jueves, 29 de septiembre de 2011

"Schmale Plätze" Cap 7




“¿Acaso tienes algo adherido a la bombacha?”. Preguntó Nick y su profunda voz le resonó pesadamente en todo el cuerpo, acentuando así el dolor que le crecía entre las piernas.
“En este preciso momento, la odio”. Ella quería que él la tocara, ¡maldición!
“Bien”.
Miley sintió un ligero tirón y, luego, el ruido de la bombacha que se rompía. La lujuria, ardiente y húmeda, le recorrió el cuerpo con una gigantesca oleada. Se le hinchó tanto la concha, que cada movimiento de sus piernas le disparó flechas de calor directamente al corazón.
Nick le separó los rizos con los dedos y le recorrió los brillosos labios. “Tan ardientes, tan húmedos”, murmuró Nick antes de deslizarle un dedo dentro de la ansiosa funda.
El roce de sus dedos a lo largo de las terminaciones nerviosas le sacudió las rodillas. Nick simplemente conocía el ritmo correcto para llevarla al límite, pero no más allá.
“¡Apresúrese!”, susurró ella mientras le subía la temperatura interna.
“Apenas he comenzado”, le susurró Nick contra el clítoris antes de succionarle el congestionado capullo con la boca.
Un grito brotó en su garganta y ella no pudo contenerlo. Sus caderas se sacudieron contra él mientras su cuerpo explotaba como una supernova. Destellos de luz danzaron detrás de sus párpados mientras oleadas de placer la arrasaban una y otra vez. Aun así, Nick no se detuvo. Le lamió los jugos como si fuera un gato lamiendo en un bol de crema.

Su sabor era tan delicioso como él se había imaginado. Le inundó la boca y se deslizó por su lengua como si fuese un vino fino. Los gritos de placer de Miley eran como música para los oídos de Nick y un incentivo a sus ya cargados deseos. Nick deseaba generarle el máximo placer una y otra vez, pero iba perdiendo el control segundo a segundo.
Si él pudiera embestirle la ardiente vaina del cuerpo y encontrar su liberación rápidamente, tal vez simplemente podría sobrevivir sin transformarse. Tal vez.
No importaba. Tenía que tenerla. Mientras le lamía el clítoris por última vez, le mordisqueó y lamió el estómago de abajo hacia arriba, y siguió por los senos hasta que pudo ponerse de pie frente a ella.
“¿No creo que lleve preservativos en su cartera?”, le preguntó Nick: la cordura se reafirmaba momentáneamente. Como era un Hombre felino, no le contagiaría ninguna enfermedad, pero ella no lo sabía.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

