que más deseo—dijo apretando su mano
sobre el costado y moviendo la cadera y muy tentada de tocarse igual.
—Todavía no— le dijo sonriendo. ¿Tienes los
ojos abiertos?
—Cerrados— suspiró ella.
—Entonces quiero que los abras, porque
quiero que mires lo que harían mis manos sobre tu cuerpo.
Ella obedeció y observó cómo se tocaba,
imaginando que eran las manos de Nick y no las de ella, las que estaban sobre
su cuerpo. Él la estimulaba con su voz… Ella ardía.
—Separa las piernas con tus manos y
flexiónalas sólo un poco.
Siente la piel caliente de tus muslos,
arrastra hacia arriba las palmas y roza apenas tu feminidad, sube por tu
abdomen y lleva con tus manos la camiseta. Eso es lo que harían mis manos
ahora, te dejarían completamente desnuda. Miley hizo lo que él le había dicho y
ahora estaba sin nada sobre su cama. Su cuerpo excitado, enfebrecido. Tan
sensible que con el mínimo roce de las sábanas suaves se despertaba cada uno de
sus sentidos.
—Te tocaría los pechos, me encantan tus
pechos llenos… ¿Dime si ya te has excitado preciosa? ¿Si ya se te han puesto
los pezones duros como brotes y si te has mojado?
—¡Si Nick! ¡Santo cielo, estoy ardiendo por
ti
—Yo también estoy prendiéndome fuego— dijo
sensual—.Con dos dedos toma uno de tus pezones y estíralo un poquito…, apenas,
y gíralo… ¿Te gusta eso?
—¡Si! ¡Oh si, me gusta mucho!—dijo
estremeciéndose con esos toque que le enviaban oleadas de placer directamente
bajo su vientre y la convertían en lava fundida y muy caliente.
—Ahora envuelve todo el pecho en tu mano y
amásalo, sóbalo, estrújalo un poco. Sin parar llévate la otra mano a la boca y
métete tres dedos, chúpalos…, imagina que es mi polla la que tienes dentro de
tu boca— la voz le salía arrastrada, ronca.
—No cierres las piernas— jadeó él—. Sé que
quieres ser tocada allí, que tu coño pulsa, que te duele de anhelo. Tus caderas
se mueven solas, ya no te hacen caso. Estás ardiente y necesitas que te llene,
pero no todavía.
—Nick…
—Vuelve a chupar tus dedos… Ahora
deslízalos mojados a lo largo de tu cuello hasta tus senos, imagina que es la
humedad de mi lengua la que está sobre tu piel y cuando los sientas secos
vuelve a lamerlos, sensual, cómo cuando la otra noche lamías mi verga.
—¿Te estás tocando Nick?— susurró casi sin
poder hablar—. Tómate Nick… Imagina tú también que son mis manos y mi boca las
que se deslizan sobre tu pene, directamente sobre tu piel. Porque si estuviera
allí, eso es lo que te haría. Mamaría y lamería tu polla hasta que estuviese
tan dura cómo una vara de hierro.
—¡Creo que no falta mucho para eso!—
exclamó al borde de la locura. Respiró hondo antes de seguir hablando—.
Deslizaría una de mis manos por tu vientre, jugaría en tu ombligo y descendería
un poco más, sólo hasta tu pubis. Presionaría allí, te masajearía apretando un
poquito y eso te enloquecería, te haría desear más.
—¡Desciende más Nick, un poco más!—
suplicó.
—Pasaría un dedo sobre el suave vello,
justo por el centro de tu coño y tú alzarías las caderas para que mi dedo te
tocara más, pero yo seguiría descendiendo.
—¡Nick!— jadeó.