domingo, 29 de enero de 2012

"The Wild Walk" Cap 60 Fin


—Ahora eres libre para regresar a Chicago. Llamar a tu jefe y hacerle saber lo que estaba pasando.
—Lo que estás diciendo, es que ya no me quieres más por aquí.
—Oh, tú puedes sanar y esas cosas. Pero creo que sería mejor si te marchas.
Miley descartó el imperioso deseo de volcar la taza de café en la entrepierna de Nick. Estaba actuando como un cavernícola y un completo imbécil, pero ella sabía por qué.
Tenía miedo de perderla.
Así que mientras estaba furiosa como el diablo por el comportamiento de macho alfa insensible, también sabía que estaba tratando de protegerla echándola de su vida, porque la amaba.
No iba a permitirlo.
—Crees que sería mejor que me fuera.
—Hostias, creo que mi programa de televisión favorito está comenzando —dijo AJ, levantándose rápidamente del sofá como si se hubiese prendido fuego.
—El mío también. —Rick se fue detrás de él.
—Quédense ahí —dijo Miley—. No tienen necesidad de huir, ninguno de ustedes.
—Hay una discusión en ciernes. Una discusión hombre-mujer. No queremos ser parte de esto —dijo Spencer.
Miley arqueó una ceja.
—Y aquí todo este tiempo pensando que eran tíos duros.
—Las hembras enojadas son peores que cualquier enemigo que podamos enfrentar —dijo AJ.
—Es gracioso. Y para vuestra información no voy a ninguna parte, a menos que todos hagáis una votación secreta y decidáis que fui una molestia, no deseada. —Apoyó la taza en el borde de la mesa y se cruzó de brazos.
Todos ellos se quedaron en silencio, obviamente inseguros de si querían tomar partido en contra de Nick u obtener la furia de Miley.
—Pienso que eres valiente, talentosa y audaz y tienes muchísimo que ofrecer a nuestra organización. Se puede confiar en ti, estás bien entrenada y sacaste un buen disparo hacia Belanfield antes de que él te noqueara. —Grange permaneció de pie delante de ella—. Creo que podrías necesitar un pequeño aprendizaje, como cuándo no dar un paso delante de uno de los miembros de tu equipo para recibir una bala y cuándo mantenerte apartada de la emoción del juego, pero aparte de eso, creo que serías una buena integrante del equipo de los Moteros Salvajes. Pero si trabajas para nosotros, no te serán asignados casos con Nick. Ustedes dos pueden ser peligrosos el uno para el otro.
Obviamente Grange no tenía problema en decir lo que pensaba. Ella sonrió ante su elogio y entendió sus inquietudes.
—Gracias. Y tienes razón. Dejé que mi preocupación por Nick me obnubilara. No volverá a suceder.
—No va a ocurrir para nada. Ella no se queda.
Miley se negó a oír la queja de Nick, especialmente porque su argumento no tenía validez.
—Necesito un baño. Nick, ¿te importaría ayudarme a subir?
Él no podía discutir muy bien sobre eso, así que la levantó y Miley dijo buenas noches a los hombres… Dios mío, qué hora era, de todos modos… tenía que ser medianoche.
La llevó a la habitación y la colocó sobre la cama.
—Voy a hacer correr el agua de la bañera para ti. Quédate aquí. Necesitarás que te ayude.
Asintió con la cabeza, no quería discutir con él. Aún se sentía sucia, la sangre todavía endurecida en la herida y quería lavarse el cabello. Nick la ayudó a entrar en la bañera. El baño se sentía maravilloso y ella dejó el brazo herido por encima del nivel del agua. Cerró los ojos y se relajó.
—Puedo lavarte el cabello, si lo deseas.
Miley sonrió, sabiendo que Nick no había salido del baño, no la dejaría allí sola. Había estado velando por ella desde el momento en que se habían topado en el museo en Chicago.
A su manera equivocada, con su idea de deshacerse de ella todavía la estaba protegiendo.
Sólo que no iba a funcionar… ella no se iba.
—Me encantaría.
La dejó sola el tiempo suficiente para encontrar una jarra de plástico, luego la llenó de agua caliente para mojándole el cabello y echó champú sobre sus manos. Miley dejó escapar un suave gemido de éxtasis absoluto mientras él le masajeaba la cabeza.
—Tus dedos son mágicos.
—Me gusta tocarte.
Ella suspiró. Era realmente bueno lavándole el pelo, frotándole tiernamente el cuero cabelludo y el cuello, tomándose en ello su tiempo en lugar de tomárselo como si fuera algo que hacer con prisas. Le echó la cabeza hacia atrás mientras la sostenía por el cuello con la palma de la mano y vertía agua limpia sobre su cabello para aclararlo. Incluso repitió el proceso con el acondicionador.
Cogió la esponja y le enjabonó el cuerpo, sumergiéndola en el agua y frotándole las piernas, las caderas, los brazos, rodeando su herida. Tuvo especial cuidado con el sitio en el que le habían disparado, usando una manopla para retirar suavemente la sangre seca.
—¿Duele?
Se inclinó sobre la bañera, su cara a centímetros de la de ella.
—No.
—Te dispararon casi en el mismo lugar en que a mí esa noche en el museo.
Ella hizo un amago de sonrisa.
—Tendremos cicatrices a juego.