"Three weeks in Athena" Cap 27




A Miley se le aceleró la respiración cuando su mirada se posó en aquellas estrechas caderas y bajó un poco más hasta su regazo. Se le encendieron las mejillas ante su propia reacción a aquella sutil provocación.
Un sonido le hizo elevar la mirada y, de pronto, aquel dios dormido estaba despierto, con sus hermosos ojos verdes brillando al verla a los pies de su cama. Entonces ella fue consciente de la situación y, sujetándose la bata bien cerrada, descubrió que no podía moverse.
–Creo que no es... Tal vez debería...
–Ven aquí –ordenó él implacable.
A Miley le temblaban las piernas. Había llegado demasiado lejos como para echarse atrás, así que rodeó la cama hasta colocarse a medio metro de él, sin poder apartar sus ojos de los de él ni un momento.
–Acércate más –dijo él con un gesto de la mano.
Miley estaba a punto de salir corriendo cuando le vio un hilo de sudor en la sien y el pulso acelerado en su cuello. Después de todo, era humano.
A pesar de ello era como si la antigua y prudente Miley estuviera llamándola desde la otra habitación, queriendo cerrar las puertas entre aquel hombre y el deseo de su interior. Incluso se giró midiendo la distancia hasta la puerta.
Inmediatamente, sintió un ardiente anillo rodeando su muñeca y, al bajar la vista, vio la bronceada mano de él sujetándola. Le miró y tragó saliva.
– Miley, ¿estás segura de que quieres hacer esto? Porque si te quedas, no habrá vuelta atrás.
En aquel instante, ella cerró mentalmente las puertas a su espalda. No quería regresar a lo anterior. Quería ir hacia delante y liberarse del indeseado equipaje que había llevado.
Negó con la cabeza y sintió el cabello acariciándole los hombros.
–No me voy.
Él la atrajo hacia sí y la besó en la muñeca, con los labios y la lengua. Ella ahogó un grito y sintió como si él acabara de marcarla.
Entonces él la soltó y se incorporó sobre un codo.
–Quítate la ropa.
Sólo con oírle, Miley sintió una ardiente explosión en su pelvis. Estaba más allá de sorprenderse. Sin dejar de mirarle a los ojos, se desató la bata y la dejó caer al suelo. Todavía llevaba el vestido y los zapatos. Se descalzó y se agachó para dejarlos bajo una silla. Luego se irguió y volvió a mirar a Nick.
Él no se había movido, pero el deseo encendía sus ojos verdes casi negros.
Con manos temblorosas, Miley se bajó la cremallera y comenzó a desprenderse lentamente del vestido, primero por el hombro y luego por los senos confinados por un sujetador de encaje sin tirantes. Sus complejos parecían haberse esfumado. Le parecía como si ella fuera otra persona.
Al llegar a las caderas, las meneó suavemente para poder seguir quitándose el vestido. Las ráfagas de calor que le llegaban de Nick conforme contemplaba la bajada del vestido casi la derritieron. La seda se amontonó a sus pies y ella la hizo a un lado con una gracia innata y desconocida hasta entonces.
Se acercó a una silla de brocado junto a la cama. Apoyó un pie en ella y comenzó a bajarse la media. Advirtió lo erótico de su postura porque Nick se quedó inmóvil, comiéndosela con los ojos. Por primera vez en su vida, glorificó su innata feminidad.
Lo único que contenía a Nick de abalanzarse sobre ella y penetrarla era saber que, con sólo rozar su piel, perdería el control. Al verla a los pies de la cama, como un sueño, su sensación de deseo puro unida a una lejana alegría le habían hecho actuar más bruscamente de lo que hubiera deseado. En aquel momento, estaba fuertemente agarrado a las sábanas con ambas manos. Le costaba respirar. Se sentía a punto de perder el control como con ninguna otra mujer y eso le incomodaba.
Una cortina de cabello negro le tapó la vista de aquellos gloriosos senos que amenazaban con desparramarse del sujetador que no lograba contenerlos. Instintivamente, se inclinó hacia delante y apartó el mechón por detrás de un blanco hombro. Ella le miró mientras se mordía el labio inferior, provocándole una ola de excitación y poniendo a prueba su control.
Miley bajó la pierna y repitió el ejercicio con la otra. Para cuando terminó, Nick podía sentir el sudor corriéndole por la espalda del esfuerzo que estaba necesitando para no moverse.
Miley advirtió el evidente bulto bajo la sábana y se quedó sin aliento.
–El sujetador –dijo él con voz ronca–. Quítatelo también.
Miley se lo desabrochó y lo sujetó unos instantes. Aquél era el momento. Y entonces, con un movimiento casi desafiante, se lo quitó y lo tiró, liberando sus prominentes senos. Se quedó frente a él sólo con sus bragas de seda y encaje. En la parte del cerebro que aún le funcionaba, no sabía cómo podía estar haciendo aquello; era un momento crucial. Pero el latido de su sangre había acabado con todo salvo con la necesidad de estar allí en aquel preciso momento, con él.
El brillo en los ojos de él al mirarla envió un cosquilleo por todo su cuerpo, especialmente en sus senos. No tuvo tiempo de sentir ningún complejo: Nick la agarró de las manos y la atrajo hacia la cama. La sábana se movió. Miley atisbó sus estrechas caderas y sus rizos negros justo encima de...
Con un suave movimiento que la sorprendió, él la recostó en la cama boca arriba y, grande y moreno, se colocó sobre ella. Miley sentía el corazón tan desbocado que creía que iba a desmayarse. Y entonces él la besó y el mareo fue reemplazado por un poderoso ardor. Él le soltó las manos y ella instintivamente le abrazó por el cuello y se arqueó voluptuosamente hacia él, apretando sus senos contra el torso desnudo de él.
Nunca habría imaginado que sentiría aquello, aquella certeza de que todo estaba bien. Parecían hechos a medida. En cuanto ella deseó que él la tocara en algún lado, él lo hizo; en cuanto ella deseó que profundizara el beso, él lo hizo, succionando su lengua, mordisqueándole los labios, besándola apasionadamente en la mandíbula y el cuello, hasta alcanzar sus senos.
Él tomó uno en una mano y después el otro, acariciando su suave firmeza. Miley respiró entrecortadamente. Ver sus senos en manos de él le resultó tan erótico que no pudo soportarlo. Cerró los ojos y gritó cuando él acercó su boca a uno de los pezones y succionó fuerte, jugueteó con su lengua y lo mordisqueó antes de succionarlo de nuevo. Continuó saboreando uno y otro pezón hasta que ella creyó que iban a explotarle de placer.
–Por favor... –rogó con voz rota.