Él presionó sus labios contra los suyos, rozándolos suavemente. Miley aguantó la respiración, el momento tan dulce y mágico. El vapor del agua del baño se alzó entre ellos y su corazón palpitó. Él se echó hacia atrás, su mirada negra encendida.
—Ver cómo te disparaban me revolvió las entrañas, Miley.
Ahora no estaba actuando como un estúpido y ella se dio cuenta de la profunda emoción reflejada en sus ojos.
—Lo siento. No estaba intentando conseguir que me dispararan.
—Tuve que hacer mi trabajo, ignorando que estabas tendida ahí en el vestíbulo, posiblemente desangrándote hasta la muerte, quizás incluso ya muerta. ¿Sabes cómo me hizo sentir eso?
—Sí. —Porque de haber sido al revés, se habría vuelto loca. Se estiró hacia él y acunó su mejilla con la palma de la mano—. Quería protegerte, aunque tenía un buen disparo sobre Belanfield.
—Como dijo Grange, tú no puedes hacer eso. Estaba a punto de sacar mi arma cuando me empujaste a un lado como si fueras alguna clase de súper héroe y acabaste por ponerte a tiro. No puedes permitir que las emociones dirijan el juego, Miley.
—Sí, pero te amo.
—Yo también te amo. No puedo trabajar contigo, sabiendo que arriesgarías tu propia vida por la mía.
Ella sonrió.
—Eso es lo que hace la gente que se ama. No me pidas que cambie eso, porque no podré. ¿Podrías tú?
Él cerró los ojos durante un segundo, después los abrió y negó con la cabeza.
—No. Me imagino que no podría.
—Así que, ¿dónde nos deja eso?
—No lo sé. No quiero que corras esa clase de riesgos.
Ella suspiró.
—De acuerdo. Trabajaré en ello.
—Vas a tener que hacerlo. No puedes hacer esto y dejar que la emoción te gobierne el juicio. Grange nunca te dejará quedarte si lo haces.
—Grange dijo que no podemos trabajar juntos —dijo frunciendo los labios con desilusión.
—Puedo hacerlo cambiar de parecer. Pero él tiene razón. Tenemos que ser capaces de hacer nuestros trabajos, ambos, sin emoción.
—¿Puede cualquiera de nosotros hacer eso? —Preguntó.
Nick se encogió de hombros.
—No lo sé, nena. Estoy preocupado por ti.
Ella lo estudió durante un minuto, después asintió.
—Nunca quise tener miedo de hacer lo que adoro hacer, Nick. Mi padre trató de impedirme hacerlo. En verdad me gusta esto. Es emocionante, satisface mi amor por la aventura y la aplicación de la ley. Es todo lo que una vez quise y no está al alcance de la influencia de mi padre.
—Y si te digo que no puedes hacer esto, que me niego a trabajar contigo porque es demasiado peligroso para ti, no seré mejor que tu padre.
—Yo no he dicho eso.
—No tienes que hacerlo. Yo lo hice.
Ella sabía que esto era difícil para él, que él la amaba y quería protegerla. Pero también sabía que tenía que permitirle ponerse de pie por sí misma, que tenía que permitirle la libertad para crecer y hacer lo que realmente quería hacer, lo que amaba hacer.
—Te amo, Miley. Nunca dejaré de preocuparme por ti cada vez que estés haciendo algo peligroso. Si no me preocupo, significaría que no me importa. Pero sería diez veces imbécil si me interpusiera en el modo en que haces realidad tus sueños. Si es lo que realmente quieres, entonces no me interpondré en tu camino.
Se le llenaron los ojos de lágrimas. Él realmente lo entendía.
—Ayúdame a levantarme.
Él deslizó la mano bajo su brazo, después alcanzó una toalla y la envolvió a su alrededor, secándola suavemente después de sacarla de la bañera.
—¿Ahora qué? —Preguntó él.
—Ámame. Hazme el amor. Necesito sentirte dentro de mí.
Él le echó un vistazo a su hombro.
—Tu brazo…
—Está bien. Soy resistente, Nick. No me romperé. Pruébame.
Sacudió la cabeza y la acercó, deslizando los labios sobre los suyos. Miley sintió la oleada de poder; la misma chispa que había sentido con Nick desde la primerísima vez y probablemente siempre sentiría. Su cuerpo se ruborizó por el calor, sus pezones se endurecieron mientras Nick la aplastaba contra él. E incluso aunque sentía la tensión de su necesidad, él fue cuidadoso con su hombro, depositándola suavemente en la cama.
Nick la siguió, deslizando la mano sobre su cadera.
Su caricia era tan tierna, como si la reverenciara.
—Te dije que no me rompería —dijo ella.
—Sé que no lo harás. Pero pensé que te había perdido esta noche. Así que vas a tener que lidiar con el hecho de que tengo que aprenderme cada centímetro de tu cuerpo nuevamente.
Su tipo duro, el que pensaba que no se preocupaba por ella. Estaba tan equivocada. La profundidad del alma de Nick la asombró; la manera en que la tocaba era como la lava, sus yemas como fuego fundido a lo largo de su piel.
Se tumbó a su lado, su cuerpo presionado contra el suyo. Su polla estaba dura, tan rígida y hermosa que quería tocarla.
Estiró la mano, pero Nick se la cogió y la apoyó contra la cama.
—Relájate. Déjame tocarte.
Deslizó la mano a lo largo de su cadera, bajo su muslo, dejando que sus dedos recorrieran el interior del mismo. Ella suspiró y separó las piernas, necesitando sentir sus dedos separando los pliegues de su coño y hundiéndose dentro donde estaba húmeda y necesitada de él. Necesitaba que Nick liberara la tensión dentro de ella.
Pero no la tocó allí, en su lugar, evitó la zona dulce para acariciar de nuevo su cadera, palpando su cintura, deslizando los dedos alrededor de su vientre. Se le tensaron los músculos del abdomen mientras se reía.
—Eso hace cosquillas. Pensé que se suponía que tratabas de relajarme.
Él le dedicó una sonrisa malvada.
—Estoy trabajando en ello.
Ella se puso de rodillas, plantando los pies en el colchón.
—Tengo una gran idea. Frota mi clítoris. Haz que me corra. Es muy relajante.
—Eres muy directa.
—Sé lo que me gusta.
—Llegaré ahí. Sé paciente. Aún estoy acariciándote.
Ella dejó escapar un resoplido. Un resoplido bajo, sólo para que él supiera cuán rápido estaba perdiendo la paciencia.
Aparentemente no le importaba, porque le sonrió abiertamente con mirada aviesa y deslizó la mano hacia arriba, alrededor de sus pechos.
No. ¡No hacia arriba! Hacia abajo. En ese momento, él acunó sus pechos, dejando que sus manos se deslizaran bajo la ropa para apretarlos entre sus dedos. Y entonces agachó la cabeza y tomó su pezón en la boca y oh, fue tan dulce. La sensación se disparó rápida y directa hacia abajo, mojada y caliente en su centro, haciendo temblar su clítoris. Se arqueó e inmediatamente se estremeció por el dolor de su hombro.
—Nena —dijo, empujándola hacia abajo por la cintura—. Túmbate y relájate.
—No puedo. Necesito…
—Shhh, sé lo que necesitas.
Se colocó entre sus piernas, descansando sobre su cintura y besándola en el interior del muslo.
—No levantes el hombro. No te muevas —dijo, murmurando contra su pierna—. Si te haces daño de nuevo, pararé.
—Sí, señor. —Se apoyó contra el colchón, determinada a no mover la parte superior del cuerpo. Quería que lamiera su coño y haría cualquier cosa por un orgasmo.
Pero cuando su lengua se deslizó hacia afuera y la lamió a lo largo de la vulva, deslizándose hacia arriba a través de su clítoris, supo que iba a ser una tortura estarse quieta porque ella quería salirse del colchón. Las sensaciones se dispararon a través de ella, cada terminación nerviosa volviendo a la vida. Su lengua era como terciopelo caliente a lo largo de su carne sensible haciéndola arquear las caderas por más.
Después presionó sus labios contra ella, cubriendo su clítoris, usando su boca y su lengua para conducirla hasta el borde. Cuando añadió los dedos, deslizando dos dentro de su coño, supo que estaba perdida. Trató de estarse quieta, realmente lo intentó, pero ahora mismo no le importaba si se hacía daño en el hombro o no. De cualquier modo estaba más allá de sentir dolor. El puro placer lo había eclipsado.
Nick era el diablo y le estaba dando el paseo de su vida, directamente por los fuegos más dulces del infierno, doblando los dedos en su interior, deslizando su lengua sobre ella y succionando su clítoris.
Empuñó las sábanas, levantando el culo y navegando sobre el borde del orgasmo, dejando aflorar desde su interior un grito ronco cuando el fluido caliente se derramó dentro de ella. Se estremeció y se restregó contra su cara, mientras él continuaba torturándola durante las réplicas hasta que la hizo jadear.
Entonces él avanzó lentamente, encajando su polla contra su coño e introduciéndose dentro de ella al mismo tiempo que tomaba su boca. El sabor salado y dulce de Nick se mezcló en su lengua mientras él conducía su polla hacia sus profundidades, pero con suaves empujes. Lo rodeó con sus piernas y dio bienvenida a su calor y grosor, esta conexión significaba tanto para su corazón como para su cuerpo. Con su brazo bueno, lo tocó… la cara, los hombros, entrelazando los dedos con los suyos cuando él le levantó el brazo por encima de la cabeza y reforzó su agarre, moviéndose contra ella con ritmo creciente.
Abrió los ojos, perdida en las profundidades marrón whisky de los que le devolvían la mirada. El amor se reflejaba en ellos, algo que pensó que nunca vería. Intensificando cada sensación, cada golpe de su polla en su interior. Le pertenecía y él a ella, siempre cuidarían el uno del otro.
Nunca habría otro hombre que fuera tan parte de ella como Nick. Ningún otro hombre podría entenderla como Nick lo hacía.
Él metió la mano bajo ella, levantando sus nalgas, apretando su conexión.
—Córrete de nuevo por mí, Miley. Estruja mi polla.
Una y otra vez sacó su polla casi del todo, sólo para deslizarla dentro de ella otra vez. Cada vez que presionaba en su interior, sentía los calientes hormigueos mientras él frotaba su punto G. No había parte de su cuerpo que no conociera, que no hubiera explorado, que no le perteneciera.
Ella era suya y se lo demostró explotando a su alrededor, gimiendo por él, por dentro y por fuera. Él la besó, murmurando su nombre mientras se corría.
Nunca había sido más perfecto.