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Bueno espero les guste este capi también ahora si besos me voy a dormir!!! 

                                                      <3<3Prii<33


"Three weeks in Athena" Cap 26




Acarició aquella suave piel con el pulgar y, cuando por fin la sintió relajar la mandíbula, lo vivió como un triunfo.
Súbitamente, su ansia por acostarse con ella se vio superada por su deseo de darle seguridad. Tuvo el inusual impulso de abrazarla y asegurarle que todo saldría bien. Algo profundamente enraizado en él le impidió moverse pero le hizo susurrar:
–Voy a marcharme, pero quiero que reflexiones sobre esto, Miley. Lo que hay entre nosotros es más que una atracción banal que sucede todos los días. Esto es...
Se sorprendió de sus propias palabras y de la emoción que las generaba, pero se dijo que se debían a la fuerza de su deseo por ella.
–Esto es mucho más fuerte. No sé a qué miedos te enfrentas y yo no puedo enfrentarlos por ti, sólo puedes hacerlo tú. Voy a dejar abierta la puerta que conecta con mi habitación. Me gustaría que la usaras, Miley... Quiero explorar qué es esto entre tú y yo... –comentó e hizo una mueca–. No me cabe duda de que se acabará por sí solo, pero no va a desaparecer hasta que lo exploremos, tan sólo aumentará. Depende de ti. Si eres tan fuerte como para resistirte a esto, entonces espero que tengas la suficiente fuerza para los dos.
Miley contuvo el aliento. Lo miró fijamente a los ojos y lo que vio en ellos hizo que el corazón le diera un vuelco. Su ardiente intensidad no le hizo sentirse amenazada, sino excitada hasta el punto de olvidarse de toda su cautela y decir «sí».
Durante un largo momento se quedaron inmóviles, con las palabras de él flotando en el aire. Miley sólo podía sentir la mano de él, cálida y extrañamente tranquilizadora, en su mejilla. Pero entonces él la retiró, dio media vuelta y se marchó, dejando la estancia extrañamente vacía.
A los pocos instantes Miley le oyó abrir la puerta de conexión a su habitación y dio un leve respingo. Se dejó caer pesadamente sobre la cama, con el vientre revolucionado y las palabras de él dándole vueltas. ¿Tenía él razón, aquello sólo se haría más fuerte? Las sensaciones que todavía estremecían su cuerpo se burlaron de ella. ¿A quién intentaba engañar? Se había auto convencido de que aquella semana habían disminuido, pero él tenía razón, especialmente tras su reacción unos momentos antes.
También se había auto engañado al creerse que era frígida. En aquel momento se sentía la persona menos frígida del planeta. Debía admitir que, para perder su virginidad, inconscientemente había escogido a una persona hacia la que no se sentía atraída, como para intentar convencerse de que ella no era como su madre, que no pasaría su vida ansiando el sexo.
Frunció el ceño. Siempre había creído eso, pero lo que su madre ansiaba era a los propios hombres, su poder y su atención. Eso era lo que a ella le daba validez. Pensándolo bien, su madre siempre había sido bastante fría y clínica respecto al sexo. Nunca se había apasionado tanto con un hombre que perdiera de vista el lado práctico.
Y lo que ella sentía hacia Nick no tenía nada de frío o clínico. Él podría ser el botones del hotel y le generaría lo mismo. Había visto su propio rostro lleno de deseo reflejado en el espejo. Ella nunca había visto así a su madre.