Después, él rodó lejos y la dejó yacer de espaldas mientras le acariciaba el cabello.
—Gracias —dijo él.
—¿Por qué?
—Por creer en mí. Por entenderme. A veces pienso que me conoces mejor que yo mismo.
Sonrió, medio vuelta hacia él.
—No sé si es así. Estoy conociéndote. Estamos conociéndonos. Es un proceso largo.
—Ambos cometeremos errores.
—Sin duda.
—Probablemente te haré enfadar o te heriré cientos de veces.
Ella amaba esa parte de él.
—Probablemente. Y yo te frustraré y te haré enfurecer con mi cabezonería natural.
—Así que así es el amor.
—Sí, Nick. Eso es el amor.
Se inclinó sobre ella, la besó y los dedos de los pies se le curvaron.
—Bienvenida a los Moteros Salvajes, Miley.

                                                                                          Fin


"The Wild Walk" Cap 59


Rick entró en la habitación con los guardas de seguridad.
—¡Grange, necesitamos control de daños aquí y ahora! —Gritó Nick.
Pero Grange obviamente ya era consciente de eso, porque el resto de los Moteros llegaron en unos segundos.
—Ve con Miley —dijo Grange a Nick
Esa era toda la autorización que necesitaba. Asintió y corrió hacia Miley. Sus ojos permanecían cerrados.
—¿Miley, puedes oírme?
Él comprobó su pulso, que era algo rápido pero al menos su corazón latía. Su hombro sangraba profusamente. Él rasgó la blanca bata de laboratorio y presionó la tela dentro de su blusa, justo sobre la herida.
—¿Necesitas ayuda? —Preguntó Spencer.
—Tengo que sacarla de aquí.
Spencer asintió.
—Vamos. Yo manejaré.
—No puedes llevarla a un hospital. Tendré personal médico esperando en el cuartel general. —Grange ya tomaba su teléfono móvil.
Nick asintió y con cuidado levantó a Miley en sus brazos. No le importaba a donde fueran mientras alguien pudiera ayudarla cuando llegaran allí.
 —No te muevas.
Miley sacó las piernas por el costado de la cama y las dejó colgando allí. Eso era hasta donde Nick iba a dejarla llegar. Su mirada amotinada se encontró con la de él igualmente decidida.
—Nick, estoy bien. De veras. Si no consigo salir de esta cama y bajar las escaleras, voy a gritar. Y si grito, arrancaré estos puntos de sutura. Tú no quieres eso, ¿verdad?
Nick pensó que Miley era el peor de los pacientes, que había visto en toda su vida. Se despertó cuando él llegó al coche, devolvió al lado de su Pontiac, se rió acerca de ello, se disculpó por vomitar sobre la pintura nueva y a continuación procedió a quejarse todo el camino de regreso a la casa sobre tener que abandonar a Delor antes de que todo lo bueno sucediera.
Fiel a su palabra, Grange tenía un médico y una enfermera esperando en la casa a que ellos llegaran. La bala alojada justo al borde del músculo superior del hombro de Miley, había salido fácilmente y sólo requirió unas pocas puntadas. El doctor dijo que se había desmayado porque se golpeó la cabeza contra la pared cuando el impulso del proyectil se estrelló contra ella y probablemente tuvo una conmoción cerebral leve. Luego dio indicaciones a Nick de observarla durante las próximas veinticuatro horas.
Le dio una inyección de antibióticos y alguna medicación para el dolor que podría necesitar y le dijo que descansara unos pocos días. Aparte de eso, indicó que ella debería estar bien. Miley había dormido un par de horas, pero se despertó tan pronto cómo los hombres empezaron a entrar en fila.
—Tú te quedas aquí. Obtendré los detalles y te contaré todo más tarde.
—Y una mierda. Voy abajo.
—Eres la mujer más terca que he conocido nunca.
Ella le sonrió.
—Y me amas por ello.
Él puso los ojos en blanco.
—No, te quiero a pesar de ello.
—Voy a bajar, Nick. Con o sin tu ayuda. Pero honestamente, sigo estando un poco aturdida por los golpes, así que podría utilizar tu ayuda.
Obviamente, no iba a ganar esta partida. Con un suspiro renuente, la levantó en brazos. La había aseado después de que el doctor saliera. Le había puesto unos pantalones cortos y una camiseta sin mangas, lo que significaba que sentía la piel suave de sus muslos contra los brazos mientras la llevaba escaleras abajo.
Aunque no era un buen momento para pensar en cosas sexuales. Pasaría un rato antes de que Miley estuviese lista para el sexo. Pero estaba tan malditamente aliviado de que estuviese bien que quería saltar sobre ella ahora mismo.
Era un pervertido.
—Hey, ¿cómo está la paciente? —Preguntó AJ cuando la puerta del ascensor se abrió y ellos dieron un paso dentro de la sala de estar.
Estaban todos reunidos, justo a punto de tomar asiento.
—Estoy bien. Sólo unas pocas puntadas.
—Eres dura —dijo Spencer mientras Nick la sentaba en el sillón reclinable—. No una mariquita, conoces lo tuyo y soportas una bala como un tío.
—Oh, bien. Lo mismo que un hombre —dijo ella, riéndose—. Excepto por la parte del desmayo y el vómito.
Spencer se encogió de hombros.
—Sí, bien, eso no se puede evitar. Creo que serías una estupenda incorporación a los Moteros Salvajes.
Nick lo fulminó con una mirada de advertencia.
—Ni siquiera pienses en ello.
Cuando él se colocó a un lado de su silla, Miley le agarró la mano y le dio un suave apretón.
—No estés tan seguro de ello —dijo—. Y gracias, Spencer.
Paxton le trajo una taza de café.
—Oooh, gracias. Esto es justo lo que necesitaba.
Miley bebió un sorbo y sonrió a todos los hombres que la miraban con adoración. Ajá. Todos estaban mucho más cómodos alrededor de Miley, haciéndola sentir como que era parte de la banda.
No lo era. No lo podía permitir.
Necesitaban tener una charla. Verla caída en el suelo tras recibir un disparo reafirmó que ella no tenía nada que hacer en esta ocupación. Sí, Miley era una ex policía y una detective privada, pero no se había alistado para hacer esto. Casi la había perdido. Cualquier cosa podría haber sucedido y se había arrojado delante de él sin pensar en su propia seguridad. Era muy, muy audaz. No comprendía los riesgos.
Y no podría cumplir con su trabajo si tenía que preocuparse por Miley.
—Así que cuéntenme todo —dijo, levantando las piernas en la silla y doblándolas hacia atrás, sosteniendo la taza entre las manos—. Estoy enojada porque no estuve allí para rematar las cosas.
—Bueno, estabas algo así como ocupada sangrando y desmayándote —dijo Rick con una media sonrisa.
—Y recibiendo una bala por tu hombre —dijo AJ—. ¡Qué dulce!
—Cállate —dijo ella con una sonrisa—. Estaba protegiendo la cámara de video.
—No —dijo Spencer—, simplemente no querías que el niño bonito aquí se lastimara.
—Oye. —Mac empujó a Spencer, a veces se preguntaba si él todavía estaba en la escuela secundaria—. Puedo cuidarme solo. No necesito la ayuda de Miley.
—De nada —dijo Miley con el ceño fruncido.
—Eso no es lo que quise decir.
—Lo que sea. —Apartó la mirada de Nick y la dirigió a los demás—. Pónganme al tanto.
—Después que Nick te sacó, metimos a los guardias de seguridad en la sala de conferencias —comentó Rick.
—Aunque los tíos de seguridad no estaban implicados en esto, no podíamos permitir que contactaran con la policía —agregó Grange—. Así que tuvimos que atarlos en la sala de conferencias, junto con Delor y Richardson. Dejamos la cinta de video sobre la mesa, nos comunicamos con las autoridades, limpiamos cualquier evidencia y a continuación nos fuimos.
Miley asintió con la cabeza.
—Porque los Moteros Salvajes pasan desapercibidos, vosotros no podíais permitiros el lujo de estar allí cuando las autoridades llegasen o de veros directamente involucrados como testigos.
—Exactamente. Pero dejamos el video con la confesión de Delor como evidencia y el virus real y notificamos tanto a la policía local como al FBI. El virus será recuperado, Delor y Richardson están hundidos en mierda.
—¿Belanfield? —Preguntó ella.
—Muerto —contestó Díaz.
—Bien. Él era malas noticias, realizando acciones sucias para una gran cantidad de empresas durante mucho tiempo. Nunca confié en el hombre.
—Además del hecho de que él te disparó. Habríamos tenido que matarlo sólo por eso —dijo Pax.
—Ayyyy, qué dulce. —Se sintió ruborizar por el díscolo cumplido de Paxton.
—He escuchado de nuestro contacto en el gobierno que el FBI se abalanzó y asumió el control del virus. Debería estar de regreso adonde pertenece en poco tiempo —dijo Grange.
—Gracias a Dios.
Esa había sido la mayor preocupación de Miley en todo este tiempo.
—Y con el video en la mano, no tendremos que preocuparnos de Delor o Richardson. Son historia.
—Entonces, ¿por qué el virus era transportado dentro de la reliquia? —Preguntó Miley—. Nunca pude entenderlo.
—Delor había fabricado el virus en el extranjero —explicó Grange—. No era como que Richardson pudiera enviarlo a través de los canales regulares, así que ellos lo escondieron en la exposición egipcia del museo. Y la exposición estaba fuertemente custodiada así que simplemente su gente no podía recuperar la reliquia cada vez que deseaba.
—¿Iban a intentar robarlo en algún momento?
—Mi suposición es que estaban planeando un cambiazo o un robo directo de la antigüedad una vez que la exposición lograra llegar a Dallas —comentó Grange.

—Ah. Eso tiene sentido —dijo ella—. Directamente bajo las narices de la policía y del gobierno y nadie lo sabría.
—Exactamente. El virus fue guardado cuidadosamente en la reliquia, transportado de una manera segura a los Estados Unidos y de estado en estado y debido a que la exposición del museo era propiedad de otro país, nuestro gobierno no tenía derecho a apoderarse de él.
Miley asintió con la cabeza.
—Asusta pensar lo que podría haber sucedido si el virus hubiese logrado llegar a las manos de Productos Farmacéuticos Delor.
—Pero no lo hizo —le recordó Nick.
—Porque eres un gran ladrón —bromeó ella.
—Eso es lo que hago, nena.
—¿Caso cerrado? —Preguntó Miley.
—Sí —dijo él.