Aquella revelación la dejó estupefacta. A pesar de que la profesión de su madre había sido abiertamente sexual, sus parejas no habían tenido que ver con el sexo, sino con el dinero, el poder y la autoestima. El sexo tan sólo había sido una herramienta que su madre había usado. Miley lo había presentido pero, hasta que no se había despertado su propio deseo, no lo había comprendido.
Uno de sus mayores temores era perder su independencia por un hombre, como había hecho su madre. Pero ¿aquella situación no era diferente? Ella ya tenía un empleo y no esperaba recibir nada de Nick, desde luego no su dinero ni regalos. Y él parecía tan sorprendido como ella ante aquella poderosa atracción. Seguro que él hubiera preferido que le sucediera con alguien de su entorno social.
Por tanto, tenía sentido que, una vez que aquello se acabara por sí solo, como él había dicho, todo volvería a la normalidad. Aunque, ¿podría suceder tras algo tan...? Su mente huyó asustada de aquellos pensamientos.
Se paseó por la habitación incapaz de plantearse siquiera el dormir. Se mordió una uña. Un sentimiento intenso iba creciendo en su vientre. Por primera vez en su vida, sus temores de convertirse en su madre parecían inocuos. Ella era distinta. Un cálido sentimiento de tranquilidad volvió a invadirla aún más fuerte. Se asustó ligeramente, ya que nunca habría imaginado a Nick como un hombre tranquilizador.
Dejó de pasearse. ¿Y si en vez de salir corriendo, afrontaba aquello y vencía a los demonios que la acosaban desde tanto tiempo atrás? Se sentía distinta. Debía admitir que estaba disfrutando de su vestuario menos restrictivo y, aunque seguía teniendo el impulso de taparse, iba disminuyendo. Había visto a algunos hombres mirándola en el baile y, en lugar de querer esconderse, se había sorprendido irguiéndose, invadida de una novedosa confianza en sí misma.
¿Le había ayudado Nick a llegar a aquel poder innato femenino, puro y poderoso?
Volvió a planteárselo: ¿Y si abría aquella puerta y pasaba al otro lado?
Antes de darse cuenta, se encontró frente a la puerta, respirando entrecortadamente, con el corazón disparado. Había leído una vez un libro: Aunque tenga miedo, hágalo igual. ¿Era ella lo suficientemente valiente como para cruzar la línea?
Como respuesta, le invadió un intenso anhelo. Deseaba aquello, deseaba a aquel hombre y lo que prometía más de lo que le importaban las razones para no hacerlo. Él tenía razón. La idea de reprimir aquel deseo era... inconcebible.
Posó una mano temblorosa en el pomo de la puerta, tomó aire y lo giró. Le acosó el temor de encontrar su sonrisa burlona, pero resistió y abrió la puerta.
Necesitó unos segundos para acostumbrarse a la tenue luz y se encontró una escena increíblemente erótica e inocente al mismo tiempo. A través de la puerta abierta del dormitorio se veía la figura de Nick dormido reflejada en la puerta de espejo de un armario. Sólo le cubría una sábana hasta la cintura. Ella ya había visto su torso desnudo el día anterior, pero se recreó en él: delgado, bronceado y de deliciosos músculos firmes. Era el hombre más guapo que ella había visto nunca y seguramente uno de los más guapos del planeta.
Su cabello negro le caía despeinado sobre la frente, haciéndole parecer menos el temido director ejecutivo de Jonas Enterprises y más bien alguien humano y vulnerable.