Ella suspiró y se recostó en la silla.
—¿Y ahora qué?



"The Wild Walk" Cap 58


Richardson deslizó su dedo bajo la barbilla de Miley y le dio un golpecito hacia arriba.
—Es mejor que siga ignorando algunas cosas, señorita Cyrus.
Ella se encogió de hombros, deseando darle un manotazo para que apartara la mano, pero mantuvo la calma.
—Eso no marca ninguna diferencia para mí, mientras tenga esto.
Miley acarició el maletín y extendió la mano para estrechar la de él.
—Un placer hacer negocios con usted, señor Richardson. Espero que nuestros caminos se crucen otra vez. Si alguna vez necesita mis servicios…
—¿Le molesta haber dejado el buen camino y cambiar a una vida de… crimen?
Ella resopló.
—Una chica tiene que hacer lo que sea necesario para sobrevivir.
Richardson sonrió y asintió.
—Es una muchachita muy inventiva, señorita Cyrus. Me aseguraré de contactarme con usted si alguna vez me veo en la necesidad de alguien con sus talentos… únicos.
—Hágalo. Me gusta el dinero. —Miley salió del coche y retrocedió al suyo, asegurándose de no mirar hacia atrás cuando Richardson se fue. No quería dar la impresión de estar observándolo, aunque sabía que los demás lo estaban. No pasó más de un minuto antes de oír el rugir del motor de un vehículo deteniéndose a su lado.
Era Nick, en un Pontiac, de mediados de los setenta más o menos.
Ella tiró el maletín en el asiento trasero y se sentó en el asiento de pasajeros, sintiéndose aliviada al verlo.
—Lo siento. No sabía que más hacer. Él insistió en cambiar el punto de encuentro debido a las cámaras de seguridad.
—Sí, lo oímos en los micrófonos. Arriesgado, pero funcionó bien. El restaurante acaba de instalar las cámaras de seguridad al frente. No sabíamos sobre ellas o que Richardson se volvería loco por eso. Craso error. Lo siento.
Miley se encogió de hombros.
—Como has dicho, funcionó. Todavía tenemos que vincularlo con Delor o Belanfield.
—Lo sabremos en sus siguientes paradas.
—¿Y mi coche? —Preguntó ella.
—Alguien lo recogerá y lo llevará al cuartel general. No te preocupes.
Nick arrancó el motor y Miley se recostó contra el reposacabezas. Ella se puso el cinturón de seguridad mientras él salía a la calle.
—Los demás ya recogieron su rastro y lo siguen. Nos quedaremos atrás y nos uniremos a los otros, dentro de unos bloques calle abajo. De esta forma si su conductor mira por el espejo retrovisor, verá diferentes coches y no pensará que lo siguen.
Todos los Moteros Salvajes se mantenían en contacto vía un sistema de comunicación que el gobierno les había suministrado. Era muy ingenioso, un clip como auricular con un micrófono incorporado. Era manos libres, así los chicos en motos podían mantenerse en contacto. De esa manera, cuando uno viraba, los demás sabían exactamente hacia donde iban los otros. Y quienquiera que estuviera siguiendo a Richardson avisaría a los demás lo que averiguara.
En ese momento Rick era el responsable de seguir a Richardson.
—Va al norte por la Calle Quinta —dijo Rick, el sonido del rugir de su moto llegaba claramente como una campana por su sistema de comunicación.
Nick le había dado un auricular para que ella pudiera mantenerse al corriente de la acción. Cada kilómetro y medio más o menos los coches cambiaban. Pronto sería su turno y Nick hizo un intercambio sin contratiempos, deslizándose en la calle mientras Pax se retiraba. Él se adelantó tres coches al de Richardson, dejándolo en el carril izquierdo mientras ellos permanecían en el derecho.
—¿No es algo arriesgado? ¿Y si él gira a la izquierda?
Nick sonrió.
—Este coche responde genial a las curvas. Puedo entrar al carril izquierdo y girar si lo necesito. Además, AJ maneja por una calle paralela a esta. Él lo alcanzará en el siguiente bloque si lo perdemos en una vuelta.
—¿Lo tienen todo cubierto, verdad?
Nick se rió.
—Esperamos que así sea.
Siguieron a Richardson a una corta distancia, hasta que el coche entró a un complejo de condominios.
Nick siguió hacia adelante y Spencer lo reemplazó.
—¿Adónde va? —Preguntó Miley.
—Ni idea.
—Richardson recoge a alguien —dijo Spencer—. Hombre alto y robusto. Calvo. Vestido todo de negro.
Miley arrugó la nariz.
—Suena como Belanfield.
—Se coloca en el asiento de pasajeros delantero y se van —dijo Spencer—. Lo seguiré hasta la siguiente vuelta.
Quince kilómetros después fue el turno de Nick y Miley nuevamente. Ahora estaban en la autopista interestatal y era más fácil vigilar al vehículo de Richardson así como quedarse bastante atrás y esconderse dentro del tráfico de autos.
Richardson salió de la autopista interestatal y ellos lo siguieron, discretamente por supuesto. El tráfico era bastante pesado en ese momento e iban a aproximadamente cuatro coches detrás. El coche de Richardson entró en una calle lateral casi inmediatamente. Díaz los sustituyó en su moto, zigzagueando dentro y fuera del tráfico mientras Nick se iba.