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Para mi sis Katty espero y te gusten los capi, y esto es para todas sorry sorry por no poder comentar en sus blog, si leo sus publicaciones pero no tengo tiempo de comentar el cole me tiene muy muy ocupada... la verdad que estaba pensando en cerrar el blog pero me gusta mucho subirles novelas, eh estado viendo que no comentan mucho y me gustaría saber el porque, supongo que todas están muy ocupada pero me conformo con un carita :P bueno chicas eso era todo lo que quería decirles espero todas estén muy bien... un beso gigante para todas!!!!

                                       <3<3Prii<3<3



domingo, 25 de septiembre de 2011

"Three weeks in Athena" Cap 25




–Demostrar lo mentirosa que eres.
Y entonces la sujetó por la cintura y la atrajo hacia él. Miley, presa de una sensación de inevitabilidad, se dio de bruces contra el pecho.
–Mucho mejor –murmuró Nick sujetándole el rostro con ambas manos–. Ahora te tengo exactamente donde quiero.
Miley no pudo contener un gemido suplicante cuando él la besó. Fue como si él le hubiera inyectado algún tipo de fuerza vital en el cuerpo. Todos sus nervios se activaron, el corazón se le aceleró, la piel parecía brillarle... y entre sus piernas sintió la traicionera respuesta de su cuerpo, húmeda y caliente.
La lengua de él buscó la suya y ella sintió una explosión de fuegos artificiales. Él comenzó a mordisquear su labio inferior, exploró el hueco entre sus dientes.
–Muérdeme –susurró él con voz ronca.
Puro júbilo la inundó. Apenas advirtió que él le quitaba el abrigo y lo dejaba caer al suelo. Tímidamente, ella le mordisqueó el labio inferior, acariciando después con la lengua donde había mordido.
Él murmuró algo indescifrable y ella sintió cómo buscaba y le bajaba la cremallera en el lateral del vestido para, a continuación, dejar al descubierto uno de sus senos cubiertos de encaje. Notó su mano en uno de sus senos. Miley se mordió el labio inferior. Le invadía una ola de deseo, algo tan extraño que se mantenía inmóvil.
Él la agarró por los glúteos y, al atraerla hacia sí, ella notó su erección apretándose contra su carne. Sintió aumentar su cálida humedad e instintivamente cerró las piernas.
Él estaba acariciándole un seno, recreándose con el pulgar en el pezón erecto. La tensión fue aumentando hasta que Miley deseó gritar y, por fin, él se inclinó y comenzó a mordisquearlo y succionarlo con la boca al tiempo que la agarraba de las nalgas. Ella se arqueó, urgiéndole a que succionara con más fuerza, moviendo las caderas sinuosamente contra las de él. Buscaba un clímax que no había experimentado antes, pero sabía que existía en algún lugar.
Algo le hizo abrir los ojos y ahogó un grito de horror al verse en el espejo al otro lado de la estancia. No se había dado ni cuenta de que se habían movido de la puerta. Y la imagen le conmocionó. Era tan explícita y tan parecida a lo que ella había visto de pequeña un día que había buscado a su madre sin avisarla...
El sentido común y la realidad explotaron en su cara. Súbitamente, se apartó de Nick y comenzó a taparse de nuevo sus excitados senos. Se estremecía violentamente.
–Márchate. ¡Ahora mismo! –le dijo.
Agarró la bata del hotel que se hallaba a los pies de la cama y se la puso, atándosela fuertemente con el cinturón. Se acercó a la ventana con el cerebro a punto de reventar y el cuerpo temblando de deseo insatisfecho. Sólo podía pensar en lo enfadado que debía de estar con ella.
–Perdona, no debería haber dejado que eso sucediera. Es culpa mía. Y ahora, por favor, vete.
–No has podido evitarlo. Lo deseabas tanto como yo.
Ella negó con la cabeza y sintió ganas de llorar.
Nick se le acercó unos pasos. Ella tembló por dentro al ver su rostro como esculpido en piedra. Quería disculparse pero no lo hizo. Él tenía la corbata chafada y el cabello despeinado. ¿Ella había hecho eso?
Nick frunció el ceño como intentando comprender.
– Miley, ¿alguien te hizo daño en algún momento?
Ella negó con la cabeza.
–No, no es eso.
–Entonces, ¿qué es?
Ella tenía auténticas ganas de llorar. ¿Cómo podría adentrarse en su enmarañada historia emocional, en lo amenazada que se sentía por los sentimientos que él le despertaba?
–Es sólo que... no quiero sentirme así.
–Pues lo tienes complicado porque tú lo sientes y yo también. Se llama química y es inevitable.
–¿Y si me marcho? –inquirió ella esperanzada.
Él negó con la cabeza.
–Ya lo hemos intentado. No vas a irte a ningún sitio.
–Yo no tengo mucha experiencia... –confesó ella apesadumbrada–. No soy como las mujeres que frecuentas. No sabría cómo...
–Sí que lo sabes, cariño, sin ni siquiera intentarlo.
Ella le miró.
–No soy virgen. He mantenido relaciones antes...
«Una vez».
–Pero no sentí nada. Así que sé que no es para mí.
Él se le acercó y le hizo elevar la barbilla. Miley intentó evitar su mirada sin éxito.
–¿De verdad intentas decirme que crees que no disfrutarás del sexo?
Ella se encogió de hombros sintiéndose como una tonta.
–Por si no te has dado cuenta, Miley, eres pura sensualidad. Aunque pareces decidida a negarlo y no comprendo por qué. ¿Sabes por qué te gusta la ropa interior tan sexy?
Miley recordó los días de compras con su madre, lo mucho que había insistido en la importancia de tener una ropa interior decente. Otras adolescentes no habían tenido el privilegio de ir de compras con Leticia.
–Me desarrollé demasiado pronto –respondió, agradeciendo que la tenue luz disimulara su rubor–. Soy demasiado... grande. Para conseguir la talla necesaria hay que pagar más...
– Miley, hay una legión de mujeres más grandes que tú que no saben elegir su ropa interior. ¿No puedes admitir que te gusta sentirla sobre tu piel, verte con ella...?
Ella le apartó la mano y dio un paso atrás.
–No –aseguró, pero aquellas palabras le habían impactado.
¿Tan sensual era ella que, por instinto buscaba aquella ropa interior? ¿Sería como su madre, a pesar de todo? En lo demás sus genes estaban dejándose notar.
–Mira... tengo mis razones para no desear esto. Tan sólo quiero que lo respetes.
Nick mantuvo la batalla más intensa de su vida al verla cabizbaja y con la bata fuertemente abrochada. El cuerpo le dolía de tanta excitación y no podía creerse que ella estuviera negándole aquello. Se aproximó a ella de nuevo y la vio tensarse aún más. Entonces algo en su interior se derritió. Deseaba a aquella mujer con una pasión desconocida para él, pero no quería forzarla. Sintió que le invadía una incómoda preocupación por ella. La tomó de la barbilla y elevó su rostro, pero ella evitó su mirada. Al notar cómo apretaba la mandíbula, a él se le encogió el estómago.