—Se detienen en una tienda —dijo Díaz.
—Productos Farmacéuticos Delor está dentro de ese complejo de edificios —dijo Miley, señalando a su derecha.
—Bien, todo va según el plan —dijo Grange.
—Suponemos que se dirigen hacia Delor. Todos repliéguense. Díaz, síguelos.
Nick giró, con fuerza, virando rápidamente la esquina y acelerando a fondo el motor. La calle lateral que tomó estaba desierta, así que corrió a toda velocidad. Aparcó en el lado este de los edificios, donde estaba oscuro, pero bien escondidos y fuera de la vista de las cámaras de seguridad. El resto del equipo ya estaba allí.
Miley y Nick entrarían al edificio. Nick con una cámara para registrar lo que pudieran, Miley porque podría reconocer a algún directivo de Delor.
Nick odiaba esa parte, pero Miley insistió. Además, no era como si fuese una inexperta. Ella podría manejarlo y se sentía emocionada por ser parte de la captura de Richardson y Belanfield. Rick iría con ellos ya que él era su experto en allanamiento de moradas. El resto de ellos permanecería afuera y vigilarían.
Nick y Miley se pusieron batas blancas con identificaciones del personal de investigación de Delor. Grange no creía que lo necesitaran, pero si en caso se tropezaran con alguien de seguridad, necesitarían una cubierta y una razón plausible para andar errantes por los pasadizos.
Todos irían armados.
—Bien —dijo Rick—. Sus códigos son simples, nada tan complejos como los códigos del gobierno. Un simple tablero numérico a los lados de las puertas. Romper el código será algo como coser y cantar. La puerta principal es más complicada, con seguridad armada y tarjetas de pases requeridos, pero no tomaremos ese camino.
—AJ está disfrazado como repartidor —les recordó Grange, revisando otra vez cada paso—. Él hará una entrega rápida cuando Belanfield y Richardson entren por la puerta principal. Mientras AJ entrega su paquete y consigue la firma de recibo del vigilante nocturno, será capaz de decirnos qué dirección toman nuestros chicos. Para entonces, entraremos por la puerta lateral. Listos para marcar a los dos hombres con el infrarrojo.
—El infrarrojo ya está listo así podremos rastrear los cuerpos —dijo Spencer—. Vigilaré desde aquí fuera y les avisaré quién está allí y donde están. A estas horas, el lugar parece un pueblo fantasma. Casi todos son personal de seguridad.
—Que es justo lo que quiere Richardson —expresó Miley—. Menos ojos curiosos para cuando deje el virus.
—Y es eso lo que deseamos. Hace que sea más fácil seguirlos. Muévanse —dijo Grange.
—He establecido una interferencia para su sistema de monitoreo así que cuando abramos la puerta, esta no se mostrara en el registro de seguridad —dijo Rick. Él tecleó los siete dígitos del código de seguridad y tiró de la pesada puerta. Miley retuvo la respiración cuando esta hizo clic, esperando oír el sonido de las alarmas. Pero cuando Rick giró la manivela, la puerta se abrió y ella exhaló por el alivio. Entraron al vestíbulo semi-oscuro y comenzaron a moverse hacia el frente del edificio. Las paredes eran de un blanco austero y la alfombra era de un gris indescriptible. Sus pies no hicieron ningún ruido sobre el suelo. Avanzaron por el pasillo como si tuvieran un objetivo definido.
—Sus auriculares están sintonizados con sus voces —dijo Spencer—. Tendrás que acercárteles para captarlos.
—Intenten aparentar que pertenecen allí —les recordó Grange.
Cuando llegaron al final del pasillo, no había nadie en el recibidor. Entraron en un vestíbulo cercano y esperaron.
—Belanfield y Richardson se trasladaron por el ascensor —dijo Díaz en sus auriculares—. Estuve el tiempo suficiente para observar al elevador detenerse en el segundo piso.
—Vamos —dijo Nick, mostrando el camino hacia la puerta de las escaleras. Aunque había una escalera abierta al centro del vestíbulo, justo detrás de la recepción, Nick no deseaba arriesgarse a un escrutinio de los guardias.
Él abrió la puerta de un empujón al llegar al segundo piso.
—Despejado.
—Los infrarrojos captan a dos personas en una habitación justo a la izquierda de las escaleras —dijo Spencer—. Por otra parte el piso está vacío.
—Esto es conveniente para ellos. —Nick abrió la puerta, salieron de la zona de las escaleras y entraron al pasillo, moviéndose a la derecha en vez de la izquierda. Él observó por la esquina—. La sala de conferencias es toda de cristal. Belanfield y Richardson son los únicos allí. —Él levantó su diminuta cámara de vídeo y comenzó a filmar, mientras Miley vigilaba sobre su hombro, consiguiendo una vista perfecta del logotipo de Productos Farmacéuticos Delor detrás de la sala de conferencias, con Belanfield y Richardson de pie justo a un lado del logotipo. Era absolutamente perfecto.
—Tengo sus voces —dijo ella.
—La cámara es bastante sensible también para grabarlos —susurró Nick sobre su hombro.
Miley se dio la vuelta, Rick estaba detrás de ella y en posición, cuidándoles las espaldas. Rick y ella desenfundaron sus armas, preparadas en caso de algún… imprevisto. Nick era responsable de grabar en vídeo el intercambio en la sala de conferencias.
Belanfield miró su reloj.
—¿Dónde está? No tengo toda la noche.
—Llegará dentro de poco —dijo Richardson.
Así que se encontrarían con alguien. ¿Quién?
—Llega alguien —señaló Díaz—. Un hombre se detuvo al frente y aparcó en un lugar ejecutivo.
Miley deseaba que este fuera quién y lo qué esperaban. Deseaba que esto se terminara.
—Tienen compañía —dijo Spencer—. Sube por el ascensor.
Ellos se escabulleron de regreso a las escaleras hasta que Spencer les diera el visto bueno.
—Despejado. Ahora está en la sala de conferencias con los otros dos —dijo Spencer después de unos minutos.
Ellos se movieron otra vez y Nick tomó su posición con la cámara.
—¿Tienes el vial? —Preguntó el hombre.
—Sí.
—Lo conozco —dijo Miley—. Es Mitchell Delor, el Presidente del Directorio de Productos Farmacéuticos Delor. Asumió el cargo hace aproximadamente diez años después de la muerte de su padre. Este era muy conservador, un hombre realmente agradable. Dirigió bien y legalmente su compañía, Mitchell es arrogante y le gusta tomar riesgos.
—¿Tantos como para hundir en la mierda a su compañía? —Susurró Nick.
Miley asintió.
—Con seguridad.
Richardson le entregó el bolso de Miley a Belanfield, quien extrajo el virus y se lo entregó a Mitchell.
—Por fin —dijo Mitchell—. Lo han hecho bien. Espero que no haya más problemas.
—Todo está bajo control ahora —dijo Richardson—. Recuperamos el virus y la mujer que lo tenía ha recibido su pago.
Mitchell frunció el ceño.
—No me gustan los cabos sueltos.
—Ella ni siquiera sabía lo que tenía —argumentó Richardson.
Mitchell miró a Belanfield.
—Sabe demasiado. Encárgate de ella.
Belanfield asintió.
—La encontraré. Me ocuparé de ella.
La garganta de Miley se secó. Era algo bueno que Belanfield no hubiera estado en el coche con Richardson o ella hubiera tenido que luchar por su vida. O posiblemente perderla.
—Eso es innecesario. —Richardson parecía incómodo.
—¿Te das cuenta lo qué está en juego aquí? —Preguntó Mitchell.
—Billones de dólares. Y tú sacarás maravillosas ganancias cuando yo le dé un giro total a esta compañía. Así que ahórrame tus opiniones porque no estoy interesado en oírlas. Déjame encargarme de los detalles menores ya que eres el responsable de nuestra ruina. Tener este virus y soltarlo en una pequeña sección de la población, para de repente sorprender al mercado con una cura milagrosa liberará a Delor de una potencial bancarrota. Todos seremos ricos.
Miley hervía por la indignación. El hijo de puta. ¿Cómo podía ser tan despiadado? ¿Usar a personas inocentes de esa forma, arriesgar sus vidas en nombre del capitalismo y para salvar su propio culo?
—Tienen lo suficiente —dijo Grange—. Salgan de allí.
Ellos comenzaron a retirarse para bajar por las escaleras, pero sus movimientos debieron atraer la mirada de Belanfield, porque frunció el ceño, sacó un arma de su bolsillo y abrió de un tirón la puerta de la sala de conferencias, llamando a gritos a los guardas de seguridad.
—Movámonos —dijo Nick, dando un paso adelante.
Nick no tenía ni siquiera un arma. Ella sí.
—Saca esa cámara de aquí —le dijo ella a Nick—. Son las únicas pruebas que tenemos. —Ella viró bruscamente delante de Nick, protegiéndolo así como al video que había filmado—. Me encargaré de esto.
Todo pasó muy rápido. Belanfield los perseguía, los guardias de seguridad llegando por las escaleras abiertas detrás de ellos. Miley quería ayudar a Rick, pero tenía que encargarse de Belanfield. Ella apuntó su arma, pero Belanfield estaba haciendo lo mismo y apuntaba hacia… Nick. Ella apuntó y disparó a Belanfield, haciéndolo al mismo tiempo que él disparaba un tiro.
Oh, Dios, que no le dé a Nick. Por favor, no. Ella hizo todo lo posible para apartar a Nick del camino. Esto debió funcionar, porque se estrelló contra la pared y una ráfaga de ardiente dolor golpeó su hombro izquierdo. Su mano no respondía; de repente se sentía entumecida y fría. Se derrumbó sobre el suelo y todo dio vueltas. Oyó gritos y vio una maraña de pies a su alrededor, además de sentirse enferma del estómago.
No vomites. Una batalla se estaba llevando a cabo y no deseaba vomitar cuando debería estar pegándole un tiro a alguien.
¡Hijo de puta! Todo se venía abajo tan rápido que la cabeza de Nick daba vueltas. Miley  había recibido un disparo y caía contra la pared. Deseó detenerse y correr hacia ella, pero no podía.
Belanfield, aunque cojeando, aún disparaba. Nick lo esquivó, apuntó y le dio en el pecho. Belanfield cayó de cara contra la alfombra.
Nick giró de regreso hacia las escaleras para ayudar a Rick, quién por suerte ya había dominado a los dos agentes de seguridad. Nick entró corriendo en la sala de conferencias donde Delor y Richardson se escondían.
—¡No se muevan! —Gritó él, apuntándoles.