"Three weeks in Athena" Cap 24




Una mano fuerte le hizo girarse tan rápido que perdió el equilibrio y se vio de bruces contra el pecho de Nick, mirándole casi sin resuello. Al darse cuenta de lo que sucedía, se separó iracunda.
–Me vuelvo al hotel. Estoy cansada.
–Pues yo no. Y aún no hemos terminado aquí.
–Es un evento social. No me necesitas para trabajar.
–Pero sí que...
Nick se contuvo. Había estado a punto de escapársele que sí la necesitaba. Pero ella tenía razón. No la necesitaba por un tema laboral. Entonces, ¿por qué? ¿Se había acostumbrado a su presencia calmada y perspicaz? ¿La había echado de menos durante la cena?
Tomó la única decisión posible.
–De acuerdo, entonces te acompañaré de regreso.
A Miley se le dispararon todas las alarmas.
–¡No! –exclamó y quiso suavizarlo–. Quiero decir, quédate. No quiero apartarte de...
«... esa rubia con quien parecías pasártelo tan bien».
Pero él, en su habitual arrogancia, la había tomado del brazo y estaba conduciéndola al exterior, donde por arte de magia su coche estaba esperándoles.
–De verdad, deberías quedarte –insistió ella una vez dentro del coche.
Él esbozó una sonrisa seca y se recostó en su asiento, estudiándola con la mirada.
–¿Eso crees?
Miley se revolvió inquieta. Había algo intangible pero palpable entre ellos.
–Sí –afirmó con voz temblorosa–. Evidentemente tienes gente con la que... hablar.
Él hizo una mueca de desagrado al recordar a Delta Goodrem intentando atraparlo entre sus garras. La guapa y rica divorciada le había ofrecido si deseaba una aventura mientras estaba en Atenas. Antes, tal vez le habría tentado aquel sexo sin ataduras, pero ya no. La única mujer a la que deseaba se hallaba sentada a su lado. Él ya no podía imaginarse sexo con nadie más.
–Te equivocas, Miley –dijo con voz grave–. No hay nadie con quien quiera hablar y estoy encantado de acompañarte de regreso.
Miley contuvo su respuesta y se giró hacia la ventanilla con una mezcla de temor y emoción por sus venas al recordar la última vez que él había insistido en acompañarla a su casa.


Enseguida llegaron al hotel. Miley se bajó poco elegantemente del coche antes de que le abrieran la puerta, pero su intento fue inútil: Nick la alcanzó fácilmente y la agarró del brazo, llevándola así hacia los relucientes ascensores.
Se subieron a uno y Miley se mantuvo apartada de él. Casi se desmayó al oírle decir:
–¿Recuerdas la primera vez que coincidimos en un ascensor?
Conmocionada y aterrada, ella lo miró... dándose cuenta de que había sido un error. Él fijó la vista en el panel de botones.
–Graciosamente, el día que entraste en mi despacho para el puesto de asistente lo recordé. Vívidamente –añadió él mirándola.
Miley creyó que iba a desmayarse. Negó con la cabeza.
–No –murmuró, pero no podía mentir–. Es decir, sí. Recuerdo que usaste el ascensor de los empleados, poco más.
El corazón se le había acelerado al recordar lo firme que le había parecido el cuerpo de él. Igual que el otro día dentro del coche.
Las puertas del ascensor se abrieron y Miley vio a Nick pasar a su lado con gracilidad, pero a ella no le sostenían las piernas. Como no conseguía abrir la puerta de lo nerviosa que estaba, él le quitó la tarjeta-llave y abrió sin ningún esfuerzo.
–¿Quién iba a decir que eras una mentirosa tan consumada, Miley Cyrus?
Ella se giró hacia él furiosa.
–¿Qué se supone que significa eso?
Él también había entrado en la habitación y, cuando cerró la puerta, Miley se aterró.
–¿Y qué se supone que estás haciendo aquí?